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Teresa

Drama Teresa espera paciente la llegada del Inquisidor para ser juzgada. De su visita y de sus palabras dependerá su futuro: libertad, cárcel o la hoguera. Adaptación de la obra de teatro “La lengua en pedazos” de Juan Mayorga, basada en la figura de Santa Teresa de Jesús, también conocida como “Santa Teresa de Ávila”.
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Críticas 20
Críticas ordenadas por utilidad
31 de marzo de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los elementos con los que se conforma Teresa son excepcionales. Una película que tiene como secundarias a Greta Fernández y Consuelo Trujillo poco tiene que perder, desde luego.
Por un lado está Juan Mayorga como autor de la obra en la que se basa la película, "La lengua en pedazos". El madrileño es una de las figuras más destacadas del teatro contemporáneo en español, sin duda, gracias a obras como la mencionada u otras como la maravillosa El crítico, La tortuga de Darwin, La intérprete o El Golem.
Detrás de la cámara está Paula Ortiz, una de las cabezas más lúcidas de la cinematografía española de los últimos años, responsable de la maravillosa De tu ventana a la mía, un prodigio de sensibilidad e inteligencia, y sobre todo de la magistral La Novia, una de las grandes obras maestras del cine español reciente. Si no la han visto, háganse un favor y búsquenla, vívanla, siéntanla. Es un viaje extraordinario y lleno de belleza y dolor a partes iguales. Jamás el cine ha trabajado a Lorca son semejante poesía y hermosura.
Y delante de la cámara están Blanca Portillo y Asier Etxeandia, pareja artística sobre las tablas en multitud de montajes, casi todos ellos dirigidos por el ya fallecido Tomaz Pandur. La actriz madrileña ha logrado ese estatus que tan pocas han conseguido. Están la Espert, la Xirgu, la Velasco, la Peña, más recientemente también la Machi, y por supuesto está la Portillo. No hay más que decir al respecto. El vasco, por su parte, se hizo grande sobre las tablas gracias a su trabajo con el director esloveno, confirmando que lo de Cabaret no había sido flor de un día. Como Valmont, como fantasma de Hamlet, como Dante, como Quirón, se hizo un gigante dentro del escenario, haciéndose un nombre propio y una personalidad única que, modelada también con textos de Vargas Llosa (La Chunga), o dejándose dirigir por la propia Portillo (La Avería), explotó como una bomba en El Intérprete, el espectáculo de su vida, que ojalá decida reponer algún día. Una experiencia absolutamente única y digna de un actor como él.
Hecha esta larga introducción (gracias a quienes hayáis llegado hasta aquí), el problema de Teresa es que se queda a la mitad de todo. Que sus maravillosos ingredientes no sirven para hacer de la película una cinta importante dentro del cine español. Sólo así se explica que, con justicia, haya sido ignorada en toda la temporada de premios. La vida de la santa abulense, siendo una de las místicas más importantes de la Historia, hubiese dado para que Ortiz hiciese un despliegue apabullante de su particular estilo visual, pero ese despliegue jamás llega. El guion, como suele ocurrir con muchas adaptaciones teatrales, tampoco termina de encajar del todo en el formato cinematográfico, y el conjunto entero acaba dependiendo demasiado de la impresionante presencia en cámara y descomunal talento de su pareja protagonista.
Correcta, emocional, con dos titanes delante de la cámara, pero escasa y decepcionante. A Paula Ortiz hay que pedirle más. Lo puede dar de sobra.

Lo mejor: Blanca Portillo y Asier Etxeandia, gigantes.
Lo peor: Está por debajo de sus posibilidades.
Sibila de Delfos
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4 de abril de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mira que Blanca Portillo lo hace bien. Pero hay obras que te parece que no han pillado lo esencial, y se recrean en la parafernalia. Esta es una de ellas.
Revisitar a Teresa de Cepeda desde la ficción siempre es delicado. Creo que le sale bien a Cristina Morales, en Últimas tardes con Teresa de Jesús. En esta peli, sale fatal el viaje.
Alfredito12
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5 de abril de 2024
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El cuerpo es una cárcel. En la desnudez de la piel los pies se agrietan y las llagas trasmiten soledad. Hay silencio y en el claustro crece la libertad. La imaginación es la loca de la casa. Entre pucheros anda el Señor. De lo que no se puede hablar mejor callar.
En tiempos de la inquisición sobran las palabras. Los conventos escuchan, las paredes esperan, sufrientes. En la dualidad surge la verdad, del contraste, del dolor. Quien no se conoce no conoce el mundo. Mirar fuera y mirar dentro. El misticismo es sensualidad y tenebrismo. Hay sapos cojos y murciélagos ciegos. El hábito habita, la religión viste, la fe no hace montañas. Teresa reza y el espectador mira, escucha, siente. De tanta paradoja se alimenta el espíritu.
Bebe Juan Mayorga de la filosofía, de la escolástica y del desvelamiento. Como Blanca Portillo que resiste el primer plano, que deja a Paula Ortiz jugar a ser Bergman, y coquetear con Buñuel y mostrar espejos borgeanos. La sensualidad de blanco de una Teresa joven y las carcajadas de Asier Etxeandia liberan un tenebrismo poblado de velas, el límite entre el bien y el mal.
La escritura se refugia entre el yo y el mundo, en los resquicios que deja la salud. El desierto no es la solución y en la Castilla profunda caerán muchos muros durante siglos para que las mujeres crezcan.
Película de lengua afilada y plano corto, de interiores y saltos al vacío, de profundidades y revelaciones. De la llama que nunca se apaga. De fuego y seda. Humo sin ceniza. Teresa es misterio, zozobra, plenitud en lo sublime y equilibrio en el alambre. Introspección en espiral.
edddddddd
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28 de abril de 2024
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Comienza esta cinta de Paula Ortiz con imágenes de la santa de Ávila en su infancia con pájaros, agua, luz, comienzo naturalista donde están los sueños de Teresa en su niñez y en su adolescencia, cuando aparece el conocimiento del cuerpo, de la sensualidad, también la enfermedad y la resurrección, la joven Teresa interpretada por Greta Fernández.

Pero están también las pruebas, cuánto ha de pasar la santa para mantener su lugar del “vivir sin vivir en mi”, de aquella que espera tan alta vida: “que muero porque no muero”. Una Teresa que espera cargada de paciencia, puesta la mirada en Cristo, al inquisidor.

Sabe la santa que, de esa visita, de la actitud, del testimonio y de las palabras del inquisidor dependerá su futuro. Un futuro que ella anhela sirva para seguir gozando de un espacio interior de recogimiento, de un espacio físico acorde para continuar su vida de oración y libertad. El filme es adaptación de la obra de teatro La lengua en pedazos de Juan Mayorga, obra basada en el Libro de la Vida, de Teresa de Jesús.

La directora Paula Ortiz lleva a buen término una empresa arriesgada no apta para cualquier público, un filme tan elevado en lo espiritual, como bello en lo cinematográfico. Está conducido por un guion de la propia Ortiz junto a Javier García Arredondo, adaptando la obra teatral de Mayorga, obra que le valió al dramaturgo el Premio Nacional de Literatura Dramática.

La acción se desenvuelve en la cocina del convento de San José, primera de las fundaciones de Teresa. Mayorga explica: “Un ser a contracorriente en nuestro propio tiempo, por eso resulta tan fascinante: porque, al tiempo que nos atrae, nos es extraña. (…) Y asombra una palabra tan violentamente hermosa cuando habla de su cuerpo herido como cuando pinta ángeles o infiernos”.

En esa cocina se produce un choque de titanes, el combate de la mujer reformadora, con un hombre de Iglesia en el más estricto y severo sentido. Es el Inquisidor, que tiene el propósito de clausurar el convento de San José y para que Teresa regrese a la ortodoxia del Carmelo.

Es un combate de fe, de integridad, un combate teológico, también político y personal. Teresa enfrenta con su fe y sus sólidas convicciones y experiencias místicas, los argumentos y amenazas del Inquisidor. Afirma que Dios se le aparece y le habla. Su contraparte hace por desacreditar esas visiones como productos ilusorios.

Teresa propone dudar, pues al prójimo hay que persuadirlo desde la propia naturaleza humana que es por definición insegura. No pretende imponerse, sino volcar su humanidad para darse a buenas al otro.

Teresa explica que se fue al convento por ser este un espacio sin jerarquías, donde nadie trabaja para nadie y todo es de todas. Así es como la mística consigue que las hermanas de su convento sean unas mujeres unidas, incluso contra el patriarcado del Vaticano. El Inquisidor ve que esa mujer, aunque dubitativa, tiene enorme talla y fuerza, y acusa a la santa de haber lanzado una guerra contra el mundo.

