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España España · Santa cruz de Tenerife
Críticas de pakos
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Críticas 26
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
10
14 de mayo de 2018
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dave Bannion (Glenn Ford), un honesto policía, pierde a su mujer, que no sobrevive a un explosivo letal que en principio estaba destinado a su marido, un Ford que al inicio de la película trataba de esclarecer una escabrosa trama de corrupción que tiene como primera víctima a un compañero de trabajo que se suicida. La muerte irreparable de su mujer espolea su deseo de justicia y venganza. Apartado del cuerpo de policía por sus corruptos compañeros, tendrá que actuar por su cuenta para perseguir a los ejecutores del crimen. Gloria Grahamm, vive en un mundo de apariencias, rodeada de repulsivas "sanguijuelas". La vemos en los primeros compases de la cinta agitando una coctelera (primer plano de la coctelera y luego prodigioso encuadre de ella) mientras menea sus caderas a ritmo de una música que suena en una de las fiestas del abominable jefe de Lee Marvin , y a continuación ilustrando y satirizando el servilismo congénito de los matones con una irónica y burlona reverencia dedicada al jefe. Grahamm, novia del villano Lee Marvin ( mano derecha del jefe) recala en la vida de Glenn Ford, tras un encuentro en un bar. Ella quedará horriblemente desfigurada por su abominable novio (magnífico Marvin en su papel) y luego buscará refugio en un Glenn Ford que le ofrece protección, mientras éste continúa con sus pesquisas. La venganza, llevada a cabo por Gloria Grahamm en los postreros compases de la cinta, matando a una de las encubridoras de la trama de corrupción y luego arrojando el café hirviendo a Lee Marvin, y pagándole así con la misma moneda, es uno de los gestos heroicos más impactantes y emotivos que uno recuerde.
Nunca me ha parecido tan convincente Glenn Ford como en esta maravilla de Lang. Es capaz de actuar solo con la mirada, en un asombroso registro que oscila entre la ira, el dolor contenido y la ternura evocadora en la escena final con Grahamm. Hay una escena que refrenda su portentosa interpretación. Se trata de aquella secuencia en que proyecta una mirada acuosa de dolor reprimido mientras aprieta los labios, sobre su casa ya desamueblada tras la muerte de su esposa.(Fritz Lang traza una prodigiosa panorámica en vacío )
Desgarradora cinta, probablemente la más dura de Fritz Lang, un noir amargo y violento, sin concesiones, pero con ese fulgor esperanzador que parece que lleven consigo todas las grandes obras de arte. Gloria Gahamm (interpretación memorable) se despide de este mundo retorcida de dolor, tras dos disparos letales de uno los mejores villanos del celuloide, Lee Marvin (nuestro inolvidable "Liberty en la cinta mítica de John Ford), pero en esos instantes finales aún nuestra heroína tiene la oportunidad de corregir en su imaginación su dramática y desdichada vida escuchando el relato de la envidiable e idílica vida matrimonial de un Glenn Ford que le ofrece así el mejor regalo como compensación al heroísmo romántico de este mujer humillada y marcada brutalmente en su rostro con una horrible cicatriz, indeleble huella que dará un giro a una dramática vida que de alguna manera ha tenido sentido por su ejemplar gesto altruista, dar la vida por un amor imposible ( Glenn Ford), pero no por ello, menos real. "Debió ser una mujer maravillosa" ( refiriéndose a la mujer asesinada de Glenn Ford), le dice ella mientras agoniza tendida en el suelo... " Voy a morir, ¿no es así?" le dice ella. " Si te dijera que vas a vivir 100 años más, te mentiría", le dice un Glenn Ford que sigue evocando su sencilla idílica vida sentimental con la mirada acuosa de incipientes lágrimas, pero esbozando una encantadora sonrisa que emana del recuerdo de los momentos felices con su difunta esposa. Pocas veces se ha reflejado en el cine un amor platónico de forma tan convincente y conmovedora, con ese desgarrador lirismo del recuerdo, de la evocación que parece refutar la muerte..
