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Críticas de Vivoleyendo
Críticas 1.746
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
8
26 de marzo de 2021
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es curioso lo que me ha sucedido con esta película. Ha ganado bastante con un nuevo visionado. Se la he puesto a un grupo de niños de entre 8 y 9 años y he de decir que todos nos lo hemos pasado en grande, con ese punto de tensión y casi terror que mantiene en vilo y pone un poco los vellos de punta, pero que no llega a ensombrecer la mucha diversión que proporciona (los monos gamberros, el pobrecillo Carl...). Y la accidentada historia de los cuatro niños (o no tan niños algunos de ellos) es bastante bonita y más profunda de lo que parece.

Los noventa fueron unos años espléndidos para el cine en general, y el cine de aventuras en particular no se quedó corto, sobre todo dentro de la meca de la animación. Pero como película “Live Action” o de imagen real, “Jumanji” probablemente sea una de las mejores de la década en el género de aventuras. Entre otras cosas porque es una rareza en su estilo. Es para niños pero no es blandita. No es recomendable para los más pequeños, a los que la perversidad del juego y toda esa siniestra invasión selvática puede dar bastante miedo y provocar pesadillas. Los adultos también pueden disfrutarla precisamente por ese matiz adrenalítico y oscuro que la impregna. Y a mí también me gusta la especial relación que se establece entre los protagonistas, cómo se van desenvolviendo ante cada nueva prueba y el durísimo aprendizaje vital al que el juego los somete, enfrentándolos a la fuerza y sin atenuantes la brutal ley de la selva.

Jumanji es como el juego de tronos. O ganas o mueres. No puedes quedarte a la mitad, no puedes quedarte a media partida, porque nada se resolverá, los problemas seguirán ahí por mucho que quieras huir y dejarlos atrás. Tienes que echarle más valor del que nunca has sacado en tu vida y continuar, y cruzar los dedos para que en la siguiente tirada no acabes engullido por la crueldad de Jumanji.

Después de eso, lo de que te acosen unos abusones o que tu padre quiera enviarte a un colegio pijo que lleva el apellido de tu familia te parecerá una bagatela.

¿Estáis aburridos de los juegos de siempre? ¿Sois unos quejicas que creéis que vuestra vida es dura porque tenéis una familia que os quiere mucho pero no la valoráis, o que es un rollo eso de ir al colegio, hacer los deberes y todo lo demás que hacen muchos niños de hoy en día que viven a cuerpo de rey? Pues echad una partidita de Jumanji y os enteraréis de lo que vale un peine.

Me ha gustado cómo los niños con los que he visto la película han empatizado, aclamado y aplaudido a Alan, pese a ser una reacción obvia (ahí casi todos los personajes han sufrido lo suyo por culpa de la partida inacabada y cada uno es un héroe a su manera, pero es normal que los jóvenes espectadores se identifiquen más con Alan, que a fin de cuentas es el que más experiencia tiene con el juego). También ha sido interesante cómo cada cual, según los dictados de su personalidad, ha declarado si jugaría o no a Jumanji. Algunos incluso sorprenden, porque una no se los imaginaba tan atrevidos, o al contrario con otros, que una no se imaginaba que pudieran ser tan sensatos.

Pero da igual, porque el peligro de Jumanji radica en que nadie puede resistirse a empezar una partida antes de haber leído la advertencia que, sí, está ahí, como la letra pequeña de la publicidad engañosa. Pero el juego es muy listo y se aprovecha de la naturaleza curiosa de los niños. Cuando se dan cuenta de en qué berenjenal se han metido, ya es tarde.

Si oís unos tambores que los mayores no pueden oír... No hay escapatoria.

Y como esto es una modificación de la crítica que escribí hace cerca de diez años y me da pena borrar la original, la pongo a continuación:

El juego no ha terminado

1 de noviembre de 2011
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil

Hoy la ponen en la tele y por ello he recordado que la vi hace unos quince años. No la tenía votada, así que he cumplido con mi labor filmaffinitera.

Tiene su interés este juego en el que no se echan inocentes partiditas como en el parchís o el juego de la oca. Eso de que el tablero involucre de verdad a los jugadores en una peligrosa aventura real casilla a casilla tiene su punto. Aquí el que participa no puede abandonar... Estará mágicamente vinculado hasta terminar el juego... O hasta la muerte. Aunque se intente postergar lo inevitable, Jumanji siempre estará esperando.

