Haz click aquí para copiar la URL
Críticas de travis braddock
<< 1 4 5 6 10 31 >>
Críticas 152
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
7
9 de setiembre de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
‘Mientras seamos jóvenes’ es la penúltima película de Noah Baumbach (ya ha estrenado en Estados Unidos la más reciente ‘Mistress America’), un director curtido en la esfera independiente, con cintas como ‘Una historia de Brooklyn’, ‘Margot y la boda’, ‘Greenberg’ y ‘Frances Ha’ y que también ha trabajado con Wes Anderson como coguionista de ‘Life Aquatic’ y ‘Fantástico Sr.Fox’. Baumbach es uno de esos creadores que entran de pleno en la categoría de arquetipo de director del Festival de Sundance, autor de un cine con un punto “cultureta”, rayando en lo pretencioso pero interesante. Con los años parece haber ido modelando ese estilo y ahora resulta bastante más pulido (y más logrado) que en sus inicios, siendo su obra un tratado sobre la dificultad de establecer lazos emocionales auténticos, con unos personajes inmaduros que se ven obligados a dar un paso adelante para no quedarse atrás del resto del mundo.

‘Mientras seamos jóvenes’ comienza con una cita del dramaturgo noruego Henrik Ibsen sobre la necesidad y los peligros de dejar entrar a los jóvenes en la vida de un hombre maduro, antes de dar paso a una escena aparentemente familiar, donde los personajes de Josh (Ben Stiller) y Cornelia (Naomi Watts) miran con ternura a un bebé y tratan de contarle un cuento. Inmediatamente pensamos que se trata de su hijo, hasta que el pequeño rompe a llorar y ambos muestran fastidio por no saber qué hacer, momento en el que entran en escena sus verdaderos padres, una pareja amiga de los protagonistas. Ambas situaciones nos dan una idea clara de lo que Baumbach va a contarnos durante la hora y media siguiente, la peripecia de unos cuarentones sin hijos que no se ajustan a “lo normal” y que afrontarán un reto vital al dejar entrar en sus vidas a unos veinteañeros con ganas de comerse el mundo.

Jamie (Adam Driver) y Darby (Amanda Seyfried) son una pareja un tanto hipster, que viven en un loft, hacen su propio helado artesanal y tienen objetos vintage. Enseguida atraen la atención de los cuarentones, que encuentran en ellos un reflejo de lo que fueron en su día, cuando tenían grandes ambiciones que acabaron quedándose atrás cuando los años se fueron echando encima sin que casi se hayan dado cuenta. Los tiempos han cambiado y con el predominio de las nuevas tecnologías si Jamie y Darby no recuerdan algo, lo buscan inmediatamente en su teléfono móvil, mientras que, cada vez que puede, Jamie graba en vídeo lo que le parece interesante. Esa desenvoltura seducirá a Josh y Cornelia (él un documentalista incapaz de terminar su último trabajo y ella una mujer que ha renunciado a la maternidad), que empezarán a frecuentar su compañía y a ir dejando de lado a aquellos que con sus predecibles historias domésticas les recuerdan que son dos personas maduras que deberían ir resignándose a ciertos modos de actuar.

Otro de los temas que trata el filme de Baumbach es el de la representación, de las personas y los personajes. Josh es documentalista y trata de buscar el máximo rigor en su trabajo, tratando de no forzar el toque personal, algo que choca con las ideas de Jamie, más en sintonía de añadirle toques propios, en la línea de la frase de Jean-Luc Godard que se cita en el metraje y que asegura que el documental habla de otra persona y la ficción habla de uno mismo. Por ello, Jamie se ha construido un personaje, de joven muy emprendedor, que le hace más atractivo a ojos de los demás, incluidos los de Josh y su mujer, lastrados por ser demasiado ellos mismos. Porque la vida nos demuestra muchas veces (nos guste o no) que son los personajes atractivos los que llegan más lejos que las personas.

En ‘Mientras seamos jóvenes’ Noah Baumbach sabe aunar el cariño y la ironía en el retrato de sus personajes, de manera que al final todos son un poco miserables, pero cada uno cree que tiene sus motivos para serlo. Su visión cómica, con algunas notas de drama, de esa pareja cuarentona que asiste a rituales de limpieza espiritual, mientras él empieza a llevar sombrero y ella a bailar hip hop, no deja de tener un punto de ternura cuando se dan de bruces con esa juventud emprendedora que les devuelve la fe en el idealismo y que, con la misma energía, tampoco duda en llevarse todo por delante. Al buen acabado de la película ayuda su conjuntado cuarteto protagonista, sin olvidar a un solvente Charles Grodin (actor que siempre ha sido más conocido por sus papeles cómicos en ‘Huida a medianoche’ o las cintas del perro ‘Beethoven’), como documentalista veterano y padre del personaje de Naomi Watts, al que el de Ben Stiller no quiere acercarse mucho para demostrar que el solo es capaz de hacer su trabajo, demostrando que las luchas generacionales no entienden de edad. Porque aunque Baumbach no aporta mayor novedad en su mensaje, nos deja claro que juventud y madurez tienen sus brillos y sus partes oscuras. Y que el tiempo pasa y lo va alterando todo mientras tratamos de encontrar nuestro lugar en el caos permanente que es la vida.
travis braddock
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
6
4 de agosto de 2015
19 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
A finales de los años 60 y principios de los 70 aparecieron en el cine estadounidense una serie de directores y guionistas que reinventaron las películas que se producían en Hollywood. La época clásica, con sus realizadores, escritores y actores, estaba ya haciéndose mayor o pasando a mejor vida y esa fue la ocasión ideal para la irrupción de un puñado de cineastas que tomaron el relevo, muy influidos por las nuevas olas llegadas del resto del mundo. Algunos de ellos quisieron tomar cosas del pasado y unirlas con las nuevas ideas mientras que otros rompieron directamente con las formas establecidas. Por su parte, los hubo que optaron por reivindicar y continuar con lo que habían hecho sus mayores, como es el caso de Peter Bogdanovich. Neoyorquino descendiente de judíos europeos que emigraron para evitar la barbarie nazi, Bogdanovich empezó escribiendo sobre cine y reivindicando la figura de John Ford, Howard Hawks u Orson Welles, que para algunos en aquel momento ya eran cosa del pasado. Fue Roger Corman quien le dio la oportunidad de debutar detrás de la cámara, apadrinándole en ‘El héroe anda suelto’ y en ‘Viaje al planeta de las mujeres prehistóricas’ y el éxito le llegó con su tercer filme, ‘La última película’, una historia de tintes nostálgicos rodada en blanco y negro que ya dejaba claro por donde iban sus gustos en aquellos años de cambio. La cinta le deparó todo tipo de parabienes y dio comienzo a su época dorada, en la que también alumbró las igualmente aclamadas ‘¿Qué me pasa, doctor?’ y ‘Luna de papel’. La alegría no duró mucho más y con ‘Una señorita rebelde’, que había dirigido para mayor gloria de su pareja de entonces, Cybill Shepherd (que le fascinó tanto en ‘La última película’, que abandonó a su mujer por la actriz luego vista en ‘Taxi Driver’ y ‘Luz de luna’), llegaron las malas críticas y el comienzo de una carrera irregular. Ocasionales éxitos como ‘Máscara’ o ‘¡Qué ruina de función!’ no han evitado que Bogdanovich haya decepcionado a muchos que esperaban más de él por lo que apuntaba en sus inicios. Y ahora, con algunos telefilmes a sus espaldas, el director vuelve al cine con ‘Lío en Broadway’.

Como amante del cine clásico, Bogdanovich asegura que las mejores películas ya han sido hechas y por ello procura fijarse en esos modelos para hacer sus producciones, alejadas de modas y nuevas interpretaciones. En ese sentido se inscribe ‘Lío en Broadway’, una comedia de enredo a la vieja usanza, inspirada en las de Ernst Lubitsch, de hecho la cita de “ardillas para las nueces” que da sentido a la trama está tomada de ‘El pecado de Cluny Brown’. Para sacar adelante la película, el realizador ha contado con la colaboración de Wes Anderson (‘El gran hotel Budapest’) y Noah Baumbach (‘Frances Ha’) en la producción ejecutiva, dos directores cuyos universos van por otros derroteros a los de Bogdanovich, pero que han querido ayudar a un creador que ya pasó sus mejores años y que ya septuagenario lo tiene complicado para que le financien nuevos filmes. Porque lo cierto es que el cine que practica Bogdanovich resultará pasado de moda a unos cuantos.

‘Lío en Broadway’ sigue a rajatabla las reglas del vodevil clásico con aires teatrales y a lo largo de la hora y media de metraje asistimos a las evoluciones de una serie de personajes interrelacionados entre sí que van entrando y saliendo de escena, casi siempre en el momento más inapropiado. Los hombres están interesados sobre todo en la belleza femenina, por la que cometen diversas imprudencias y ellas tratan de encontrar su lugar en un mundo dominado por los apetitos masculinos. Todo ello ambientado en el campo de la actuación, un universo donde el trabajo se fundamenta en la impostación y el fingimiento y donde sus protagonistas encuentran la excusa perfecta para dar rienda suelta a sus pasiones.

