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Llámame por tu nombre

Romance. Drama Elio Perlman (Timothée Chalamet), un joven de 17 años, pasa el cálido y soleado verano de 1983 en la casa de campo de sus padres en el norte de Italia. Se pasa el tiempo holgazaneando, escuchando música, leyendo libros y nadando hasta que un día el nuevo ayudante americano de su padre llega a la gran villa. Oliver (Armie Hammer) es encantador y, como Elio, tiene raíces judías; también es joven, seguro de sí mismo y atractivo. Al ... [+]
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Críticas 246
Críticas ordenadas por utilidad
29 de diciembre de 2017
100 de 157 usuarios han encontrado esta crítica útil
Existe una belleza insólita escondida en el corazón de esta película, un encanto procedente de la renuncia a un ritmo cinematográfico, de la exaltación de la emoción y la belleza, de la ternura y la naturalidad de su historia. Las escenas se alargan y discurren lentamente, como una tarde de verano, dejando percibir entre gestos y roces el nacimiento de ese primer amor tan intenso y desgarrador que cambiará la vida de Elio, interpretado de manera admirable por Timothée Chalamet, quien es capaz de dotar a su personaje de vida propia, de transmitir con su expresión una amplísima gama de sentimientos verdaderos y palpables en una de las mejores actuaciones que he visto. A él, le acompaña un Armie Hammer en estado de gracia, generando ambos una química en pantalla inolvidable.

Call Me by Your Name triunfa no solo a la hora de normalizar las relaciones homosexuales si no que se gana la empatía del espectador alrededor de esa atracción ferviente entre los protagonistas. Apoyándose también en unas absorbentes fotografía y edición de sonido, la cinta consigue transportarte al mejor verano que recuerdes. Guadagnino logra tejer una experiencia nostálgica en la que analiza con precisión y depuración el primer amor a base de pura emotividad. Una historia que se cuece lentamente para llegar a un final desgarradoramente bello con el monólogo de Michael Stuhlbarg y la escena de Elio frente al fuego; dos secuencias grabadas ya en mi retina para siempre.

Sin duda alguna es, desde ya, mi película del 2017. Aquella que me transmitió el entusiasmo y la satisfacción de contar historias a través de una pantalla. Y sin olvidarme de las dos canciones originales compuestas por Sufjan Stevens, que suponen el remate final a una película que es simplemente una absoluta maravilla.
Excelsior
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9 de mayo de 2020
49 de 55 usuarios han encontrado esta crítica útil
Evocadora, deliciosa, sensual, intensa...

Desde el comienzo la peli tuvo el poder de transportarme a aquellos frescos días de verano en el pueblo, a las tardes de piscina con los amigos, a los paseos en bici por las carreterillas del campo, al sonido de las chicharras ... y a la luz... aquella que iluminaba, no sé por qué, de manera diferente el paisaje que contemplaba en mi adolescencia, a finales de los 80. Sí... la peli es una experiencia sensorial y esos parajes del norte de Italia un escenario privilegiado para abrazar una historia de amor.

Pues eso, Elio, el protagonista, efebo inexperto, conocerá lo que es el amor y muchos de sus perturbadores efectos: la inseguridad, el dolor, la pasión y la belleza infinita de entregarse al sentimiento a pesar de todo...

Las dos canciones que Sufjan Stevens compone para este film "Mystery of Love" y "Visions of Gideon", funcionan como el aria en una ópera; con una armonía increíble congelan el tiempo para centrarse en las emociones y llevarlas más allá... Una es la emoción de los protagonistas al sentirse libres y redimidos... Otra la melancolía final al recordar las imágenes que quedaron grabadas en la memoria.
ANA
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22 de enero de 2018
117 de 197 usuarios han encontrado esta crítica útil
Decepcionante. La ví con todo el entusiasmo que me provocó el conocer los antecedentes, premiaciones y las críticas de otros integrantes de FilmAffinity. Lamentablemente, la película no me aportó nada nuevo con la temática gay. Reconozco que la actuación de Timothée Chalamet se pone a sus espaldas todo el peso de un guión frío, que no profundiza demasiado en los personajes y que tiene las primeras tres cuartas partes de metraje tan estiradas que enferman los nervios del espectador más templado. Lo que sí quiero subrayar y en contra de todas las opiniones que he leído, que si hay algo que realmente no surge de la pantalla es la química entre los actores de la pareja protagónica. Es más, en ciertas escenas, hasta es chocante verlos juntos. Thimothée Chalamet da más joven que su edad en la historia y Armie Hammer mayor de los 24 que debe representar. La pareja no provoca empatía ni tensión sexual. Todo queda en la buenísima actuación de Chalamet. No me parecieron espectaculares ni la fotografía ni la banda sonora, dado que esperaba (por estar ambientada en los primeros ´80´s) algunos clásicos bien recordados de la europa de esa época. Los dos temas compuestos especialmente para la película sí me resultaron agradables, así como también las actuaciones de soporte, en especial la de los padres de Elio y los sirvientes.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Roberto Eduardo ARPIN
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22 de enero de 2018
58 de 89 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hoy sería imposible de reproducir. Una historia de amor a fuego lento, con el pálpito y la inocencia de la novedad desconocida, con el hartazgo y la reflexión de las horas muertas. Un entorno utópico, de ensueño, donde el tiempo pasa sin distracciones ni interrupciones, en el que la palabra recobra su poder, las relaciones se gestan de forma paciente y ni un solo gesto pasa desapercibido. Hay que remontarse a un lugar del norte de Italia en 1983 para redescubrir aquellos tiempos en los que nada, ni mucho menos el amor, se zanjaba con la inmediatez de un pulgar.

En ese contexto bucólico de la Toscana, en el que la belleza natural se entremezcla con la música, el arte y la oratoria, se desarrolla una relación llamada a convertirse en una de las más emocionantes de la historia del cine. Una atracción imprevista, que se va degustando piano piano, entre jugosos zumos de albaricoque y paseos en bici, entre el letargo de los calurosos días de verano y la presión del calendario. El amor de verano entre Elio, un chico de 17 años de familia intelectual, y Oliver, el estudiante americano que aterriza en sus vidas para ayudar al padre, es de una franqueza tan escasa que difícilmente dejará tibio a ningún espectador.

Difícil no enamorarse de un personaje como el que encarna Armie Hammer. A un físico imponente, provisto de todo el erotismo que un adolescente con hormonas desbocadas podría desear, se le suma una personalidad arrolladora, capaz de conquistar hasta el habitante más hostil de un minúsculo pueblo italiano. Un soplo de aire fresco, alegre, perspicaz, inteligente, que invade de repente el apacible hogar del joven introvertido y receloso. Una polaridad llamada a atraerse pero que ni siquiera lo hace a la manera habitual.

El acercamiento entre Elio y Oliver se madura lentamente, a base de miradas, de roces, de pequeños detalles. Y cuando la explosión llega, lo hace sin necesidad de explicitud, con la complicidad que sólo permiten las relaciones más profundas y honestas. La contención da paso al desahogo, a la pasión irreprimible, a las palabras bellas. Tan hermosas que no queda otro remedio que emplearlas para dar título a un relato fabuloso, narrado con clásica exquisitez, de la contemplación al sentimiento más emotivo.

Porque si las secuencias de clausura son un torbellino emocional, en las que se mezclan la alegría y la nostalgia, capaces de sobrecoger al más insensible de los mortales, James Ivory y Luca Guadagnino nos reservan una escena final ante la que sólo cabe rendirse. De Timothée Chalamet y Armie Hammer ya habíamos descubierto lo suficiente como para enamorarnos de sus personajes pero no es hasta ese momento que Michael Stuhlbarg se desprende del segundo plano para regalarnos una conversación memorable, la de un padre que decide desnudarse por completo ante su hijo, sin prejuicios, sin la coraza sobreprotectora del progenitor, con la valentía y la confianza que sólo permite la buena educación.

El gran mérito de Call me by your name está en poder contar una historia de amor entre dos hombres sin convencionalismos. Quizá ésta sea la primera vez en la que una película con relación gay presente un guion desprovisto de conflicto. Sin armarios, sin enfermedad, sin rechazo. Sólo el amor en su faceta más amplia y generosa. Puede que el contexto sea demasiado ideal, de bien seguro irreal, pero si por algo trascienden Elio y Oliver es por encarnar un idilio sin necesidad de transgredir ni denunciar, con absoluta naturalidad. Convertir en anécdota la homosexualidad de sus protagonistas quizá sea el paso más definitivo hacia la normalización.
polvidal
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30 de diciembre de 2017
56 de 91 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nunca hemos temido las estaciones del año.
Sabemos que al melancólico otoño le sigue el triste invierno, para luego renacer en la radiante primavera y brillar intensamente en el dorado verano.
Es un ciclo que se repite en bucle, y nos aferramos a que siempre volverá pero, como se dice en esta historia, hay cosas que sólo nos son dadas una vez, y cualquier persona atraviesa sus propias estaciones a lo largo de su única vida.

'Call Me by your Name' es el relato de un verano, el verano de Elio.
Toma forma en algún lugar al norte de Italia, y sus encantos nos seducen desde el principio: el sonido de la chicharra y el canto de los pájaros arropan nuestra estancia, construyendo un muro de sonido que apaga la realidad de estar viendo una pantalla.
El verano está pasando, en cada piedra caliente, en los rastrojos de hierba, en la brisa que no sopla dentro de una casa fresca.

Elio habita esa realidad de la única manera que sabe, buscando el deseable roce femenino, dejando pasar las horas sin rumbo fijo, y quizá eso sea lo más interesante: nada distingue sus nimiedades de los momentos importantes.
Si lo hubiera hecho, si hubiera tenido más edad, más experiencia, se hubiera dado cuenta de que el tiempo no se desliza de igual manera junto a Oliver, el ayudante que ha venido a trabajar con su padre.
Alrededor de él existe un sentir distinto, algo que al principio, en su inocencia, confunde con molestia (como siempre se hace), intentando enmascarar su naciente fijación al criticar sus palabras, costumbres y vicios.
Achicando agua de sus emociones, porque podría ahogarse si se deja inundar por la atmósfera de este verano sensual.

Hay que decirlo claro: el fuerte de este romance no reside en su hipnótica manera de atraparte (por mucho que se esté llevando todos los elogios por este motivo).
Más bien todo eso es una preparación, un peaje, para hablarte en la distancia de esa época maravillosa en que puedes permitirte el lujo de no pensar, de imaginar y sentir siempre más allá de lo que cualquier circunstancia te dejará.
Al crecer, olvidamos esas impresiones de sol grabadas en la retina, las utopías tardías del verano que termina, el adelantarnos a la hora que se nos marca porque eso es nuestro peor guía.

Elio encuentra su hueco entre esas turbulencias, en silencios de amanecer que le pillan despertando en el cuarto prohibido, o en tardes al sol que se detienen al tempo de alguien amado.
Y por una vez se siente completo, comprendido, donde quiere estar, en esos pequeños espacios que él nunca creyó posibles de habitar.

Un sentimiento que cualquiera da por sentado, hasta que desaparece.
Un recuerdo que nadie añora, hasta que se rememora.
La verdadera razón por la que el espectador pasa casi dos horas enteras en el verano de 1983, llenándose de valentías, placeres y descubrimientos, más dulces cuanto más secretos.

Porque el verano se acaba, y nos tortura con la duda de si esa inmensidad será todo lo que nos llenaba.
Una duda que Elio responde con una emoción desconocida: una muda mezcla de tristeza y alegría, que nos mira desde el único rastro de calor veraniego en una casa preocupantemente fría.
Él no lo sabe, pero tiene la suerte de que esa emoción le acompañará toda la vida.

Porque todos fuimos gentes del verano en su momento.
Saber acostumbrarse a su ausencia, sin rechazar su intermitente presencia, es lo que guía el misterio de esta existencia.

Teniendo las mismas estaciones del año, es triste que no tengamos la oportunidad de volver a florecer.
Pero qué dolorosa alegría darse cuenta de que lo hicimos, alguna vez.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Charles
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