Haz click aquí para copiar la URL
España España · OVIEDO
Críticas de ALESNAKE
<< 1 9 10 11 20 41 >>
Críticas 201
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
7
20 de febrero de 2019
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lanthimos regresa con una electrizante tragicomedia isabelina, nos ofrece otro de sus microcosmos de reglas propias donde mostrar la auténtica esencia de la naturaleza humana. Un melodrama de época inusual, que enfoca la historia desde la contemporaneidad al tiempo que contrasta y enfrenta lo elegante con lo absurdo, la refinada grandilocuencia con la innata zafiedad, el poder con la humillación y la degradación del cuerpo y el alma.
La intriga palaciega de falsos halagos, miradas traicioneras e infidelidades reconvertida con humor -y sustancia- en un infantil toma y daca de consecuencias muy reales.
La excelente fotografía de Robbie Ryan (donde prima la iluminación natural de las velas) y la dirección de Lanthimos, con esos agresivos paneos de cámara o su empleo del ojo de pez como si estuviésemos espiando a través de una mirilla, enriquecen una película que además de darle frescura a un género anquilosado le permite al director arrojar afiladas reflexiones sobre el presente y algunos asuntos universales.
Hablamos por tanto de un filme mordaz, inteligente y moderno, con que el Lanthimos se muestra más accesible que nunca (abierto si se prefiere), pero sin renunciar a sus señas de identidad. Este cambio, positivo en muchos sentidos, puede estar motivado por el talento puro de ese trío de actrices que domina la propuesta de principio a fin sin dar ni un solo paso en falso hasta convertirla en algo deslumbrante (Colman, Stone, Weisz...un Oscar para todas) o quizás se debe a que por primera vez Lanthimos se ha permitido crear una película que es fundamentalmente divertida, aunque sea desde su óptica hiriente, sibilina e irremediablemente trágica.
Comienza la partida de ajedrez más maliciosa y divertida del año, y como en toda tragedia, al final no hay ningún ganador.
ALESNAKE
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
7
5 de febrero de 2019
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jeremy Saulnier vuelve a jugar con nuestras expectativas con este ambicioso thriller de desapariciones. El fabuloso guion de Macon Blair convierte algo de apariencia convencional en otra cosa mucho más extraña y rica, difícil de comprender desde nuestra experiencia o bagaje cultural, pero enfocada de una forma hábil y que permita la reflexión desde múltiples ángulos. El cineasta utiliza su magnífico control de la atmósfera y su empleo del fuera de campo para favorecer la historia, siempre amenazante. Conforme avanza la trama se desarrolla una lucha de fuerzas mucho mayor que lo rural contra lo urbano o el declive del cuerpo frente a la inmortalidad del ánima, es una conexión entre la tangible espiritualidad de la atmósfera y ese frío físico pero alegórico que genera la necesaria distancia entre la acción y el público para permitir que observemos de forma ideal el punto en el que inciden las dos dimensiones que maneja Saulnier: por un lado la tragedia que imbuye fantasmagóricamente el ambiente y por el otro la dimensión corporal, cruda, en la que explota la violencia. La mezcla de sensaciones, géneros y temas no es en absoluto caprichosa, sino que favorece la reflexión desde un amplio abanico de perspectivas, ésto le viene muy bien a la intrincada conclusión, en la que no se trata tanto de discutir la carencia de sentido de lo acontecido, sino de comprender que nuestras experiencias vitales son muy diferentes a las que poseen los personajes. Al final, con sentido o sin él, hemos presenciado un filme de gran interés, que reafirma a Saulnier como uno de los grandes talento del otro lado del charco.
Lo mejor: Inquietante, fascinante, narrada con pericia e interpretada con talento.
Lo peor: Podría recortarse el metraje. Confundir la incomprensión con la incoherencia.
ALESNAKE
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
4
17 de noviembre de 2018
17 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
-Otro fallido intento de insuflarle vida a la franquicia. Tiene los mismos problemas que su predecesora pero se beneficia de un envoltorio más intrigante y un considerable aumento de los presagios.
-Johnny Depp y Jude Law son lo mejor de la propuesta. Rowling debería dejar los guiones a los guionistas.

