"La Tierra contra los platillos volantes" o "Earth vs. Flying Saucers" encarna la quintaesencia de la ciencia-ficción de serie B de los años 50, con una historia sencilla y atrapante, una pareja protagonista involucrada de lleno en los acontecimientos y una estrella invitada que acapara toda la atención, en este caso: los extraterrestres, rígidos humanoides con menos movilidad que un Playmobil.

Es sorprendente la cantidad de datos científicos que se dan, algo inusual en otras producciones de serie B de la época, aunque esta información sea demasiado insustancial y esté tratada con un rigor muy escaso: campos magnéticos, rayos sónicos, electricidad sólida y los efectos de la relatividad del tiempo en el organismo (¡No tengo pulso!) son sólo una muestra de la desbordante imaginación de los guionistas puesta al servicio del espectáculo.

Nada extraño por otra parte; lo sorprendente resultaría una información precisa y exhaustiva en una cinta de estas características. Con todo, estos errores son perfectamente perdonables y no interfieren en el resultado final de una obra que deja momentos para la historia, como los OVNIS volando amenzantes sobre los edifcios más representativos de cada país o el amenazante mensaje emitido en diferentes idiomas, imitados hasta la saciedad en el género.

Una película en la que los alienígenas de turno matan a los humanos inyectándoles alcohol directamente en sangre, no puede ser mala, al menos no demasiado. Y es que para llevar a sus víctimas a ese trágico fin, el líquido inyectado tiene que ser whisky Dyc por lo menos; eso sí, envejecido en el espacio.

Desde el comienzo con la voz en off hasta el inverosímil desenlace, la película avanza como un bizarro cóctel de terror y comedia. Guión calamitoso, interpretaciones peor que malas, efectos especiales de risa... no se merece el aprobado, pero aún así, le pongo un 5.

Por el alcohol, como dice Homer Simpson: "causa, y a la vez solución, de todos los problemas de la vida."

Un clásico del cine de ciencia-ficción de los 50, y uno de los mayores exponentes del cine de monstruos tan de moda por aquel entonces, "La Humanidad en Peligro" narra el ataque de hormigas gigantes mutadas por la explosión de una puebla nuclear.

La historia a cargo de George Worthing Yates, responsable de otros muchos relatos de ciencia-ficción y adaptaciones cinematográficas, resulta original y entretenida, con un ritmo constante, sin caídas y un metraje más que ajustado, distinguiéndose dos partes claramente diferenciadas. Por una lado, la primera mitad, en la que predomina la intriga y la investigación policial sobre las causas de los incidentes con los que da comienzo, y por otra parte, la esencia del cine catastrofista y de acción del tramo final de la cinta, en los que no falta ni el clásico discurso apocalíptico a los medios de comunicación ni la intervención del ejército.

En el apartado visual, y a pesar de sus evidentes fallos técnicos (errores de raccord, sombras de micrófonos, reflejos de cámaras) tan típicos de la serie B, cuenta con unos efectos especiales de aceptable calidad para su época, pero que a día de hoy resultan demasiado evidentes, si bien no constituyen un inconveniente fundamental para su visionado, que ya es bastante.

Them!, como se titula en su versión original, es una película mítica del género, que gustará a quienes sepan abstraerse de las obviedades y sepan contemplarla con la perspectiva que merece.

"Los Chicos del Maíz" comienza con una secuencia visualmente impactante: el episodio más sangriento de la película que seguramente sea también lo mejor del film. A partir de ahí, la historia avanza con evidentes carencias en el guión pero de forma digna, manteniendo la tensión y generando en el espectador un miedo diferente.
Y es que después de los tiburones, momias, vampiros, fantasmas, Godzillas y aliens de los que el cine ha hecho uso para provocar miedo en el espectador, resulta curioso que el encargado de transmitir esa sensación aquí no sea otro que un inmóvil campo de maíz. Este marco es la clave en la ambientación, haciendo de escenario y personaje a la vez de un modo nada convencional.

Destaca la utilización de la cámara subjetiva y de planos en contrapicado mostrando el punto de vista de los niños, lo que acentúa aún más la sensación de inmensidad del campo que los rodea y aísla del mundo exterior.

La otra clave son los niños, presentados al espectador en la violenta escena inicial. Desde los entrañables hermanos Job y Sarah, al desequilibrado Malachai, que más que Malachai parece Mick Jagger de joven, y haciendo especial hincapié en John Franklin como Isaac, que causa desasosiego cada vez que aparece en pantalla. Los protagonistas adultos no destacan especialmente, pero su papel es meramente circunstancial y ceden todo el protagonismos a "Los Chicos del Maíz".

"Invasores de Marte" supone un remake del film homónimo de 1953 dirigido por William Cameron Menzies. Mientras que en aquel se percibía el aroma de la genuina serie B, en éste más que un aroma es un olor cansino y artificial, como los ambientadores de los baños de las gasolineras.

Aunque muchas escenas están fusiladas tal cual de su predecesora, nada queda aquí de la atractiva estética del original; la idea es transformada de una película con carácter a un vulgar producto que sólo produce indiferencia. Sin embargo, después de que Tobe Hooper no obsequiara con clásicos del terror y la ciencia-ficción como "La Masacre de Texas", "Poltergeist" o "La casa de los horrores", resulta inevitable exigir a esta cinta algo más.

Los primeros minutos son pasables, a pesar de la actuación del niño, más bien discreta, y la primera mitad de la película, aun no teniendo apenas efectos especiales, es la que mejor consigue transmitir la atmósfera que pretende crear. A partir de la charla con los militares, todo cae en picado y se convierte en un despropósito con escenas de acción metidas a calzador. Eso no por no hablar del atrezzo: los más de 20 años que tiene a sus espaldas no son excusas para mostrar unos escenarios que menos miedo inspiran cualquier cosa, y unos disfraces que parecen sacados de los Power Rangers.

En definitiva, recomendada sólo para los fieles de Tobe Hooper o aquellos muy interesados en ver una nueva versión de la original.