En una de sus escasas incursiones en Hollywood, Carlos Sainz interpreta con corrección el secundario papel de piloto (no podía ser de otra manera) del helicóptero desde el que cae Moya gritando ojo cabra disfrazado de policía, a la postre único fiambre de la cinta.
Rambo se tira pal monte perseguido por un niño de 150 kg y su tropa de torpes uniformados. Allí sobrevive embutido en un saco, comiendo jabalíes y fabricando trampas mortales que no matan pero acojonan. Su mayor problema es el trauma que se trajo como souvenir de Vietnam y que se le personifica en forma de coronel, coronel trauma (para qué andarse con rodeos), que le impide expresarse con claridad, aunque cuando lloriquea porque no le dan curro ni para lavar coches, consigue juntar 5 ó 6 palabras con algo de coherencia.