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España España · santiago de compostela
Voto de berenice:
6
Comedia Wendell Armbruster (Jack Lemmon) es un hombre de negocios americano que se ve obligado a viajar a Italia, donde su padre ha muerto en un accidente de coche. A pesar de que tratan de ocultárselo, se entera de que su padre tenía una amante, que lo acompañaba en el momento del accidente. Cuando entra en escena la hija de la amante (Juliet Mills), la animadversión entre ellos es instantánea, pero la embarazosa situación se complica todavía ... [+]
6 de febrero de 2013
9 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
De nuevo, leyendo críticas de la página, nos encontramos ante otra obra maestra inolvidable. Yo lo flipo en colores, pero bueno... El mismo concepto de “obra maestra” se va desfigurando, porque hay tantas y tantas que son incontables, cuando para el que suscribe son joyas relativamente raras. ¿Seré un tocahuevos? ¿No será esta película “maestra” porque la firma el intocable Wilder? ¿Y si fuera de Vicente Aranda, por poner un ejemplo?... Que no, de verdad que no soy malpensado; es cierto que las críticas que he leído están bien y varias razonan sus argumentos. Simplemente, para mí está lejísimos de ser una obra maestra, ni falta que le hace.

El caso es que la veo y me encuentro ante un film interesante, por momentos notable. ¿Por qué tengo que leer “joya de la historia del cine”, “la mejor historia de amor hecha nunca” y superlativos varios? ¿Tenemos tanta necesidad de, siempre, lo más grande?

Por Dios, esto no es una historia de amor, ni se le parece. Es un notable retrato de dos trenes que ya van hacia la vía muerta, cada uno por su camino: el del acíbar Lemmon, el del patetismo asumido ella. Él va de vuelta y todo lo mira con suficiencia, pero la luz entra en su corazón; ella, más joven y liberada, se permite el arrebato que estaba deseando, aun a sabiendas de que va a parecer una pureta en una discoteca de verano. Por supuesto, la culpa es del viento del sur, que hace efectos mágicos en pocas horas. La ración de “Italia” que les da Wilder no deja de tener un trasfondo tristón. No hay liberación en sus desnudos, sólo aplazamiento. Esa es la sensación, tristeza bonita, que emanan las poco glamourosas aventuras de la gorda, asediada por marineros salidos; la sensación de “nos tenemos que ir de todas maneras, así que para qué correr”. Por supuesto, sin el ritmo de antes, que ya estamos cansados, también nosotros, Wilder y Diamond. Resultado: sustitución de sus frenéticos y legendarios ritmos por planos secuencia más pausados, tono más reflexivo y una realización funcional simplemente correcta, siempre a plena luz italiana, ya sea en interiores o fuera. La coca cola ha perdido gas pero Wilder no engaña a nadie; en realidad, los únicos que nos la quieren colar son los publicistas que diseñaron el cartel, (véase), que nos promete desenfreno sin fin.
Nos queda en el recuerdo bueno de la película ese delicioso sabor amargo y algún gag, (ninguno muy brillante). El resto son planos que van pasando así, asá , planamente, no hay más, salvo un hotel precioso donde parece que otros sí se amaron, (lo más probable es que no) y un engarzamiento de tópicos muy manidos sobre choques anglosajones contra el Mediterráneo, sin que falten los tipos costumbristas y sitios comunes que, por momentos, hacen que la cosa parezca un film de Steno o Lattuada. Lo peor en este sentido no es la previsible familia mafiosa, sino la venganza pasional de esa siciliana celosa, metida con calzador para cuadrar guión, con la banda sonora parodiando “Cavalleria rusticana”. Algún cándido espectador dirá entonces. ¡¡”Ah, el sur de Italia….”!!
Muy malos los momentos finales con el rescate del diplomático, (o lo que sea), un emplasto para acelerar lo que ya no daba para más.

Si esto es una historia de amor maravillosa y tal… yo debo ser el Hada Maléfica. Es sólo un breve reverdecimiento, un discreto resquicio de luz, un penúltimo polvete bonito de verano, antes de la sombra. Servido con correcta asepsia por un hombre al que, justo es decirlo, casi todos los cinéfilos debemos muchos momentos de felicidad.
berenice
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