Últimamente podríamos debatir, con ejemplos prácticos, sobre la moda catódica de consolidar thrillers que tratan sobre personas que deben esconder su verdadera identidad para sobrevivir o colaborar con el crimen organizado… pero, también del ridículo que proviene de algunas de las propuestas recientes. Véase “Deception” y “The Mob Doctor” como modelos y, ahora, “Rogue” como certificación. La nueva serie de DirecTV es simplemente tan mala desde su enfoque, percepción de personajes y construcciones de guiones que sorprende cualquier comentario positivo sobre la misma. Creada por Matthew Parkhill, repleta de ambientes lúgubres y decantes, personajes auto-destructivos, adicciones laborales, guerra de mafias y misterios en la sombra, la serie demuestra que con cuatro capítulos emitidos ya quedan suficientemente claras tanto sus intenciones como quiénes son los traidores, por muchos, previsibles y futuros giros intenten dar credibilidad a un decepcionante conjunto.

“Rogue”, para rematarla a muerte, debe competir con novedades acertadas como “Banshee” y “Orphan Black”, que sí saben cumplir con creces sus cuotas de entretenimiento pese a ceder auto-voluntariamente a una nula credibilidad. Que digan palabrotas y el sexo se prodigue tanto como la violencia no es sinónimo de calidad. Si fuera tan fácil todas las cadenas de cable serían la HBO: se necesita obviamente personalidad y mucho talento. No existe en “Rogue” nada de lo anterior, ningún tipo de reformulación, aliciente en los recursos de sus libretos o disposición de sus tramas para aplaudir una propuesta que quiere ofrecer un chorreo de drama, suspense, crimen y acción. La protagonista Grace (Thandie Newton), una policía encubierta, cree que su propio y peligroso trabajo tuvo que ver con la muerte de su hijo. Volverá al ‘lugar del crimen’ para resolver el misterio exponiéndose y haciendo peligrar su propia vida y alejándose completamente de su familia.

El verdadero interés de “Rogue”, aparte de sus suculentas escenas de sexo (calificadas de pseudo-pornográficas por algún crítico estadounidense) y desnudos entre bolsas testiculares y pechos columpiándose en la pantalla (o apretándose contra la misma), es que los personajes parecen movidos por instintos animales. El peligroso y lascivo Jimmy Laszlo (Marton Csokas) se acerca a la boca de Grace para escupirla sensualmente: «Hueles a whisky». La tensión sexual y el peligro parecen convertir el deambular de los personajes en fieras salvajes acechantes para cazar o fornicar… o ambas cosas. La ficción, por lo tanto, es únicamente salvable y entendible como una entrega por capítulos de un telefilme erótico, salpicado aquí de ráfagas gores, donde el guión acababa siendo tan irrelevante como ineficaz.