El favorito

Ocho films lleva Reitman en una carrera cinematográfica que se mantiene atractiva e interesante pero que no ha conseguido, a mi juicio, elevar las expectativas de sus primeros títulos como "Juno" o "Up in the air".

Con buena mano técnica para recrear el cine de la época en que transcurre la acción ( se han utilizado solo los medios que se disponían para filmar entonces), consigue un buen pulso narrativo en su primera mitad recreando la vorágine de una campaña presidencial tanto para el equipo de candidatos como para la prensa que los acompaña. La cosa decae en una segunda parte donde los hechos que afortunadamente no se juzgan, precipitan un desenlace poco desarrollado y algo confuso, escamoteando aquellas evidencias (una famosa foto) que más comprometian a un Hurt al que Jackman se esfuerza por sacar adelante sin demasiada chicha en la que apoyarse por parte del equipo guionista en el que se encuentran el director y el autor de la novela en la que se basa.

Vera Farminga, J.K. Simmons y Alfred Molina, están pidiendo a gritos más minutos para sus personajes que Reitman les niega. El papel de la prensa inmisericorde cuando no abiertamente hostil según sus líneas editoriales, la vida privada, la ética y la moral de los gobernantes o aspirantes a serlo que deben cuando menos ajustarse a lo que predican en sus mítines y proclamas son temas de reflexión que la película deja con buen criterio para debate del espectador. Se agradece por otro lado el esbozo de los equipos y voluntarios que trabajan en las extenuantes campañas y la consideración hacia Donna Rice más allá de una visión machista de ella como puro objeto de deseo.

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De verdad, no sé a cuento de qué ese empeño generalizado para que en "El candidato" nada luzca como debe.
Hay un buen plantel de rostros; hay una buena historia, más por desconocida que por novedosa, pero buena al fin y al cabo; hay un trasfondo jugoso y más en el candelero que nunca; está al mando de todo un realizador con nombre. Pero al final todo ello cristaliza en un producto desangelado y sin alma. De esos que al día siguiente ya casi ni te acuerdas de ellos. Definitivamente algo en la ecuación falló.
El ejemplo más gráfico y doloroso de lo anterior es el guion. Un texto plano incapaz de prodigarse en nada ni en nadie, ni siquiera en su protagonista. Y mira que anticipaba buenos duelos: un Hugh Jackman vs. J.K. Simmons, o un Vera Farmiga vs. Hugh Jackman. Pero nada, sus conversaciones parecen diálogos de ascensor entre vecinos con poco trato.
En fin, había potencial en "El candidato", pero al final la cinta de Jason Reitman va directa a un purgatorio con vistas al infierno.

Película algo espesa, que cae sobre los hombros de un Hugh Jackman que tiene que cargar con el peso de la misma durante todo el metraje sin demasiada ayuda por parte del resto del elenco. El tratamiento de la historia podría haber gozado de un planteamiento algo más cercano a lo humorístico, dado lo rídiculo que al otro lado del charco puede parecernos esta historia.

A los americanos, o a las sociedades protestantes en general, parece importarles demasiado lo que se diga de ellos. Hay una dictadura moral y de la imagen que impide desarrollar otros argumentos. No sabremos si Gary Hart hubiera sido un buen presidente o un buen líder para los EEUU ya que, al parecer, lo que realmente importaba era lo que hacía o dejaba de hacer sobre un colchón con diferentes señoritas.

Por desgracia, esta idea tan puritana parece extenderse entre las nuevas generaciones en el resto de Occidente, tan alineadas al pensamiento único procedente de la cultura dominante, con lo que probablemente tendremos que acostumbrarnos a esa tóxica idea de que "lo personal es político", como aparentemente dijo una despreciable ideóloga en los años 70, a la que prefiero no mencionar.

Y no, lo personal no es político, pese a que desde EEUU y el pensamiento luterano se haya aplicado esta idea de manera tan rastrera. Al mundo anglosajón le debemos la aparición de la asquerosa prensa amarilla, con sus tabloides sensacionalistas. Quizás sea el papel de la prensa lo que más me interesa de la cinta, observando como medios aparentemente respetables, dirigidos por gente constantemente aclamada en las facultades de Periodismo como Ben Bradlee, caen en la trampa por un puñado de ventas extra.

Si gente así hizo lo que hizo, luego no podremos llorar leyendo OK Diario o Público.

A diferencia de una buena parte de películas sobre presidentes, candidatos, corrupciones y anecdotarios sobre la política norteamericana, ésta es una de las que destacan por su dinamismo en la trama, su ágil montaje y su eficaz guion. Los tejemanejes de las campañas electorales y su mecánica para conseguir votos salen a relucir en este film de forma bastante fidedigna. La historia real de un candidato demócrata, que tenía las elecciones prácticamente ganadas y hundió su campaña por su estupidez personal, es bastante demostrativa, sobre todo cuando entran en contradicción la ética y la política. Hay opiniones para todos los gustos, pero probablemente es cierta (y mayoritaria) la de que un personaje con un comportamiento poco ejemplar no será un buen mandatario público, desde el momento en que debe defender una jurisdicción civil que penaliza determinados comportammientos que, paricularmente, él no cumple. Según las palabras de un asesor en el film "El presidente no es una persona más. Es el presidente". En efecto, son incontables, a lo largo de la historia mundial reciente, los casos de dirigentes que han tenido que dejar sus cargos por deslices particulares que un alto cargo no se puede permitir. La producción tiene cierte carga de moraleja ejemplarizante pero no entra en la demagogia barata. Se soporta por la calidad de la realización. La puesta en escena y la ambientación son impecables.