Interesante y esperadísima propuesta de Danny Boyle que supone un bofetón de nostalgia en plena cara. Todavía sientes el ardor cuando finaliza la película. Volver a ver en pantalla a Renton, Spud, Sick Boy y Begbie emociona, aunque ya no sean los mismos chavales desgarbados adictos a la heroína y sumidos en la desidia. Pero seamos sinceros, nosotros tampoco somos los mismos. Se nos presentan estos antiguos conocidos, tan cercanos y lejanos, para darnos una lección inmortal que siempre debe estar en nuestras mentes: solo tenemos una vida, más te vale que la vivas bien o terminarás siendo un viejo desgraciado. La clave del filme reside en si era, o no, necesaria una segunda entrega de ‘Trainspotting’ teniendo en cuenta la perfección, magnitud y complejidad de su antecesora. No, claro que no. Pero no por eso debemos negar su valentía o su calidad. Para mí ha sido como volver a ver a unos viejos amigos. Triste pero reconfortante.

Elegid siempre la vida, queridos cinéfilos. La vida siempre gana.

Netflix apuesta por el terror en esta nueva producción francesa, aunque a diferencia de la logradísima 'The Haunting of Hill House', 'Marianne' se pierde en subtramas y se olvida fácilmente. Con una estética detallista, tenebrosa y gris, la trama carece de interés conforme avanzan los episodios. Al igual que la narrativa, la cual se antoja simple y vacía. Los personajes caen a menudo en el ridículo (el papel que desempeña el policía es irrisorio), rozando el esperpento en cada escena. La protagonista carece de gancho y se pasea por los escenarios como una autómata, dificultándonos demasiado empatizar con sus vivencias.
En definitiva, estamos ante una ficción con una gran presentación pero con un fatal desenlace. Ideal para los que quieran ver algo sin darle muchas vueltas a la cabeza.

Un soplo de aire fresco que comparte muchas reminiscencias con "Atlanta". Con un profundo entramado sarcástico, visceral y cómico, construye un sinfín de situaciones tan complicadas como la percepción que se tiene de los musulmanes en América (y en otros países), el tema de los refugiados, la 'soledad millenial' o la marginación de la mujer. Pero a su vez, "Ramy" es una serie tierna, cariñosa, familiar; costumbrista, intimista... dejando también lugar para el descorazonamiento y lo fatídico. Es real, comprendes los acontecimientos, aprendes y te dejas llevar hacia un rincón escondido de tu propio cerebro, en el que se esconden los prejuicios y los sinsabores que todos hemos imaginado en alguna ocasión.

Al igual que narraba Bergman en su filme "Fresas salvajes", Ramy también encuentra su particular pedazo de vida y recuerdos pasados. Ese espacio atemporal, aislado que te permite reconectar contigo mismo y hacerte entender que somos una mera existencia, pero con mucho qué contar. El episodio "Strawberries" es magnífico.

Sin duda uno de los grandes descubrimientos de este año.

Hace siete años enmudecí frente al televisor al contemplar un crimen tan horripilante como irreal. Tenía cerca de 20 años y acababa de llegar a casa después de un largo y poco productivo día de clase en la Facultad. Cuando encendí la televisión para desconectar, mientras cenaba con una compañera de piso, me quedé helada. Apenas era capaz de expresar con alguna palabra u onomatopeya lo que estaba viendo y escuchando. Una chica de edad similar a la nuestra violada, apaleada, torturada, vejada, humillada, desgarrada por seis hombres en un autobús urbano en movimiento de la capital india. Siete años después todavía me tiembla el pulso al recordar ese espantoso día en el que me di cuenta de que el ser humano es el monstruo más peligroso, violento y cruel que existirá jamás. Día en el que fui consciente de que los monstruos no viven en los cuentos de Disney, sino que salen a pasear, atacan salvajemente, destrozan vidas y hacen gala de una crueldad inusitada con tal de complacer sus más bajas pasiones... Monstruos que no sienten nada ante el dolor ajeno. Hoy vuelvo a ser la cría de 20 años, asumiendo que sí, existen seres deleznables que ni siquiera reciben el honor de llamarse ''personas'' pero también existen personas como Vartika, Neeti, todos los policías que luchan sin descanso, esos padres llenos de amor y Deepika. Ojalá ninguna mujer tuviese que ser Deepika nunca más, pero lo somos. Por cada susto, cada ataque, cada ensañamiento. Todas somos Deepika.

En definitiva, Delhi Crime es una miniserie narrada con una destreza pasmosa, atrapando al espectador en esta oscura y desgarradora trama que parece sacada de la peor historia de terror jamás imaginada. Incorpora adecuadamente ciertos elementos dramáticos para enfatizar las situaciones y la representación de los personajes, Sin que caiga en tópicos baratos o inverosimilitudes. Original, fresca, diferente y dura.

Para ver y reflexionar aunque duela muchísimo.

Tras ''Moonlight'' su polémica obra magna, Barry Jenkins nos regala otro pedacito de magia que hace las delicias de las sensibilidades de los espectadores. Me alegra poder dar cuenta del mutismo y la concentración que se vivió en la sala de cine. Ojos que veían, oídos que oían, pieles que se erizaban y mentes que comprendían. Para mí, ahí reside la magia del cine.

''If Beale Street could talk'' mantiene el encantamiento, el toque lírico y preciosista de su anterior cinta. Se retrata una historia de amor sencilla, mundana, real pero apasionante. Siempre bajo el prisma de la injusticia social y de los abusos hacia la comunidad afroamericana en Estados Unidos. Quizás lo más llamativo de la película, es la forma de exponer los hechos en una especie de cuento metafórico y alegórico sobre el amor y la vida. Porque Jenkins sabe narrar el amor y las historias de amor. Amores con mayúsculas que traspasan todas las barreras físicas y mentales, amores que nos llegan y emocionan. Lo hace con una brillantez y facilidad pasmosa, envolviendo la atmósfera con un profundo intimismo y lirismo poético que hace flotar a los protagonistas como dos barcos en constante movimiento. Pero si algo destaca en la tónica del director es, sin duda, la utilización de la fotografía para completar el relato. Simple, sin artificios, pero preciosa. Todo esto ayuda a la creación de un ente etéreo, místico pero a la vez real, verosímil y desgarrador. Porque duele, destroza y retuerce. Es una canción de amor y dolor, de sangre y pasión, de magia y sufrimiento.

En definitiva, un film cadencioso, cautivador, paciente, con toque propio... Casi como el roce de una gota de lluvia en la mejilla.