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España España · Santa cruz de Tenerife
Críticas de pakos
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Críticas 26
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
9
6 de mayo de 2018
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Robert Rossen será más recordado por The hustler ( El buscavidas), una de las grandes películas sobre perdedores, una irrefutable obra maestra, pero si hay una cinta suya que martillea constantemente mi conciencia y suscita un entusiasmo que no ha disminuido un ápice con los años es este arrebato lírico que debe mucho a Murnau por el uso constante de sobreimpresiones con el agua como principal referente (cabrilleos de la luz solar sobre su superficie , torrentes, etc) superpuestos al rostro de esta deslumbrante "ondina", una Jean Seberg que encarna a una paciente con problemas mentales, una extraña locura que la confina en un puro presente casi animal y que denota un extraño híbrido de éxtasis, inocencia, voluptuosidad desinhibida y descontrolada (besa no solo a los adultos, sino también a un niño en la boca o siente una irrefrenable pulsión lésbica por otra paciente.
Warren Beatty consigue trabajo en el fastuoso manicomio ( casi una mansión con un extenso jardín y atractivos senderos arbolados) y emprende toda una utopía: tratar de sanar a una enigmática e irresistible Jean Seberg, de la que termina enamorándose.
Jean Seberg es todo un enigma , parece una figura mitológica, una ondina que se queda embelesada contemplando los cabrilleos del sol en el agua, en un extraño éxtasis adánico, virginal, como si fuese un ser atemporal, suscitando así la fascinación de un Warren Beatty que sucumbe a sus encantos. Otro paciente, un chico joven, apuesto y tímido se enamora también de la Seberg pero fracasa en el empeño y termina suicidándose. Beatty, de alguna manera , se siente culpable del suicidio, por su relación con Jean Seberg y verá así truncada su utopía psiquiátrica, un fracaso refrendado con el posterior suicidio de ella, una muerte de la que también se siente culpable al tratar de curar a este bella chica mediante infructuosos medios. La triste realidad que trata de mostrar Beatty a Jean Seberg tiene consecuencias fatales para ella, una bella chica inocente con comportamiento infantil, que vive un puro presente.
Es una película bellísima, con subyugantes escenas paradisíacas, como la del lago, donde ella se sube el vestido y mira a Beatty con una extraña mezcla de inocencia y voluptuosidad. La melodía dulzona que ella toca en el manicomio con una flauta sirve de señuelo erótico. En la escena del festejo medieval donde los "caballeros" deben atravesar un aro con sus lanzas para así conseguir el botín de la amada, ella le dice a Beatty: "Vivo en otro tiempo".. Los momentos de éxtasis amoroso son filmados con primerísimos planos sobreimpresionados con los cabrilleos del sol sobre el agua, con una arrebatadora belleza que nos remite a Murnau.
Arrebato lírico de Rossen, de subyugante hipnotismo, hermosa obra de arte.
pakos
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10
4 de mayo de 2018
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Además de ser una de las más conmovedoras películas de amor que nos ha regalado el cine, presenta un sugestivo retrato de parejas a priori antagónicas: campo/ciudad, mujer honesta/ mujer malvada ( casi un anticipo de la femme fatal, realidad/sueño, mundo apolíneo (campo)/mundo dionisíaco(ciudad), mundo pastoril (campo)/mundo caótico, deshumanizado (ciudad). La cinta oscila de la realidad a la fantasía idílica con asombrosa naturalidad. Murnau usa , para representar ese tránsito ensoñador la superposición de imágenes consiguiendo en la escena del encuentro en el bosque con la pérfida "vamp" un arrebatador tapiz caleidoscópico que muestra imágenes urbanas de frenesí dionisíaco con las que la mujer malvada trata de seducir y apartarle de su esposa.
Es una secuencia cargada de simbolismo afín al movimiento expresionista, plasmado en esa luna llena que proyecta un haz fantasmagórico, el vestido oscuro de ella, y ,como marco, el bosque, que podría sugerir incluso una pintura de Friedrich. Todo ello contribuye para reflejar un halo siniestro y casi irreal, como si todas las fuerzas demoníacas se hubiesen aliado en ese perturbador escenario tan caro al romanticismo.
En una escena posterior, la ensoñación cobra un cariz pastoril, idílico y apolíneo. Será ese momento en que él trata denodadamente recuperar a su esposa en la ciudad. Ambos caminan en medio del tumultuoso tráfico y, ante el peligro de que ella sea atropellada., él la coge de la mano y creen ambos, en una idílica ensoñación filmada por superposicíón de imagen, que caminan apaciblemente por el campo. Otra vez se nos presenta la dicotomía vida real/vida soñada. Es uno de los reencuentros más emotivos que se hayan filmado.
Esta cinta muda apenas necesita rótulos para los diálogos, tal es la poesía y elocuencia de las imágenes. Es más, a mi me da la sensación de que la palabra supondría una irrupción fatal, casi una disonancia, como si en en medio de la ejecución de una sinfonía, a uno de los músicos se le cayese el instrumento.
