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First Reformed

Drama El encuentro con un activista medioambiental y su esposa embarazada (Amanda Seyfried) radicaliza poco a poco la ideología de un pastor evangélico (Ethan Hawke), un antiguo capellán del ejército, todavía marcado por la muerte de su hijo en Irak, que dirige una pequeña iglesia en el norte del estado de Nueva York. (FILMAFFINITY)
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Críticas 73
Críticas ordenadas por utilidad
22 de julio de 2018
104 de 117 usuarios han encontrado esta crítica útil
La carrera de Paul Schrader no ha sido lo que se dice brillante desde que estrenó 'Aflicción' (1997) hace ya dos décadas, pero su redención llega en forma de 'First Reformed'; una película que escribe y dirige y que conecta directamente con la que fuese su estupenda carta de presentación como guionista, 'Taxi Driver' (1976). Travis, el veterano de Vietnam metido a taxista que terminó desquiciado y ahogado en la violencia de una desolada Nueva York, renace en Ernest, un sacerdote atormentado tras haber enviado a su hijo a encontrar la muerte en la Guerra de Irak, y que pasa sus días en una iglesia que recibe a unos escasos turistas y feligreses cada semana.

Uno de los pocos visitantes asiduos es una joven embarazada que le pide a Ernest hablar con su marido, dado que el comportamiento de éste resulta cada vez más errático y perturbador. Lo que se habla en esa conversación se aloja en el párroco como un virus, al principio latente, pero que se propaga paulatinamente en su organismo conforme va tomando conciencia de que es incapaz de satisfacer a aquellas personas que se acercan a él en busca de respuestas, así como de que el mundo está condenado a irse a la mierda entre la imparable contaminación, la degradación moral y el feroz capitalismo al que ni siquiera las instituciones religiosas son inmunes. Ernest plasma en un diario sus pensamientos más oscuros, sin recibir ninguna señal por parte de ese Dios al que ha encomendado su vida… salvo por esa chica embarazada, Mary, que parece el único refugio seguro a toda la oscuridad y el desasosiego en los que se ha teñido su existencia.

Ethan Hawke realiza aquí uno de los trabajos más admirables de su carrera, cumpliendo con creces la responsabilidad de sostener la película sobre sus hombros con contención, pero manifestando a la perfección la tremenda batalla que se está labrando en su interior, y que solo encuentra un halo de luz ante la presencia de Mary (la elección del nombre no puede ser casual), esa serena joven a la que da vida una angelical Amanda Seyfried. Su candidez ejerce como único posible salvavidas para Ernest, que rehúsa del acercamiento de cualquier otra persona mientras se lanza a una espiral de autodestruccion, cuyo ambiguo y espiritual desenlace resulta indignante a bote pronto, pero valiente y lógico cuando se asimila y reconsidera; para bien y para mal, es memorable y no deja indiferente.

'First Reformed' es una película de digestión lenta y sí, en ocasiones un poco pesada. Corre peligro de que su frialdad se transforme en desapasionamiento, si bien su apartado técnico resulta impoluto, con una fotografía que abarca desde el blanco más puro hasta la oscuridad más absoluta, con un acompañamiento musical muy medido y pensado, y rodada en un formato cuadrado acorde con la claustrofobia que padece Ernest entre las paredes de esa iglesia reconvertida en museo y que rara vez abandona. Schrader recupera la brillantez de sus mejores trabajos con un film exigente, provocador y osado que se plantea si no será demasiado tarde para encontrar y albergar esperanza en una sociedad cuyas grietas morales siguen siendo tan mugrientas como las que condujeron al taxista Travis a la perdición hace ya 42 años.
Blanch
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8 de octubre de 2018
66 de 87 usuarios han encontrado esta crítica útil
Paul Schrader bebe, en su teoría cinematográfica, de las más excelsas fuentes: Bresson, Tarkovski, Ozu, Dreyer, Bergman.

