Queen Kelly debe ser una de las películas que mayor sorpresa me generó. El resultado de un conflicto entre el director y los productores deriva en un formato muy novedoso que acentúa el contenido cínico del relato. Fuera de epoca - es una película muda cuando ya se había avanzado con la sonorización-, la habilidad de Stroheim para construir personajes y su talento para enhebrar un relato es una despedida digna de una de las etapas más creativas del cine. Luego de una primera parte convencional y hasta cursi, la segunda mitad del relato avanza con un ritmo vertiginoso y muestra los mejores pasajes, tanto en lo que refiere al relato como a los aspectos estéticos.

No recuerdo que terminar de ver una película me haya costado tanto. Un guión inconsistente, intención de estirar el suspenso que se traduce en un infinito aburrimiento, dirección de cámaras obvia y sin ninguna creatividad y actores totalmente inexpresivos (que es a lo que Richard Gere nos tiene acostumbrados). Como si faltara algo, la resolución es absolutamente decepcionante.

Los Tenenbaums destila constantemente el sabor de lo que pudo haber sido pero quedó trunco. Empezando desde el resumen inicial de la brillante carrera de los niños prodigios convertidos en adultos neuróticos con sombra de fracasos - incluyendo el éxito del menos talentoso del círculo (el personaje intepretado por Owen Wilson) -y durante todo el film con el fracaso de la familia como tal, al no poder reproducir y afianzar sus lazos.
Como fondo de esta sucesión de desarrollos diversos - en la mayoría frustrantes - a su promesa embrionaria se pueden escuchar melancólicas y magníficas melodías de los años 60, reforzando el contenido nostálgico, de un pasado que prometió algo mejor que su resultado real.
Este componente de sensación de derrota, frustración (y neurosis) hace carne en los personajes de los 3 hijos de la familia Tenenbaum (Luke Wilson, Ben Stiller y Gwyneth Paltrow) junto al psiquiatra que interpreta Bill Murray.
Por otro lado, el clima nostálgico convive con el cinismo y el humor disruptivo personalizado en Royal Tenembaum (G.Hackman) y el personaje de Owen Wilson, ambos amorales capaces de traicionar sin remordimientos y hasta sin medir la magnitud de sus traiciones. En este tono encontramos también algunos personajes secundarios notables como el mayordomo indio o el botones que simula ser médico.
La combinación de ambos climas produce como resultado un film brillantemente desparejo - enriquecido por una narración de tono solemne que hila a los sucesivos capítulos -en el que la gama de emociones es notablemente amplia.
Esta película no deja ninguna enseñanza ni es un canto a la vida. Es lógico también que defraude a los que buscan una comedia. Y sin embargo es una forma deliciosa de burlarse de la característica trágica de la existencia.