Sin duda, nos encontramos ante una Bella y una Bestia tratados de la forma más ficticia y fantástica, pero real, posible. Ambientado en la Guerra Fría, Sallly Hawkins interpreta a Elisa, una joven que trabaja en el servicio de la limpieza en un laboratorio secreto del gobierno, que debido a una lesión en el cuello quedó muda, por lo que se comunica con el lenguaje de signos. Un día, trajeron al laboratorio la criatura acuática más extraña que cualquier humano podría haber imaginado, una especie de hombre-anfibio, del cual Elisa se queda prendida, al principio por admiración, curiosidad, luego por ternura, deseo, amor. Este anfibio con forma humana será considerado por el general Frank Hoyt como una posible ventaja en la carrera espacial contra lo soviéticos, por lo que ordena matarla para analizarla y estudiarla. Elisa, junto a su amigo y vecino Giles, un vetusto artista homosexual despachado varias veces, tanto en lo sentimental como en lo profesional, y su gran compañera de trabajo, su voz, la mejor intérprete de sus pensamientos y sentimientos, Zelda, tratarán de evitar por todos los medios que esto se cumpla.

Una película dirigida y escrita por Guillermo del Toro, el cual es también guionista de esta película, donde una vez más nos deja con una de sus criaturas tan extrañas como hermosas, fantásticas pero humanas. Una vez más nos regala personajes tan interesantes, imaginativos, complejos como la vida misma. Con una historia de amor real, donde los personajes que se enamoran no tienen aparentemente nada en común, y eso es lo que los hace iguales. Nadie los entiende, no encajan en una sociedad moderna, donde no hay espacio ni para hombres-anfibios ni para limpiadoras mudas. Donde el amor surge de algo tan simple como alimentar al anfibio humano con huevos.

No es solo la originalidad y el romanticismo casi poético del argumento, el laberinto psicológico de los personajes, personajes que no destacan por su belleza ni por su poder económico, sino por la cooperación y el afecto que sienten los unos por los otros, o la acción violenta detrás de esta bonita historia de amor. Es la puesta en escena; es la fotografía, en la cual predominan los colores azules y verdes, que nos recuerdan al agua, a la criatura, aunque se utilizan rojos para especificar; son los pequeños detalles; es la forma en la que Guillermo del Toro ama su película, la forma en la que con cada detalle, cada color, cada objeto, nos cuenta la historia, su historia.

Una maravillosa banda sonora de Alexandre Desplat, que define la paz, la calma, la concordia que sienten los enamorados cuando están juntos, como se muestra al principio de la película y al final.

Una película que aunque sea un romance fantástico con una gran trama de acción histórica, como fue la carrera espacial entre soviéticos y estadounidenses, toca temas originalmente tabú como la homosexualidad o el racismo.

Guillermo del Toro consigue combinar lo real con lo fantástico de forma impecable, consigue hacer de una película un cuadro, un poema, una canción, arte.