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España España · Barcelona
Críticas de Manu_el_Ruiz
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Críticas 54
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
1
9 de noviembre de 2011
16 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Infumable subproducto para adolescentes en proceso de evolución degenerativa, con todas las muecas y tics más execrables que se puedan proponer en una aparente comedia de intragable ingestión e imposible digestión. Un bodrio mayúsculo para vergüenza de quienes se han atrevido a agrandar la pantalla de TV para hacer parecer que esta solemne tontería pueda aparentar ser cine.
Manu_el_Ruiz
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7
26 de octubre de 2011
18 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Paisaje en la niebla” es la primera película que veo de Theo Angelopoulos, después de llevar él muchos años haciendo, y yo muchos años viendo, cine.
Lo primero que me vino a la cabeza fueron (y por este orden) Kiarostami, Buñuel y Bardem.
La manera que tiene Angelopoulos de componer los planos y sus lentas secuencias, hasta detenerlas para mantener el plano más allá de un tempo racional, me llevó a Abbas Kiarostami, aunque el director iraní posee una dulzura y una delicadeza que Theo convierte en tristeza, sequedad y desesperanza.
Cuando sus imágenes se llenan de símbolos y personajes estáticos o de movimientos forzados casi imperceptibles, llenos de surrealismo, me llevan a Luis Buñuel; pero el genio español poseía una ironía y una mordacidad que llenaba de magia la pantalla. Angelopoulos utiliza sus iconos de manera triste y sombría.
El recorrido de ese incierto viaje, donde los niños atraviesan un país oscuro y tenebroso, para convivir con diversos elementos de la realidad cotidiana, me retrotrae a “El puente”, del Juan Antonio Bardem más político y reivindicativo, aunque también más ingenuo o inocente, pero tan lejos de la amargura en que nos sumerge Angelopoulos.

Theo huye de la posible calidez de una Grecia bañada por el Mediterráneo y traslada sus imágenes a la aridez y la frialdad de un norte desolado y agreste. Su fotografía huye de esos posibles reflejos de mar y llena sus imágenes de un azul grisáceo, frío y metálico. Es la única opción para contar esa historia de iniciación de dos niños, a través de este recorrido tan retórico como natural, en que será inevitable la pérdida de la inocencia. Al traspasar la hipotética frontera hacia la esperanza, ésta será negada o (por lo menos) cuestionada, ante la posibilidad de encontrar respuesta a los sueños, cuando la realidad resulta inadmisible por la angustia del entorno en que se vive.

“Paisaje es la niebla” es una película serena pero inestable, a veces dubitativa pero de avance rígido, a veces hermosa y otras fría y distante. La simbología que pretende llenar de significado el itinerario se me escapa (como en tantas películas, pienso se les escapa a sus creadores). La intensa, frágil y emocionante música de Eleni Karaindrou dota a determinadas escenas tanto del determinismo como de la fragilidad necesarios, para que éstas después yerren un tanto perdidas en su recorrido final.
Película estática aunque agitada, de serena belleza y distante emotividad, hasta en sus secuencias más crueles, como la del camión con la niña, donde la cámara inmóvil espera el final de la tragedia que se adivina más allá del toldo que tapa el horror. La doliente mirada de los niños protagonistas nos declara que viven sin futuro y que buscan esa utopía a través de la bruma que habrán de atravesar. Theo Angelopoulos nos habla de desesperanza y de tragedia. Con la tristeza de sus imágenes nos cuestiona toda esperanza, porque caminamos por un “Paisaje en la niebla”
Manu_el_Ruiz
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4
16 de octubre de 2011
13 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace ya tiempo que el cine de Woody Allen ha ido perdiendo fuelle, con alguna honrosa excepción, y en su hasta ahora última película, Midnight in Paris, lo confirma.

El otrora ingenioso, inteligente, irónico, mordaz y todos los calificativos que le han otorgado un sitio indispensable en el terreno del humor, ha llegado ya a un punto en que parece que escribe sus guiones con una cierta desgana e incluso incoherencia, aunque nadie le negará la fantasía que aun posee para crear historias entrañables e imaginativas, aunque ésta le ha quedado deslavazada en su desarrollo. Su guion está lleno de flecos sueltos y acaba convirtiendo su película en una amable ñoñez, muy mal interpretada, excepto en los personaje principales, simplemente correctos.

Allen mantiene todavía el dominio de la técnica para rodar sus films, lo que les dota de un cierto atractivo visual, al que se rinden tantos incondicionales poco severos y rigurosos, pero lamentablemente el envoltorio no puede esconder la vacuidad del producto que a veces encierra.
Podría haber otorgado cierto encanto mágico a esta historia, pero Woody Allen ya está torpón, cansado o quizás hacer películas es ya para él pura rutina.
Las imágenes del comienzo nos preparan para lo mejor, como introducción a lo que podría haber sido una hermosa historia. Lamentablemente a medida que van apareciendo esos personajes añejos y surrealistas (en doble sentido algunos), asistimos a un penoso deambular de personajes mal interpretados, mal diseñados y con frases, en sus bocas, tópicas y algo ridículas, agregando una absurda necesidad de que aparezcan tantos de esos personajes de antaño, que acaban saturando la pantalla en una especie de gran guiñol, con mucha traca y poco imaginación en sus fuegos artificiales. Contemplar como ese gran director de cine español, ya fallecido, que hizo tan grande el séptimo arte, queda reducido a una mala parodia de “no sé qué” me produjo una vergüenza ajena, indigna de tan gran creador de personajes como ha sido Woody Allen.

