Ciudad de sombras

El alcalde de Nueva York contrata a un detective privado con un pasado policial para investigar a su esposa. El director Allan Hughes hilvana un inicio con buena presencia, pero el entretenimiento va decayendo con el metraje, los protagonistas Russell Crowe y Mark Wahlberg dan la cara sobre todo en ciertas escenas donde aparecen juntos a un guión que va como el metraje. Se puede ver pero con el paso de los dias ya ni te acuerdas.

Sí, como han dicho algunos aquí, la sensación que da es que es lo mismo de siempre, aunque aquí se intenta complicar un poco la trama, con una trama paralela de la que no se nos dice mucho más.
Mark y Russell no lo hacen mal, pero lo que tienen que interpretar es poca cosa desde el punto de vista de la profundidad y de la emoción.
Hubo un tiempo en que una película sobre la corrupción era novedosa. Hoy sobre eso bastan las noticias del día.

Se suele decir que determinados documentales están hechos para ser emitidos a determinadas horas, y propiciar en el espectador una siesta gorda. Pues "La trama" es un film hecho para que, emitido a la hora que sea, propicie en el espectador una siesta el doble de gorda. Es un thriller político de esos que te van metiendo poco a poco en un estado de letargo, del que no te saca ni un terremoto categoría ocho. La película, ni es mala ni es buena, aunque seguramente se aproxime más a lo primero; simplemente es innecesaria.
El punto de partida del film, sin ser nada del otro mundo, por lo menos es aceptable. Pero de ahí en adelante, la película es un descenso continuo a niveles insospechados de sopor. Los giros argumentales de la historia son tan inapreciables como su sentido del espectáculo. Y todo para terminar desembocando en un final de obra previsible, y más conservador que una reunión del Opus Dei. Por no hablar de lo poco que le va a Mark Wahlberg este protagonista en concreto. Yo veo a Wahlberg como héroe de acción, no le pega solucionar el entuerto de forma sigilosa. El único rayo de esperanza en "La trama" es la actriz Alona Tal, fiel escudera del protagonista. Sale en cuatro escenas contadas, pero cada una de ellas me valía por diez. Ya me enamoro en la serie "Sobrenatural", y ahora lo ha vuelto a hacer.
En definitiva, "La trama" es un thriller que carece de intriga y tensión, elementos fundamentales del thriller. Así que con dichos ingredientes, el resultado final es de esperar.

No seré yo quien defienda que esta “La trama” es algo revolucionario que trasciende el habitual refrito de topicazos relacionados con detectives privados, policías corruptos y políticos charlatanes. Pero sí puedo decir que ya sea por el tirón de la pareja protagonista (Wahlberg & Crowe) o por las ganas con las que la película afronta lo que en principio no iba más allá de un rutinario producto de relleno, el caso es que ofrece las dosis justas de todo para pasar un rato entretenido y matar el tiempo. Del mismo modo que hay días que te apetece comer sofisticado aunque tengas que dejarte trescientos pavos, cambiar de provincia y hacer una cola de dos horas y otros días te da igual lo que te eches al estómago mientras sea contundente y rápido, “La trama” sería como las lentejas de la abuela que siempre tienes ahí, en el congelador, esperando sin llama la atención y nunca decepcionan.

Desde luego, “La trama” es contundente. No escatima tiempo en la presentación de personajes y tampoco se corta a la hora de abrir líneas argumentales, pero no se vuelve confusa porque discurre a un ritmo algo parsimonioso, en un delicado equilibrio entre lentitud («media hora y aquí no pasa nada») y volumen de elementos en curso («no sé aún de qué va esto, pero me interesa porque todo puede suceder»). Poco a poco, a veces de manera previsible y a ratos sorprendente, la película coge forma, encadena varios giros sin marear al espectador y mueve las fichas sin brillantez, pero con competencia como para dejar a todo el mundo contento.

O a casi todo el mundo, pero yo creo que ahí ya entran mucho en juego las expectativas y, la verdad, no me parece descabellado oscilar con la valoración entre el 4 y el 6, dudando en si es una película floja para los recursos a su disposición o una película que lo da todo y vive por encima de sus posibilidades. En esos casos, es una suerte de disponer de la posibilidad de pulsar la película con un termómetro como Mark Walhberg, un tío que siempre refleja sus sensaciones con la película, incapaz de fingir intensidad cuando no entiende su personaje o se arrepiente de haber subido al barco. No hay más que verle disfrutar como un enano en las patochadas de Michael Bay y sufrir deambulando en “El incidente” (famosa es su rajada, sin venir a cuento, cuando le preguntaron por ella «Una vez estaba comiendo con Amy Adams y nos pusimos a hablar de una película horrible en la que yo había trabajado. No quiero decir cuál. Bueno vale al carajo era “El incidente”. Ya lo he dicho. Tío los putos árboles y las plantas. Qué mierda. Eso me pasa por intentar hacerme pasar por profesor de ciencias naturales.»).

A veces cuando tengo un día tonto, me imagino a WAlhberg diciendo «joder, tío, eran las plantas, las putas plantas» como si se hubiese enterado del argumento de “El incidente” a medida que rodaba las escenas y se me pasa. En “La trama” se le ve suelto, como es él, así que la veo como una película de más luces que sombras.

Discreto fusilaminutos que para un viaje en autobús, con trayecto Logroño-Soria, donde todo el mundo canta al chófer mientras una cabra come almendras a ritmo de trompeta, puede llegar a cumplir objetivos.

Marcos Guacamole vuelve a destaparse como el mejor cara menhir de los últimos años y consigue la proeza de fotocopiar a todo color su rostro del cartel, para posteriormente atarlo a un poste y pasearlo a lo largo de la cinta sin remordimientos de conciencia.

Muñeco de nieve Crowe, que parece haber renegado de la fabada un poco, cumple mínimamente, pero todo es tan de manual, tan repleto de tópicos, que incluso el director, en un indescriptible control con el pecho, pretende hacernos creer que estamos ante un dodecaedro para finalmente regalarnos un cubo, que por cierto, huele bastante a estiércol.

Película de consumo rápido y francamente olvidable, la verdad.

Se despide desde la cumbre del Mont Blanc.

Undiano Mallenco, con un pañuelo pirata, acompañado de un neceser marca acme y un grillete para grandes cargas, ejecutando la mayor caída libre e indecorosa que recuerda la humanidad, quedando inmóvil con un ojo abierto y otro cerrado, recordando a una liebre de la patagonia, y haciendo añicos el dvd de su película favorita, Dejad de quererme.