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España España · morgadáns
Críticas de árbore
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Críticas 19
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
9
29 de marzo de 2013
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la lista de mejores películas del año pasado no había llegado a ‘jagten‘ pero creía que estaría en ella, pensaba lo mismo de ‘dans la maison‘ de François Ozon. Con ‘jagten‘ se confirmaron las expectativas un mucho, con ‘dans la maison‘ varios peldaños menos pero esa es otra historia. Y para hablar un poco de ‘jagten’ tendría que hacerlo de Thomas Vinterberg. Y claro, es inevitable hablar de ‘festen’ y hablar de esa cosa llamada dogma. Y aunque podría parecer un aserto molón para llegar más fácil a la esencia de las cosas, sentimientos, o personas, el rollo dogma como que no. Más aún por lo mal que me cae Lars von trier, pero esa es también otra historia. Pero debo agradecer al capullo de Von Trier haberme acercado a Susanne Bier y a Thomas Vinterberg que tal vez sin la ayuda de su parrafada poser no habría conocido.

‘festen’ es bien, porque en las familias de mansiones y cocktails hay mucha mierda y mola ver ese esqueleto sórdido que las pajaritas malamente consiguen esconder. De hecho el ambiente en ‘festen’ o ‘jagten‘ me parece más sórdido que en ‘submarino‘, aunque el suburbio o la mugre despisten. El suburbio es el suburbio con todas las connotaciones despectivas asociadas a la vida en el alambre. Vinterberg en ‘submarino‘ apunta a la degradación personal de los supervivientes a infancias desestructuradas y a su redención (me acuerdo aquí del notable debut de angelina nikonova ‘portret v sumerkakh‘). Cuenta vinterberg que en 1999 llamó a su puerta un reconocido psicólogo infantil danés para hablarle de la memoria reprimida y de una teoría: “el pensamiento es un virus“. Vinterberg no le hizo caso, pero diez años después necesitó un psicólogo así que llamó para pedirle disculpas y sí leyó los papeles que le había llevado aquella noche tras confesar que le habían dejado en shock.

Y de ahí nació ’jagten’, una caza de brujas en un paisaje donde los adultos juegan a ser niños hasta que los niños juegan a ser adultos. Aquí el foco apunta a la degradación de la sociedad, sujeta por los alfileres de la buena educación y del buen ver. Y ahí el envoltorio cuando rascas un poquito se descompone en mil pedazos, incapaz de ocultar el “todo el mundo es culpable hasta que se demuestre lo contrario” (también me acuerdo aquí de ‘capturing the friedmans’), porque sí, el mundo actual funciona al revés y la presunción de inocencia es algo que difícilmente manejan nuestros esquemas mentales. ¿Creerías antes a tu mejor amigo o a tu hijo de 4 años?

Creo que los seres humanos se dividen en cuatro grupos en función de lo que parecen superficialmente y de lo que en realidad son. Hablo de los malos/malos (parecen y lo son, nada que objetar), los buenos/buenos, los malos/buenos (difíciles de adivinar) y los más peligrosos, los buenos/malos. En ‘jagten‘ un enooorme Mads Mikkelsen choca frontalmente con una sociedad buena/mala, con el ‘tú difama que algo queda“, de ahí que su integridad le impida siquiera defenderse ante los ataques nacidos de una base moral tan sólida como un castillo de arena cuando el telediario anuncia alerta naranja, por muy pomposo que resulte a la vista el estado de bienestar de un país, Dinamarca, de los más modernos y desarrollados del mundo.
árbore
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10
30 de diciembre de 2012
13 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para hablar de Haneke es inevitable tirar de teoría, en concreto la relativa al ser humano y su incapacidad para ser feliz. Y puede que haya un poco de trampa ahí, ya que hablar de nuestro lado azul resulta infinitamente más fácil que hablar de la huerta y su alegría. Pero dentro de esa facilidad hay niveles, y Haneke se desenvuelve como nadie (¿tal vez Zonca?) en el ecosistema de las emociones afiladas. El ser humano mal aspectado maneja perfectamente el tempo de la desazón, miedo, melancolía, e incluso sabe medir la pegada de la violencia, sea individual o estructural, la acometa o no. En una librería encontrarás un buen puñado de libros que intentarán ayudarte a ser feliz, pero no encontrarás ninguno que te dé pistas para ser infeliz, porque el ser humano tiende al masoquismo, a la autocompasión o al victimismo, y no necesita que nadie le guíe en el abismo ya que venimos de serie con el software instalado.

Que Haneke sea un maestro en el manejo de la violencia y sus caras a mi me lo demuestra siempre por esa puesta en escena tan aséptica, tan esterilizada, podría parecer que la visión inmaculada resta pegada pero siempre provoca el efecto contrario. La bofetada de "Amour" me parece más violenta que el puñetazo en la barriga que Philippe Nahon atiza en "Seul contre tous", a Gaspar Noé le pone el borbotón a Haneke los guantes blancos. Haneke fija el ojo en las aristas, coloca la cámara siempre en el ángulo correcto y resuelve las distancias como nadie, filme palomas o humanos, para ya no meterte en la historia, más bien hacerte cómplice de lo que allí suceda.