Es completamente normal entrar con recelo a esta secuela del insoportable e infantiloide spin-off de la saga del niño mago que J.K. Rowling nos intentó vender hace dos años con el título de “Animales fantásticos”. La película cambiaba las verdes tierras británicas por los oscuros callejones americanos de los años 20 y suponía el inicio de una pentalogía de precuelas que provocaba una desgana terrible. Por suerte ya hemos pasado el mal trago de aquella soporífera presentación de personajes y reimaginación del universo conocido por los fans de las películas (los fans de los libros tienen más bagaje) en la que los caretos de Colin Farrel eran tan irritantes como el nuevo protagonista. Ahora es el momento de que la historia salga adelante, de activar los mecanismos dramáticos e intentar que los personajes evolucionen y se posicionen de cara a lo que -como siempre- está por venir. Con la espectacular secuencia de apertura parece que la magia ha vuelto para quedarse (aunque aquí ya nadie pronuncia ni medio hechizo), pero todo es una filfa, un truco digno del mejor dúo Yates-Rowling, que ya han conseguido que entremos a ver su segundo y deslavazado intento de mantener viva la gallina de los huevos de oro.
Tras esa fantástica introducción la película comienza rápidamente a perder fuelle, aunque recupera el interés de forma intermitente, especialmente cuando entran en escena las nuevas incorporaciones. La propuesta es a todas luces más oscura, no solo por la fotografía de Philippe Rousselot sino también por el cambio de tono general del filme. Tanto que la franquicia vuelve a tener un villano a la altura, un Johnny Depp perfectamente contenido que abandona todo tic extravagante para aterrorizarnos con su mirada, y que construye a Grindewald acercándolo a controvertidas figuras de nuestra sociedad actual, dejando claro el peligro que supone un enemigo que no supedita el poder a la magia, sino que utiliza su elocuencia para meterse en tu mente y manipularte. A la zaga está la incorporación de su partenaire sentimental, un joven Albus Dumbledore fielmente asimilado en el semblante de Jude Law; jovial, carismático, inteligente, barbilampiño, con misteriosos matices trágicos y estimables consejos que repartir a sus estudiantes. El resto de personajes no obtienen un desarrollo adecuado, se desaprovechan algunos muy interesantes y los principales, que pierden protagonismo, siguen importando más bien poco para el espectador.
El mayor error de la película viene ya de la primera entrega, es dejar que Rowling esté a los mandos del guion, contrariamente a lo que ocurría en los filmes de Harry Potter. Su narración es farragosa y plúmbea, repleta de puntualizaciones confusas que solo pueden seguir los más fanáticos del universo; sus planteamientos son inseguros, sus resoluciones tan torpes como predecibles y en el nudo busca abarcar demasiadas cosas sin profundizar debidamente en ninguna de ellas mientras hace gala de sus siempre superfluas lecturas políticas. Tampoco es que sea mejor el trabajo de Yates tras las cámaras, insustancial y sin ritmo, que lleva sin sacar adelante un proyecto desde aquel deleznable intento de convertir a Tarzán en un héroe de acción. En esta ocasión es la partitura de James Newton Howard la que salva los trastos en numerosas ocasiones. Por suerte la cinta vuelve a tocar techo en su tramo final, con un clímax inteligente e incandescente, que le da al público exactamente lo que quiere y algunas vueltas de tuerca que favorecen el cliffhanger.
La nueva saga del universo mágico de J.K. Rowling sigue sin encontrar su lugar con esta irregular secuela de excesivas pretensiones y tibios resultados. El talento de la escritora, claramente no transferible de la novela al guion cinematográfico, reside en mantener la impresión de que todo va a explotar de un momento a otro aunque nunca llegue a hacerlo. Por eso esta película supone otro planteamiento más sobre lo que está por venir, un sinfín de promesas que seguimos pagando sin ver cumplidas, 135 minutos de elementos embrionarios y guiños al fandom que nunca se combinan en una narración cohesionada y dinámica. El efectismo de su desenlace cumple su objetivo, lograr que el público tenga ya reservado el dinero de su entrada para dentro de dos años. Ahí se revela el don de Rowling para convencer al público a base de falsas promesas (casi digno del propio Grindelwald) y su desbordante creatividad para continuar extrayendo oro del marchito sombrero. Menudo truco de magia.
ALESNAKE
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
5
2 de noviembre de 2018
2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
-El director simplifica los elementos de su documento cinematográfico hasta dejar lo más básico. La unidimensionalidad de su discurso es digna de un necio irresponsable.
-Cuando Lee se deja llevar por la comedia la película vuelta muy alto, porque es divertida, ingeniosa y deliciosamente negra.

Estamos en los 70, Nixon es presidente, las revueltas en las calles y la violencia policial contextualizan una encarnizada lucha por los derechos civiles. El joven Ron Stallworth se convierte en el primer detective negro del departamento de policía de Colorado Springs, y al poco de empezar decide infiltrarse en el Ku Klux Klan. El argumento no tiene desperdicio, en especial porque está basado en la historia real de Stallworth, que mantuvo contacto telefónico con la organización y con la ayuda de un compañero caucásico, que le sustituyó en los encuentros reales, elaboró una operación para revelar las actividades del clan mientras subía en su organigrama. Jordan Peele y Spike Lee nos acercan esta increíble historia en el momento más necesario, cuando la lucha por el progreso en Estados Unidos ha dado dos pasos atrás.
La nueva diatriba de Spike Lee da comienzo con un falso vídeo propagandístico del Klan protagonizado por Alec Baldwin, nuestro imitador favorito de Trump. Esa escena irremediablemente cómica se sumerge en uno de los gérmenes culturales del racismo americano: “El nacimiento de una nación”. El filme de D.W. Griffith, considerado origen del lenguaje cinematográfico clásico (sentó las bases del montaje, la narración y la puesta en escena), también es señalado por muchos como el inicio del miedo al hombre negro por parte de la población blanca, su demonización, algo que ya nos contó Ava DuVernay en “I Am Not Your Negro”. Lee le da una jocosa vuelta de tuerca al asunto (su película es contracara de la moneda de lo formulado por aquel cine clásico) con un cine de denuncia que abraza la comedia disparatada para afrontar el conflicto racial de un modo más accesible para el público, mucho más dispuesto a entrar en esta historia sobre el odio y su relación con la cultura, la resistencia pacífica frente a la acción armada y la crónica de una América que vuelve a caer en sus mismos errores.
Para facilitar el componente satírico se adelantan los hechos a principios de los años 70, haciéndolos coincidir con la segunda candidatura de Nixon, el único presidente en ser manifiestamente apoyado por el Klan hasta la llegada del actual “motherfucker”, como diría el cineasta de Georgia. En medio de todo ese irregular conjunto de aspiraciones y registros, la película deja algo de tiempo para introducir un colorido retrato de la cultura afroamericana (O.J. Simpson, Soul Train, el blaxploitation, etc) y una trama romántica mucho menos interesante. Sin embargo uno de los mayores inconvenientes viene precisamente de la notoria irregularidad de la propuesta, inconexa en su amplia gama de tonos y géneros, proclive al volantazo desacertado e indecisa entre el enfurecido realismo de sus vociferantes sermones y el caricaturesco maniqueísmo con el que trata a casi todos los personajes, un ejemplo más del simplismo panfletario de un cineasta empeñado en aleccionar por medio de la brocha gorda y por encima de su propio cine.
Al final, a través de unas imágenes televisivas de lacerante realismo, el mensaje se queda grabado con fuerza en la retina del espectador. Sin embargo, el último golpe de Spike Lee no impide que su última cruzada sea una considerable decepción. No hay mucho que hacer con el deshilvanado guion, la incompatibilidad de sus drásticos cambios de tono, la irritante verborrea aleccionadora del cineasta y su inevitable tendencia al subrayado efectista que debilita su cine llevándolo a las formas más burdas (esa acromática e invertida imagen final). El experimento es sin duda entretenido y perspicaz, pero cien veces menos firme y provocativo que aquella inadvertida “Chi-raq”, una rabiosa y extravagante sátira que sí tenía el poder de cambiar las cosas.