El reparto es de auténtico lujo, con una Blanca Portillo inconmensurable que encarna a la religiosa, la literata y la mística que fue Teresa de Ávila; Asier Etxeandea sensacional como un inquisidor nada tópico, que no odia a Teresa, solo sospecha de ella y anhela cambiarla. Acompañando Greta Fernández (Teresa niña), Ainet Jounou, Cosuelo Trujillo o Uko Olazabal.

Tiene una intensa música de Juamma Latorre que llena el convento y la pantalla de notas que suben y ascienden. Una fotografía apagada pero emocionante de Rafael García, mueve los cimientos de la fe y la alegría de una santa que además fue sabia y grande en lo intelectual y en lo literario.

Tenemos, que tanto el teatro de Mayorga, como el cine de Paula Ortiz, tienen dos ideas comunes, y en torno a ellas han ido configurando sus lineamientos artísticos y sus carreras: el encuentro con el otro y la relación del pasado y el presente.

Ortiz se afirma en el artificio. Su objetivo es explorar una figura inasible, prácticamente incognoscible, si no es con los ojos de la fe. Palabra recitada. Buscando lo excelso y elevado en el montaje, el sonido, las visiones poéticas, los estudiados planos buscando lo excelso. Un imaginario de lo sagrado. Sirve todo para envolver en elementos propiamente cinematográficos un texto austero regado por la poética de Ortiz, una poesía penetrante y vehemente.

Nos muestra Paula Ortiz Paula Ortiz visiones del mundo y de la vida en el siglo XVI, que aún hoy perduran. Frente a las afirmaciones apodícticas y dogmas, la duda, la apertura de otras opciones y alternativas. Además, en la fragilidad que acompaña a la duda, está la fuerza de una mujer que extrajo del encierro y la clausura una defensa para las mujeres. Sus votos no eran dóciles, eran oposición frente al matrimonio y la prevalencia del hombre.

Hay precisión en los encuadres, en los cambios de clima, en las secuencias, una cámara atenta a la interpretación, al gesto, a la insinuación, un trabajo fino cinematográficamente hablando.

Pero quizá, por un exceso de figuras, símbolos y retórica Teresa pierde filo e incluso santidad por momentos duro duelo dialéctico con el inquisidor, duelo que en más de una ocasión se enroca y se enrosca en posiciones poco esperadas para una figura como la de Teresa de Ávila. Una pugna excesiva a veces.

Por eso, desde mi manera de ver, el filme, al que cabe ensalzarlo por las razones expuestas y porque, sin más, es una película muy interesante, sorprende un tanto en su intensidad y enfrentamiento, lo cual no condice con la poética de Santa Teresa, con su vida mística, con su existencia de riesgo espiritual, de valentía y de figura cimera en lo intelectual.

Recuerdo aquí que fue el 27 de septiembre de 1970, cuando el Papa Pablo VI nombró a Santa Teresa de Jesús como la primera mujer Doctora de la Iglesia.

Publicado en Encadenados: https://encadenados.org/criticas/teresa-2/
Kikivall
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19 de diciembre de 2023
1 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
A priori, si juntas los nombres de Blanca Portillo y Asier Etxeandia y los pones a las órdenes de Paula Ortiz en una adaptación de una obra del prestigioso dramaturgo Juan Mayorga, todo apunta a un resultado final muy positivo.

Paula Ortiz, directora de “La novia”, adapta la obra de teatro “La lengua en pedazos” de Mayorga, basada en la figura de Santa Teresa de Jesús, también conocida como Teresa de Ávila. La directora zaragozana crea una película muy mística que representa un juicio a Teresa mientras va repasando a fogonazos su vida.

Si bien el complejo texto (seguramente más propicio para el teatro) hace que sea fácil perderse, hay que destacar el espectacular duelo interpretativo entre Portillo y Etxeandia, una enfundándose los hábitos de monja inundada por un amor ciego a Jesús y otro como implacable inquisidor que no le da margen en ningún momento.

Una arriesgada propuesta, de gran factura técnica, que a un servidor no le caló mucho a pesar de sus fabulosos mimbres.

www.sudandocine.com
Cangurito78
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