Conocidos los precedentes del director, tampoco me esperaba gran cosa. Me da la impresión de que confunde lo grande con lo bueno. Cuanto más grande y más aparatoso, mejor va a ser el producto.
Seguramente a muchos espectadores les asaltará la duda de si han visto algo de calidad o no. Porque, ¿cómo no va ser bueno algo tan caro?
El argumento tiene un interés limitado, pero habría valido si el guión hubiera sido bueno. Y desde luego que no me lo parece. Acumulación de lugares comunes, escasa credibilidad, escenas risibles -esa especie de carrera por embarcar el ganado antes que los rivales-, mediocre desarrollo de los personajes... En fin, mucho envoltorio y poca chicha cinematográfica.
La sensación que deja es de producto lujoso, bellos paisajes, buena banda sonora, y poco más. Distraer, distrae, aunque le sobran minutos por un tubo, por culpa del inexistente sentido de la elipsis del "autor".
Los protagonistas intentan aportar glamur a la cosa. Son guapos, no pasarán sus interpretaciones a la historia del cine -ni a la suya propia- y hacen lo que pueden, ya que el asunto no daba para más.
Es lo que yo calificaría de una mala "buena película". Entiéndase como algo con apariencia de bueno pero que no lo es.

Tras el grato recuerdo que me dejó Casino Royale, aunque ahora mismo apenas me viene a la memoria nada de su argumento, esperaba bastante más de esta nueva entrega.
Siguen funcionando las escenas de acción, pero se supone que debe haber un argumento y este ser desarrollado en algo parecido a un guión.
Pues bien, quien suscribe apenas ha visto esto por ningún lado. Una sucesión de cambios de escenario traída por los pelos, un argumento confuso, unos malos sin gancho y unas mozas que son muy majas -hasta ahí podíamos llegar- pero no tienen glamour alguno.

Curiosamente el personaje de Bond está bien desarrollado y lo llevan ahora por unos senderos interesantes. Además, Craig da muy bien el tipo. Pero, amigos, ¿no sería más interesante que contaran algo con más gancho e imaginación?
He visto todas las películas de la serie desde mediados de los sesenta y recuerdo con bastante nitidez de qué iban las primeras. Confieso que de otras muchas, y entre ellas la que ahora nos llega, nada de nada.
Hagan la prueba. Pregunten a la salida al personal que hagan una sinopsis sobre el argumento. Les dirán que ha sido muy entretenida, que se han divertido... ¿Pero de qué va? Pues... pues... no sé qué del agua.
Ah, vale.
Aunque a lo mejor tienen razón. Para qué discurrir si el personal va a ir a verla, yo incluído, es cierto.
A estas horas, digamos lo que digamos, ya está amortizada...

¿Huelga de guionistas? Yo creo que aún dura.

El hecho de que una película llegue con la etiqueta de "indie" no significa que haya que darla por buena. Y si encima te la colocan doblada, para qué vamos a hablar.
Esta especie de comedia siniestro-bizarra-escatológico-irreverente, juega a ponerse tremendista y no pasa de ser una sucesión de tonterías con algún que otro acierto por el medio.
Mal explicadas las escenas relativas al pasado, con un final traído por los pelos, me da la impresión de que es mucho menos de los que sus autores creen.
Ahora bien, igual hay que la toma como el paradigma de lo posmoderno. Ya me dirán estos si dentro de unos meses o algunas semanas les ha quedado algún recuerdo de este producto.

Solo de pensar lo que otros hubieran hecho con un planteamiento como el de esta película, aún me parece mejor el resultado obtenido por Assayas en su propuesta.
Su tono contenido, su elegancia, la exquisitez, la suma de pequeños detalles que engradecen una historia de por sí escasa en incidencias, nos vuelven a demostrar que el cine francés continúa en buen momento, y raro es el año que no manda un puñado de interesantes películas.
Parece que no pasan muchas cosas, pero sí pasan. Pasa... la vida. No hay estridencias, no hay gritos, no hay desgarros, pero sí sutileza, sí cierta melancolía, sí una hermosa reflexión sobre el arte, entre otras muchas cosas.
Actores competentes, puesta en escena elegante, sin estridencias, simplemente poniendo la cámara donde tiene que estar.
Buen cine, en suma.

Gerardo Herrero apenas ha culminado una película redonda como director. Pero al menos en el melo y en el drama ha apuntado ciertas maneras. Ahora ha querido probar con la comedia, modalidad negra, y ha despachado una de las peores películas de la temporada, que ya es decir.
Porque no hay nada más triste que una comedia sin gracia. Tenía a su favor un trío de protagonistas de postín, un escenario hermoso, e incluso una idea, que si no original, sí que daba para mucho más.
Pero es evidente que no estamos en los tiempos de la Ealing y aquellas viejas comedias con Alec Guinness y compañía. Lo de ahora es querer y no poder... o no saber.

Y dicen que es muy divertida. En fin...

Mariano Ozores le habría sacado mucho más partido.