pakos
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10
13 de mayo de 2018
13 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Western barroco con ingredientes tan caros al romanticismo: simbología ( el vestido blanco de Viena, el vestido negro de Emma), elementos oníricos, expresionistas, irreales ( el salón de Viena, una cueva en medio de la nada anegada por la tormenta de viento y polvo, la sala de juegos sin clientes, con autómatas crupiers que hacen girar, a la orden de Viena, una ruleta casi fantasmal. Elementos caricaturizadores, distanciadores como el significativo y quijotesco apodo de "Danzarín". El halo fúnebre y fantasmal desde el inicio con la tormenta hasta la aparición de ese "Ejército de las Tinieblas" ( todos de negro) guiados por esa mujer que parece encarnar al mismísimo Diablo, Emma ( inolvidable la secuencia en la que celebra con carcajada de sádica voluptuosidad el incendio del salón de Viena).
Pero el punto álgido para mí y para muchos cinéfilos más, supongo, es el diálogo que sostienen Johnny y Viena en el salón, tras unos cuantos años sin saber nada uno del otro. Los dos, incapaces de conciliar el sueño ni con la ayuda del Whisky, inician una mítica conversación cargada de ironía, de rencores enquistados y al fin de pasión liberada que constituye una de las escenas más arrebatadoras y conmovedoras del cine y, que supongo sería uno de los detonantes para que Godard dijera que "Ray es el cine".
Johnny: ¿A cuántos hombres has olvidado?. Viena: "A tantos como tu mujeres has conocido" "Miénteme, dime que me has esperado todos estos años". Se levanta impulsivamente Johnny y le dice: "No te vayas". Viena: "Pero si no me he movido". Johnny: " Dime algo bonito". Viena: "¿Qué deseas oír?". Johnny ( con pasión desesperada): "Miénteme, dime que me has esperado estos 5 años". Viena ( con irónica indolencia): "Te he esperado estos 5 años". Johnny: ..." y que habrías muerto si no hubiese venido". Viena ( con fingida e irónica indolencia): " Habría muerto si tú no hubieras venido". Johnny ( con pasión): "y que todavía me quieres como yo te quiero a ti. Viena (indolente aún): " Todavía te quiero como tú me quieres a mi". Johnny ( resentido, se toma un lingotazo con gesto de irónico desprecio): " Gracias". Esa respuesta irónica y despectiva desata la furia de una Viena que ya no se puede contener y entre los dos inician una "tormenta" de reproches hasta una calma que se inicia con Viena dándole la espalda y, entre sollozos, le dice: "Te he buscado en todos los hombres que he conocido". Johnny: "No ha pasado nada, nada fue real" y, luego, continúa Johnny, evocando un utópico "paraíso ", a modo de corrección de la implacable realidad: " Estamos tomando una copa en el hotel del bar Aurora (otra vez la simbología en el nombre), suena la música, celebramos nuestro compromiso y después de la boda, nos iremos de este hotel, lejos, muy lejos.. Viena, sé feliz, es el día de tu boda...Viena (con los ojos inundados de lágrimas, como nosotros, los espectadores): ¿Cómo te he esperado, Johnny?, ¿Por qué has tardado tanto?".
Convenimos en que el tiempo es irreversible, que nada volverá, pero el gran arte parece ser una refutación, una corrección de nuestras vidas insatisfechas, un inefable consuelo. Johnny y Viena "corrigen" sus frustradas vidas con la imaginación, con el deseo satisfecho por la imaginación. con la invocación más que de un paraíso perdido, de un paraíso soñado, en definitiva ,con la satisfacción imaginativa de un ideal. Decía Schopenhauer que con la música se satisface la voluntad y se colma el deseo, aplacándolo con ese ideal. Creo que Schopenhauer hubiese dicho lo mismo del cine si llegase a conocerlo.
"Mentir o morir", decía Celine en su Voyage...Pues si la mentira reside en momentos como estos que nos ha regalado el cine, bienvenida sea.
