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España España · Santa cruz de Tenerife
Críticas de pakos
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Críticas 26
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
9
2 de mayo de 2018
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Emotivo y convincente triángulo amoroso que retrata además la lucha campesina con el caciquismo local en un pueblo remoto argentino. Un buen trío protagonista compuesto por una encantadora Cecilia Roth, Federico Luppi (esposo de Cecilia en la película) en uno de sus mejores papeles,y un gárrulo y simpático Sacristán que da vida a un geólogo español contratado en un pueblo perdido de la región argentina de San Luis. Cecilia y Sacristán protagonizan un amor tácito, no confeso, pero elocuente en las miradas que da lugar a una puesta en escena de sugerente lirismo, un tanto fordiano, diríase un cruce entre Shane y El hombre que mató a Liberty Valance por los gestos, las miradas de pasión reprimida y los significativos silencios. Narrada en off por Ernesto, el hijo de Luppi y Cecilia, esta cinta atesora momentos tan sugestivos como la conversación en off de Cecilia y su amiga novicia que versa (lo inferimos nosotros como espectadores) sobre el amor que siente por Sacristán y que Luppi, que las observa por la ventana, interpreta que están hablando de la relación que tiene su hijo con una niña analfabeta de la localidad (otro vez un guiño a Ford). La mirada embelesada de Cecilia Roth mientras Sacristán improvisa una clase ( otra vez John Ford) es otro momento magnífico. Conmovedora e inolvidable la escena de la despedida de Sacristán, donde todos los sentimientos reprimidos salen a flote, una escena en la que resulta complicado reprimir las lágrimas a cualquiera que tenga un mínimo de sensibilidad.
Es también esta preciosa película una hermosa historia de amistad y lealtad a prueba de bomba entre Luppi y Sacristán.
Aristarain no logra entreverar muy bien el conflicto político con la historia amorosa, no tiene la gracia alada de un John Ford y la cinta se dilata un poco, aunque esto es una rémora insignificante comparado con todo lo bueno que nos ofrece esta joya del cine argentino, una de las mejores obras de los 90.
pakos
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10
2 de mayo de 2018
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un profético, audaz e iconoclasta Rossellini hace saltar los resortes de la ortodoxia clásica suscitando en su momento el enfado y ninguneo de un público cegato e intransigente con todo lo que no pueden captar y, por otro lado, este genial cineasta despertó la admiración de los críticos de Cahiers (con su "padre" Bazin como figura más destacable) y dio lugar a elocuentes comentarios como "esto es lo nuevo, abre una grieta en el cine" (Rivette). Más que el lúcido retrato de una aburrida pareja burguesa al borde del divorcio, la cinta es todo un viaje introspectivo, una " disección" del alma de estos personajes, de tal forma que no esperemos encadenados, elipsis u otro tipo de recursos más familiares, sino que puede dar la sensación más bien de un estilo "impresionista", anárquico y deslavazado, a base de retazos, con un aparente tono documental ( no es un documental ni nunca pretendió serlo, Rossellini no filma una "visita turística", sino que plasma en impactantes imágenes la huella indeleble que va a dejar el viaje sobre este matrimonio inglés. Estremecedoras secuencias como la visión casi nihilista de la silueta de la pareja de enamorados muertos en Pompeya o las titánicas esculturas del museo, con las que Ingrid Bergman siente el "vértigo del tiempo",y la empuja, por reflejo, a ver cara a cara a la muerte, una muerte que ya Roberto Rossellini había sugerido metafóricamente en el arranque de la película con este matrimonio "tumbado" en hamacas separadas, apáticos e indolentes y esbozando una conversación anodina e intrascendente, casi sonambúlica, puntuada por silencios y que refleja con claridad la incomunicación y el choque de dos voluntades antagónicas (él, un cínico y pragmático burgués, ella, un ser sensible, una mujer desdeñada y soñadora), escena de la que supongo que tomaría buenas notas Antonioni. En esta escena Roberto Rossellini hace un guiño al relato de Joyce "Los muertos" y, curiosamente Joyce es el apellido de este matrimonio. Paradójicamente, el viaje, lejos de suponer ocio y contacto, sitúa a la pareja al borde de un abismo que aún no habían atisbado por el poco contacto que habían tenido causado por el trabajo de él. Comprueban en este viaje que no tienen nada que decirse, que su matrimonio ha sido una farsa y deciden flemáticamente separarse, una separación que de hecho ha existido desde que se conocieron (lo inferimos nosotros, los espectadores). Tras la drástica decisión, cada uno deambula por las calles, pero sin saber qué buscar, como dos espectrales autómatas. Él se llevará un fiasco sentimental y ella, agobiada por impactantes imágenes fúnebres en su itinerario turístico, regresa exhausta y deprimida. Magnífica la secuencia, ya en su residencia, en la que su marido regresa y los dos, inhibidos por un pudor receloso, son incapaces de acercarse y solo logran esbozar un diálogo hipócrita, sumario e intrascendente. El hecho de que un fortuito tumulto que acontece en la calle los separe y los una después no significa, ni mucho menos, un final feliz, porque estos esporádicos momentos de reconciliación solo tienen lugar en los momentos más dramáticos e incluso fúnebres como sucede en las tumbas de Pompeya, ante la visión atroz de la silueta en la arena de los dos amantes muertos, fundidos en un patético abrazo. Una aureola fúnebre circunda toda la cinta desde el comienzo hasta el abrazo final. Parece que Rossellini nos viniera a decir que la única realidad es la muerte, que ese fantasma no lo podemos ahuyentar relacionándonos con otra persona, que estamos irremediablemente solos, que es necesario ver la muerte de frente, que el único viaje que existe es interior. Ese viento indolente en las ruinas de Pompeya, los silencios...esa es la verdad y la catarsis para Rosselini..y para muchos de nosotros. También tomó nota Antonioni de esto. Cine puro, esencial, el de este genio, Rossellini, un cazador de epifanías.
