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Críticas de Wladimyr Valdivia
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Críticas 157
Críticas ordenadas por utilidad
6
4 de noviembre de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cielo Latini es una escritora argentina de 31 años, quien alcanzó el éxito profesional con su primera novela, “Abzurdah”, el año 2006. El libro, que se convirtió en un best seller vendiendo más de 260.000 ejemplares, cuenta de forma autobiográfica su período de adolescencia, donde sufrió depresión y profundos trastornos alimenticios.

“Abzurdah” también es el titulo de la adaptación al cine del libro de Latini, dirigida por Daniela Goggi. Un filme intenso que nos presenta a Cielo (María Eugenia Suárez), una niña sin mayores preocupaciones y de una arrogancia heredada desde sus dos conservadores padres, que sucumbe ante los encantos de Alejo (Esteban Lamothe), un hombre mayor que ella, a quien conoció en un chat y con el que inicia un sórdido romance. Alejo es frío y distante con Cielo, pero ella lo ama, y su relación de amantes sólo se sostiene en lo sexual. Para ella eso es suficiente, hasta que Alejo pierde interés, dejándola caer en un abismo del que no puede escapar.

Gran parte del mérito de la directora es entender lo que el público necesita saber para seguir la historia de cerca, y para eso, echa mano de un reparto acotado y un lenguaje contemporáneo, ambientado correctamente en la década de los ’90, período en la que se desarrolló la historia en la realidad. En poco tiempo conectamos con Cielo y sus intereses, conocemos su entorno y su familia, y entendemos que por su avasalladora personalidad, le cuesta tener amigas. Esto último reafirma la necesidad de comprender su búsqueda y la acompañamos de mejor manera en su despertar sexual.

Más allá del carácter de Cielo, rápidamente aceptamos su inocencia y empatizamos con ella, gracias al gran –y sorpresivo- trabajo de María Eugenia Suárez, que dota a la protagonista de frescura, belleza y total espontaneidad, llevando su personaje al extremo en términos dramáticos a partir de la segunda mitad del metraje, que es donde el mensaje se intenta transmitir: la delgada línea entre la razón y la obsesión, el amor y el desamor. En general, el tema es tratado con cordura y no cae en exageraciones, lo que redunda en una narrativa eficiente y muy respetuosa sobre el tema, evitando constantemente caer en el juicio.

Aprobada en su forma, “Abzurdah” no termina por resolver de buena manera sus intenciones. A pesar del buen trabajo de la actriz principal, el guion no consigue convencer del todo la creciente patología de Cielo –al punto de la autodestrucción- y su enfermiza fascinación por Alejo, probablemente por el plano y deslucido trabajo de Esteban Lamothe, ya que no resulta lo suficientemente creíble su absoluto enamoramiento por alguien que no entrega nada a cambio. Además, muchas explicaciones quedan al debe y, lo que sí funciona como un intenso y cercano relato en su primera parte, termina perdiendo fuerza y avanzando más rápido de lo necesario, forzando la historia y dejando en el aire cosas sin motivos aparentes y, por ende, una moraleja sin la lógica total del convencimiento.

Cielo no juega a ser princesa, lo es. Así se siente, así se lo hacen sentir sus padres cuando le dan todo lo que ella exige. Es adolescente y todo le aburre. Se siente absurda, o “abzurdah”, como su nickname virtual. No necesita amigos ni amigas. Cree conocer su cuerpo, su mente y sus límites. Su mundo es Alejo, alguien que no conoce personalmente, pero por el que daría su vida. Lo conoce, se enamora, se desilusiona y su mundo deja de funcionar. Una historia tan real como la de cientos de adolescentes que encuentran en la bulimia, la anorexia y la autoflagelación la única vía de escape. “Abzurdah” refleja, a ratos incomoda, pero no convence, y aunque toca el tema con pinzas, pierde la posibilidad de educar de manera profunda, alejándose de lo que podría haber sido un llamado de atención potente para los padres, quedándose sólo en la correcta exposición de la dureza de una enfermedad, cuyo origen no pasa simplemente por la edad, y en donde la familia que hay detrás tiene mucho más por hacer.


