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España España · Madrid
Críticas de J C
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Críticas 76
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
8
23 de enero de 2012
16 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
En “El gran carnaval” (1951), una de las películas más incisivas de Billy Wilder, un periodista en horas bajas montaba un tinglado absolutamente sensacionalista en torno al accidente de un minero indio que se queda atrapado en un túnel y a quien retiene durante varios días para conseguir la noticia de su vida. Sesenta años después, Álex de la Iglesia, partiendo de un guión de Randy Feldman, ha reinterpretado esa historia en clave hispana, aunque en esta ocasión es el publicista Roberto Gómez, autor del famoso anuncio de Coca Cola y que pasa por un momento económico delicado, quien aprovecha un desgraciado accidente en unas ruinas de Cartagena para obtener notoriedad informativa y ganar así algún dinero.
El irregular de la Iglesia ha logrado con “La chispa de la vida” uno de sus mejores trabajos tras la cámara, aunque el planteamiento de la obra no sea especialmente original, teniendo en cuenta que el gran Wilder ya lo había contado. No obstante, el autor de “El día de la bestia” articula una película de buen ritmo, poniendo sobre el tapete las bajezas de que puede ser capaz el ser humano para salirse con la suya.
De especial relevancia es la radiografía que de la Iglesia hace del espectro televisivo y sus maniobras para conseguir audiencia, máxime en unos tiempos en que todos sabemos cómo las gastan las cadenas con tal de arrimar el ascua a su sardina. Aunque el cineasta deja cierto espacio a la esperanza, el retrato es francamente desolador y no son pocos los que salen malparados bajo su cámara, dispuesta en todo momento a sacar a la luz la miseria humana en toda su lamentable extensión.
Hay que señalar igualmente el excelente trabajo de los actores, empezando por el humorista José Mota, quien, dejando al margen algún leve atisbo de sobreactuación, cumple con creces en el rol de este publicista fracasado y padre de “la chispa de la vida”. También destacan una más que solvente Salma Hayek y un nuevamente magnífico Fernando Tejero, además de todo el plantel de secundarios que los arropan.
J C
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8
13 de enero de 2012
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El protagonista de Drive es un tipo de pocas palabras, pétreo y solitario, uno de esos seres que parecen arrastrar una amargura indescifrable que los mantiene al margen de todo y de todos. Ya al inicio de la película sabemos a qué se dedica, conocemos la turbiedad que lo envuelve y él mismo nos da la clave del asunto con una exposición clara y contundente: Te doy cinco minutos. Cinco minutos para hacerlo y luego olvidarte de mí. Con eso es suficiente.
Drive es una obra negra, extraña, profundamente violenta, que se mueve entre la acción y la reflexión con buen tino. Percibo en ella cierta resonancia ochentera, una sensación que se ve acentuada por la música que salpica el metraje, canciones un tanto “tecno” que remiten a esa época.
Pero el tempo del filme me recuerda a veces las primeras películas de Walter hill, incluso la sequedad de El silencio de un hombre, de Jean-Pierre Melville. Lo único que le reprocho entre comillas a Drive es su violencia a veces demasiado explícita, de inspiración tarantiniana en alguna secuencia concreta.
En cualquier caso, el danés Nicolas Winding Refn ha sabido moldear con solvencia y originalidad una historia dura de redenciones salpicada de sangre y silencios como martillazos, cincelada en el rostro impasible de Ryan Gosling. Una mirada a la violencia desprovista de tópicos y camelos que en ningún momento elude lo que ve para no dejar resquicios ni espacios en blanco.
J C
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9
7 de enero de 2012
52 de 68 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es tarea fácil adaptar al cine las novelas de John Le Carré porque se trata de una literatura donde prima la reflexión sobre la acción y resulta arduo traducir a imagen tal fórmula narrativa. Considero, pues, más meritorio el trabajo del director sueco Tomas Alfredson en la que es probablemente la mejor adaptación hasta la fecha de una obra de Le Carré, teniendo en cuenta, además, que se trata de uno de sus textos más complejos e introspectivos.
Como la novela del autor británico, ya llevada a la televisión a finales de los años setenta del pasado siglo con su título original, “Calderero, sastre, soldado, espía” y con Alec Guinness como protagonista, la historia gira alrededor de la búsqueda y desenmascaramiento de un “topo” o agente doble que en plena guerra fría está pasando información a los rusos a pesar de trabajar para los británicos. Fiel al estilo de Le Carré, Alfredson trata de ir con la cámara más allá del rostro de los personajes, escarbando en su interior y poniendo al descubierto los mecanismos que les mueven a actuar de la manera en que lo hacen.