pakos
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9
13 de mayo de 2018
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
En pleno régimen fascista, y durante la visita de Hitler a Roma, con la multitud agolpada en las calles, el destino une dos personajes antagónicos que se quedan en sus respectivas viviendas, un ama de casa ( Sofia Loren), mujer casada con un imbécil que idolatra al "Duce", y un locutor de radio homosexual (Marcelo Mastroianni) que repudia el régimen. Sutil y conmovedora apología de la tolerancia y la libertad en tiempos conflictivos y castradores. La candidez y la ignorancia de ella, por un lado, la convierten en una fácil víctima de una abominable ideología política y, por otro lado, la lucidez de él lo condena como un paria, como refractario al sistema y por eso será inexorablemente perseguido, además de tener que cargar con la tara de la homosexualidad en un mundo prejuicioso e intolerante. Hay una escena, ya mítica, en la que los dos doblan una sábana blanca (con toda esa carga simbólica que asociamos a este color) en la azotea hasta que sus rostros se unen en uno de los más bellos y líricos primeros planos que uno recuerde. Curiosamente esa sábana blanca que ondea en la azotea contrasta con la aparatosidad y pompa de los estandartes que se esgrimen en la visita del líder nazi, de tal manera que apreciamos por un lado la poesía silenciosa de una escena cotidiana y por otro, el ruido, la pompa y el insidioso artificio de la barbarie. Las dos actuaciones, la de Sofia Loren (una suerte de "Madame Bovary" romana algo desaliñada pero irresistiblemente bella) y la de Mastroianni, son sencillamente memorables.La mirada de Scola es compasiva y tolerante hacia los dos, esgrimiendo la amistad y el amor como los dos antídotos más eficaces contra la barbarie.
Un único escenario, un bloque de viviendas, y dos actores en una de las cumbres del cine europeo. Una película a la que siempre vuelvo.
pakos
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9
11 de mayo de 2018
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un globo rojo y un niño vagando por las calles parisinas, algo a priori tan simple, pero a la vez tan rico en implicaciones metafísicas y morales. El globo, en un exótico ballet, sigue al niño, pero por momentos desaparece de su vista. Acude raudo cuando el chaval pasa algún apuro, persiguiendo y espantando al posible agresor, ya sea un viandante o un despótico profesor, actuando así como una suerte de Ángel de la Guarda y de fiel compañero, y por tal impuso altruista puede verse la cinta como un canto a la amistad y a la solidaridad.
Por otro lado, este poético mediometraje, atesora momentos sublimes de raigambre metafísica como un final de inefable belleza en el que tras la virtual muerte del globo rojo, una multitud multicolor de globos elevan al niño hasta los cielos parisinos...¿qué puede significar?, ¿qué metáfora nos sugiere?... ¿el Atman, quizás, esa definición del yo como comunión con el Absoluto en el hinduismo?, ¿ O ese montón de globos no será un Psicopompo que conduce el alma del difunto globo rojo a un Más Allá? ¿ Y ese globo rojo no puede verse también como un ser espiritual, el alma de un niño, quizás un Ariel un tanto travieso y los adultos, como Calibán, simbolizan lo más primitivo y lo material? ¿ y el globo, no connota una naturaleza dual, envoltorio de plástico (cuerpo/materia) y contenido (aire/espíritu). ¿No serán solo los niños (con su inocencia y ausencia de hipocresía) y los locos, como sucede en Ordet, los únicos que pueden acceder a lo divino? Al fin y al cabo, ese mundo fantasioso que adjudicamos a la infancia podría ser, en definitiva, el mundo verdadero y el de los adultos, el falso , donde nos ocultamos bajo las máscaras de la hipocresía y de los complejos..."el pudor de existir", como decía Pessoa en su Libro del desasosiego. Bellísimo también el encuentro con la niña del globo azul con una deliciosa danza ( casi un coqueteo) que se inicia entre los dos globos, sutil metáfora sobre el amor puro.
Albert Lamorisse, prodigioso alquimista , transforma la materia más simple en oro puro, en puro arte.
Hermoso, sugerente e hipnótico poema visual, una joya de inefable belleza.
pakos
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10
7 de mayo de 2018
11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando adjudicamos una etiqueta a un cineasta, parece que lo confinamos en un estilo, definiendo así su obra con estos parámetros cerrados. A Hitchcock se le reconoce convencionalmente como "el mago del suspense", y me pregunto si el suspense es lo más relevante de su extensa filmografía. Si nos ceñimos a la "etapa americana", nos hallamos ante productos singulares que trascienden ese suspense, dejando su huella por motivos de mayor enjundia y calado, como sucede con Vértigo, un drama de fúnebre y metafísico romanticismo que oscila entre el mundo de los muertos y el mundo de los vivos y su coexistencia, como si los límites entre los dos mundos (vivos y muertos), fuesen difusos o cuanto menos, ambiguos. Ya en su primera cinta americana, el genial cineasta inglés había andado por ese sendero metafísico, con el nombre y el indeleble recuerdo de la difunta Rebeca resonando en la conciencia de los personajes, hasta llegar a convertir a la desaparecida en la principal protagonista, sin necesidad de presentarla en imágenes.
