La vi casi sin querer en el festival de cine musical In-edit de Barcelona, y salí de la proyección un poco aturdido. Y lo que hice es volver al día siguiente para asegurarme que lo que había visto es lo que había visto. Y efectivamente volví a salir aturdido. Pero vayamos a partes: B-side es una especie de recorrido por la Barcelona de los músicos sin nombre, aquellos anónimos que viven su pasión sin preocuparse de salir en la cara-a. Hasta aquí se podría pensar que se trata de otro documental más, pero B-side sorprende por el lenguaje fragmentado, cual pieza de música experimental o contemporánea, y es precisamente esto lo que sorprende (lo que aturde) de esta pequeña película: la sensación que estás escuchando una película, o mejor dicho, la impresión que estás viendo una partitura, durante la cual te vas perdiendo sin acabar de perderte del todo, que vas entendiendo sin acabar de entender del todo. Y por eso, al mismo tiempo que te acercas parece que te alejas, y justo cuando te estás alejando vuelves a acercarte, y te acercas tanto que por unos instantes eres un personaje más de la película.