'Sweeney Todd' evoca todo aquello que representa el término 'burtoniano'. Porque el bueno de Tim ha vuelto por donde nos tiene acostumbrados, por ese abismo que circundan la innovación y el ingenio cinematográfico. Para su último divertimento ha construído un universo paralelo que sólo él debía conocer antes de que el barbero diabólico de la calle Fleet nos escupiera en la cara. El lirismo casi operístico de la banda sonora se complementa a la perfección con el clasicismo visual que transmiten cada uno de sus fotogramas, a pesar del matiz vanguardista del cine ultra-digitalizado. Y el romanticismo sangriento de la moraleja, aderezado con la maldad edulcorada de sus protagonistas y el punto y final dramático, convierten esta magnífica obra posmoderna en un alegato pro Verdi, pro Shakespeare y pro Cine (del bueno).

'La silla de Fernando' no tiene precio. Se merece un sobresaliente como mero continente de las palabras y el ingenio de este demostrado gran conversador. Sin embargo, como documento audiovisual o cinematográfico se me antoja pobre, ya no sólo porque la perciba como un divertimento cotidiano de sus creadores, sino porque siento que 'La silla de Fernando' se quedó con mucho jugo por esprimir.

Con 'El hundimiento' me pasa lo que me pasa con otros 'biopics' de celebridades (para lo bueno y para lo nefasto) que se han llevado al cine con mayor o menor acierto. Su narración milimétrica de cada minuto, de cada acontecimiento menor de todo lo que sucedió en aquél búnker maldito no me conmueve, precisamente por esa transparencia aparentemente cristalina que desprende. Y aunque está contada de manera aséptica y mordaz, lo admito, se me hace inverosímil por momentos, no sólo porque la historia la sienta recontada, manida y maniquea, sino porque la caricatura de Hitler, aunque sea cinematográficamente atrayente, no me llega a parecer en ningún momento creíble.

'El Odio' es brillante. De tantos detalles, terminas pensando que alguien los ha puesto en el lugar preciso y en el momento adecuado para que tú te sintieras mejor contigo mismo. Cada escena, cada conversación, tiene su sentido y su significado. Aunque no alcances siquiera a comprender cual es el sentido ni el significado de cada una de ellas. De cualquier forma, lo realmente memorable del filme es la composición lineal, académica y al tiempo innovadora y moderna, de una historia que habla sin pelos en la lengua del odio. Porque según Mathieu Kassovitz, el odio tiene introducción, nudo y desenlace. Como las buenas películas.

'13 Tzameti' se podría encasillar en un lugar intermedio entre otras dos óperas primas que en su momento sembraron 25 años de cine alternativo y de altura: la tarantiniana 'Reservoir Dogs' y sobre todo 'Extraños en el Paraíso', de Jarmusch. No sólo por su aparente desinterés por la formalidad narrativa, sino por su siniestra y violenta simbología visual. Si me paro a pensar, es precisamente esa percepción la que la hace memorable y atractiva, y por el contrario la que la convierte en algo que crees haber visto con anterioridad.