North by northwest puede verse como un guiño cómico a ese tema del "ausente", tan caro a Hitchcock. En este caso, Kaplan, un espía, no viene de un virtual "más allá", sino que es un señuelo creado por la CIA para confundir a Vandamm ( James Mason) y sus secuaces, pero el azar o el destino involucra directamente a Roger Thornhill (Cary Grant), un ejecutivo del mundo de la publicidad que verá peligrar su vida desde los primeros compases de la película hasta el final. No podía faltar en este atribulado periplo un amor, encarnado por una de las rubias que tanto obsesionaban a Hitchcock ,Eva Marie Saint (Eve Kendall), un agente doble que al inicio muestra un aire de "femme fatale" del noir, pero no puede evitar enamorarse de un encantador Cary Grant ,que realiza una de sus mejores actuaciones, evocando en nuestras conciencias cinéfilas sus más brillantes momentos en las "screwball comedies". Y aquí quiero detenerme para mostrar lo débil y superficiales que llegan a ser las etiquetas, sobre todo cuando tratamos con una personalidad tan compleja y casi inabarcable como la de nuestro orondo y genial cineasta inglés, aureolado como "mago del suspense", pobre y convencional etiqueta que no hace justicia a su maestría, porque además de su incuestionable maña para suspender nuestra atención con acciones trepidantes o silencios y esperas larguísimas, nos ha hecho reír desde su "etapa inglesa" (39 escalones, Alarma en el expreso, etc), con un talento equiparable al que atesoraban Hawks, Preston Sturges o los geniales Hermanos Marx. Lo podemos comprobar con los primeros 5 minutos de North by northwest, desde el instante que Grant sale del trabajo. La conversación que sostienen él y su secretaria es digna del alado cinismo, inventiva y demás piruetas conceptuales de Groucho Marx, un humor que alcanza en algún momento tintes casi surrealistas.. A la salida del trabajo, Grant , mientras va acompañado por su secretaria, se cruza por los pasillos con un amigo, y le dice: "Saludos a tu esposa", y el otro le responde: "No nos hablamos". Luego Grant continúa dando indicaciones que son anotadas diligentemente por su secretaria, de esta guisa: " Envíele ( a un cliente) una caja de bombones envuelta con papel dorado, así se hará la ilusión de que está comiendo dinero". Luego, ya en la calle, se cuela, apartando a un usuario, con excusa fingida, para entrar con su secretaria en el taxi. Ella, avergonzada, le recrimina diciendo: " Pobre hombre" y Grant le contesta: " Tranquila, ahora ese individuo estará orgulloso de haber sido un buen samaritano". Y continúa Cary Grant: " Me veo un poco subido de peso, ponga en mi oficina un letrero que ponga " No engordar" y la secretaria, haciendo gala de un servilismo congénito, anota "No engordar". Y bien, ¿esto no es puro Groucho Marx? ¿ no es Hitchcok, además del "maestro del suspense", un " maestro de la comedia"? Es más ¿ en estos desternillantes y casi surrealistas diálogos preñados de cinismo y gracia alada no hay una sátira despiadada al desmedido capitalismo, donde las relaciones con los otros no son más que relaciones económicas?. En apenas 5 minutos, Hitchcock lanza un dardo venenoso a la hipócrita sociedad del consumo. ¿ Cuándo habéis visto algo similar en una cinta de acción y suspense?. Indefectiblemente nos tenemos que remitir a Groucho Marx y a las screwball comedies de los años 30 y 40.
La película será recordada más por míticas escenas de acción como la de la avioneta en los maizales o el vertiginoso final, con la guinda de una de las más afortunadas elipsis que nos regalado el cine, pero a mí ese comienzo me parece de las cosas más divertidas que visto nunca. Hitchcock, "maestro del suspense", cierto, pero "maestro de la comedia", también.
pakos
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