El padre Toller (un notable Ethan Hawke) tiene bastante del rictus severo y torturado del pastor Tomas Ericsson, encarnado ejemplarmente por Gunnar Björnstrand en ‘Los comulgantes’. Los personajes de Esther (Victoria Hill) y Märta (Ingrid Thulin) también guardan parecidos razonables. Ambas aman y resultan cruelmente rechazadas. La semejanza argumental es, por lo demás, muy evidente.

Ozu y el intraducible ‘mono no aware’ (algo así como la emoción ante lo efímero de la vida y la belleza, sujetas siempre al cambio, con matices de dolor y finitud, melancolía y pérdida), Ozu, digo, queda fuera de la estética de Schrader, pese a los planos fijos y el alcohol.

Quizá en la desnudez de la puesta en escena haya ecos de Dreyer, tan cercano, en su estética, del pintor Vilhelm Hammershøi y sus blancos interiores calvinistas.

Y Bresson… Aparte del obvio paralelismo con ‘Diario de un cura rural’ en la composición de su protagonista, en la escritura sistemática, en la agonía (en sentido unamuniano) del pastor, la película del director francés que más se aproxima a ‘El reverendo’ es ‘El diablo probablemente’, en que se ofrece una visión desoladora y autodestructiva del fallido ser humano. Después de la Caída, sólo la Gracia podría obrar el milagro del rescate...

Schrader se permite incluso una levitación, patrimonio de Tarkovski en el imaginario de la cinefilia.



Pero, más allá de esas ilustres referencias, el impacto, la catarsis violenta, el grito de rabia expresionista, sitúan a Paul Schrader más cerca de von Trier y Haneke, directores en que a menudo cala el estallido, la furia existencial o el clímax desgarrado.

Paul Schrader es también, en ‘El Reverendo’, esclavo de sus propias obsesiones: ‘Aflicción’, ‘Mishima’, ‘Taxi driver’...

Me pregunto por qué volvemos una y otra vez a los autores que he citado al principio de estas líneas, por qué su manantial de cine nos parece inagotable. Por qué la sed de ellos no se acaba en un primer, segundo o aun en un tercer o cuarto visionado.

Sin embargo, Haneke o Lars von Trier, dotados de un oficio incuestionable, rara vez invitan a volver a sus películas. Pasado el golpe, nos resistimos a reaparecer en el lugar del crimen. La explicación fácil sería un verso de Eliot: “Human kind cannot bear very much reality”, el ser humano no puede soportar demasiada realidad. Siendo sincero, creo que tal explicación sería un autoengaño. Los grandes autores nos permean capa a capa, hilo a hilo, nos dejan un poso de silencio y reflexión, se asientan en el alma. Son mucho más que sus escenas de violencia, explícita o en elipsis espacial. Desencadenan en nosotros sentimientos insondables. Mientras que cineastas como Michael Haneke y Lars von Trier van directos al mentón; y, después de la resaca, pasan a ser recuerdo o artefacto intelectual; por algo su talento es de este mundo.

‘El Reverendo’ es una película estimable, con aciertos y alguna disonancia. Pero Paul Schrader, por quien siento un respeto genuino, es para mí un autor de vuelo limitado. En cierto modo, su cine acaba donde empieza el de los grandes.
Servadac
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13 de agosto de 2018
29 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
La iglesia se cierne sobre el plano, abrumadoramente.
Según como se mire, es una madre salvadora, o bien una boca del lobo que devora.
Todo depende de la persona.

'First Reformed' no se centra en un "por qué", sino en un "para qué".
Ahonda en esa parte oscura que todos tenemos, la que nos susurra a altas horas de la noche que nada merece la pena, y trata de comprenderla, antes que reprimirla como de costumbre.
El Reverendo Ernst Toller escribe un diario con ese fin, y cada frase es un puñal cargado contra su hábito, contra su estilo de vida, contra su propia razón de ser.

