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Estados Unidos Estados Unidos · Chicago
Críticas de Donald Rumsfeld
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Críticas 80
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
2
29 de agosto de 2021
5 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Analizar Valeria es fácil y desagradable. Algo así como poner el ventilador y dejar que la cosa salpique. Pero, aun así, lo voy a hacer. Por masoquismo. Por sadismo. Porque me gustan los ventiladores. Y me divierten las cosas que salpican.

Valeria como palo de fregona no lo hace nada mal. El mocho lo tiene un poco suelto y se nota que le falta fibra, pero cuando se mete en el escurridor la cosa salpica que da gusto. Sin duda debe estar hecha de algún material de última generación. Como la propia serie: microabsorbente, nanodesinfectante, hipersuave, ultrablanda y tan inofensiva como el pedo de una mariposa. Desde luego, no deja ningún tipo de nada una vez secado.

El resto de amigas no son más que las diferentes caras de la misma compresa. Una se sobreactúa, la otra no actúa, y la que falta hace el mismo personaje que cualquier camarera de barra. Tan solo cabe felicitarlas, junto a las directoras, por las escenas de cama: sin erotismo, sin profundidad, sin sensibilidad. Solo cuerpos. Pornografía sin genitales disfrazada de romanticismo. Sin trama ni drama, sin tacto ni éxtasis. El sucedáneo del amor más fácil de enlatar.

Hombres ningunos. Dado que el desarrollo emocional y la capacidad de pensamiento no debe trascender el pensamiento concreto (no sea que ningún espectador le explote la cabeza por las razones incorrectas), solo hay monigotes. Lo más parecido es Victor en su papel de príncipe azul/escurridor. Sí, he dicho príncipe azul. Porque a pesar de todo el supuesto feminismo del que este grupo de personajes hace gala, ni una sola de ellas ha comprendido todavía lo que quería decir Flaubert (me sabe mal mencionarlo aquí) con su Bovary. Tanto ver Ozu para no enterarse de nada.

Evidentemente, todo es absurdo e intencionado. Creer que la realidad es un Madrid de tarjeta postal. Creer que una tarjeta postal es algo bonito. Confundir el me too con los problemas de las mujeres. La diversidad sexual con la diversidad. Lo superficial con lo profundo. La sensibilidad con la sensiblería. La inteligencia con la ironía. Tanto ruido y ni una puta nuez.

No es casualidad que una de ellas practique el oficio más nauseabundo, por decirlo educadamente, que ha engendrado la humanidad, la propaganda, y la serie no tenga nada que decir al respecto. Es más, nos la muestra en su oficina, en su rascacielos, por encima de todos, por encima de Madrid, empoderada, enamorada, siempre sobreactuada y completamente alienada, es decir, sin el más mínimo y elemental grado de consciencia respecto a lo que está haciendo. De verdad. En concreto; una campaña de anuncios en la que confunde la autoexpresión con los pintalabios. Por lo visto, la capacidad de desarrollar ideas, comprenderlas o expresarlas desde el respeto, es decir, sin manipulación, debe ser otra cosa.

Todo en ella es superficie. Slogan. Producto de marketing. 5 minutos por capitulo de desarrollo dramático. Más sobado que Mesalina la noche que se superó a sí misma. 10 de videoclip muy cutre con música de radiofórmula. Todo muy a la moda. Que es de lo que se trata. 20 de amigas4ever mareando la perdiz. De 5 a 7 de Valeria escurriendo sobre Victor u otras superficies. 4 de Instagram mujer blanca. De 10 a 3 alcoholismo. Y treinta y muchos de anuncio si no incluimos los títulos de crédito.

Propaganda de un mundo de fantasía, neurótico, hiperconsumista, hiperindividualista, egocéntrico y egoísta. Personajes que son pura mercancía. Literalmente: su novela es una autobiografía. Insatisfechos, inseguros, narcisistas. Carnaza de antidepresivos para que la rueda pueda volver a girar una temporada más, es decir, una colección otoño/invierno que todos los años ha de renovarse, más rápido y peor.

Yo la veo con mi hija solo para enseñarle todo lo que no debe ser. Lo que debe evitar. Qué es exactamente la manipulación. Mira, le dije mientras Valeria escurría, cuando llegue el momento folla todo lo quieras, con alguien como Victor, si existiera (nadie tiene tanta paciencia por tan poca cosa), del tirón, pero no con cualquiera, solo con aquellos que te traten al menos la mitad de bien que tú a ellos. Porque justo eso es el amor. Y sin él, no hay nada.

Le dije.
Donald Rumsfeld
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Esto es pop (Serie de TV)
SerieDocumental
Canadá2021
6,3
237
Documental, Intervenciones de: Benny Andersson, Michael Lamone Bivins, Billy Bragg, Shania Twain ...
6
23 de julio de 2021
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Más que de drogas y fiestas, o de traumas y recaídas, de lo que se habla en esta serie es de talento, de innovación, de esfuerzo, de lo importante que es la afinidad entre los músicos o de la fortuna de haber estado en el momento y lugar adecuados. Además, en aras de intentar comprender la música pop desde sus diferentes manifestaciones, en vez de ceñirse a una secuencia cronológica y a una serie de temas y artistas archiconocidos, prefiere centrarse en aquellos aspectos y autores que hicieron el trabajo de zapa para los posteriores avances del mainstream, prestando especial atención a dos de las figuras más importantes de la escena pop contemporánea hasta la llegada de internet: los sellos discográficos y los productores.

Sin embargo, esa misma variedad provoca que la serie sea excesivamente arbitraria y dispersa, por ejemplo: ¿por qué dedicar un capítulo entero a la influencia del country y no decir una palabra acerca de la del hip-hop? O, relacionado con lo anterior y aún más llamativo, ¿por qué guardar un silencio casi sepulcral sobre lo que ha pasado en la música pop durante los últimos 20 años? Viendo el documental podría concluirse que durante las últimas dos décadas no ha sucedido nada digno de interés. Y eso no es del todo cierto… Sin embargo, a pesar de sus defectos (también, por supuesto, hay que pagar los correspondientes peajes seudoinclusivos en forma de secciones absolutamente prescindibles y extremadamente redundantes), he de admitir que la serie suele saber ingeniárselas para acabar mostrando algo relevante sobre las cuestiones abordadas.

Y es que aunque desde cierta perspectiva el sustrato ideológico de la serie pueda resultar convencional, quizá no lo sea tanto si observan las circunstancias de la misma: lo fácil, lo previsible, hubiera sido una serie que se limitara a poner un hit detrás de otro mientras se recrea en la vida de sus protagonistas, pero apenas hay nada de eso aquí. En vez de bosquejar biografías, prefiere centrarse en las ideas de esos artistas y en como estas se relacionaban con la música, en función sus capacidades y herramientas, para producir un determinado impacto en sus contextos. Así que, a fin de cuentas, es una serie eminentemente política. Con momentos incluso brillantes: presten atención al capítulo del britpop.

Y también admito que me parece totalmente acertada la decisión. Porque todo es político. Pero la música más.

Platón ya advirtió a sus discípulos del peligro. Según él, las fuerzas que subyacían tras la música eran demasiado poderosas para que la sociedad pudiese controlarlas. Así, mucho antes de que Marx lo constatara, él ya apuntó que los cambios en las formas de la música podían reflejar cambios profundos en la estructura social, quizá, pensó, incluso podían estar ligados estrechamente a los cambios que afectan a la esencia de la misma, como las revoluciones. Su recomendación: prohibirla por completo, a ser posible junto con la poesía.

El tiempo no ha hecho más que darle la razón: cada civilización ha tenido su propia música. Y siempre que una civilización ha mutado (digamos que a través de la explotación de una nueva fuente de energía) la música ha reflejado esos cambios transformando su misma esencia de manera cualitativa. La música de la globalización es el pop en todas sus formas y variantes. Desde rock ligero hasta el trap, desde Glastonbury hasta Coachella, desde el single hasta el videoclip. Su denominador común: ser música para adolescentes.

Un capítulo entero dedica la serie al Auto-Tune; herramienta musical mediante la que es posible, entre otras cosas, ajustar la voz con precisión al ritmo del sintetizador, y sin la cual no existiría ni el reguetón ni ninguna de sus evoluciones. Es decir, los géneros que durante las últimas décadas han dominado la escena. Es un hecho. Actualmente gran parte del pop lo usa de una manera u otra. Pues la voz humana no puede competir contra la mecánica exactitud del computador. Además, tiene errores. Así, la imperfecta realidad es sustituida por su reflejo virtual, un simulacro que le expurga sus miserias fusionándola con la máquina.

