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Tú y yo

Romance. Drama Un elegante play boy y una bella cantante de un club nocturno se conocen a bordo de un transatlántico, gracias a la invitación de otras dos personas. Ella es la amante de un magnate y él está comprometido con una rica heredera. Entre ellos surge un apasionante romance que los llevará a la siguiente promesa: romper con sus compromisos actuales, buscar trabajo y encontrarse a los seis meses, para continuar su vida juntos. Pero un trágico ... [+]
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Críticas 22
Críticas ordenadas por utilidad
4 de noviembre de 2008
28 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Leo McCarey ideó, junto con Mildred Cram, el argumento de este drama romántico sobre un amor inesperado que surge en un crucero en transatlántico y que se frustra por los trágicos golpes del destino.
Tal vez no sea uno de los dramas románticos más memorables que se hayan rodado, pero sí posee ese encanto de unos entornos idílicos que parecen estar en complot para avivar el fuego amoroso, sumados al magnífico porte de Charles Boyer y al atractivo de Irene Dunne, cuyo personaje ha sido dotado de un pizpireto desparpajo muy en consonancia con la capacidad de seducción de su compañero de reparto.
Terry McKay, una cantante de clubes selectos, regresa a Estados Unidos para reencontrarse con su novio, un magnate que se fijó en ella en una de sus actuaciones.
Michel Marnay, descendiente de una familia prestigiosa y pintor de afición, también se marcha a Estados Unidos para casarse con su prometida, perteneciente a la alta aristocracia de Filadelfia.
Un crucero de lujo, dos personas que viajan solas hacia un destino aceptado más con resignación que con verdadera ilusión… Y salta la chispa. Conversaciones pícaras, paseos por la cubierta sintiendo el frío viento del Atlántico invernal, cenas compartidas… “Vamos hacia la tormenta”, afirma Terry cuando ya ninguno de los dos puede rehuir lo que siente. Pero no son libres.
Siempre les quedará Nueva York. Y el Empire State Building. Punto de encuentro de ensueño en el que los deseos más locos de una pareja de enamorados inseguros podrían hacerse realidad si ellos están preparados para admitir que su amor es genuino…
Pero al igual que los sueños más descabellados se sienten impulsados a volar hacia las alturas, también pueden venirse abajo en un instante desde el techo del mundo, y caer en el pozo de la amargura, de la renuncia y del desengaño.
McCarey prepara la ambientación adecuada para que la pasión vaya creciendo. Nueve días a bordo de un barco, una escala en las islas Madeira, preciosos paisajes, hermosos decorados, la dulce voz y el bello rostro de Irene Dunne, el irresistible sex-appeal de Charles Boyer y la perspectiva de un futuro encuentro en el que en aquellos años era el rascacielos más alto del mundo, para declararse su mutuo amor surgido en contra de los obstáculos.
Vivoleyendo
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26 de octubre de 2008
26 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno de los films más conocidos del realizador Leo McCarey. El guión, de Delmer Daves y Donald O. Stewart, desarrolla un argumento original de Mildred Cram y Leo McCarey. Se rueda en escenarios exteriores de NYC y en los RKO Studios. Es nominado a 6 Oscar. Producido por Leo McCarey para la RKO, se estrena el 16-III-1939 (NYC).

La acción dramática tiene lugar a bordo de un trasatlántico que hace la travesía de Europa a NY, en las Islas Azores, NYC y Filadelfia, a lo largo de un año (1937-38) aproximadamente, de diciembre a diciembre. El pintor y playboy francés Michel Marnet (Boyer) y la cantante norteamericana de salas de fiestas Terry McKay (Dunne) se conocen durante una travesía en trasatlántico de Europa a EEUU. Entre ellos surge un gran amor a primera vista, pero los compromisos sentimentales que ambos tienen les aconsejan posponer cualquier decisión. Convienen encontrarse 6 meses después, el 1 de julio, en el piso superior del Empire State Building (NYC). Él es culto, elegante y sensible. Tras la máscara de frialdad de playboy esconde un corazón tierno y enamoradizo. Ella es lista, competente, guapa y alegre. Tiene un sutil sentido del humor.

El film suma drama, romance y comedia. Narra una sencilla y vibrante historia de amor que se presenta dividida en dos partes. La primera está narrada en un tono ligero de comedia romántica, que da paso en la segunda parte a un relato melodramático. La habilidad del realizador en el tratamiento de los sentimientos hace posible que ambas partes se yuxtapongan e interrelacionen con naturalidad y sin fricciones. Las buenas interpretaciones de los dos protagonistas aportan una contribución decisiva para que el ensamblaje de los partes resulte creíble y convincente.

Leo McCarey demuestra su competencia en el manejo de las emociones del público, que sabe suscitar, dosificar, sostener y modular. Lo hace con dignidad, respeto y sin caer en sentimentalismos fútiles. Dos escenas memorables concentran una fuerza emocional particularmente intensa: la de la espera en el piso 102 y la de la contemplación del cuadro de Terry con el mantón de punto de la abuela Janou. En ambas McCarey se sirve sobre todo del silencio, la expresión contenida del rostro de Boyer y la imaginación del público, para definir y comunicar los sentimientos que desea y consigue trasmitir. Por lo demás, destaca la delicadeza, la finura, el respeto y la elegancia, con que el film presenta las manifestaciones de los sentimientos de los protagonistas. Ofrece un emotivo final ambientado en Navidad.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Miquel
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29 de marzo de 2009
17 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al empezar a verla y por lo que había oído acerca de ella, me imaginé la típica película romántica y almibarada que, aunque me emocionan fácilmente las películas de este tipo, reconozco que ya me van pareciendo un poco ñoñas y ya no me impresionan tanto. Me equivocaba, esta película me pareció estupenda, no la veo como la típica romanticona y creo q tanto los diálogos, como la fotografía, la música, las interpretaciones de ambos protagonistas y el ritmo que lleva son bastante notables.
Hay momentos llenos de ternura pero sin caer en el empalagamiento, creo que están muy bien dirigidos y que consiguen lo que pretenden.
Muy recomendable.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Katharine
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8 de enero de 2007
21 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una historia de amor para no dejar de soñar. Un viaje incesante en un mar de belleza y ternura, sensualidad y dulzura. La perfecta interpretación de los dos actores principales y la química existente entre ambos hacen de esta película un clássico de los de ayer, hoy y siempre, que debería tener un lugar primordial en cualquier filmografía que se precie. Todos los amantes del cine y en especial a los de este género no deberían olvidarla jamás.
Magníficos decorados y preciosas vistas, junto con unos extraordinarios y conmovedores diálogos, que són capaces de transportar al espectador en las más bellas emociones.
Todo ello la hace una película excepcional, perfecta. No dejeis de verla.
peque
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12 de octubre de 2016
12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es comprensible el éxito de esta modesta, sencilla, breve y tierna producción de 1939, que esconde mucho más de lo que aparenta y se convertirá en uno de los inatacables clásicos por excelencia de la historia del cine romántico. Es tan evidente que una de las mayores virtudes de la película se encuentra –además de en el soberbio guion del futuro director Delmer Daves, la fotografía del también director Rudolph Maté o la entrañable música de Roy Webb- en las prodigiosas interpretaciones de la pareja protagonista, Charles Boyer e Irenne Dunne, en la que fue la segunda de sus tres películas juntos –“When tomorrow comes” (1939, Huracán) de John M. Stahl es una magnífica película-. Es una actuación natural, madura, tiernamente irónica, depuradísima, con unos actores en un estado de gracia tal que sigue funcionando a la perfección aún después de tantos años. Pero hay mucho más. Cuando hablamos de directores como Leo McCarey o como Henry King nunca conviene olvidar sus profundas convicciones religiosas católicas y su visión del amor romántico con una concepción casi mística –la escena de la capilla en la casa de la abuela en Madeira es bastante clara al respecto- en el que el amor terrenal, como el místico, debe trascender a la propia vida. Las canciones no hacen sino reforzar esa visión y matizar esa expresión de pureza que hacen abandonar a Boyer su antigua vida de conquistador. Pero McCarey demuestra igualmente grandes virtudes técnicas y expresivas como director, con una intuición y sensibilidad de gran cineasta, con sutiles sugerencias y soluciones visuales extraordinarias: el piano cerrado como símbolo de la muerte, la cámara que se eleva hacia el Empire State, dejando de lado elegantemente el accidente de la protagonista, o la melancólica escena -que hubiese podido rodar Ozu- en la que Boyer recorre, nostálgico, las estancias vacías de la casa de la abuela ausente, por no hablar de uno de los finales más sutilmente bellos y emocionantes de toda la historia del cine. Obra maestra absoluta.
Gould
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