Lo mejor y lo peor de la película es su tono de divertimento ligero, que ayuda a pasar un rato entretenido pero que sabe a poco y apenas deja chispazos memorables. Todo transcurre con corrección pero sin entusiasmar, con la sensación de que estamos viendo un producto que bien podría ser un sainete televisivo pero que engatusa en su falta de pretensiones. Lo mejor lo encontramos en el apartado actoral (con breves apariciones de Cybill Shepherd, Tatum O´Neal, Michael Shannon y Quentin Tarantino), donde destaca una estupenda Imogen Poots, actriz británica de mirada magnética, vista en ’28 semanas después’, ‘Noche de miedo’ o ‘Need for Speed’ y que dota de la acertada mezcla de ingenuidad y picardía al personaje de la adorable Izzy. Ella da los mejores momentos junto a un Owen Wilson que encarna a un atribulado director teatral en un registro que recuerda a su papel en ‘Midnight in Paris’, dentro de una película que en su escenificación de la lucha de sexos recuerda también al Woody Allen más leve (otro que sigue haciendo lo que más le interesa al margen de modas).

‘Lío en Broadway’ viene a ser una suerte de curiosa anomalía en el panorama de la comedia actual, dominada por otros registros que hacen parecer a la película de Bogdanovich una cinta “viejuna”, propia de un cineasta que siempre ha preferido mirar hacia atrás y que aun así tiene el encanto de lo vintage. Como se dice en el propio filme, cada uno debería ser feliz con lo que tenga más a mano y Bogdanovich parece serlo con sus historias de otra época.
travis braddock
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
9
23 de julio de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si bien el cine de los estudios Pixar (desde hace unos años en manos de Disney) está considerado universalmente como oro puro, debo admitir que, a falta de ver ‘Ratatouille’, hay algunas de sus películas que me dejaron un poco frío, caso de ‘Buscando a Nemo’, ‘Los increíbles’ o ‘Cars’. Sin embargo, las tres cintas de ‘Toy Story’, ‘Monstruos S.A.’ o ‘Up’ me parecen bastante buenas y me producen una emoción genuina, especialmente la última citada, que tiene la capacidad de condensar en pocos minutos una relación de pareja que saca las lágrimas del más pintado. ‘Up’ estaba dirigida por Pete Docter, al igual que ‘Monstruos S.A.’ y Docter está también al mando de ‘Del revés (Inside Out)’, en la que se habla de la influencia de ciertas emociones en nuestros actos y de la relación que debe establecerse entre ellas.

Uno podría pensar que en una película de animación la Alegría debería tener el papel preponderante y debería dejar a la Tristeza en ridículo, como la mala de la función, pues alegría es lo que buscaría transmitir un filme dirigido a un público familiar Y así sucede al principio de ‘Del revés (Inside Out)’, donde la Tristeza es esa criatura torpe y aburrida que es colocada en un rincón para que no empañe con su actitud los recuerdos de la niña Riley. Pero a medida que la acción avanza, la melancolía empieza a adueñarse de la trama, cuando Alegría y Tristeza se ven obligadas a compartir su peripecia y descubren el cambio que se está produciendo en esa jovencita que cada vez tiene más enterrado en su memoria a Bing Bong, el amigo imaginario con el que pasó tan buenos ratos, los castillos de galletas, las princesas de cuento y los peluches. Todo ello al tiempo que una mente gobernada por el Miedo, el Asco y la Ira lleva a Riley a romper muchas de las ataduras de su infancia, como reacción a un presente que no entiende.

Uno sabe que está ante algo bueno si ese algo hace parecer fácil lo difícil y este es el caso de ‘Del revés (Inside Out)’. A través de una historia aparentemente sencilla como es la de unos personajes que se pierden y deben volver al lugar del que partieron, la película de Pete Docter y su co-director Ronnie del Carmen desliza todo un tratado psicológico ante nuestros ojos. Habla sobre las emociones que gobiernan nuestros actos y toman el control de forma indiscriminada. Sobre la influencia del subconsciente en nuestros sueños. Sobre los lugares donde crece el sentido de la fantasía. Sobre cómo echamos al barranco del olvido todo aquello que no nos sirve para los pasos que vamos dando en la vida y sobre cómo vamos almacenando en los laberintos de la memoria recuerdos marcados por la ira, el miedo, el asco, la alegría y la tristeza. Unos recuerdos muchas veces mezclados por las emociones y que marcarán nuestro devenir en este mundo. Gusten más o menos, no se puede negar que las producciones de Pixar siempre son visualmente impecables y ‘Del revés (Inside Out)’ no se queda atrás a la hora de mostrar con todo lujo de detalles esa mente tan colorista de la niña Riley que se ve amenazada por un cambio vital.