Otro capítulo dedica al auge de los festivales. El cambio más importante de las últimas dos décadas. Creo que justo ahí está la clave. Según dicen, los festivales son, desde un punto de vista económico, la tabla de salvación de la música (pop), una manera de dar a conocer nuevos artistas y un espacio para la música.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Donald Rumsfeld
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3
30 de abril de 2021
8 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuanto mejor es una novela, más difícil es adaptarla al lenguaje cinematográfico, pues hay elementos propios en cada uno de los dos artes que actúan de manera antagónica; esto significa que es posible adaptar cierto tipo de novelas sin que la “traducción” se resienta demasiado, pero el asunto se complica a medida que la calidad de la novela sube, es decir, a medida que ésta participa de las cualidades que la constituyen como tal. Por poner un ejemplo: mediante la lectura la novela se recrea completamente en la imaginación del receptor, mientras que en el lenguaje cinematográfico le recreación se produce a partir de una estimulación (física) visual y auditiva, así, ambos artes se contraponen entre sí justo en la medida en la que cada uno de los dos participa de lo que es inherente a ellos mismos. Por lo tanto, curiosamente, sí pueden hacerse grandes películas partiendo de novelas mediocres, e incluso, si hay mucho talento, una gran película de una gran novela (aceptando que por naturaleza han de ser sustancialmente diferentes). Pero, sinceramente, solo en dos ocasiones he sentido que partiendo de una obra maestra literaria se creara una (otra) obra maestra cinematográfica: Lolita y La Naranja Mecánica; las cuales, dicho sea de paso, aun respetando la idea central de las novelas, subvierten profundamente el significado de las mismas, sustituyendo la perversión por la voluptuosidad o trocando la crítica social por una ambigua mirada sobre la violencia. Pero lo normal es que sea prácticamente imposible adaptar con un mínimo de fidelidad la obra original: no es posible verter en imágenes los hilos de pensamiento de En Busca del Tiempo Perdido, o la captación psicológica de Guerra y Paz (austera, transparente, abisal), o la alegría, el sentido del humor, la calidez y el pesimismo que hay agazapados tras las páginas de El Quijote. Lo cual nos lleva a otro aspecto que en esos niveles es igualmente intraducible: el estilo de cada autor.

Otra Vuelta de Tuerca también es una obra maestra. Precisamente por el uso que hace de la imaginación, tanto de la del lector como de la de su protagonista. La elisión, la duda y la distorsión son elementos consustanciales a su estructura, convirtiéndola en una novela adelantada a su tiempo, pues el ingrediente esencial en torno al cual se articula no es otro que la incertidumbre. En ella, mediante un ejercicio de precisión suprema y control total que vendría a ser algo así como el equivalente cinematográfico del puntillismo preimpresionista, el poder de la convención, la represión y la deformación van minando progresivamente la narración hasta que lo real se evapora dejando tan solo un mapa el que no hay fronteras visibles pero si monstruos imaginarios.

Previsiblemente, ninguna de esas características se encuentra en Bly Manor. Ya desde los primeros instantes queda claro que esta es una adaptación muy libre, lo suficiente como para poder prescindir de las mil sutilezas que constituyen la esencia de la novela. Por eso, lo que allí nunca llega a quedar claro, aquí se hace explícito en el primer susto, y, tras unos instantes, se vuelve a insistir en ello de tal manera que es imposible que el espectador albergue duda alguna. De hecho, y no por casualidad, lo que en la novela actuaba como un elemento que disolvía lo real, aquí funciona justo de manera opuesta: es lo propiamente real de la serie y el hilo en torno al cual se teje el argumento. Si Otra Vuelta de Tuerca supuso todo un hito es precisamente porque detrás de su historia de fantasmas ultraterrenos había otros más carnales e insidiosos: el de la duda, el de la ausencia de certidumbres, el de la confusión en el que va sumiéndose la protagonista a medida que intenta esclarecer su situación. Otra Vuelta de Tuerca -es- el sueño de la razón. Así, mientras la novela observaba fijamente un futuro para el que todavía habría que esperar unas cuantas décadas, la serie, al prescindir de todo eso y sustituirlo por una historia de amor, observa un pasado decimonónico de cuya superación da fe la propia novela que adapta. Irónicamente, lo más moderno de su historia es otra convención: la relación lésbica metida con calzador.
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Donald Rumsfeld
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Can't Get You Out of My Head (Miniserie de TV)
MiniserieDocumental
Reino Unido2021
7,8
151
Documental, Voz: Adam Curtis
8
10 de abril de 2021
12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
El documental se articula en torno a las “biografías políticas” de apenas media docena de personajes de países que en apariencia atravesaban diferentes circunstancias. Observa que pese a esas diferencias los actos de estos individuos, reacciones a la implantación de determinadas políticas, acabaron sirviendo de catalizador de la de globalización (tecnológica) que ellos mismos pretendían combatir. Finalmente, analiza las causas de tan fatídicos giros, concluyendo que, con independencia de las heterogéneas circunstancias de las que cada uno de ellos partía, ya se habían puesto en marcha procesos a una escala que no dejaba margen alguno entre los posibles resultados.

Analiza varios factores: la naturaleza de la sociedad técnico-industrial, que disuelve los vínculos sociales y, simultáneamente, homogeniza a los individuos; el individualismo que resulta de esa disolución (de carácter exclusivamente narcisista, mediante el que los sujetos son responsabilizados de sus destinos para que la política pueda lavarse las manos); y el fin de las ideologías que implica tanto la caída del comunismo y la transformación de China en una corporación como la naturalización y subsiguiente invisibilización de la ideología que justifica nuestra sociedad: el liberalismo económico moderno.

El documental es una “síntesis” de las ideas que su autor había expuesto en sus anteriores trabajos, los cuales a su vez eran una puesta al día de El Mito de la Máquina, y que aun sin contar con la perspicacia, el apabullante despliegue de conocimientos o la profundidad visionaria de aquellos volúmenes, resultaban igualmente clarividentes; es en este sentido, en el poético, en su capacidad de sugerir, de trenzar y refinar ideas mediante la imagen y el sonido, en el que los supera a todos, dibujando a lo largo de su metraje un impresionante fresco que arranca a comienzos del siglo XX, desmitificando la Belle Époque, lo atraviesa: guerras mundiales, Guerra Fría, Oriente Medio…, y se clava en nuestro presente: distribución del poder, cambio climático, vuelta a los populismos…

En definitiva, es el documental más exhaustivo que se haya realizado sobre las causas y efectos del Antropoceno. Quizá a veces se embrolla demasiado y en otras ocasiones, cuando uno piensa que debería ahondar más en un determinado aspecto, se limita a un par de vagas de referencias; pero creo que dada la magnitud, el alcance y el medio en que inscribe esas ideas (es una serie, con sus capítulos, sus personajes, su drama y su tragedia), no son más que pequeños deslices en aras de resaltar otra idea central: El poder de las imágenes y los posibles discursos que contienen.

Y es que a pesar de ser un documental sobre algo a priori tan discursivo como pueda ser la geopolítica (en donde, desde una perspectiva académica, la única imagen necesaria para comprender algo siempre cabe en un mapa o una gráfica), el peso, la naturaleza y los tiempos que tienen tanto las imágenes como la música no solo sirven para ejemplificar el discurso sino que lo transforman: más que una clase magistral es una sesión de hipnosis en donde el chamán, en un despiadado tono monocorde, recita su telúrico mantra para conjurar las fuerzas de lo oculto e invisible que rigen nuestros ideas, sentimientos y destinos.

Cada imagen tiene su propia textura: desde la fantasía comunista china, donde la oscuridad se ciñe por los márgenes, donde todos los colores están al servicio de unos rojos fulgurantes que centellean sobre la cámara, hasta las imágenes ultradéfinidas de las enormes y luminosas salas donde se instalan los racks, sin presencia humana y donde solo aparentemente no sucede nada, pasando por el gris industrial de los albores de la Inglaterra del siglo XX o las clásicas escenas de la 2ª guerra mundial, donde todo parece tan remoto y extrañamente cercano. Cada textura, cada formato y cada narración, tiene incorporada la propia ideología en la que se crea (el documental muestra este aspecto de una manera tan sencilla, directa y elegante mediante la simple contraposición de las mismas y saltos temporales). Sea anuncio, película o entrevista, sea el muro cayendo, gente bailando o una cámara infrarroja desde el helicóptero, no hay imagen que no remita directamente a la ideología y el momento específico en que se crea. En última instancia, dos factores subyacen a toda la escenificación: la negación del pensamiento (de ahí que los acentos, los énfasis, recaigan sobre la música y las imágenes, no sobre las palabras, pues nuestra propia sociedad es ante todo visual y, justo en esa medida, no discursiva), y la propia complejidad de un sistema cuyas interacciones producen resultados imprevistos (de ahí la necesidad de solapar y de volver constantemente la vista atrás para contrastar entre metas tan diversas y resultados tan convergentes).

La negación del pensamiento que implica la sociedad de consumo (ante todo visual: series, películas, videojuegos, Instagram…), con su obsesión por lo material y lo mensurable (<<Lo que no se puede medir no existe>>, reza el segundo mandamiento de Google), acaba negando los mismos fundamentos sobre los que erige. Como la ciencia, que al -reducir- a los individuos a un conjunto de interacciones electroquímicas, o de estímulos y respuestas, niega no sólo la consciencia sino al propio pensamiento que da luz a todo el asunto. Es el inconsciente y el más allá. La sociedad hiperindividualista que acaba negando al individuo. El triunfo de la voluntad en el que ni tan siquiera hay necesidad de conocer, pues lo real es incognoscible, el conocimiento es falso y la tierra es plana. Es la demagogia final mediante la que ya es posible creer en ideas abiertamente excluyentes. Oriol Junqueras, católico, nacionalista y de izquierdas siendo elegido por Der Spigel como el intelectual español más influyente.
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Donald Rumsfeld
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Soul
Estados Unidos2020
7,4
33.696
Animación, Voz: Jamie Foxx, Tina Fey
3
20 de enero de 2021
10 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pretender la ecuanimidad en películas como Soul o Coco requiere tener en cuenta que ya no operan sobre el vacío, como las primeras de Pixar, en las que ni tan siquiera había un marco de referencia con el que contrastarlas; por el contrario, hoy la animación digital se ha perfeccionado al punto de estar presente en casi todas las películas de alto presupuesto, provocando que en lo estrictamente visual sea difícil saber donde comienza y acaba; el efecto es que desde aquella primera hornada lo digital ha pasado de excepción a norma y lo que antes era irrealizable hoy solo es una cuestión de presupuesto, restringiendo así, por saturación, la posibilidad de sorprender al espectador desde una perspectiva visual. Por si eso no fuera suficiente, también habría que quitar el listón que la propia Pixar situó en algún punto de la estratosfera. Teniendo en cuenta lo anterior, Soul quizá no sea un fracaso pero sí una película que traiciona seriamente la misma esencia que hizo de Pixar lo que fue.

Técnicamente es fallida, además de fea. Y esto por varias razones, algunas de las cuales se conectan a su vez con su diseño artístico o la naturaleza genérica en la que insiste en encuadrase: drama (exclusivamente) adulto con toques de comedia y lecciones de autosuperación. A excepción del gato, cuya animación es portentosa, los personajes humanos son anoréxicos: solo una cabeza con extremidades finas y alargadas, algo que sirven para enfatizar unos movimientos a lo slapstick -rápidos, exagerados, caricaturescos, supuestamente cómicos-, que no encajan con las escenas dramáticas y que además se contraponen de manera estridente con los fondos y el mobiliario hiperrealista en donde trascurre gran parte de la misma. Por otro lado, la imaginería remite directamente a lo sobrenatural y, de manera grosera, a lo específicamente religioso, propiciando secciones enteras en donde se dedica a disfrazar de neón escenas ya vistas y un diseño de entornos y personajes que conjuga la nula expresividad y el y mal gusto a parte iguales (obsérvese la diferencia con los personajes de Inside Out, cuya textura se correspondía al punto con lo que representaban). Por lo demás, hay detalles que dan la impresión de no estar bien rematados: saturación excesiva, brillos exagerados, animaciones planas o fondos que dan la impresión de ser una versión inacabada. La cosa es tan seria que ni tan siquiera la banda sonora encaja. Soul quiere ser jazz, pero confunde la improvisación con el desorden y el ritmo con la velocidad, presentando en ocasiones elementos casi indistinguibles a una velocidad suicida. Amigos de Pixar, me sabe mal tener que recordároslo: el ritmo es una sucesión de pausas.

Dramáticamente no solo es fallida, basta compararla con (ya que estamos) Inside Out para darse cuenta de que es estúpida. Por ejemplo: mientras que allí la imaginería de la película recreaba de manera sencilla y precisa los procesos mentales de una niña con estrés, aquí se nos envía, escalera ascendente mediante, puerta con luz al fondo, con un trasunto de San Pedro. El resto del cuento de navidad es una representación del cristianismo del pavo en tonos algodón de azúcar, por la que un personaje central -extremadamente plano y más suave que Mr Scrooge tras una colonoscopia complicada-, transita sin saber muy bien a cuento de qué viene todo aquello. En síntesis: a una premisa central nivel Gump (carpe diem) se une, de manera contradictoria, el absurdo (judeocristiano) según el cual para poder apreciar plenamente el valor de lo cotidiano es necesario un más allá. Y a continuación, para que no queden dudas de que el asunto es completamente parcial y en absoluto laico, escenifican un más allá en el que el carácter, el talento o las inquietudes se prefiguran con anterioridad a la maculada concepción; dejando así el peso de la biología, las circunstancias o los propios individuos en poco más que calderilla.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Donald Rumsfeld
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