Sobre el final, pareciera que gira hacia el suspenso al plantear apenas qué sucede con los cuerpos de los internos que mueren y que nadie reclama (se baraja la posibilidad de tráfico de órganos) pero queda totalmente en el aire este tema.
Si esperan ver a Fernán Mirás, aparece en los últimos quince minutos. La primera parte de la película está situada en el año 1989, donde los compañeros (si bien no se dice qué edad tienen) tendrán alrededor de treinta años. Luego, transcurren diez años, es el año 2009 y se encuentran Iván y Marcos (el tercero, Darío, no aparece). Manuel Callau, el actor que hace de Iván, al momento de hacer esta película tenía 66 años, imposible que pase por alguien de por lo menos 46 años; mientras que Fernán Mirás tenía 41 años, lo cual es más o menos adecuado. Absolutamente grotesco este error, ni siquiera es parecido de grande Iván. Por otra parte, los actores que hacen de internos, son los mismos, y siguen igual. La estética es inexistente, parece una película sin editar, por momentos. A veces se ven los micrófonos en la parte superior de la pantalla.
De todos modos, instructivo ver este film para saber sobre esta experiencia realizada, efectivamente, en el Borda.

Vender el cuerpo por comida, satisfacer pulsiones sexuales de otros para satisfacer el hambre que carcome el estómago y nunca se sacia. Vender hasta la propia madre. Matar hasta el propio hijo. Vivir en alerta constante (lo que nos demuestra que el estrés no es un invento de nuestro tiempo, sino un legado de nuestros antecesores de la caverna). Desconfiar de todo y todos. Aprender las técnicas básicas de supervivencia. El hambre. El frío. El miedo.
Un elemento que al principio me chocó un poco fueron las escenas de desnudez, porque no era artística, era desnudez en los momentos más animales del hombre (haciendo pis, lavándose las partes íntimas). Luego entendí que iba de la mano de la película, mostrarnos en nuestra más desnuda realidad, en esos actos que nos sacan del plano divino, nos llevan a nuestras suciedades, a nuestros vilezas, decadencia y degradación física y moral.

Me gustó mucho el final, sobre todo porque no cayeron en el típico "happy end" que de pronto la memoria le vuelve, y se soluciona todo. Las pérdidas de memoria por lesiones cerebrales raramente se recuperan, por eso me pareció muy bien tratado este tema. No hay recuerdo posible (salvo que se trate del aprendizaje de habilidades motoras, que corresponde a otro tipo de memoria, en ese casí si se conservarían los recuerdos).
Me hubiera gustado alguna escena de ella embarazada, pero evidentemente resultaba difícil de resolver esa situación.

La recomiendo para pasar un buen rato con mate y tortas fritas, en un sábado de lluvia.

El final me provocó terrible angustia y claustrofobia. Uno espera la resolución, la calma después de tanta tensión, y se encuentra nuevamente al inicio del círculo. O como dentro de una banda de Moebius.