Por su análisis psicológico, la película gustará mucho a los que hayan pasado por cierto número de experiencias vitales, pero creo que también puede ser disfrutada por los más pequeños, que también experimentan sus particulares renuncias. Salvando las distancias, en su capacidad de enseñar de forma entretenida los entresijos la mente humana, me ha recordado a ‘Érase una vez… la vida’, esa serie que muchos de los hoy adultos vimos de pequeños y que nos hizo comprobar que las Ciencias Naturales que estudiábamos en la escuela no eran tan aburridas como parecían en los libros de texto.

‘Del revés (Inside Out)’ es una película que se saborea con gusto y se hace incluso corta en su hora y media de metraje, pespunteado por una comedia que no cae en la nadería y un drama certero que analiza la necesidad de saber combinar ambos registros para seguir creciendo. Todos tenemos malos momentos en nuestro pasado y en el día a día, pero no por ello debemos ocultarlos en las tinieblas ni hacernos los felices a todas horas, porque ninguna vida es totalmente feliz ni totalmente triste.
travis braddock
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
8
14 de julio de 2015
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
‘Los caballos de Dios’ es una visión honesta y sincera sobre los motivos que llevan a muchos a integrarse en grupos radicales que acabarán perpetrando atentados. Es una crónica sobre los yihadistas que puede valer para cualquier otra adhesión inquebrantable que establecemos los seres humanos con nuestros semejantes, cuando nos acabamos arrimando a aquellos que nos hacen sentir más apreciados. Porque los terroristas no crecen en la tierra ni caen de los árboles, son personas que en su niñez fueron uno más y su forma de ser y las circunstancias les llevaron a tomar unas decisiones que consideraron apropiadas para defender los intereses que creen justos. En la cinta de Nabil Ayouch se nos muestra en primer lugar a unos chavalines que actúan con relativa normalidad, con el hermano mayor haciendo de protector del pequeño y cada uno con sus esperanzas y sueños. Ambos viven en una barriada pobre, lejos de las comodidades y las ventajas de los que están en el centro y esta estratificación territorial se convierte en una estratificación social y personal, convirtiéndolos en los miserables de los que hablaba Victor Hugo en su novela, aquellos que “parecen totalmente depravados, corruptos, viles y odiosos; pero es muy raro que aquellos que hayan llegado tan bajo no hayan sido degradados en el proceso. Además, llega un punto en que los desafortunados y los infames son agrupados, fusionados en un único mundo fatídico. Ellos son los miserables, los parias, los desamparados”.

La violencia siempre engendra violencia, como impulso instintivo de satisfacción inmediata que es. Si algo o alguien nos fastidia (o creemos que lo hace, aunque no sea así) nuestra reacción primaria es devolver el daño, un caldo de cultivo tan simple que ha dado origen a tantas luchas en la historia. Los niños de ‘Los caballos de Dios’ no ven más que violencia en su entorno, la violencia de un mundo que los ningunea y que los convierte en mercancía prescindible, en ratas a las que no les quedará otro remedio que devorarse entre ellas para sobrevivir. Pero entonces descubren la posibilidad de una redención a través de la religión, una fe como un modo de escapar a esa violencia que les rodea y dedicarse a algo más elevado. Unas ideas que parecen buenas, pero que vienen convenientemente matizadas por unos líderes que se sirven de ellas para sus intereses. Esta vez son los líderes religiosos los que los violentan sin que se den cuenta y les impulsan a cometer acciones que pasan a considerar justas y necesarias, como un modo de poner orden en ese mundo que les había despreciado en un principio. Todo ello sin darse cuenta de que se han convertido en carne de cañón, pues los líderes, por supuesto, no se manchan las manos personalmente y observan desde la distancia, prefiriendo la vida terrenal a los placeres que prometen en el Más Allá, a la espera de que lleguen más miserables que buscan redimirse.