pakos
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9
17 de marzo de 2018
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Le preguntaron en una entrevista a Cabrera infante que en qué momento de una película sabía que era una obra maestra y dijo (citando a Vértigo) algo sorprendente: “ Desde los créditos iniciales, ¿cómo no saber que ante la conjunción de una obstinada habanera y un ojo en espiral estamos ante una obra de arte?.
Pues lo mismo me sucede con un arranque mucho menos suntuoso, más bien minimalista ante esa silueta blanca que mengua en la izquierda de la pantalla a medida que crece una nube blanca y amenazante al fondo y emergen brumosos los créditos que rezan The incredible shrinking man, con el absorbente subrayado de una trompeta quejumbrosa.
Es esta una de las películas importantes (si no la más) de mi adolescencia, cuando en televisión solo había dos canales para sintonizar., y , ahora , rebasados los 40 años, solo puedo decir que esta obra, aparentemente modesta, sigue siendo una de la cintas más relevantes que haya visto.
Y el motivo de tal devoción no son las inolvidables secuencias épicas de supervivencia con un gato y una araña como protagonistas, sino ese giro copérnicano que supone el tramo final, que deviene en reflexión metafísica.
Se trata, simplemente, de un desvío de la mirada de determinantes consecuencias para Scott, el protagonista, e, indefectiblemente, por reflejo, para nosotros, los espectadores.
Scott, a medida que mengua irremisiblemente, se ve obligado, para enfrentarse a los peligros que crecen cada vez más a medida que disminuye su tamaño, a mirar hacia lo alto, y una de las visiones va a resultar crucial para que esta obra se haya convertido ya en un mito: la magnificencia e inefabilidad de un cielo estrellado, que con inefable elocuencia minimizan su instinto de supervivencia (hace unos momentos había rechazado con nausea la comida), y alienta en él, en cambio, un impulso que no se me ocurre sino tildarlo de místico.
De las preocupaciones cotidianas, del drama familiar y de la simple supervivencia se pasa, con asombrosa naturalidad a un plano metafísico, de la épica de la supervivencia a la mística que quiere abrazar el universo entero. Dios y lo infinitesimal, la nada y el todo que cierra el círculo, la refutación del cero, el hambre de inmortalidad que diría Unamuno, el origen y fin de todo, el sentido de la existencia, todas estas cuestiones surgen de forma tan natural y a la vez tan extraordinaria, con una iluminación alucinógena en esa noche (fabulosa fotografía) que no nos queda sino sucumbir ante el subyugante hipnotismo del tapiz que se ofrece a nuestros ojos, y a nuestros oidos con una voz en off perfectamente ensamblada a las imágenes.
Hemos pasado en un abrir y cerrar de ojos del terror a la calma seráfica de un cielo estrellado y nos percatamos de lo insignificante de nuestras vidas, comparado con la esperanza y el misterio intuido en ese final. El cero, para Dios, no existe.
Se puede creer en Dios o no creer en nada, pero lo que me parece muy empobrecedor es ni siquiera dejar cabida a la duda. Hay dos posiciones con las que nunca he comulgado: La del ateismo materialista y la del dogmatismo exacerbado e intransigente. Son dos maneras de fanatismo y a la postre, destructivas.
El Dios/ Primer motor de Aristóteles, el mundo inteligible platónico, el ente de Parménides, el “ens perfectisimus” y cuantos otras ideas de la divinidad nos ha transmitido el pensamiento lógico, no son argumentos irrefutables sencillamente porque con la razón, Dios, el misterio, lo inefable o como lo queramos llamar es inaccesible.
Pertenezco a la capilla de "los escépticos con sentido del misterio" (como se definía a si mismo Salvador Paniker), esto es, aquellos que sin necesidad de adscribirse a ningún credo determinado, siguiendo a Kant, sí tienen a Dios como objetivo principal de cualquier indagación filosófica, y, por tanto, absolutamente permeables a cualquier indagación metafísica. En definitiva , el misterio y sentido de toda existencia es lo único que vale la pena preguntarse.
La vía más plausible para coquetear con el misterio inefable, según mi experiencia, es el arte, a través del símbolo, ya sea visual o sonoro (y claro, el indefectible silencio).
Pero no tiene que ser necesariamente el arte el único vehículo místico. Sin querer parecer cursi, creo que un atardecer, un almendro en flor, la perfección de una tela de araña, o el cielo estrellado de esta cinta son también un trampolín al reino de lo inefable.
La cinta es rica también en ironías. Scott acaricia el gato que estará a punto de devorarlo o contempla, encerrado, a un pájaro libre , y su risa no traduce sino su desesperación.
Pero La gran ironía es que Scott ha tenido que empequeñecer para engrandecerse en un plano existencial. Su vida, sin esta desgracia que a mí se me antoja providencial, no hubiese ido más allá de lo mundano, de la simple satisfacción de los placeres, sin ningún tipo de trascendencia.
Lejos de la distopía de La invasión de los ladrones de cuerpo o del mad doctor de El hombre con rayos x en los ojos, la cinta de Arnold es, en cambio, un drama existencial de aliento metafísico en toda regla que no dudaría en colocarla en un listado de las mejores películas que uno haya visto.
pakos
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9
6 de febrero de 2018
11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Explosivo cóctel, curioso híbrido de cuento de horror y de comedia loca ,sátira corrosiva e irreverente, pesadilla kafkiana con un cierto aroma de film noir (asfalto húmedo, penumbra en interiores, fatalidad, atmósfera pesadillesca, mujeres liosas…), toda una empresa a priori arriesgada de la que sale airoso un inspirado Scorsese y que por diversas razones se ha convertido en una cinta de culto que no ha perdido un ápice de fascinación con los años transcurridos.
La premisa inicial, un descenso a los infiernos (los suburbios neoyorquinos) sufrido por un joven trabajador de una empresa informática muestra una fauna urbana variopinta con chicas alocadas y casquivanas, moteros gays, hercúleos porteros de discoteca, punkies, taxistas rumberos un tanto kamikazes,,, que difiere de la fauna más sórdida exhibida en Taxi driver (maleantes, putas, proxenetas, traficantes…), con un tono engañosamente desenfadado que no oculta la punzante y corrosiva sátira de una década, los 80, fértil en la crianza de curiosas especies como los punkies, las neohippies, estas, ni reivindicativas ni disidentes, ya no esgrimen los fetiches de Janis Joplin en sus camisetas sino que están pendientes de la conjunción de los astros (Rosanna Arquette le pregunta a Dunne por su horóscopo, para inferir así la velada que les espera) o adolecen de un alarmante complejo de inferioridad, como la chica de la furgoneta de los helados, o la incipiente movida gay, reflejada en unos moteros que se morrean impúdicamente en el bar y que poco tienen que ver ya con los que copulaban con sus chicas en Easy rider.
Bajo el falso empaque de comedia alocada, hay un sustrato de mala uva y mordacidad con clara intención satírica, por no hablar de todos los referentes, explícitos o sugeridos que aparecen , tales como el que la vincula a una joya del noir, Detour, en la que su atribulado personaje vivía una pesadilla similar, de infortunio en infortunio, como el Cándido de Voltaire. Otra alusión, más elocuente, que se erige como símbolo humorístico de la pesadilla vivida por Dunne es El grito de Munch, aquí en forma de estatua de escayola. La persecución final (casi linchamiento) es un homenaje a Cops, de Buster Keaton. Otra cita, a Henry Miller, del que una despampanante Rosanna Arquette dice de memoria el comienzo de su Trópico de cáncer ( libro que lee en el bar) a Dunne. Magnífica secuencia , por cierto, con un acercamiento tan natural y espontáneo de los dos, que me trae a la memoria inmediatamente la invitación a salir por parte de De Niro a Cybill Shepherd en Taxi driver, otro encuentro soñado ( y frustrado).