Esta maravilla de Murnau nos procura la satisfacción de un ideal, nos invita a soñar y de alguna manera nos redime de los sinsabores y del drama de nuestras vidas. lleva consigo, un germen de esperanza. Un canto a la vida, de inefable belleza.
pakos
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9
3 de mayo de 2018
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
A mí me consta que el humor de Tati , el maestro del encuadre, es incomprendido por la mayoría. Claro, un sentido del humor tan sutil y abstracto está dirigido a los sibaritas que puedan degustarlo y colocar a este genio inclasificable en el Olimpo solo reservado a Chaplin, Keaton, Lubitsch o Wilder, y no exagero. Mi tío y Las vacaciones del Señor Hulot me parecen dos obras maestras como una catedral. En Mi tío (1958), esa fuente con forma de pescado me sugiere un ominoso y terrible totem amenazante, un símbolo lúcido de un mundo ya alienado por la mecanización y la tecnología. Hay una escena divertidísima que refleja la frivolidad de las clases acomodadas, aquella secuencia en la que la esposa (una esperpéntica maruja) limpia con un trapo el traje del marido mientras éste se dirige al coche para ir a trabajar y luego, para rematar la faena, con el mismo trapo limpia el coche. Tati ridiculiza así los burdos rituales mundanos. No necesita palabras (son incomprensibles), solo se oye un ridículo parloteo, porque en el fondo la mayoría de las veces no decimos absolutamente nada. Profunda y lúcida sátira de los tiempos modernos. Imprescindible.
pakos
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9
3 de mayo de 2018
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Insólita, fascinante y emotiva amalgama romántica de narración clásica de terror (Frankenstein), con claro homenaje a los clásicos de La Universal de los años 30 (Frankenstein, y La novia de Frankenstein), de La Bella y la Bestia, y de comedia con ribetes satíricos que tiene como punto de mira una caterva ociosa de cotillas, aburridas y malintencionadas amas de casa y unos maridos que solo beben cerveza, podan el jardín y ven la televisión, que residen en chalets de tonalidades pastelosas, donde va a recalar nuestro amigo Eduardo, tras despedirse fatalmente de un progenitor (el gran Vincent Price) que deja su creación sin terminar.
El revuelo que ocasiona la presencia de Eduardo en este aburrrido vecindario ávido de acontecimientos le acarreará consecuencias fatales, convirtiéndose en la principal víctima de esta jauría humana.
Mucho peso para la fascinación que ejerce esta cinta lo tiene una subyugante música y algunas escenas de inefable belleza, secuencias de hipnótico lirismo como la de Winona bailando bajo la nieve (más que un plagio, es un guiño cinéfilo a la escena final de El tren de las tres y diez, de Davis) y otra secuencia de honda poesía es una sutil declaración amorosa a través de un diálogo tácito, sustentado por miradas entre Eduardo y ella (Winona), con un programa televisivo (donde Eduardo es utilizado como un monito de feria), como puente comunicativo. Es un recurso, esta interpelación tácita a través de la televisión, que ya había usado Fritz Lang en Mientras Nueva York duerme, un estimable noir.
Johnny Depp da un recital interpretativo a través de expresivas miradas que con asombrosa naturalidad oscilan entre el apasionamiento y la ira (inolvidable verlo, encolerizado, destrozar con su fatal prótesis, todo lo que tiene por delante. Unas tijeras que no solo crean belleza ( con insólita habilidad crea figuras de hielo o sugerentes obras de jardinería), sino que le sirven de arma defensiva y letal.
Gran cinta, una de las mejores de las tres últimas décadas, y una de las películas románticas más conmovedoras y bellas del cine.
pakos
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10
2 de mayo de 2018
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un análisis exhaustivo de su comienzo podría resultar un tanto farragoso debido a la riqueza y complejidad de una hipnótica puesta en escena, que deviene una sinfonía compuesta de un raudal de imágenes y sonidos que cuestan no solo enumerarlos, sino extraer todas sus implicaciones y sugerencias. Tres matones esperan en las inmediaciones de una estación la llegada del tren. Uno, sentado en una silla mecedora echa una siestecita truncada por el papel de la máquina expendedora de billetes del tren y por una mosca inoportuna que surca sus mejillas y a la que trata de espantar en vano a base de soplidos. Otro matón de raza negra, sofocado y con una asombrosa calma, deja que un goteo providencial inunde su sombrero. El otro chasquea nerviosamente sus nudillos. Y en medio de esta espera, Leone nos hipnotiza con una sinfonía de sonidos, cada cual más sugerente: El taconeo de las botas en el suelo de madera, el viento, el rechinar de las aspas de los molinos, gorjeos de pájaros, el zumbido de una mosca, el goteo. el rechinar de los goznes de las puertas, escopetas que se cargan, una puerta que se cierra con estrépito, soplidos, el ruido de una silla mecedora, el chirriar de una tiza en la pizarra, el canto de un gallo ... y uno no terminaría de enumerar tantos sonidos que no solo crean una atmósfera de parsimoniosa pero a la vez tensa espera, sino que son esenciales para la puesta en escena en los momentos claves del arranque, como el estridente silbido del tren, que anuncia su llegada, el ruido de unos pasos presurosos en la huida de la mujer india, los crujidos de los nudillos de uno de los matones que reflejan su impaciencia, una escopeta que se arma con presteza para recibir a "Armónica" ( Bronson)... Para tal audacia de Leone, solo encuentro un parangón con los primeros compases de Sed de mal y con el inicio de La ventana indiscreta, dos arranques prodigiosos que darían para hablar mucho también.
Me imagino esta película proyectada ahora en pantalla grande y ya estoy viendo desfilar a la mayoría por los pasillos, en busca desesperada de la salida, echando un vistazo a los mensajes del móvil o palpando nerviosamente los bolsillos en busca de un pitillo. Es una pena, porque no saben lo que se pierden. Leone ,deliberadamente quiere que nos impacientemos, que nos sofoquemos con el calor, incordiarnos con esa mosca, que participemos en esa interminable espera, poner a prueba nuestra paciencia hasta límites insospechados y lo asombroso es que, muy lejos de irritarnos ya ha logrado el milagro , nos ha hipnotizado para siempre. Creo, en mi humilde opinión de simple aficionado al cine, que esta no solo es la obra maestra de Leone, sino también una de las películas más relevantes que se hayan filmado, sencillamente Cine, con mayúsculas
pakos
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