Un papel a la altura de Robin Williams, especialista en cine familiar, con una infantil Kirsten Dunst, que ya cobraba gran fama tras su debut en "Entrevista con el vampiro".

Suenan los tambores de la selva y una estampida de animales salvajes amenaza con invadir el salón... No puedes librarte de tu destino.
Vivoleyendo
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9
25 de marzo de 2021
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para mí esta nueva versión de “Aladdin” tiene mucha alma, pese a lo que leo por ahí. Responde de pleno a las preguntas que instintivamente me suelo hacer a mí misma ante este género cinematográfico: ¿Me deslumbra? Un montón. ¿Me divierte? Una barbaridad. ¿Me entretiene? Muchísimo. ¿Me emociona? Un rotundo SÍ. Me encantan las aventuras de Aladdin y Jasmine, y la chispa, química y carisma que desprenden. Con el genio me parto la caja, es un puntazo tras otro, no puedo concebir a nadie que no fuese Will Smith para ese papel. Es un actor que ha ido creciendo en talento y se le nota. No es de mis actores favoritos, pero cuando lo borda, lo borda. Y este rol le venía como anillo al dedo.

Y atención a Dalia, la doncella. Simpatiquísima. En las pelis Disney las princesas y las doncellas ya hace mucho tiempo que no son damiselas tímidas y sumisas, y Dalia es un muy divertido ejemplo de ello.

Sí, Jafar seguramente es un villano demasiado villano y carente de matices que lo hagan mínimamente interesante, es cierto. Coincido con otros críticos que lo consideran el mayor defecto de la película y que la lastra un poco. No sé si será el actor o la construcción del personaje, o ambas cosas, pero si se hubieran trabajado un poquito más a Jafar, el resultado habría sido redondo.

Y todo lo demás me parece precioso y muy bien conseguido. Fotografía, música, ritmo narrativo... Qué queréis que os diga, yo me he metido en Ágrabah y he estado saltando por los tejados y volando en alfombra mágica junto con Aladdin y Jasmine, cantando sin parar y admirando la belleza que surge de la mezcla entre lo hermoso y lo humilde. Si hasta el desierto tiene su encanto, como lo percibe el genio tras haberse pasado miles de años metido en una lámpara diminuta. Y, al igual que él, me apunto a la fiesta.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Vivoleyendo
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8
9 de enero de 2021
4 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Películas y series sobre familias disfuncionales las hay a montones, pero si queréis ver una serie que combina ese tema con el género de superhéroes con sorprendentes resultados, y además incluye muchísimo humor, acción a raudales y una alta carga dramática, puede que esta sea una opción más que recomendable.

Siete chicos y chicas que nacieron de una forma muy extraña el 1 de octubre de 1989 son comprados y adoptados por Reginald Hargreeves, un científico podrido de pasta al que no le mueve en absoluto el gusanillo paternal, sino la obsesión por convertirlos en cobayas para su proyecto “The Umbrella Academy”. Esto se nos cuenta en el presente de la historia, marzo de 2019, cuando la muerte del señor Hargreeves reúne a sus hijos e hijas en la mansión familiar. Casi todos andan desperdigados y distanciados en esa etapa de sus vidas.

Número Uno (Luther), Número Dos (Diego), Número Tres (Allison), Número Cuatro (Klaus, mi favorito, es la caña), Número Cinco (Cinco, no se sabe por qué a él no le pusieron un nombre, aunque también se desconoce de dónde vienen los nombres del resto, ya que no fue su padre quien se los puso, él siempre los llamaba por su número para recordarles constantemente que él no era el papi del año), Número Seis (Ben) y Número Siete (Vanya) son unos hermanos y hermanas muy peculiares.

No me parece de las mejores series del panorama actual, pero resulta endiabladamente entretenida y adictiva, con un guión que no se reprime en ser lo más disparatado posible, unos personajes de lo más variopintos, una banda sonora espectacular, por no hablar de la fotografía... En suma, la historia de los hermanos Hargreeves probablemente sea la más alocada e irreverente de todas las historias de superhéroes, con unos cuantos toques muy dramáticos que acentúan el clímax que nos ofrece cada temporada.
Vivoleyendo
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9
30 de diciembre de 2020
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine bélico nos ha venido mostrando desde los inicios del séptimo arte la tristemente incesante y universal presencia de la guerra en la historia de la humanidad de diversas maneras, tanto desde una perspectiva propagandística y grandilocuente que ensalza la “gloria” y el “honor” de las contiendas (muy en boga durante buena parte del siglo veinte), hasta la más descarnada denuncia de sus inenarrables horrores (en el cine actual contamos con muchos ejemplos, pero no olvidemos la extraordinaria y muy adelantada a su tiempo “Senderos de gloria” de Stanley Kubrick, que vio la luz hace la friolera de sesenta y pico años). Conocemos muchos ejemplos de todos estos tipos de películas bélicas. Pero está claro, que sea cual sea la tendencia y la moda imperante, este género ha sido uno de los más presentes y explotados desde el principio.

No hay duda de que la guerra es uno de los más lucrativos negocios del mundo, sea para bien o para mal.

Ha formado parte de prácticamente casi todas las generaciones y pueblos existentes. Siempre ha sido algo tan presente en las vidas de la gente que para las familias era (y es) normal enviar y casi siempre perder a alguno de sus miembros (sobre todo jóvenes y de sexo masculino) en las contiendas.

No ha sido hasta recientemente que los conceptos de “pacifismo” y “objeción de conciencia” se han abierto paso, cuando las revoluciones culturales comenzadas en el siglo veinte, lideradas sobre todo por las juventudes insatisfechas y hartas de ser empleadas como carne de cañón y como peones de unos sistemas opresores y represores, han dejado oír sus voces de protesta a todo lo largo y ancho del planeta.

Pero esa protesta era inconcebible hasta hace poco. Cuántos se han resignado durante milenios a tener que luchar, matar y morir en las más grandes monstruosidades concebidas por la humanidad, o a tener que ver a los suyos partir para no volver o para regresar mutilados de cuerpo y alma. Y la gran mayoría se tragaban (o no les quedaba más remedio que tragárselo) que su sacrificio era por la gloria de la patria.

Todo por el capricho, la locura, la perversidad y la desmesurada ambición de unos pocos que son los que encienden la mecha del caos para conseguir sus delirantes y macabros propósitos de sembrar el terror y perpetuar su propio poder.

Y mientras, esos millones de muchachos asustados se dirigían a la matanza y lo único que podían hacer era marchar hacia su destino, en el que casi siempre aguardaba la muerte, y cumplir con un deber que les venía demasiado grande, pero que asumían con una entereza que en realidad poco o nada tenía que ver con ninguna patria que sonaba a algo abstracto y remoto, sino con mantener a salvo a las personas a las que querían.

Mendes se introdujo, con unos pocos planos secuencia magistralmente rodados y la envolvente música de Thomas Newman, en la crudeza de la carrera contrarreloj de dos muchachos que, como tantos, no les queda otra que marchar en medio de innombrables peligros por algo mucho más grande que ellos. No por una patria a la que nada deben, ni por los poderosos que la controlan. Como muy bien sabe cualquiera con dos dedos de frente, la mayor (y muy probablemente casi única) motivación para el soldado es saber que lo que hace, lo hace por proteger a su gente. Ese chantaje emocional es la baza que utilizan los mandamases, y es la clave para que dos chicos agotados y aterrados sigan caminando mientras todo se hace trizas a su alrededor. Son dos hombres como tantos, que charlan, ríen, discuten, se ayudan y soportan mil penalidades por un hermano, una madre, una esposa, unas hijas cuya salvación está en sus manos, en que sean capaces de seguir adelante.
Vivoleyendo
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10
29 de diciembre de 2020
10 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esto es mucho más que cine. Es la pura vida desplegada en dos horas y pico.

Cuarón, un director que ha demostrado su enorme versatilidad en distintos terrenos y a todo lo ancho del globo, regresa a sus raíces mexicanas para filmar su película más personal y hermosa.

La cámara es una ventana a una época espléndidamente recreada: aproximadamente un año que transcurre desde finales de 1970 hasta avanzado 1971, localizándose sobre todo en el barrio en el que transcurrió la infancia del director y ocasionalmente en otros lugares de México.

No hay banda sonora, todos los sonidos son los que se oyen en cualquier casa (conversaciones en distintas lenguas, la radio, la televisión, las faenas domésticas, los juegos de los niños, las fiestas con música y bailes, los coches entrando y saliendo de los garajes) y en cualquier espacio exterior (el tráfico, los aviones, la gente, los establecimientos de todo tipo, el viento, el mar).

La mayoría de los planos son fijos y de interior, con la cámara situada en zonas estratégicas de la casa sobre algún trípode, pero con la posibilidad de girar sobre sí misma para seguir sobre todo los movimientos de Cleo, la sirvienta protagonista. Para los exteriores, es frecuente el uso de travellings a lo largo de las calles.

La fotografía en blanco y negro es diáfana y nítida con movimientos suaves y sin estridencias de luces y sombras ni encuadres complicados, subrayando la cotidianeidad y la personalidad dulce, tímida, modesta y honrada de Cleo. A través de sus ojos limpios, percibimos ese mundo doméstico y familiar en el que la chica se desenvuelve, siempre barriendo, fregando, lavando, ordenando, llevando platos y bebidas, cargando bultos y maletas, acostando y despertando a los niños, ayudando a los más pequeños a vestirse y llevar a cabo sus abluciones (ella además acompaña a la familia en sus viajes para atender y vigilar a los peques), ofreciendo y recibiendo un cariño espontáneo e incondicional que conmueve hasta la médula en sus sencillos gestos y frases. El amor entre Cleo y sus patrones más jóvenes (los cuatro niños de la familia: Toño, Paco, Sofi y Pepe) desborda de ternura. En especial el benjamín Pepe roba sonrisas embelesadas con su cháchara del tipo “Cuando yo era grande, fui marinero”, mientras Cleo trata de corregir su supuesto error en el empleo del tiempo verbal, pero Pepe no da su brazo a torcer con su imaginación desbordante y su aguda capacidad de observación. La madre de los niños, Sofía, es enérgica pero cariñosa. Atraviesa por momentos difíciles (el distanciamiento de su marido, Antonio, un médico que casi siempre está ausente) y a veces se exalta y suelta exabruptos, ante lo cual Cleo siempre conserva su talante silencioso, resignado y diligente, sabiendo que no le queda otra que aguantar el pequeño chaparrón, pero también que la patrona es una buena persona y pronto se le pasará el enfado. La abuela de los niños, que vive en la casa, es una señora amable cargada de una paciencia prácticamente infinita, a menudo puesta a prueba por las travesuras y peleas de sus nietos.

Casi toda la sencilla vida de Cleo gira en torno a la casa y sus habitantes, tanto la familia como la otra empleada, Adela, íntima amiga con la que charla tanto en español como en mixteco. Ambas chicas tienen novios, con los que salen en sus tardes libres.

Pronto la más o menos tranquila rutina se verá alterada radicalmente por ciertos acontecimientos que acaecerán tanto en las vidas de los protagonistas como en la historia de México (porque este drama costumbrista también introduce con concisión y contundencia el trasfondo social y político del país), dando lugar a algunas de las escenas más desgarradoras y enternecedoras jamás vistas en la historia del cine mundial, ahí situadas junto a las escenas cumbre de todas esas películas que nos han marcado al rojo para siempre.

Cuarón ha resucitado la Colonia de Roma exactamente como era a principios de los setenta, inspirándose en su vivienda de infancia y los alrededores, junto con otros espacios y edificios de la ciudad y de otras partes de México. La minuciosidad y el cuidado volcados en los detalles son abrumadores en su aparente naturalidad. Ropa, vehículos, electrodomésticos, aparatos, juguetes, objetos de uso cotidiano, la programación de la tele, la cartelera de los cines, todo tal como era hace cincuenta años. Y Cuarón da la sensación de que lograr todo eso es tan sencillo como pestañear, cuando está claro que traer de vuelta una época pasada tal y como era es uno de los mayores retos de un cineasta, pues es mucho más difícil representar la realidad tal cual que inventársela.

Pero por encima de todo, el plato fuerte son las estratosféricas interpretaciones de absolutamente todo el reparto principal, ya sean adultos o niños. No parece que sean actores y actrices, es como si los hubieran filmado en su vida real sin que lo supieran. En ningún momento parece que estén representando un papel. No puede haber mayor mérito como actor o actriz, y dice mucho tanto del talento natural de los intérpretes como de la extraordinaria capacidad de Cuarón para dirigirlos.

Que aprendan unos cuantos. Tan sólo un gesto o una mirada de Cleo dice más que una hora viendo a otros en otras películas.

Se percibe la gran influencia que tuvieron sobre el director las mujeres de su niñez, reflejadas en los personajes femeninos de la película, que han sido desarrollados con un respeto y cariño muy evidentes.

Gracias por esta maravilla que he sumado a la colección de las películas más bellas de mi vida.
Vivoleyendo
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