Sabía que no iba a ver el "Campeones francés" pero, como aquella, me paraba salir empachado con una visión dulzona y simplista. Como entonces, me he equivocado.
Es difícil y arriesgado tratar en una película un realidad tan cruda -y tan desconocida- Por cualquier sitio se te puede hacer un agujero que lo eche todo a perder. Aquí funciona bien. Te deja entrever la realidad, echándotela de vez en cuando a la cara sin dejar pasar el imprescindible humor para sobrellevar una película así, que debe de ser parecido al que los protagonistas reales tienen que usar para estar cada día con ello.
Me gusta cómo se utiliza la música y la diversidad de secuencias que rompen una historia que corre el riesgo de ser plana, de resultar puramente un documental dramatizado.
Todo el mundo está a la altura de las circunstancias, especialmente los dos protagonistas. Al que conozco es a Vicent Cassel, el tipo duro de tantas películas que se sabe adaptar a ésta.
Quizá resulta "demasiado" el coleguismo entre todos los participantes, quizá sea así. Seguramente le falta un punto para hacer a la película también especial, aunque sea notable.
Por comparar con otras de estos directores, mejora mucho Intocable, mucho más pobre en el fondo -quizá de ella han aprendido- y, aunque de otra forma, se nota la maestría rítmica de C'est la vie

La verdad es que el título original me gusta más pero yendo a lo que es mi crítica-opinión:
original presupuesto -cerrar todo Manhattan durante una noche, una cuarentena mientras duerme la ciudad que nunca duerme-, desarrollado con todo el regusto de este tipo de películas, con sequedad, buen ritmo y sin pasarse en las escenas de acción.
Un prólogo quizá excesivo, demasiada solemnidad a veces y no acabar de saber del todo qué quiere decir o si es necesario que quiera decir algo, porque como narración es suficiente.
Es difícil en estos tiempos de excelentes series y telefilms de este género aportar más. Creo que aquí se marca bien la diferencia con la pantalla grande, con la obsesiva representación de ese monstruo, al amanecer o de noche, que representan las imágenes de Nueva York.
Por cierto, ¿qué hacían los otros siete?

Las películas de este tipo tienen necesariamente una estructura que cumplir que nos pueden llevar a pensar que es igual que otras similares. La innovación es complicada pero tampoco imprescindible, porque puede estar más en la historia que en la forma.
Dentro de ello, esta película contiene momentos dramáticos que la empujan y se sostiene en lo que debe sostenerse: un buen ritmo, unas buenas interpretaciones, solventar con agilidad los temas "técnicos" -imprescindibles para darle rigor-, una buena ambientación y unas buenas imágenes. Todo ello sin dogmatismo ni personajes ni historias particulares planas.
Excelente interpretación del protagonista, con una buenísima caracterización y mostrando cómo los años de lucha van pesando literalmente sobre él. El papel de su esposa es dignamente llevado por la intérprete: secundario, ocasional, la abogada que dejó de serlo para ser esposa de abogado y madre de sus hijos. La vida misma.
En cualquier caso, esta película, como otras similares, ya son excelentes simplemente por la función que cumplen, por la denuncia que hacen y por mostrarnos la verdad, que otros profesionales de ella tantas veces dejan de hacer. Atreverse a producirlas, enfrentarse a monstruos como DuPont, encomiable.

Creo que no hay que ver esta película como otras al uso. No es tanto lo que ocurre, si tiene repercusión la denuncia de la reportera, cómo sale de esta historia la protagonista... Más allá de un caso concreto -que también-, de una realidad que se repite en el tiempo y en el espacio, esta película reúne el problema en sí, lo básico con lo que se pueden comparar todas las demás situaciones absurdas e injustas de desigualdad con las mujeres, de violencia e invisibilización contra ellas. Y lo hace como en el fondo ocurren estas cosas: desde lo personal, desde lo privado y en soledad.
Son otros ritmos los de esta película, diferentes a otras de denuncia de este tipo pero no por ello carece de él, aunque las reacciones son pausadas, la gente no habla por hablar, las cosas pesan más por lo absurdo e injusto que por la velocidad a la que suceden.
La directora explota muy bien el poder los ojos de la protagonista, a los que van llegando los hechos con incredulidad y nos pone frente a la imagen muchas veces, más que llevarnos a ella, como en la escena más impresionante de todas, donde acabas en medio del odio y la humillación...
Pareja está la sombra de la madre, lo limitante que puede llegar a ser en una sociedad patriarcal limitante. Sin olvidar el peso absurdo de las tradiciones, frente a las que no se razona y se pierde en gran parte la categoría humana, si la hay.
Esta película macedonia es de las de no perderse, de seguir atentamente mientras la ves y de pensar mucho en ella una vez vista.

He llegado tarde a ver esta película desde su estreno pero la he podido ver justo la noche de los Goya, en la que sólo Belén Cuesta ha tenido reconocimiento.
Persiste esa manera nueva de hacer cine, de mover la cámara en situaciones de acción, de mirar lo grande y exterior desde la tragedia humana y personal.
Viendo esta película podemos entender mejor -y aterrarnos- de cómo la maldad humana conoces todas las formas de destrozar a las personas.
Tengo que destacar el sonido, tras tantos años de cine español con mal sonido. No sólo los tiros, que resuenan a tu espalda, todas esas voces que llegan desde el exterior, desde al lado, al mundo pequeño y completamente limitado del topo.
La película se alarga en el tiempo mientras se mantienen los odios, las obsesiones y el miedo. Un guión que da para comprender muchas cosas.
Y sin buenas interpretaciones casi todas las películas se caen. Un actor y una actriz conocidos junto a interpretaciones excelentes y complementarias de reparto menos famoso. Antonio de la Torre mostrando una vez más todo lo que guarda y Belén Cuesta demostrando todo lo que puede hacer.
Esperemos que no quede en el olvido a partir de hoy, el día después.