La realidad es que la primera iglesia de la región va a cumplir doscientos cincuenta años, sin que exista fervor religioso sosteniendo su legado.
Las cuatro personas asomando entre los impolutos bancos son la triste prueba de una época que ya no encuentra refugio en la fe, y solo pide milagros.
Será casualidad que Mary, como la madre de Jesús, fiel en estado de buena esperanza, le pida a Toller que hable con su marido Michael, para ver si escarba en sus ganas de vivir, buscándoles un nuevo sentido: no hace falta ni que la mirada del reverendo nos avise de que esta es una lucha de fe que no tiene armas para ganar.
No quedan salvaciones en la Iglesia First Reformed.

La posterior conversación con Michael es una espiral descendente hacia el infierno del "por qué": ¿por qué maltratamos el planeta y esperamos que nos siga cobijando? ¿por qué engañamos y robamos sin que el prójimo nos siga importando? ¿por qué buscamos un sentido que nunca vamos a acabar encontrando?
Toller, quizá por primera vez en su carrera, no puede seguir esas preguntas con un "para que...", y eso probablemente sea lo más terrorífico de todo su camino.
El tener que prodigar una fe caducada, anclada en esperanzas que no han echado raíces, a fieles que se agarran a cualquier migaja de buen sentimiento, mientras que los poderosos, los que de verdad saben, controlan la intensidad y el precio de su tormento.

De repente, todas las formalidades, los postulados de la fe, no sirven, y se sienten tan limitadores como esa dirección precisa y enfocada, concebida en una sucesión de marcos de cámara que tienen difícil escapatoria.
Lenta e inexorablemente, todos los elementos conspiran para empujar a Toller en su sagrada misión: empresas corruptas, celebraciones inanes, juventudes ciegas y sacerdotes censores apuntan a un Apocalipsis agonizante que el Reverendo solo puede apresurar en su infinita misericordia, transformando así una fe que, tras doscientos cincuenta años de existir, debería poder dar más a quienes lo pidan.
Todo sea para que esa dulce y angelical Mary pueda traer su hijo a un mundo que merezca la pena, uno libre de influencias marchitas y poblado por gente que, como ella, hace todos los "por qué" y "para qué" más soportables.

Tal vez la fe no pueda perderse, tal vez nunca se pierda.
Pero resistir que nos abrace, se desvanezca y vuelva parece el justo peaje de todos los que buscan sanar con ella.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Charles
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25 de setiembre de 2018
27 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
*La “B” Francesa: Crisis de fe, de la introspección a la destrucción

Todo aquel que indague un poco acerca de la obra de Schrader, sabrá que el guionista y director siempre ha sentido predilección por el cineasta francés, Robert Bresson (1901-1999), hasta el punto de reconocer que “plagió” el final del que para él es una de las obras cumbres del cine francés, “El Carterista/Pickpocket” (1959) , tanto en “American Gigoló” (1980) como en “Posibilidad de Escape/Light Sleeper” (1992), del que él denominó “cine trascendental” en su tesis acerca del “Estilo Trascendental” (1972), actualmente imposible de encontrar.

Por ello no me sorprende que en El Reverendo/First Reformed haya vuelto a beber de otra de las obras claves de Bresson, “Diario de un cura rural” (1951): un joven cura que llega a una pequeña población para hacerse cargo de la parroquia, en donde nadie parece tenerle especial estima. Toller (Ethan Hawke) es un ex capellán militar, que tras el fallecimiento de su hijo decide hacerse cargo de la pequeña iglesia First Reformed; a donde apenas asiste nadie y cumpliendo más una función turística que religiosa.

Al igual que este joven cura francés, el padre Toller también inicia sus experiencias en un diario tratando de combatir la marcada crisis de fe que padece, así como de su enfermedad estomacal y de un sentimiento de culpa ante la muerte de alguien a quien pudo auxiliar espiritualmente (exactamente igual que en el caso bressoniano). Con la clara distinción de que las preocupaciones de Schrader, de formación calvinista, están más ligadas a la corrupción institucional de la iglesia y sobre el inminente apocalipsis climático del que Toller despierta cual divina llamada de urgencia para enfrentar la codicia y la ruindad del ser humano.

El conflicto en ambos casos es interno y lleva a la reconciliación con Dios; Bresson habla de claudicación, Schrader muestra la vía extremista y destructiva.

*La “B” Sueca: Hastío existencial, de la devoción y del amor

La otra cara de la moneda estaría en “Los Comulgantes/The Communicants” (1963) de Ingmar Bergman, otro cineasta clave en su tratamiento de la espiritualidad y del que es inevitable hacer mención, debido a que su protagonista es parejo a Toller en muchos sentidos: desprecia a su pareja afectiva, una profesora (igual que Toller con la profesora de canto), en donde Bergman es más poético, Schrader es más directo: “Te Desprecio”. Le dice repetidas veces Toller al personaje en cuestión, harto de la lástima y del amor que ella siente y espera de él.

En el caso sueco, el protagonista asimismo padece dudas de fe ligadas a una existencia que considera carente de sentido, debido a que no puede salvar a todas las almas, el rito litúrgico en sí le parece una parafernalia absurda, así como el hecho de que sus pocos feligreses esperen que de su boca emanen palabras que den solución a todos sus problemas. Toller se encuentra en una circunstancia cuanto más similar, además de considerarse títere de los intereses eclesiásticos y políticos de la ciudad; mermando de esta forma su devoción y acrecentando su frustración y su rabia contra la infamia que se ve obligado a respirar cada día.

*Conclusión

Schrader ofrece una película potente, sobria (tanto en la puesta en escena, como en el formato), de gran madurez directiva, bellamente fotografiada, hasta cierto punto polémica y reflexiva en su totalidad. No es una película fácil de ver, el ritmo es lento, es cine contemplativo, quizás uno de los últimos ejemplos que veamos de esta manera de narrar audiovisualmente. El reparto de El Reverendo está muy comprometido, hay una gran química entre Hawke y Amanda Seyfried; especialmente hago mención en el rol protagonista del primero, creo que es un personaje complejo de abordar y me sorprende y agrada al mismo tiempo ver que un actor (al que siempre doy una de cal y una de arena), ofrezca un trabajo tan portentoso y que sea de lo mejor en su carrera a nivel interpretativo: está de Óscar.

Escrito por Álvaro Panadero Jiménez
https://cinemagavia.es/critica-el-reverendo-pelicula/
Cinemagavia
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18 de setiembre de 2018
21 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si Ingmar Bergman estuviera vivo, probablemente se moriría en paz(de nuevo) después de ver esta película, una suerte de "Los Comulgantes" rodada en la actualidad y con la misma austeridad que la obra del célebre realizador sueco. Aunque Paul Schrader mantiene, aún, un halo de esperanza para con la humanidad, todo hay que decirlo; Estamos, sin duda, ante una de las obras más misantrópicas y desesperanzadas que haya salido en el último lustre.

Schrader se adentra en los abismos de la condición humana para crear una obra de una ferocidad incontestable. El director no hace concesiones y nos muestra el infierno creado por nuestra mera existencia, con una interpretación más que convincente por parte de Ethan Hawk y una banda sonora fascinantemente malrollista.

Pero no todo es pesimismo y odio en este largometraje, también hay un ligero aprecio por eso que nos hace ser humanos; Los sentimientos. En particular la escena en la que Mary y Toller "practican yoga", una escena preciosa, efímera y maravillosamente abrumadora, en una obra envuelta por la más crítica negatividad.



Es innegable decir que es una de las propuestas más interesantes del 2017 que pasaran sin pena ni gloria por nuestros cines(y encima con un año de retraso).
Troll
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