Ingenioso guión que mantiene la atención, aunque gran parte de su atractivo radica en el sex appeal de las protagonistas. La pirueta final que hace encajar (casi) todas las piezas del puzzle te deja un muy buen sabor de boca. Muy recomendable.

Los aficionados a la náutica conocemos bien los avatares inherentes a la navegación oceánica y lo desaconsejable que resulta adentrarse en esos mares en condiciones físicas dudosas y con un barco cuestionablemente equipado. Aún así, contra la fatalidad y la madre naturaleza es imposible luchar, y los anales de la historia náutica están repletos de naufragios y de grandes navegantes engullidos por la mar sin dejar rastro.

La película hace un recorrido completo por casi la totalidad de desgracias que pueden acontecer a un velero y a su tripulante en mitad del océano, filmadas eso sí con rigor y buen asesoramiento técnico. No hay dramatizaciones y ni efectismos espectaculares inverosímiles, tan comunes en este tipo de películas. En ese sentido, los aficionados al mar nos podemos sentir satisfechos, y el resto de espectadores supongo encontrará el visionado interesante. Ahora bien, documental aparte, como película de ficción sobre náufragos me quedo con "La vida de Pi".

La actuación de Redford, como ya se ha dicho, bastante inexpresiva. Aparte de que , intencionadamente o no, su evidente falta de agilidad física añade una buena dosis de angustia a la trama.

Veo los dos primeros capítulos de la serie animado por las buenas críticas. Las primeras escenas no tardan en decepcionarme. Pronto se revela el típico estilo de las producciones bélicas al uso, en busca del espectador primitivo. Se retrata una sociedad salvaje, sin apenas más norma que fuerza bruta. Un esquema simplista de los estratos sociales. Apenas vagas referencias al derecho romano o a la estructura social basada en la familia, de la cual es heredera toda la cultura occidental. Todo el énfasis se vuelca en los aspectos más truculentos, la esclavitud o la dominación machista sobre las mujeres.

En resumen, nada que ver con la calidad de series como "Yo, Claudio" o "Carlos, Rey Emperador".

Aburrida, desagradable y sobrevalorada película. La tenía pendiente de ver desde hace años, y en efecto me ha resultado tan intrascendente como me temía. Quizá en el año 1957 supuso algún tipo de descubrimiento, hoy en día no es más que un retrato sobre fanatismos religiosos trasnochados, aunque lamentablemente aún hoy en día persisten millones de adeptos a religiones medievales que tan sólo han traído desgracias a la humanidad. Se salvan algunos planos grotescos entorno a la partida de ajedrez con la muerte, que es la única idea que se salva de todo el montaje. Por lo demás, me resulta simplista la fijación de Bergman por las rubias angelicales, y su visión plomiza de la existencia, aunque matizada por la lucidez del personaje Juan.

Historia de un veinteañero fracasado deambulando por las calles de un Berlín frío y hostil. Rodada en blanco y negro para darse aires de intelectualidad, es decir, disfrazar su escaso interés. Del estilo de "A propósito de Lewyn Davis".
Sucesión de estrafalarios personajes que en un principio mantienen cierto interés, pero la ausencia de hilo conductor, la enervante pasividad del protagonista y la acumulación de absurdos diluyen irremisiblemente la validez del filme. La música de jazz que prometían las reseñas es perfectamente olvidable, de hecho al acabar la película pensé que ni siquiera me habia percatado que sonara ninguna música.
Hacia el minuto 50 ya estaba yo mirando el reloj, os la podéis ahorrar perfectamente.