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Wladimyr Valdivia
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4
7 de noviembre de 2014
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Basada en la serie de dibujos animados “Match Go Go” de Tatsuo Yoshida, la historia de Meteoro llegó por fin a la pantalla grande gracias a los hermanos Andy y Larry Wachowski (Trilogía de “The Matrix”). Speed Racer (Emile Hirsch) es un joven temerario piloto de carreras, quien vive con el dolor y el recuerdo de su fallecido hermano Rex, muerto en una competencia. Motivado por el negocio familiar de su padre -quien diseñó el espectacular bólido Mach 5- y, tras descubrir que muchas de las carreras son manipuladas por las Industrias Royalton, Speed se ve obligado a competir defendiendo la escudería de la empresa rival para salvar a su familia, el deporte que ama, y conseguir una que otra satisfacción personal.

Tras el éxito mundial de “The Matrix”, los hermanos Wachowski tenían la suficiente confianza para arriesgarse con este nuevo proyecto. Conocidos ya por los innovadores efectos digitales que impregnan en cada uno de sus trabajos, la cinta es un regocijo visual que mezcla CGI (Imagen Generada por Computadora) con personajes reales que no deja de impresionar a nadie en una sala de cine, pero que finalmente nos obliga a tener que haber visto la serie original y conocer la historia de cada personaje para poder comprender uno que otro diálogo errante, aunque a pesar de ello, logra arrancarnos bastantes carcajadas. Partiendo de la base que la película no hay que tomarla en serio bajo ningún concepto, podemos disfrutar de carreras alucinantes, peleas ninjas sacadas directamente del storyboard del anime, y de uno que otro actor de renombre que sacrificó su honor para ser parte del elenco (Matthew Fox de la serie “Lost” incluido).

Imposible pretender verla esperando mucho más que lo ya mencionado, podemos terminar por perdonar a los directores tras destrozarnos la retina, gracias a un guión sobrio y humilde cuyo único objetivo es “entretener” y hacernos salir de la sala emitiendo sonidos de motor con los labios, pero nada más. Una película dirigida exclusivamente para niños no puede durar 135 min. Y así como se rompe toda ley de aerodinámica y gravedad mientras Speed da vueltas sobre su coche, a los más grandes nos rompe el cerebro con una caleidoscópica lluvia de colores, y a uno que otro niño con ciertos argumentos complejos. ¿Y a los seguidores de Matrix? sigan esperando.

“Meteoro”, un film que marea, si que marea, pero es un dulce inevitable para cualquier espíritu adolescente que sueña con manejar en la autopista que, alguna vez, nos regalaron para Navidad.

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Wladimyr Valdivia
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7
31 de octubre de 2014
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película de título interminable marca el regreso en gloría y majestad de Sidney Lumet, director con una vasta filmografía en el cine de thriller policial, mentiras y violencia social contenida. “Serpico” (1973) y “Tarde de Perros” (1975) son sólo algunas de las cintas que, de la mano del director, consagraron a Al Pacino en ícono y a Lumet en el maestro detrás del lente, y “Antes que el diablo…” (esta vez sin Pacino, pero con un Hoffman cada vez más impresionante) viene a revivir el género, con una potente y devastadora historia, más real que cualquier compendio de tiroteos, secuestros y largas persecuciones que podamos consumir una tranquila tarde por HBO.

La historia es simple, e incluso, hasta repetida. Un plan perfecto es mal ejecutado, provocando un efecto colateral tremendo, generando situaciones límites que se escapan de cualquier mano. Les ayudo a hacer memoria: “Sleuth” (1972), “Fargo” (1996), “Un Crimen Perfecto” (1998), “Scoop” (2006), y tantas pero tantas otras basadas en similar argumento. Pero la mano de Lumet es intuitiva y delicada. El director se detiene en retratar de manera detallada los rasgos y perfiles psicológicos de los tres personajes principales, Andy, Hank y su padre Charles Hanson (Albert Finney), definidos perfectamente, mostrando el resentimiento y las carencias que a cada uno los lleva a tan miserable destino. El ritmo de la cinta va in crescendo a medida que la historia se desarrolla, en donde nos encontramos con escenas memorables, angustiantes y llenas de soledad, interpretadas solemnemente por Philip Seymour Hoffman -que a estas alturas ya no nos sorprende-, que es el hermano mayor, abrumado, indolente y desapegado de su padre; y un Ethan Hawk que encarna al hermano menor, débil, contenido y desesperado. Ni siquiera la hermosa y ganadora del Oscar Marisa Tomei (“Mi Primo Vinny”, “En la Cama”), quien interpreta a la esposa de Andy, se queda atrás, a pesar de su secundario papel.

La cinta va más allá de contarnos una historia de enredos policiales y culpables por necesidad. De a poco comprendemos que eso no es nada más que una excelente excusa para que, a partir del atraco, conozcamos una historia de autodestrucción. Empleando diversos raccontos y escenas repetidas desde distintos puntos de vista, el director expone de forma muy teatral, de manera explícita y sin ambigüedades, un precioso pero desgarrador cuadro de una familia consumida en la mezquindad y la inmoralidad. Deudas de afecto en vidas vacías, todo llevado al límite con una gran carga dramática, en donde los actores se llevan todos los aplausos.

Kelly Masterson es el guionista responsable del virtuosismo en la narración de la cinta, quien nos revela toda la complejidad capaz de esconderse tras el incontrolable “humano” en sociedad. La impresionante musicalización de Carter Burwell, habitual compositor de los hermanos Coen, y la fotografía de Ron Fortunato (el mismo que logró esas impresionantes imágenes en la biografía de Jean-Michel Basquiat en la cinta de 1996) complementan una tragedia clásica pintada de negro, ejecutada como en sinfonía por el propio Beethoven, en un mundo en donde nadie sabe cómo funciona, nadie pone los límites, pero todos conocemos las consecuencias.

Uno de los trabajos más lúgubres, oscuros y perfectos que el cine nos haya regalado en los últimos años. Tras la meridiana secuencia inicial de Andy desatando toda su naturaleza contra el sexo de su joven mujer, los créditos iniciales nos dejan la interrogante: ¿Podrías vivir un día y medio en el cielo antes que el diablo sepa que has muerto?. Esa es la pregunta.

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Wladimyr Valdivia
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7
31 de octubre de 2014
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Basado en el libro de Michael Lewis, “The Blind Side” (título original de la cinta) se convirtió en una de las películas más aplaudidas del 2009 y en la consagración de Sandra Bullock, otorgándole el -tan esquivo hasta ahora- Premio Oscar a la Mejor Actriz.

Cuando una noche, “Big” Mike se le cruza a pie por delante del auto de los Touhy, con destino incierto y en medio de la noche más oscura, Leigh Anne no dudó en llevarlo a su casa, darle abrigo, cama y comida, con la aprehensión de su marido e hijos. Con el paso del tiempo, esto empieza a cambiar, lo adopta legalmente y Aaron se gana un lugar dentro de la familia, cambiando su vida y, principalmente, cambiándosela a Anne, sacándola de sus frivolidades y superfluas rutinas.

Una cinta sobre el valor de la familia, la superación personal, los tontos prejuicios y el sentimiento más profundo y verdadero que envuelve al ser humano: el amor. Muchos podrán catalogarlo como el típico drama-deportivo-norteamericano, tan usado por la industria estadounidense y con grandes resultados. Recordar a “Field of Dreams” (1989) protagonizada por Kevin Costner, “Any Given Sunday” (1999) de Oliver Stone, o la propia “Million Dollar Baby” (2004) de Eastwood.

El recurso puede ser muy fácil de utilizar, ya que generalmente, hay conceptos de sobrevaloración humana que van muy ligados al deporte, como el esfuerzo, la constancia, la familia, la voluntad y los sacrificios; pero no siempre un director sabe retratar este tipo de dramas, evitando lo meloso, y contar una historia sin mayores pretensiones. Para muchos, el papel mejor logrado de Bullock a la fecha, enseñando su versatilidad y logrando una actuación brillante.

Otro punto a favor es que aún su actuación no logra opacar el notable trabajo de Quentin Aaron, “Big” Mike, quien no emite palabras sino después de largos minutos de ya avanzado el film, pero consigue de igual manera transmitir esa angustia y oculta desesperanza, explicándonos con pocas miradas el sentir de un joven discriminado y desadaptado, casi, de manera involuntaria.

A pesar de ello, el filme no se escapa de los estereotipos, el argumento no desborda originalidad ni tampoco es el drama más conmovedor y sollozante del año, pero -como se mencionó anteriormente-, tiene un gran mérito, y es que se aleja de la sensiblería fácil, sin pretender comprarnos la emoción a costa de bandas sonoras corales, abrazos en primer plano y falsos lagrimones. Puede resultar incluso previsible, pero la cinta trata el tema con sumo cuidado. Bullock se encarga del trabajo sucio y conmueve por su contenido, lo bien que está contada y una adaptación que recoge lo mejor del texto de Michael Lewis, sobre el cual se basó la cinta.

El trabajo del director es sobrio y honesto, lejos de parafernalias técnicas y cuidando el carácter intimista de esta adaptación. Y esto, a estas alturas, donde todo está hecho en el cine, siempre se agradece.

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5
31 de octubre de 2014
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras el estreno el año 2007 de “Rec”, una cinta de terror que se venía a sumar al éxito conseguido por “El Orfanato” en España y que tan sólo costó 1,5 millones de euros su realización, se generó gran expectativa en torno a ella y la posible saga que proponía su abierto final y muchas situaciones que terminaban sin mucha explicación. La cinta tenía un argumento muy sencillo: un edificio tipo condominio ocultaba un extraño misterio en torno a una niña fallecida, lo que generaba una especie de virus contagioso, convirtiendo a los habitantes del recinto en algo así como zombies vivientes. Todo esto con un recurso muy eficaz y un estilo muy particular: grabado como falso documental, mediante la cámara de una periodista que acompañaba inicialmente a los bomberos de la ciudad en un simple caso de rutina, teniendo que terminar atrapada y filmando todo lo sucedido en el interior del edificio. Tal fue su éxito que la franquicia fue comprada de inmediato en los EEUU y se estrenó al año siguiente “Quarantine”, una fotocopia exacta, pero hablada en inglés.

Tres años después, llegó a nuestros cines la –esperada por muchos- secuela de “Rec”, y el argumento que la anunciaba tenía mucha lógica. Han transcurrido dos horas desde que vimos a Ángela ser arrastrada por el piso hacia la oscuridad en el interior del edificio puesto en cuarentena por la presencia de un extraño virus que convertía a las personas en salvajes seres poseídos. Ahora, los protagonistas son un grupo de las fuerzas especiales de la policía española junto a un doctor que han ingresado al lugar para buscar sobrevivientes y conseguir sangre de los infectados para una eventual cura, pero en su interior, se encontrarían con muchas más víctimas de lo que ellos mismos esperarían.

Las segundas partes nunca fueron mejores, y este caso no es la excepción. Tras el éxito de “Rec” (2007), que vino a revivir el género del terror en el país ibérico con una cinta original, un argumento efectivo y mediante el solicitado recurso del mockumentary (falso documental), ahora continúa la historia dentro del edificio, con cuatro miembros del GEO (Grupo Especial de Operaciones de la Policía de España), un doctor y una cámara, que ingresan al edificio con el virus ya desatado. A diferencia de su predecesora, la historia dejó atrás todo el misterio, la angustiante tensión y la claustrofobia conseguida, para darle continuidad a la historia con un cuento de zombies poseídos ocultos en cada oscuro pasillo, situaciones equívocas, desesperadas carreras por las escaleras, chorros de sangre y decepcionantes actuaciones. Lo interesante de “Rec” y que, en parte, fue la clave del éxito, era lo simple y original que resultaba su argumento, que a modo de thriller psicológico nos internaba en un mundo particular y del cual pocos detalles conocíamos, y el miedo se exacerbaba justamente por lo lúgubre y misterioso de lo desconocido; mientras que “Rec 2”, básicamente nos presenta una película más de seres carnívoros vivientes atrapados por alguna maldición de la que aún no tenemos mucha claridad. Un símil que la industria cinematográfica norteamericana nos regala en promedio, una por semana, sin mayor contenido.

Los directores se mantienen fieles a su estilo, e incluso el guión mantiene un ritmo perfecto respecto a lo que pretende, pero en términos técnicos se hace precipitada, es poco convincente al explicar hechos inconclusos de la primera parte, y el hilo argumental pierde sensibilidad y sentido al incorporar, entre otras cosas, más de una cámara, a diferencia de la primera parte, lo que le resta realismo. Se hace previsible el desarrollo de los hechos de una historia estirada que, con su primera parte, bastaba y sobraba.

Una cinta hecha para ser devorada en las multisalas y hacer saltar al espectador de sus asientos más por los gritos y reacciones del sistema nervioso central, que por los aciertos cinematográficos y la intriga de la que si tuvimos con la primera parte. Definitivamente, las segundas partes de terror nunca han sido buenas. Si no, pregúntenle a Linda Blair.

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Wladimyr Valdivia
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