Deseo que a este Woody Allen aun le quede algo por decir, si deja de hacer películas sólo por dinero o por contratos firmados y las impregne de esa pasión por el arte que siempre tuvo y que me enamoró, en un feliz momento de su carrera. Si no ocurre tendré que hacer como él, adentrarme en el pasado para confirmar que, algunas veces, cualquier tiempo pasado fue mejor.
Manu_el_Ruiz
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6
20 de abril de 2011
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Balada triste de trompeta es una película excesiva, desmesurada, en todos sus sentidos, el problema es que termina siendo una película descontrolada.
No acabo de entender la propuesta de Álex de la Iglesia, ni sus intenciones al realizarla, salvo quizás exorcizar algún trauma o dar muestra de toda la abundancia visual que es capaz de llevar a la pantalla.

Alex de la Iglesia parece que desea hablarnos de las dos Españas que hubo (y que nunca parece dejar de haber) y para ello utiliza un simbolismo basado en los dos payasos que se disputan el amor (y el cuerpo) de una trapecista, aunque como parábola parece demasiado simplista al relacionar a ambos bandos con a un par de payasos (y encima uno de ellos triste). Todo parece una excusa para que Alex de la Iglesia pueda desmadrarse y hacer una película de una insólita excentricidad, pero es cierto que el film tiene una potencia visual impactante, a pesar de sus demasiados excesos.

El guion no deja de ser una excusa para una puesta en escena tan al gusto de Alex, con sus encuadres, sus decorados, sus maquillajes, sus efectos especiales… (lástima que, hacia el final, alguno es tan burdo que parece de risa). Las actuaciones de los actores/actrices, en su mayoría (por no decir totalidad) no acaban de ser lo concisas y matizadas que debieran ser, a pesar de los excesos a que se ven obligados por su papel y nadie del elenco actoral destaca, en una línea general de actuación bastante discreta. La película está bien realizada y su ritmo es vertiginoso, llevando a ciertos decorados y personajes hasta extremos demasiados alocados, pero todo su discurso y sus pretensiones, en cuanto a lo que desea evocar y transmitir, no deja de ser una excusa para crear un abigarrado espectáculo.

Como parábola me hubiera gustado que los dos payasos en lugar de representar una España brutal y fascista y otra valiente y tolerante (aunque las dos tremendamente desquiciadas) representaran a la patronal del espectáculo, represora, y a los internautas, defensores de la libertad y que la trapecista (Carolina Bang) en vez de simbolizar a España simbolizara a la denostada ministra González-Sinde, por el evidente final que le reserva un perverso Alex de la Iglesia.

Lástima que más que decirnos algo concreto, a través de las imágenes, lo único que deseaba Alex era en filmar y filmar… a cualquier precio y con cualquier resultado. De lo no cabe duda es que ha conseguido un espectáculo tan desmesurado como esperpéntico.
Manu_el_Ruiz
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3
16 de abril de 2011
23 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las primeras imágenes nos muestran unos primeros (a veces primerísimos) planos de unos rostros que hablan entre ellos. Son cuatro hombres que parecen evocar recuerdos. La secuencia dura lo suficiente para intuir (algo que nos evidencia el director) que nos hallamos ante una película intimista, donde los personajes confesarán/manifestaran sus emociones/frustraciones a lo largo del metraje.

El director encierra a sus protagonistas en un espacio, que irá dilatando a su conveniencia, lleno de zonas a recorrer para hacer evolucionar su historia. En una casa, donde se da una fiesta, los dos antagonistas transitarán de manera interminable, yendo, viniendo, hablando, encontrándose, alejándose, volviéndose a encontrar… pero sin salir del recinto para que queden cercados los “importantes” recuerdos/sensaciones que dejarán escapar.

La manera escogida por Matías Bize para narrar su película, es tan válida como cualquier otra, incluso más que interesante. Un personaje principal con un pasado aparentemente lleno de intensidad, que irá desvelando poco a poco, y al que a veces la cámara seguirá desde muy cerca (ya he dicho que se trata de una película intima e intimista) en travelling, a veces repetitivo y siempre con un pretendido sentido estético, que aquí resulta nulo por la vulgar fotografía y la tópica puesta en escena.

Santiago Cabrera a través de ese espacio cerrado (que no asfixiante), se moverá por diferentes estancias en las que irá encontrando diferentes personajes para que a través de sus conversaciones podamos ir conociendo qué hace allí y qué le sucedió tiempo atrás, hasta que encuentra a la que antaño fuera motivo de sus desvelos y con la que comparte un pasado.

La película sin duda es honesta (algo importante en el cine) y el director se esfuerza, pero su realización es rutinaria, torpe y burda. Los dos protagonistas se nos revelan limitados o desatados en sus expresiones. Él no deja de mostrar una mirada estática y vacía y ella se excede gesticulando facialmente en sus emociones y poniendo una lacrimógena intensidad desmesurada. El guion es elemental y progresa cansinamente para llegar a un desenlace que quiere ser mostrado poéticamente a través de las imágenes (buena idea, pero fallida, por lo tópico del encuadre y del montaje) Cuando por fin sabemos que fue de “la vida que los peces” (el director sabiamente nos muestra en varios momentos a ambos protagonistas, hablando y hablando, como si estuvieran dentro de una pecera con otros peces, para que veamos que atinadamente los relaciona con el título) y nos desvelan como seguirán viviendo esa vida, ya estamos tan cansados de verles y oírles que importa más bien poco, tras casi una hora y media de cansino discurso “verborreico”, planamente filmado y mostrado.

Esta película monótona, artificiosa, cansina y plana obtuvo el premio Goya de 2011 a la mejor película hispanoamericana, con lo que podemos deducir los talentos que España tiene metidos en su Academia de Cine.
Manu_el_Ruiz
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