Algunos estilemas de Scorsese, como el de la camara giratoria en ligero picado sobre un personaje me han parecido a veces un dechado gratuito de estéril virtuosismo, pero no así en After hours, porque congenia oportunamente con el elemento claustrofóbico y enrarecido del film.
La ralentización en el vuelo del billete que pierde en el taxi y el consiguiente estupor mudo de decepción de Dunne es otra estupenda escena.
Divertidísima también la secuencia de la discoteca punky, donde Dunne sale parcialmente trasquilado, y delirante la confesión de Rosanna Arquette , cuando expone a Dunne los bizarros motivos que le llevaron a abandonar a su anterior pareja.
Huye también la cinta de cualquier veleidad romántica que pueda asomar en algún momento, como en el citado encuentro en el bar de Rosanna Arquette y Dunne, porque si bien al principio ella aparenta ser una chica culta y encantadora, luego se revelerá como una tonta casquivana que provocará el intento de huida frustrado de Dunne. La otra chica, la del camión de los helados es, si cabe, más patética aún en su comportamiento casi infantil y traumático, de enfermiza susceptibilidad.
Vamos, Scorsese no deja títere con cabeza, todos pasan bajo su implacable guillotina y de esta manera lo que en principio apuntaba como comedia desenfadada se transforma en una irreverente y corrosiva sátira de una década tan cercana a la actualidad, por su frivolidad, el culto exclusivo al cuerpo y la burda idolatría a las modas.
Muy buena la ambientación y recreación suburbana reflejada en la penumbra parecida a un burdel barato de la habitación de Rosanna Arquette, , en la discoteca punky, cutre y ruidosa a más no poder, en el bar, en las calles semidesiertas a horas intempestivas…, en el asfalto húmedo y la luz tenue del alumbrado…
Al fin y al cabo, tanta desdicha de un tipo que no solo no se come un rosco esa fatídica noche, sino que está a punto de ser trasquilado y linchado , regresar al trabajo cubierto de polvo de escayola debe ser un mal menor..irónico y acertadísimo cierre de una película genial.
pakos
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3
14 de enero de 2018
54 de 100 usuarios han encontrado esta crítica útil
Puro artificio de epidérmica critica social preparado para cosechar premios (tampoco hay mucho donde elegir), además poco creíble, con todos los clichés de rigor: rudos polis racistas, un enfermo de cáncer, población suspicaz y llena de prejuicios, avispados publicistas, inverosímil folletín servido en bandeja para que se luzca la Mc Dormand, por cierto , alarmantemente demacrada y envejecida.
Otra cosa, el mal gusto y el efectismo gratuito ya habitual en los últimos años: esputo de sangre en plena jeta de la Mc Dormand ( ya sabemos que el poli está mal, pero se lo podían haber ahorrado...la novia jovencita con la que sale el marido "huele a mierda" (¡qué finura, qué delicadeza de lenguaje la de la Mc Dormand!), los curas, claro está, bajo su máscara hipócrita ocultan al infame pederasta (! qué original!), vamos, que no te tragas nada,
y la sensación de que esta película ya las visto otras veces, a saber , aquellas que tienen como protagonista al desesperado que clama sus derechos enfrentándose a un sistema negligente y hostil.
No me creo nada, nada me conmueve, todo se desmorona en este pestiño que huele a refrito de los Coen ( por lo menos Fargo sí me parece una buena cinta) y las roads movies de asilvestrados y casi desérticos paisajes con la música country de rigor, como bien se ha señalado en otra reseña, con atmósfera similar a una reciente película, Comanchería .
No sé qué demonios ven los críticos en este tan adocenado producto prefabricado para las próximas nominaciones de una Academia con el últimamente habitual menú entre las candidatas del drama homosexual, del supuestamente rutilante musical o las road movie de rigor, ( ya se sabe, la rentabilidad de las modas) como esta película olvidable.
Por otro lado. las elogiadas actuaciones , tampoco es para tirar cohetes, la Mc Dormand con cinta en la cabeza a lo Rambo y ese rictus desabrido de fémina ajada me da risa o el poli enfermo , Harrelson, de facciones desencajadas y andar pesado me invita a pensar en una mala parodia de Marlon Brando en El Padrino.
Nada nuevo, todo chirría en su inane estridencia y se olvida como una traca final de fuegos de artificio.
Mis tres anuncios:
1º. No es necesaria la sangre para mostrar los efectos devastadores de una enfermedad terminal, ni soltar tacos gratuitamente.
2º Evitar manidos tópicos, por ejemplo, esos estereotipos del poli racista, el cura pederasta, sino más bien profundizar coherentemente en la ambigüedad de la conducta humana, inquiriendo sus recovecos...
3º Quédese en casa, hace mucho frío..
pakos
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