Si en “Funny games” uno de los protagonistas se dirigía a la pantalla para hablarte a ti directamente, en “Amour” la cerradura del apartamento en el que se desarrolla la historia está forzada, es decir, hemos forzado una puerta para cotillear la intimidad de una pareja, ya no somos sólo espectadores, somos delincuentes. recurso que también utiliza Jaime Rosales en “Sueño y silencio” cuando Oriol se da la vuelta en el parque tras darse cuenta que eres tú el que le estás siguiendo.

En "Amour" sin embargo, la glaciación emocional desaparece como brújula, dejando paso a una historia de amor crepuscular, tan sencilla como luminosa. ¿Haneke hablando de amor verdadero? pues sí, esta película es una definición muy precisa de ese sentimiento total, de esa expresión vital y afectiva, inmanente en su capacidad de ser con el otro u otra como sucede con la espléndida Emmanuelle Riva. Que resulte dolorosa o retorcida, me lleva a pensar en lo poco que sabemos del amor, la realidad está ahí para el que quiera verla, el que prefiera cerrar los ojos está perdido, que se lo pregunten al papel que interpreta magistralmente Isabelle Huppert. hablemos de cosas serias como dice Jean-Louis Trintignant, hablemos de que si esto es una película dura el ser humano se ha olvidado de sentir. la angustia nace siempre de la desconexión con la realidad, si aceptamos vivir lo desagradable hasta el fondo llegaremos a la verdad.

Para mi es de todo eso de lo que habla “Amour”, por lo tanto estoy a bastantes órbitas de considerarla una película dura, creo que no sabemos ser felices porque entendemos como un problema tener problemas y olvidamos que la existencia misma es felicidad a pesar de los picos en la gráfica de nuestra vida.
árbore
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The Call of the Wild
Documental
Estados Unidos2007
--
Documental, Intervenciones de: Thomas Clausen, Will Forsberg, Leonard Knight
8
28 de mayo de 2012
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace cuatro años dejé una fotografía de Christopher McCandless en mi blog y una cita de Thoreau. En aquel momento, tras ver “Into the wild”, tenía a McCandless como a un tipo sanamente envidiable. Tras ver el documental “The call of the wild” de Ron Lamothe, mi punto de vista ha cambiado.

“The call of the wild” es más un documental sobre Ron Lamothe que sobre chris McCandless, realmente tira de la vida de McCandless para contar la suya apoyado en algún paralelismo. En cualquier caso arroja datos que ayudan a entender mejor la verdadera historia. Entre otras cosas te das cuenta que película y documental coincidieron en tiempo, se puede ver al propio Sean Penn dirigiendo algunas escenas o a todo su equipo en una de las localizaciones. Y ahí uno se da cuenta de la mezquindad de Sean Penn y su equipo cuando prohibieron que todo un pueblo accediese a ser entrevistado por Lamothe. Vale que asumimos un exceso de azúcar en las producciones hollywoodienses, pero en este caso sus artes resultan especialmente deleznables por obstaculizar esa cosa llamada verdad. Porque “Into the wild” omite, a propósito, datos capitales para entender a McCandless, entre ellos, notas desesperadas de auxilio.

McCandless murió de inanición (no envenenado), absolutamente desesperado, y no por haberse dado cuenta de que la felicidad sólo existe si es compartida, más bien porque se moría literalmente de hambre y aunque suplicó ayuda no encontró respuesta. La evolución de la expresión de sus ojos a través de las fotografías es tremendamente esclarecedora, mucho más explícita que cualquier película, documental o crítica de todo a cien como ésta. Es inimaginable el sufrimiento de sus últimos días, de sus últimas horas. Nada que ver con ese clip almibarado en el final del “producto” seanpenniano.

Sigo a teniendo a McCandless como a un tipo romántico que decidió vivir la vida que eligió, algo que difícilmente podemos hacer ninguno de nosotros. aunque esa vida, más que una experiencia mística, fue un suicidio. Ser radical no es tirarse la manta a la cabeza y aventurarse a vivir en los bosques de Alaska, el mayor desafío es disuadir tu espíritu inconformista en favor de una vida supuestamente menos excitante, pero rodeado de las personas que te quieren, existan, o decidas crearlas. Thoreau, tras dos años viviendo en Walden, volvió con su familia. Ése es el reto, eso es envidiable, sanamente o no.
árbore
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10
16 de febrero de 2012
22 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si el propio Béla Tarr afirma que la película nació en 1985, cuando László Krasznahorkai (responsable del guión) escribió un relato acerca de la anécdota entre Nietzsche y el caballo que abrazó después de contemplar el maltrato infligido por su cochero, negando por agotamiento el seguir andando, es lógico quedarse bloqueado a la hora de emitir un juicio mínimamente sensato tras terminar de ver The Turin Horse (¿necesitará la humanidad 20 años para entenderla?), película que intenta despejar la pregunta que planteó László en 1985; de Nietzsche sabemos que la resaca de ese episodio derivó en la pérdida del habla y la razón hasta el último de sus días, pero ¿y qué pasó con el caballo?