Pero además la película es un retrato de la propia guerra fría por la que discurre, un escenario realmente helado donde nada es lo que parece y cualquiera puede ser un traidor. En ese sentido, el filme es muy brillante en su puesta en escena, logrando transmitir al espectador esa sensación casi claustrofóbica y toda la complejidad de lo que ocurre.
Hemos de destacar con creces el trabajo interpretativo de Gary Oldman, un George Smiley frío y reflexivo, hastiado de guerras y traiciones, apartado por sus superiores de los vericuetos del espionaje y atrapado a la vez en sus redes. Magnífica película, insisto, que por fin hace justicia (cinematográficamente hablando) a uno de los mejores escritores del género de espías.
J C
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7
24 de octubre de 2011
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La nueva película del británico Mike Leigh fija su atención en Tom y Gerri (hemos aprendido a vivir con ello, sostiene él en un momento del filme), matrimonio de edad madura, terapeuta la mujer, geólogo el hombre, y de las personas con las que se relacionan a lo largo del año del título. Asistimos, pues, a cuatro momentos concretos de esos doce meses, estructurados en base a las estaciones del año, y a través de ellos conocemos a distintos personajes que por unas u otras razones interactúan con los protagonistas y cuyas miserias se nos van revelando a medida que avanza la película.
De inspiración un tanto rohmeriana, fordiana incluso, yo diría, en algún momento, Another year pretende ser un retrato, en ocasiones poco agraciado, de unos seres desvalidos cuya inestabilidad emocional vamos desvelando a través de su relación con los protagonistas, meros espectadores a veces de lo que ocurre.
El mayor acierto de Leigh está en la pintura psicológica que realiza de esos personajes aparentemente secundarios, pero que poco a poco van tomando cuerpo y haciéndose muy presentes en la trama. Y el cineasta británico lo consigue a través de largas conversaciones donde sus propias palabras los van desnudando de un modo natural y sin que tenga que recurrir a otros mecanismos.
Aunque todas las interpretaciones son muy destacables, sobresale la de Lesley Manville, sublime en su composición de la frustrada Mary, compañera de trabajo de la protagonista.
Una película sencilla, pues, carente de retorcimientos, donde la gente se muestra tal como es y el espectador no necesita hurgar bajo ninguna capa para descubrirla. Cine natural y sin dobleces.
J C
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8
17 de octubre de 2011
15 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un niño kurdo de doce años recorre con su abuela las carreteras del norte de Irak en busca del padre del chico, un soldado arrestado por Saddam Hussein al final de la Guerra del Golfo. La cámara de Mohamed Al Daradji filma ese paisaje devastado con un verismo conmovedor, llevando al espectador por caminos donde la guerra ha ido sembrando su semilla destructiva y malévola.
Con un esquema casi documental, la búsqueda de ese padre ausente, a quien nunca vemos y de quien únicamente sabemos que fue músico por gusto y soldado por obligación, desvela esa otra realidad que el conflicto bélico ha ido tiñendo de sordidez: fosas comunes repletas de cadáveres anónimos, cuerpos arrojados a la tierra como objetos sin importancia, miseria, soledad...
Ese padre ausente, desconocido, se nos hace igualmente visible en la flauta que durante esa búsqueda va tañendo el niño, que afirma tajante que nunca será soldado, pero sí músico, como su progenitor, y que ansía ver los Jardines Colgantes de Babilonia, metáfora última de una esperanza maltrecha por todas las guerras del mundo.
Cierto que el mérito de esta película puede radicar más en lo que expone que en cómo lo hace, pero no es en absoluto desdeñable la sobriedad a veces incendiaria con que Al Daradji coloca la cámara en el punto justo, dibujando el tránsito de unos personajes que caminan quizá hacia ninguna parte sobre los jirones de una tierra mancillada por la barbarie.
El cine debe ser denuncia de los desmanes cometidos y aquí cumple nuevamente esa función con absoluta solvencia, mostrando el caos sin gratuidad alguna y haciendo patente el desvalimiento de unos seres perplejos que no entienden a qué obedece tanto horror y desolación. Incómoda a ratos por su dramatismo, brillante en supuesta en escena, Son of Babylon es una película oportuna que vuelve a pasar factura a lo innecesario y atroz de las guerras y a sus nefastas consecuencias sobre las personas.
J C
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