Clásico del cine italiano sobre una pequeña historia personal que sirve para resumir una época y una cultura.

El director retrata con maestría un tiempo pasado, como ya hiciera en La mejor juventud, con mimo, con personajes inolvidables y con muchísimo carisma. Se nota el amor por su país y por su historia.

Todo el cast está muy acertado, pero como es lógico, brilla con luz propia su protagonista y el padre de este. Su escena conjunta en la que el padre, cediendo a las presiones de Don Tano, rompe la relación con su hijo es sencillamente desoladora a nivel emocional, y como esta hay varias.

Solo cien pasos separaban la casa de los Impastato y Don Tano, y aunque en realidad no fuera así, es una preciosa metáfora de cómo una sociedad se niega a ver lo que es evidente.

Esta película, como más recientemente le ha pasado a El Irlandés, vino acompañada de la polémica de haber sido producida por Netflix, y no haberse estrenado en salas a nivel mundial. ¿Y eso a quien le importa? Pues parece que a un gran grupo de académicos les importa, y no dudan en excusarse en esto para poner a la película a caer de un burro y no destacar ni uno solo de sus valores.

Bong Joon-ho aúna las formas y las maneras del mejor cine hollywoodense con una sensibilidad y un sentido del humor claramente oriental. La película es notable en sus tres partes, y esto tiene un mérito mayúsculo porque cada una se encuadra en un género distinto, y cada una de ellas conjunta y funciona junto con el resto. La primera nos acerca a una historia idílica de estilo casi ghibli y nos hace enamorarnos de los protagonistas. La segunda es pura acción y humor, con persecuciones a todo gas tirando de medios y personajes satirizados hasta el extremo. Y la tercera es drama con toques casi de terror, y te encoge el estómago con imágenes que, en realidad, son tremendamente reales.

Ni un minuto de respiro en esta historia, ni un minuto en el que los ojos se despeguen de la pantalla, ni un minuto en el que me plantee si esto es cine o no lo es, porque no deja lugar a la duda.

Denis Villeneuve es uno de los realizadores más de moda en los últimos años. Prisioneros y La Llegada le pusieron en boca del gran público, y Sicario acabó de confirmar su valor como autor.

Todas estas películas tienen en común una historia poco original de base, pero contadas con un estilo muy propio, y sacando siempre lo mejor de sus espectaculares repartos.

Sicario retrata la guerra sucia contra los cárteles mejicanos para controlar la distribución de la droga como si fuera cualquier otra parte del sistema. Es cruda, es violenta y visualmente está muy bien acabada. Todos los diálogos, esos momentos de tensión entre personajes son lo mejor de la cinta, Emily Blunt y Benicio del Toro transmiten verdad. Me sobran sin embargo algunas volteretas técnicas en los momentos de acción, y me falta algún momento actoral más de los ya mencionados.

Film muy interesante, y esque algunas de las mejores historias, son las que nunca sabremos.

Allá por 2007 llegó Supersalidos (Súper Bad originalmente), producción divertdísima del clan Apatow que nos contaba las desventuras de dos (o tres) chicos adolescentes en su camino hacia la edad adulta. Era gamberra, tenía un ritmo loco, sus protagonistas estaban fantásticos y ademas, nos dejaba un tierno regusto final.

Pues bien, doce años después llega su "no oficial" segunda parte en la que la historia es casi la misma, pero en la que sus protagonistas y su mirada hacia el mundo, son totalmente distintas. Esta vez son dos chicas, en el exacto mismo punto vital, y que van a pasar por parecidas desventuras. Y sin embargo, todo es más sofisticado, más inteligente, más bello, y sin duda mejor.

Juntas son un perfecto combo para reírte de una determinada edad en un determinado mundo, el del instituto americano, que gracias al cine, es casi como nuestra segunda casa.

Excelente película de Rodrigo Sorogoyen que parece que en los últimos tiempos ha cogido carrerilla tanto para largos, como para cortos, ofreciéndonos productos de una calidad excelsa como este que nos ocupa.

Una historia realista hasta el extremo que retrata con veracidad nuestro país, nuestra querida España de la picaresca en la que cada uno roba hasta donde puede, y claro, quien más puede, más roba. Historia contada a un ritmo frenético scorsesiano, en la que siempre están pasando cosas aunque solo sean conversaciones, pero todo te importa, todo te angustia, todo te tensa.

Antonio de la Torre está simplemente soberbio, esos trajes, esas miradas, esa forma de ver el mundo por encima del hombro y ponerse lo que haga falta por montera para salirse con la suya, cueste lo que cueste, caiga quien caiga. Una interpretación de las que dejan huella.

Esto podría haber sido un documental, hasta puede que se quede corto, pero es un escupitajo con estilo a la cara de todos y cada uno de nosotros. Todos somos culpables.