Y ahí empieza la película, con probablemente la secuencia más poderosa que haya visto en mi vida. todo el drama que cabe en el mundo contenido en un plano secuencia de cinco minutos sostenido por una banda sonora apocalíptica (Myhály Vig que estás en los cielos), una fotografía asoladora (Fred Kelemen santificado sea tu nombre), con las estereotipias afines a los animales vencidos por el horror (el balanceo de la cabeza, el rumiar estéril de las correas, el galope mortecino) y el viento, sí, el mismo que se lleva las palabras pero no los hechos, de ahí que azote con violencia inmisericorde durante las dos horas y media que dura la agonía de la humanidad.

A partir de ahí Béla Tarr y su mujer Ágnes Hranitzky destruyen en seis días lo que dios creó en ese mismo tiempo, y lo hacen sin azúcar y sin sal más allá del aderezo de las patatas, el recuerdo de la fertilidad de la tierra cuando la humanidad trataba con cariño el arado. Convirtiendo la cámara en un taladro que percute repetidamente las bases de la moral y la ética que deberían otorgarle a la humanidad los parámetros correctos para moverse con franqueza y honestidad por ese mundo que nos han regalado, y que, día a día, aniquilamos sin pararnos a pensar qué coño va a pasar cuando lo hayamos destruido. Y aquí recupero un texto de Nietzsche que leí ayer al meterme en cama de "Así habló Zaratustra": "si tuviéseis más fé en la vida, os abandonariais menos al momento. ¡pero no tenéis bastante valor interior para la espera ni tampoco para la pereza!". Nietzsche empatizó con un caballo porque no entendía cómo el ser humano, con todo el intelecto que se le presupone, no es capaz de entender la libertad de aquellos que le rodean, sean animales, como en este caso, o humanos como en el rudo comportamiento que el padre regala a su hija, al caballo, a los gitanos o así mismo, al fin y al cabo la violencia empleada en pelar, romper y devorar las patatas no es más que una proyección de la frustración del que se ha perdido en la ignorancia de su yo.

(sigo en spoiler por falta de espacio)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
árbore
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10
25 de enero de 2012
28 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
"... para practicar de este modo la lectura como arte se necesita ante todo una cosa que es precisamente hoy en día la más olvidada... una cosa para la cual se ha de ser casi vaca y, en todo caso no hombre moderno: el rumiar. "

Recupero estas palabras de Nietzsche de "La Genealogía de la Moral" porque valen más que cualquier crítica que pueda escribir. En realidad la consideración moral de las vacas por parte de Nietzsche no dista de ese episodio de iluminación tras ver un burro en el ya citado pasaje de Dostoievski en "El Idiota".

“Au Hasard Balthazar” es el mejor reflejo de la miseria animal humana, porque aunque el burro Baltazhar no es humano, es un animal como tú, como yo y como el vecino del quinto. Es decir, es un ser con la fea costumbre de querer comer y beber todos los días, un individuo con necesidades tan extravagantes como necesitar cagar y mear tranquilo, con necesidades sexuales que le lleven a querer follar de vez en cuando y de cuando en vez, y con una incomprensible respuesta a los estímulos que le sumen en el terror al escuchar la explosión de unos petardos, a rebuznar cuando reconoce a uno de sus maltratadotes, a temblar cuando está cubierto de nieve o a buscar cobijo cuando consigue deshacerse de otro de sus “dueños”. Dentro de sus aspiraciones existenciales, un burro es un ser descabellado, culpable de pretender crear clanes aunque no sean de su especie (véanse las ovejas). Y que por extraño que parezca, se echa a correr cuando le queman la cola, o agacha la cabeza cuando alguien le acaricia, hablamos de un objeto capaz de reír o de llorar. Qué desfachatez.

El valor de esta película reside en que Bresson otorga los mismos privilegios a los animales humanos que la interpretan que a Baltazhar, un burro. No crea fisuras en el tratamiento porque no distingue diferencias entre dos individuos por su especie. Es decir, Bresson se toma en serio a Baltazhar, de ahí que no buscase un burro adiestrado para hacer la película, buscó a un burro sin más, no busca el antropomorfismo del animal no humano, busca la misma honestidad que en un actor primerizo o inexperto. Y si se ha alabado en multitud de ocasiones el humanismo en el cine de Bresson hay que quitarse el sombrero ante su sorprendente animalismo, su inteligencia y su empatía.

(Sigo en spoiler por falta de espacio)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
árbore
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