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España España · Barcelona
Críticas de Manu_el_Ruiz
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Críticas 54
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
8
30 de enero de 2013
12 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Podría parecer que la película habla de desconcierto.

“Atrapada entre el diablo y el profundo mar azul” (C.R.)

Sin duda, habla de inmortalidad.

“Pues aunque el resplandor
que en otro tiempo fue tan brillante
hoy esté por siempre oculto a la mirada,

aunque nada pueda hacer volver la hora
del esplendor en la hierba,
de la gloria en las flores,

no debemos afligirnos,
pues encontraremos fuerza en el recuerdo,
en aquella primera simpatía
que habiendo sido una vez, habrá de ser por siempre,
en los sosegados pensamientos que brotaron
del humano sufrimiento
y en la fe que mira a través de la muerte…” (W.W)
Manu_el_Ruiz
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3
25 de junio de 2012
18 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
(e-mail abierto, enviado en junio de 2012, al Festival de cine de San Sebastián)

Lo que sigue a continuación es tanto una opinión como un desahogo, motivado por un irrefrenable impulso.

Acabo de ver “7 mesas de billar francés”, una película algo antigua (aunque lamentablemente ya lo era en su estreno) y con este e-mail quiero expresar mi indignada sorpresa porque el “Festival de San Sebastián”, reputado y admirable por tantas cosas, haya sido capaz de dar el “Premio del Jurado al mejor guión” a semejante mamotreto, lleno de tópicos, “buenismo” cursi (casi enfermizo) y de una pretenciosa vulgaridad en diálogos y expresiones (y hasta en alguna premiada actuación) No dudo de lo bienintencionada de la propuesta, y más siendo llevada a cabo por mi admirada Gracia Querejeta, pero que esta historia ramplona y amanerada reciba dicho premio es un atentado al cine escrito.

Es solo mi opinión, pero ahí queda.
Manu_el_Ruiz
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1
9 de diciembre de 2011
38 de 56 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siempre he considerado a Pedro Almodóvar un buen director que hace películas malas. Algunas han llegado a tener cosas buenas, pero ha hecho demasiadas excesivamente malas. Sus películas, más que historias contadas, son escenas ensambladas, en función de lo que el director manchego pretende expresar en cada momento. El mal crónico de sus películas son los guiones, ya que Almodóvar es un pésimo guionista, que estructura, describe y dialoga mal y sólo su (a veces) portentosa imaginación consigue salvar fragmentos de sus películas al margen de su conjunto.

“La piel que habito” riza el rizo de lo absolutamente trivial y aquí no sólo falla la estupidez del guion, sino el Almodóvar director, que, con total impudor, hace arrancar la película con “un film de Almodóvar”. El es el creador y sus otros colaboradores puras comparsas en su obra. El problema es que estamos ante una película artificiosa y aburrida, embrollada, impostada y, sobre todo, torpe. Nunca he visto a Almodóvar rodar de manera tan desangelada, mema y desanimada, con una desgana que, en él, raya la obscenidad. La primera media hora de su película parece rodada por un imbécil, que no haría ascos a un tal Ed Wood.

Almodóvar necesita superarse a sí mismo, reinventarse, en cada film, y su reto es impactar, utilizando lo de hacer cine para conseguirlo; lo importante es introducir elementos en la pantalla, al margen de la calidad fílmica, que llamen la atención del público y sorprenda a esos críticos (algunos de este país, España), que parecen haber perdido la capacidad de análisis cinematográfico, impresionados por esta tosca filmación, donde sólo ven lo que el director pretende decir y en ningún momento lo que en realidad dice; algo que debe ser normal en un país donde triunfa una programa televisivo llamado “Sálvame”, interpretado, día sí y otro también, por los peores actores del país y los guionistas más nauseabundos y enfermos.

“La piel que habito” es una historia imposible, zafia y cansina, mal rodada, mal ambientada, de insípido "atrezzo", pesimamente interpretada, sobre todo por un Banderas impávido y una Marisa Paredes que siempre hace la misma interpretación a pesar del papel que le toque interpretar. La historia es surrealista (en despectivo), perezosamente fotografiada (por mi admirado y venerado José Luis Alcaine), la planificación es de una vulgaridad descarada y se nota que está rodada sin ganas ni pasión. Ni la vital actuación de Elena Anaya, entregada en su papel, ni la maravillosa y apropiada música de Alberto Iglesias podrán impedir que le ponga más de una estrella a este bodrio cinematográfico, obra de un megalómano venido a menos.

Quo Vadis, Almodóvar? Quizás ya no tienes nada que decir y te empeñas en seguir rodando para reinventarte día a día. Almodóvar no necesita crear, necesita ser admirado… y eso es triste en alguien que podría dar tanto de sí.
Manu_el_Ruiz
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6
20 de noviembre de 2011
20 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Partiendo de una premisa tan elemental como tópica “Ahora o nunca” (excesiva obviedad del título español para “The bucket list”) tiene un arranque amable e incluso agradable, no exento de fatalidad, cuando presenta a los dos antagonistas, con los que asistiremos a todas esas vicisitudes que van a compartir. Estamos ante una película bienintencionada y no dudo que honesta, pero acaba resultando demasiado blanda y tópica, sin omitir ramalazos de artificiosidad y momentos cursis.

Nicholson compone una vez más uno de sus eternos papeles (y no precisamente de los más trascendentes en su firmamento fílmico) de huraño, hostil, irritado… pero con su puntito de humanidad y tolerancia. Es fácil sentar las bases de una futura historia cuando los antagonistas con los que vamos a compartir parte de su precario futuro son, por una parte, el blanco, gruñón y rico y, por la otra, el negro, comprensivo y pobre, ya que a partir de ese momento todas las anécdotas, tanto las divertidas como las dramáticas, girarán en torno a ambas personalidades.

La película se desliza por derroteros amables, tratando de que el espectador conecte con ese drama que habrá de contemplar, aunque no evita ciertas dosis de incómoda trascendencia en su planificación (excesivamente televisiva) que, no sólo molesta, sino que empaña ese deseo de mostrar de la forma más natural posible esa íntima tragedia a la que asistimos. Cuando algún personaje habla, pretendiendo decir algo importante, o que suene a importante, la cámara se le acerca lentamente hasta encuadrar su rostro e imponer ese plano al espectador, junto a lo que dice… o sea, subraya con la imagen lo que subraya la palabra… acompañado por el subrayado de la música. Resumiendo, abuso de “ternurismo”

“Ahora o nunca” pretende provocar la lágrima fácil a través de esa emociones humanas y trágicas pero expuestas con un cierto desapego, lo que distancia la identificación crucial del espectador con lo que ve. Lo que aparece en pantalla no deja de ser una mezcla de tragicomedia, expuesta con tanta pulcritud, que aleja todo impacto de esa tragedia real que viven sus protagonistas.

Todo cuanto acontece en esta agradable, pero blanda, película es tan previsible como amable. Desde sus disquisiciones metafísicas o religiosas, hasta sus reflexiones místicas cargadas de moralina. Es una lástima que su comienzo más o menos atrevido (dentro de los parámetros en que la película se mueve) desfallezca en un posterior desarrollo, lleno de tópicos, algo de empalago y esa dicotomía entre sensibilidad y sensiblería que en ningún momento abandona el film. No negaré que en esta película, aparte de la sonrisa que puede provocar, persiste la honestidad de un deseo que nos habla sobre unas vidas capaces de superar los estrechos límites de la intolerancia y la desidia en que vivían.
Manu_el_Ruiz
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6
10 de noviembre de 2011
22 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Tierras de penumbra” es ante todo una película mediocre, pero de enfermiza belleza; de atractivo envoltorio y sugestiva trama, aunque acartonada, alargada y un tanto hueca y efectista, dentro de su excesiva contención formal. Attenborough parecía tanto el director adecuado, por el rigor narrativo con que filma sus películas, como el inadecuado, porque suele incluir aburrida sobriedad y plomiza divagación discursiva.

“El dolor de entonces es parte de la felicidad de ahora”, “El hombre elige el sufrimiento. El dolor de ahora es parte de la felicidad de entonces. Ese es el trato”… El dolor, físico y emocional, actúa como desencadenante de tanta abstracción, más o menos esforzada, a la que se entregan de manera consciente los protagonistas, y sobre todo C.S. Lewis, que aparece como un ser triste, amargado y sombrío. Sólo sabemos que ama o que ha sentido la felicidad porque lo dicen sus palabras, nunca sus gestos ni su mirada. El profundo mensaje, que la película pretende transmitir, queda vacío de contenido por lo poco definidos e imprecisos que resultan sus protagonistas, a pesar del esfuerzo de los actores. Nunca vemos amor entre Lewis y Joy, ni deseo, ni sexo; sólo estoicismo, entre frases y escenas de pretendido impacto dramático. Son dos seres grises, mortificados, de parca capacidad emocional, destinados al dolor y a la resignación, como si fuera el precio a pagar por las inquietudes del alma.

“Tierras de penumbra” es una película demasiado esteticista, tanto en su fisicidad como en las inquietudes de sus personajes. En un trascendente momento, Joy Gresham expone a Lewis lo que siente. Attenborough los muestra en un plano general, frente a frente. El espacio es la campiña inglesa, el plano distante, es hermoso. Attenborough parece sentir pudor por lo que hablan y se mantiene a una cierta distancia, respetando su intimidad. De repente, en mitad del dialogo, pasa a un primer plano y a un tópico y vulgar contraplano. Attenbourg ha dejado de respetar esa intimidad, ya sólo le interesa la estética de la planificación.

El problema de “Tierras…” es que su director se preocupa por crear ambientes y personajes adecuados a su discurso cinematográfico y abandona la intensidad del problema emocional en que viven. A pesar de la calidez de su fotografía, es una película fría, hueca y, lo que es peor, torpe. Attenborough realiza su film con desapego hacia el discurso moral y ético que la historia conlleva, se aleja de sus personajes y sólo parece interesado en crear un ambiente sugestivo, puramente formal, con que llamar la atención del espectador.

“Leemos para saber que no estamos solos”… Lewis sabe lo solo que está por mucho que llegue a leer. Parece que un tremendo vacío existencial y una profunda amargura le lleva a sentir que la felicidad es complemento del dolor, como una forma de redención a sus profundas dudas existenciales.
Sólo los seres tristes y apesadumbrados viven confinados en sombrías “Tierras de penumbra”
Manu_el_Ruiz
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