ALESNAKE
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
5
19 de octubre de 2018
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
-Chazelle fracasa en su viaje a las estrellas y entrega su peor largometraje.
-Como cinta biográfica es convencional y como aventura espacial rinde por debajo de sus contemporáneas recientes.

Después de golpearnos con “Whiplash” y arrasar en el mundo entero con la sobrevalorada “La La Land” el joven Damien Chazelle se dispone a rememorar la llegada del primer hombre a la luna. Un proyecto que es mitad acercamiento humano a la parte más íntima de la historia y mitad exhibición del talento del cineasta en clave de thriller espacial. Los guionistas Josh Singer ( “Spotlight”, “The Post”) y Nicole Perlman (“Guardians of the Galaxy”) adaptan la biografía homónima sobre Neil Armstrong escrita por James R. Hansen en 2005. De esta manera se formula un relato en primer persona que nos narra las vivencias del legendario héroe americano entre 1961 y 1969, año del famoso alunizaje. “Sabemos” que la misión del Apolo 11 fue un éxito, ahora interesa más descubrir si Chazelle ha sido capaz de cumplir sus objetivos.
Desde el principio el cineasta nos deja claro que lo más importante de su nueva película es el acercamiento a sus personajes, a como se sintieron durante esos años que más tarde se convertirían en historia de un país, en memoria de una generación pegada a la radio y en el testimonio de un triunfo sobre la conquista de lo inimaginable. Los temas relacionados con la carrera espacial y la crisis americana no son más que anclajes contextuales. Esta es la historia de Neil, a quien Chazelle construye como héroe y como humano, una persona de apariencia seria, parca en palabras, recelosa de su intimidad y francamente sensible en el interior; un tipo que se convirtió en héroe sin ningún interés en serlo. También es otra historia del sufrimiento como motor para la gloria, de una obsesión por el trabajo que busca calmar el dolor de una pérdida incurable. Chazelle, coherente con su remarcado estilo, acerca la cámara al rostro de sus personajes para que sintamos lo mismo que ellos y aunque el resultado es tenue, obtiene sólidas interpretaciones de su pareja protagonista. Gosling desluce en algunos momentos frente a una genuina Claire Foy cuyo personaje queda desaprovechado.
El pausado ritmo del docudrama (también de presión creciente en la dinámica familiar) se contrasta con la espectacularidad perseguida en la epopeya espacial. En esas misiones del Gemini y el Apolo, el director regresa al montaje centelleante de “Whiplash” para intentar generar una tensión sofocante, respaldada por los primeros planos y los planos detalles, el desenfoque, el traqueteo de la cámara y el chirrido de las tuercas. De este forma el espectador se convierte en un pasajero más de esas abrasadoras celdas que pululan por el espacio con las probabilidades en contra. Los últimos quince minutos dilucidan los fascinantes opuestos de una cronología tan estudiada como ignorada en sus aspectos más importantes. Chazelle coloca el símbolo frente a su verdadera historia, lo íntimo frente a lo épico, lo infinito del exterior frente a la claustrofobia del interior, la suciedad del negativo frente a la pulcritud del IMAX, y lo terrestre, lo mundano, frente a la cuestión indescifrable de la esencia vital, ante el dilema irresoluble de la metafísica.
Empieza con una secuencia de apertura impresionante y termina con una pieza tan predecible dentro del melodrama académico como reveladora para la conclusión de un mensaje que va más allá de la estructura del biopic. Lamentablemente en el medio se nos presenta un filme discreto y convencional, respetuoso con su heroica figura e incapaz de salirse de lo pasos marcados por un guion reglamentario y banal que nos narra los hechos de forma alargada e intermitentemente emocionante. Chazelle no ha sabido sacarle todo el jugo a este proyecto, quizás porque su necesidad de superar el reto ha sobrepasado a la propia importancia de la historia. Uno de mis profesores siempre decía que debíamos aspirar al sol para llegar a la luna, pero es que hay gente que no está capacitada para ir al espacio.
ALESNAKE
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
<< 1 9 10 11 20 41 >>
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow