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Piso de soltero

Comedia. Romance. Drama C.C. Baxter (Jack Lemmon) es un modesto pero ambicioso empleado de una compañía de seguros de Manhattan. Está soltero y vive solo en un discreto apartamento que presta ocasionalmente a sus superiores para sus citas amorosas. Tiene la esperanza de que estos favores le sirvan para mejorar su posición en la empresa. Pero la situación cambia cuando se enamora de una ascensorista (Shirley MacLaine) que resulta ser la amante de uno de los ... [+]
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Críticas 251
Críticas ordenadas por utilidad
3 de enero de 2008
364 de 423 usuarios han encontrado esta crítica útil
Perfecta por hacerme reír.
Perfecta por hacerme llorar.
Perfecta por Jack y Shirley, esos dos pedazos de actores.
Perfecta porque decir que es la mejor comedia del señor Wilder es decir que es la mejor comedia de todos los tiempos.
Perfecta por sus frases míticas que van y vuelven durante toda la película.
Perfecta por ese gran guión (mención para el introvertido I.AL Diamond siempre a la sombra del gran Billy) que hace que pienses que todas los demás guionistas no tienen ni idea de lo que es escribir.
Perfecta por enseñar lo que tiene que ser una película de Hollywood.
Perfecta (como casi todas las grandes películas) por sacar de una pequeña historia sentimientos que emocionan aquí y en la China.
Perfecta por enseñarme a escurrir los espaguetis (y espérate a ver como sirvo las albóndigas).
Perfecta por hacerme ver que el dinero no da la felicidad.
Perfecta por enseñarme lo que es ser un verdadero mensch.
Perfecta por hacerme ver que el amor a veces te hace decir tres cuando quieres decir cuatro.
Perfecta por demostrar que el happy end casi nunca es la mejor opción.

Gracias Mister Wilder. Ójala en tu cielo pasen películas tuyas todos los días.
Favio Rossini
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5 de marzo de 2008
233 de 253 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para aquellos que no podemos ser Napoleón, María Antonieta, Howard Hugues o Charles Kane, existen películas como "El apartamento", una hermosísima crónica de aquellos personajes grises, ninguneados por el cine o por la historia, gente en cuyo devenir no interviene ningún hado redentor, sino que avanzan contra la previsible corriente de su destino con la determinación de aquellos que no tienen más opciones en la vida que aguantar lo que se les venga. Jack Lemmon es la encarnación de uno de esos tristes personajes, un tipo mediocre cuyas aspiraciones en la vida pueden contarse con los dedos de una mano. Con el objetivo de ascender en su monótono trabajo, en el que no es más que un número, presta su apartamento para las citas amorosas de sus jefes; hasta el día en que el amor -una luminosa Shirley MacLaine- se cruza en su camino de manera inesperada. El resto de la historia, la dejo a descubrir por los afortunados que se acerquen a ella por primera vez y que sepan encontrar la magia escondida entre esos retazos de drama tristísimo, envueltos en un aroma de sutil comedia. Nunca se le brindó tanta justicia al discreto encanto del aura mediocritas ni tanta poesía a la conciencia de un desarraigo que va más allá de fronteras, nacionalidades y épocas. Para recomendar y ver incansablemente, una y otra vez.
Neathara
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14 de octubre de 2009
182 de 199 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por supuesto que Jack Lemmon y Shirley MacLaine se salen, pero ¿y los secundarios? Y al decir “los” no me refiero a Fred MacMuray, la borracha o el vecino-doctor. Hablo de los OBJETOS, auténticos personajes que dan la puntilla en cada escena y gozan de rol completo.

La BOTELLA DE CHAMPAÑA del boss que se queda sin entrar en el piso y que nos engaña después en una película sobre la que pesa continuamente la sospecha de suicidio. Lemmon abre la puerta y allí está ella, derrochando espuma. ¡Cómo aguanta el plano! No cesa de emanar borbotones con una entereza y unas tablas que ni la Bette Davis.

¿Y qué me dicen de el último FIDEO? ¡Cómo realiza 2 mortales perfectos, para enroscarse en el dedito de Buxter y permanecer enroscado sin despegarse esas centésimas de segundo antes de cortar el plano! Maravilloso. Podríamos hablar también de la cuadratura del círculo de las aceitunas del martini, ¡qué coreografía se montan los PALILLOS!

¿Y el SOMBRERO de gerente? Qué buen compañero de escena para Jack, que hasta las cejas se le ven más gruesas y cambia su aspecto según esté incrustado o suavemente ladeado. Todo gracias al bombín. Y qué bien termina su participación enganchándose a la cabeza del que friega los suelos junto al ascensor. Qué simbólico. Otro pedazo de interpretación es la del BILLETE de 100$. Un papel pequeño, pero brutal, con un registro dramático de primer nivel.

Uno de los mejores secundarios, bordando su papel, es el ABRIGO de la chiquilla del elevador. ¿Cómo puede ser que quitándoselo del mismo modo frente a MacMurray que frente a Lemmon, con uno parezca una fulana y con el otro una señorita entrañable? ¿Cómo puede ser que ese abrigo no estuviese ni tan siquiera nominado al oscar al mejor actor de reparto?

No, no me olvido del ESPEJO y sus quebradas miradas. Ni de la SERVILLETA DE CUADROS ideal para arropar una botella de champaña convertida en pechero, ni por supuesto de la LLAVE, en su papel de vulgar y mísera, tan simple que somos incapaces de distinguirla después con la que abre los lavaderos.

Pero el papelón, PAPELÓN, grande como ninguno, lo realiza el TACO DE CARTAS. ¡Cómo se deja mezclar! ¡Qué elegancia para abrirse en abanico! ¡Cómo resbalan cada uno de sus naipes sobre la mesa rugosa! ¡Qué revés! Impresionante la baraja. Pedazo de actriz.
panza
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9 de setiembre de 2008
164 de 257 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo vi en madrugada por el parque, parecía alicaído,
con una gripe como un tanque, se veía abatido.

- ¿Qué le ocurre buen hombre, a estas horas y abandonado?
- No me extraña que se asombre, es que mi apartamento está ocupado.

- ¿Acaso tiene usted termitas, y lo fueron a fumigar?
- Lo que tengo es visita, dispuestas a fornicar.

- ¿Y como es que usted permite, que su apartamento sea un picadero?.
- Para que ello me facilite, ascender antes de Enero.

- No me diga usted más, es un buitre pesetero.
- Pues sí le digo más: aparte de buitre, carroñero.

- Pero hombre de dios ¿no es más fácil hacer como todos?
- Dígame entonces vos, hay acaso, otros modos.

- Pues sí;
Si su jefe suelta una gracia, ríase con eficacia.
Si al Barcelona él defiende, insulte usted al merengue.
Si es fan del Sabina, tataree sus canciones en la oficina.

- Pues ahora que usted lo dice, con las videoconsolas él alucina...
- Pues le graba usted un disco, con el Time Crisis, el Call of Duty y el Buscaminas.

- ¿Y cree usted que dará resultado?, ¿No se verá una idea infecciosa?
- No sea usted alelado, déjelo a su vista como el que no quiere la cosa.

- Pues gracias por el consejo, es verdad, ¡qué hago aquí pasando frío!.
- Vaya corriendo a casa, que con un poco de suerte, participa usted en un trío.
JuanCádiz
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9 de julio de 2009
74 de 83 usuarios han encontrado esta crítica útil
La que promete ser otra de las desternillantes comedias de Wilder: (“Buenas noches señor Baxter, ¡Qué tiempo tan malo! La culpa es de esas porquerías que hacen en Cabo Cañaveral”), nos sorprende con la tristona salida a escena de un abatido agente de seguros, Lemmon, constipado, chantajeado y a ratos sin techo en las frías noches newyorkinas y una desolada ascensorista, Shirley MacLaine, con preciosos guantes que apenas sonríe dos o tres veces en toda la historia:

- a Lemmon jugando a las cartas,
- a la vieja vida que despide con el Año Nuevo mientras suena el “Auld Lang Syne”
- y a la nueva que recibe y hacia la que corre con pasión, en una de las escenas más bellas del cine que servidora recuerde.

El Apartamento... dos personajes atrapados en la monotonía, que se cruzan cada anodina mañana en un amargo, irónico e incisivo drama que apenas provocará alguna carcajada; si acaso sonrisas decaídas. La hilaridad la ofrece el médico vecino de Lemmon y el propio Lemmon, canturreando y escurriendo los espagueti con albóndigas valiéndose de la malla de una raqueta de ténis. Genialidades de Wilder.

La ambientación de la historia, en ese apartamento confortable pero apagado, acompaña melancólicamente la vida de este par de infelices. La melodía del saxo taciturno, abundará todavía más en sus penas (y en las del espectador).

Pero las cartas no están todavía echadas, ni por la cuadrilla de indeseables jefazos de la compañía de seguros donde putean a Lemmon, ni por el desalmado empresario-amante de Shirley, que embauca a una chica dolida que se dice a sí misma: “llevo el espejo de mano roto porque así es como me veo”. A lo que Lemmon responde: "aunque viva entre ocho millones de personas estoy sólo; únicamente te encontré cuando vi tus huellas marcadas sobre la arena".

Lemmon y Shirley, se guardan cada uno su as en la manga. Y al final, este triste par de perdedores, cortan y reparten la baraja ganando la partida.

Enternecedor Lemmon, dulcísima Shirley, disparatado Wilder. Maravillosa película.
Valkiria
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