‘Los caballos de Dios’ es una estupenda película, narrada con brío y con la suficiente distancia como para ofrecernos un fresco bastante elocuente de las motivaciones que hay detrás de tanta barbarie. Una barbarie que puede surgir de cualquier rincón de nuestro mundo, no es necesario irse muy lejos para observar esas barriadas en las que se siembra el aislamiento y el descontento desde la infancia, germen de posteriores actuaciones contra el sistema que los ha ninguneado. Como la realidad nos ha enseñado, este círculo nunca se detiene y aunque desde Occidente se vendiera como un éxito la ejecución de Osama Bin Laden, luego han venido otros líderes espirituales que han encontrado un filón de pobres diablos a los que convencer de que ellos tienen la verdad de su parte, aunque les cueste la vida y se lleven otras por delante. Por eso resultan tan poderosas las lágrimas del personaje de Jessica Chastain en ‘La noche más oscura’ una vez conseguida su misión, porque no dejan de representar ese “¿Y todo esto para qué?” que dejan este tipo de luchas en las que se batalla por una idea que muchos creen justa, aunque solo sea para dar sentido a una existencia confusa y cruel.
travis braddock
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
6
14 de julio de 2015
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Analizadas desde una óptica realista, las historias de James Bond no dejan de ser una suerte de fantasía masculina en la que un hombre bien parecido y bien vestido vive aventuras de las que consigue salir indemne, salvando al mundo y llevándose a la chica de turno. Una fantasía algo paródica en sí misma que la propia saga Bond ha explotado con ironía en algunas ocasiones, especialmente en las películas protagonizadas por Roger Moore. Si a la mujer le estaba reservado el lugar de ayudante (en el mejor de los casos) o el de descanso del guerrero (la mayor parte de las veces), en el caso de ‘Espías’ el punto de partida es convertir a la señorita Moneypenny en la protagonista de la trama. Que la chica menos agraciada deje de suspirar en silencio por el agente secreto y pase a la acción, provocando no pocas situaciones curiosas.

‘Espías’ está escrita y dirigida por Paul Feig, un experto del medio televisivo, en el que ha colaborado en series como ‘The Office’, ‘Arrested Development’ o ‘Nurse Jackie’ antes de dar el salto al cine con el gran éxito de ‘La boda de mi mejor amiga’. Desde entonces ha continuado su labor como creador de historias cómicas protagonizadas por mujeres en ‘Cuerpos especiales’ y en la nueva versión de ‘Cazafantasmas’, actualmente en fase de rodaje. En todas ellas ha estado presente Melissa McCarthy, una actriz que por su físico y sus dotes para sacar la risa ha sido encasillada como la típica gordita graciosa que se dedica a hacer los chistes más gamberros que no son apropiados para la protagonista. En ‘Espías’ tiene el reto de salirse de ese tópico y vive de primera mano las intrigas y las persecuciones de un agente secreto encargado de salvar al mundo de los oscuros manejos de los malos, aunque por el camino vaya creando la normal confusión de alguien que no está especialmente dotado para tales menesteres.

Feig pone el acento en las actrices de su elenco, no solo en Melissa McCarthy como la voluntariosa analista de la CIA, sino también Rose Byrne como la sanguinaria traficante de armas del este de Europa, Allison Janney como la jefa de la inteligencia estadounidense y Miranda Hart como Nancy, la amiga y compañera de Susan, que tratará de echarle una mano en su dura labor. Ninguna de ellas depende de la fuerza de sus músculos, pero tienen la capacidad suficiente para ir saliéndose con la suya y demostrar a los hombres que pueden hacer su trabajo sin llamar tanto la atención. Algo que es incapaz de hacer el personaje de Rick Ford (un Jason Statham que se ríe de su arquetipo cinematográfico), que se las da de tipo duro y presume de ser el mejor agente y no deja de meter en problemas a todo el mundo con sus torpezas.

De este modo, ‘Espías’ nos brinda un rato de buen entretenimiento, lastrado por una duración excesiva para lo que quiere contar. Soy de los que creen que alargar las comedias acaba jugando en su contra, porque les hace perder frescura y algo de eso le sucede a la cinta de Paul Feig, que con veinte minutos menos hubiera quedado mucho mejor. No obstante, está muy bien dirigida en su mezcla de humoradas y escenas de acción y en la labor de su reparto, del que tampoco hay que olvidar a un Jude Law muy propio como trasunto de James Bond (incluso luciendo bisoñé, como hiciera Sean Connery en algunas de las producciones de su época). Una interesante comedia que ironiza con algunos tópicos del cine de agentes secretos y que merece un vistazo.
travis braddock
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
<< 1 4 5 6 10 31 >>
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow