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España España · morgadáns
Críticas de árbore
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Críticas 19
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
9
20 de octubre de 2019
19 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ayer Isaura me decía que las pelis de Oliver Laxe son cuentos, he buscado en el diccionario qué significa cuento, y la primera acepción dice algo extensible a cualquier relato cinematográfico; narración breve de ficción.

¿Es o que arde un cuento? Puestos a etiquetar una narración así tiraría mas de fábula por aquello de la intención didáctica, crítica y moraleja final, aunque todas estas tildes pasen de puntillas por la hora y media que dura la peli.

Aunque metiendo el bisturí en el continente, podría hablar de documental más que de peli. si una canción debería aspirar a congelar el tiempo e inmortalizarlo, o que arde consigue congelar eso que llamamos vida rural e inmortalizar ese día a día en las aldeas que a los gallegos/as tanto nos resuena dentro.

Por momentos perdía el sentido narrativo porque estaba centrándome en todos los huevos de pascua afines a ese día a día en la vida rural gallega: el bote de Cola Cao amarillo, el interruptor de la luz, el somier metálico como cierre, el entierro, el camisón por debajo del vestido, las campanas, la C15, etc…

Hasta que entendí que todo eso necesitaba ser encapsulado y puesto al servicio del recuerdo. y por ahí la crítica pasaba a ser loa, que arda un bosque es terrible, que arda y se extinga un modo de vida es algo catastrófico, de ahí que se agradezca el cariño en el atrezzo.

En cuanto al contenido le comentaba a Marga mientras paseábamos la resaca que me sobraba el fuego aunque entendía perfectamente el peso de su protagonismo. aquí recordamos esa charla a la que asistimos hace un par de años en la que Oliver Laxe enfatizaba el éxtasis que genera la contemplación del fuego, ese ser vivo que en si mismo no puede ser culpable de nada, incluso en los contralumes se adivina el deseo sexual de dos partes que quieren fundirse en una sola unidad, el fuego susurra, el fuego respira, el fuego, como tú y yo, solo quiere vivir.

Por eso en el análisis agradezco un punto de vista expositivo, al fin y al cabo, todos deberíamos ser inocentes si se nos obliga a pedir perdón por existir: seamos un eucalipto o un pirómano puesto en libertad tras cumplir condena.

Desde un punto de visto meramente estético o cinematográfico lo que consigue Oliver Laxe a través de una cámara está al alcance de muy pocos. el sentido poético en el derrumbe es de una belleza que realmente aturde, el principio de la peli es una barbaridad; sigo sin saber muy bien como acotar una definición precisa acerca de lo que es o no es cine, pero si ese juego de luces, sonido e imágenes del principio no resuelven la duda, pocas secuencias lo harán.

Oliver Laxe maneja el lenguaje audiovisual con una soltura que realmente asusta, entiendo que puedan o no gustar sus pelis, lo que es innegable es la profundidad de la mirada, hay algo en los ojos de Luna, Amador, Benedicta, la vaca enferma o el caballo del final que no atiende a interpretaciones, es la verdad atávica de unas formas de vida que siguen sin comprender el entorno que las rodea, porque la naturaleza se rige por unas voces que difícilmente conseguimos descifrar.

Y ya me callo, mejor que hable Leonard Cohen.

[…] and you want to travel with her
and you want to travel blind
but you think maybe you’ll trust her
for she’s touched your perfect body with her mind […]
árbore
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10
1 de marzo de 2019
22 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
“I’m 28 years old now. I used to desire an ideal life when I was a teenager. I don’t see it in this way anymore. There is simply no ideal life. It is only about choosing what kind of regrets you are willing to live with.” Hu Bo (1988 – 2017)

¿Por qué da xiang xi di er zuo es la mejor peli de 2018? Cuesta bastante verbalizar las 4 horas que dura esta película. De hecho sería injusto poder acotarla a través de palabras. Me ha parecido fascinante de principio a fin, con un ritmo envidiable para el desarrollo de una idea tan sencilla y compleja a la vez. Admiro la humildad de la mirada, la distancia de la cámara (toda aquello que pueda resultar violento está siempre fuera de campo), la poesía de los constantes planos secuencia capaces de hacerte olvidar su principio y su fin, la capacidad para atravesar la piel de los personajes y permitir que toquemos sus esquinas.

Es inevitable pensar que el fatal desenlace de Hu Bo (al parecer se suicidó al terminar la película tras múltiples discusiones con los productores por cuestiones como la duración o el enfoque) está ligado al tour de force de los cuatro protagonistas. Es impresionante pensar que Hu Bo en su primera y última película haya conseguido, ya no tanto ponerse a la altura, si no superar en calado a Jia Zhangke, y ya en una interpretación más personal si cabe, creer que mucho de lo que vemos aquí es gracias a la influencia de Béla Tarr, de hecho Hu Bo participó en un training camp supervisado por Béla Tarr en el año 2017 del que nació el corto jing li de ren.

Pero realmente si queremos ir al núcleo de todo esto deberíamos irnos a lo que Hu bo considera el origen de la peli, este texto de Cormac McCarthy:

[…] he thought that in the beauty of the world were hid a secret. He thought that the world’s heart beat at some terrible cost and that the world’s pain and its beauty moved in a relationship of diverging equity and that in this headlong deficit the blood of multitudes might ultimately be exacted for the vision of a single flower. […]

Creo que la experiencia merece mucho la pena, la última escena es probablemente la más bella que haya visto nunca.
árbore
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8
6 de febrero de 2018
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
si eres sensible y además vives con gatos lee el spoiler.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
árbore
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9
12 de diciembre de 2017
12 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿qué nos va a contar hong sang-soo del desamor que no sepamos? pues a esta altura de la vida imagino que nada. pero ya no es tanto el qué, lo que importa aquí es el cómo. y realmente importa porque entender esta película no es nada fácil, el hecho de combinar lenguaje real y onírico tampoco ayuda y eso que fui con elo al cine. si en the day after es un hombre y su cobardía el foco de atención, en on the beach at night alone es una mujer y todas sus esquinas lo que te pega a la pantalla, más cuando esa mujer es una min-hee kin rota que literalmente te habla desde las entrañas.

estamos ante la película más autobiográfica de hong sang-soo, busquen su relación con min-hee kin y el amarilleo que provocó el anuncio de su amor (hong sang-soo está actualmente en proceso de divorcio de su actual mujer) para entender tal vez la especial delicadeza a la hora de filmarla.

on the beach at night alone se divide en dos capítulos, el primero transcurre en alemania y el segundo en corea. de la primera parte destaca un análisis tremendamente racional de lo qué es y significa esperar. min-hee kin está enamorada de un director que le ha dicho se verían en hamburgo. consume esa espera con una amiga a la que confiesa muchas dudas que la poseen, habla de lo sensible o complicado que es él y de la necesidad de un encuentro visual para aclararlo todo, encuentro que no sucederá.

como suele pasar en las pelis de hong sang-soo la cámara espera a los actores y no al revés y el zoom es capital para apuntalar algunas escenas, una de ellas es tremendamente bella. min-hee kin sale a fumar un pitillo en un local soleado y se pone a cantar:

[…] cuando el viento sopla y el cielo oscurece,
cuando anhelo verte,
cuando el viento sopla me apeno pensando en tu bella persona
¿te está yendo bien?, ¿vives feliz?,
¿puedes ver mi corazón?,
¿por qué mi mente cae en este estado? […]

lo de min-hee kin es grandioso, sobre todo cuando vira emociones a un enfoque occidental. sabemos la contención y respeto de los personajes que suelen desfilar en las pelis de hong sang-soo, cenando con elo le comentaba que me recordaba a los comics de taniguchi. y como pasa también en los comics, en on the beach at night alone las grandes cosas explotan en torno a una mesa llena de comida y alcohol.

ya en corea, en la segunda parte de la película, menos cerebral y más pasional, en una de esas cenas una amiga le pregunta a min-hee kin por qué no busca el amor, a lo que ella contesta que para buscar el amor primero hay que verlo (!!!). en esa misma cena dos de los comensales leen al unísono un poema con versos tan así: “del amor sofocante también habrás de liberarte y arrojarlo”. aunque el clímax llega cuando una min-hee kin ya completamente entregada al soju espeta en la mesa que ninguno de los allí presentes está cualificado para amar o ser amado. es especialmente convincente el discurso ya que el énfasis occidental se lleva por delante la supuesta quietud oriental, min-hee kin no se detiene ahí, habla de que todos cantamos al amor, pero cuestiona cuántos de nosotros realmente estamos cualificados para hacerlo, ya que la gran mayoría prefiere agarrarse a una vida superficial llena de actos tibios.

para el último acto queda una cena con un duelo cara a cara, aquí la cámara abandona el plano fijo a medida que aumenta la intensidad del diálogo y comienza a seguir cada una de las confesiones que se lanzan, de las que no tiene sentido revelar nada más allá de este fragmento de sobre el amor de chejov:

[…] comprendí que cuando se ama y se reflexiona sobre ese amor se debe comenzar por lo que es más alto, por lo que es más importante que la felicidad o la desdicha, que el pecado o la virtud en su sentido habitual, o bien no reflexionar en absoluto. […]

con hong sang-soo podemos hablar del director más iluminado del momento, la sencillez a la hora de analizar el porqué de las heridas que nos rompen choca frontalmente con un mundo cinematográfico más preocupado por el borbotón. sigo a sus pies.
árbore
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10
14 de junio de 2017
315 de 348 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me parece del todo imposible hacer justicia a una serie tan devastadora como The Leftovers. Escribo porque no asumo que haya terminado, porque necesito estirar la resaca, o porque sentarse delante de una pantalla en blanco, mientras suenan las teclas de EL PIANO, resulta muy evocador como para decir no.

El caso es que la serie ha terminado y automáticamente se ha colado en mi top tres junto a The Wire y Six Feet Under. Defiendo The Wire como la mejor porque no es un producto pensado para la televisión en cuanto a ritmo, montaje, etc… es una peli que dura sesenta horas. todas muy medidas, todas muy pensadas, con una interpretación coral inalcanzable para las demás, aunque entienda que no ofrezca lo que mucha gente pide a una serie en cuanto a dinamismo o seducción, tenga o no tenga una porción de pizza en la mano. cuando hablo de Six Feet Under aludo al amor del bueno, ese que en televisión o cine suele ser más empalagoso que mojar toffees en leche condensada pero que en la interpretación de keith & david resulta natural, real, legítimo.

Con the leftovers suelo hablar de intensidad, emocionalmente es la serie más exigente que he visto nunca. Y aquí, al intentar verbalizarla, me vienen a la mente un par de referencias. La primera alude a este párrafo de “Ña y Bel” (Gustavo Martín Garzo, 1997):

[…] creo que estar triste es tener el convencimiento de que las cosas son más de lo que parecen, que esconden siempre otra vida. Una vida que, sin embargo, nunca podremos alcanzar. […]

Estos días he hilado una teoría absurda: para que te guste The Leftovers tienes que estar roto. Vale que no es muy sólido esto, pero creo que tienes que haber lidiado de lo lindo con la mierda para poder encajar los golpes que guionistas, actores, directores han creído que podías recibir. Hablo de estar mal de verdad (no de parecerlo), de la incapacidad para resolver conflictos, de tener que haber desarrollado mecanismos de autodefensa para asomar ahí fuera, de la incapacidad para comprender o relativizar ciertas cosas.

Vale que mi teoría es completamente subjetiva pero sí he pensado en esto cuando le he recomendado la serie a personas felices que bajaron del barco rápidamente porque la serie les exigía mucho a nivel de intensidad. Al fin y al cabo hablamos de sentarnos delante de unos personajes que, estando ya rotos, deben lidiar con la súbita desaparición de familiares, amigos o conocidos. Una desaparición que no tendrá nunca explicación, vamos, que si quieres porqués últimos, nanai de la china.

La otra referencia tiene que ver con Nick Cave. En concreto con esa parte del documental “one more time with feeling” (Andrew Dominik, 2016) en la que intenta explicar cómo respira la pérdida de su hijo. Nick Cave habla como si estuviese en el diario de patricia exponiendo el drama de dramas. Me llamó especialmente la atención una parte en la que define el tiempo como elástico, puedes alejarte del vacío y del dolor, pero el tiempo funciona como una goma que aunque se estira y aleja, termina por ceder y volver a la zona cero. En este caso Nick Cave habla de la hora en la que sucedió la mayor de las desgracias imaginable, de la discapacidad emocional para ver el reloj, nuestro 14 de octubre particular.

El tiempo es elástico para todos y cada uno de los personajes con alguna diferencia en la fuerza de retorno a la zona cero, pero igualmente amenazante. Querer recuperar una vida que no querías porque la actual tampoco la quieres, porque tú no te quieres, porque eres incapaz de querer, porque el precio de querer o aferrarse a algo/alguien, aunque tengas tres millones de dólares en una subasta, no lo puedes pagar.

Dentro del torbellino emocional que sacude a todos los personajes de The Leftovers hay uno que los supera a todos, Nora Durst. Lo de Carrie Coon sería de alfombras rojas, muñecos bañados en oro y todo el tenderete si creyese en eso. Porque si hay algo más valiente que suicidarse es afrontar una vida en la que echar de menos pesa lo mismo que echar de más y aun así no hay, ni habrá nunca, equilibrio.

porque en el fondo todos nos movemos infinitamente mejor en la mierda, es más barato pensar mal que pensar bien, nos han hecho creer primero que la felicidad es una meta, es más fácil andar persiguiendo una zanahoria, más tarde rectificaron, ya no es una meta, es el camino hasta la meta. El caso es que seguimos sin ser capaces de ser felices porque desconocemos los esquemas de la felicidad, porque no estamos acostumbrados, porque no tenemos confianza en ella porque nunca la hemos conocido lo suficiente como para dejarle las llaves de casa. porque aunque sabemos cuáles son los efectos secundarios de ser/estar triste somos capaces de manejarlos, qué coño, ¡siempre han estado ahí! por eso es lícito jugar a ser dios, a ser espía, a creer en conspiraciones perrunas, en realidades paralelas, en física cuántica, todo vale, todo, absolutamente todo menos creer sin más en el ya, en el ahora, en el ser humano que tienes enfrente en este preciso momento, un momento que es presente y pasado al mismo tiempo, que puede o no puede estar en el mismo plano existencial que tú, que yo, que ella, que él, que todo.

The Leftovers no es que deje más interrogantes que respuestas, es que tanto unas como otras en realidad no importan. Importan los caminos, el proceso, la evolución, los andamios que has necesitado para hacer esto, lo otro o lo de más allá, importa la ciencia (Laurie) hasta que importa más el sentirse útil (aaaay Laurie). Y claro, importa el amor, siempre el amor, o el pragmatismo, ¿o era la fe?

Da igual, ojalá volver a sentir algo así con una serie, o-ja-lá.
árbore
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