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Críticas de Claudia Andrea Contigli
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Críticas 11
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
9
20 de junio de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿En qué se parece un joven desaliñado, esmirriado, que supo crecer entre los hedores nauseabundos de un mercado donde se blandían restos de pescado, a los habitantes de un burgo renacentista en el que los castos mandatos del fervor cristiano morigeran los vahídos del alma? Tal vez el parecido esté en que, uno y otros, pueden ser presa de un mismo "sino" trágico, si se dejan llevar por la más básica necesidad que ciega la cordura: la de amar y ser amado.
El joven del que hablamos ni siquiera emanaba el olor “natural” de la carne humana, por lo que era visto como un "alieno" al que había que apartar. Paradójicamente, tenía un obseso sentido del olfato: llave maestra para que todo un pueblo se rindiese a sus pies.
Girones de piel y de cabellos de jóvenes féminas, eran componentes sagrados de una premeditada fórmula "perfumística", basada en extractos de vidas -todavía inocentes- que decidía podar para aplicar a una perversa cocción que terminaba depositando, con la paciencia propia de un alquimista, en esmerados frascos pletóricos de Poder.
¿Qué extraño elixir contenían aquellas pócimas? Se trataba de condensaciones amasadas con amplias superficies corpóreas de mujer, tan concentradas, que lograban desatar la lujuria más inconfesable entre los habitantes del pueblo, que sin pudor exhibían ante el muchacho sus colmados actos hedonistas.
Visto como a un ángel salvador, el protagonista del filme decide expermientar sobre sí mismo (cual científico descubridor del éter), la avidez de los placeres físicos. Rendido al desenfreno ajeno, aquellos que lo idolatraron como al más pagano de los becerros bíblicos, lo "incoporarán" antropofágicamente, y beberán de él todos los perfumes captados por una misma y densa esencia: aquella que se resiste -y se resistirá siempre- al rechazo y al olvido.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Claudia Andrea Contigli
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8
1 de marzo de 2014
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
"DEVORADA"
Cuando el afán de perfección estruja las coordenadas propias de tiempo y espacio, el alma, encadenada a la cotidianeidad, puja por salir de sus tortuosos laberintos, en vuelo soberbio y estridente.
El maestro exige, pero pide deleite y alegría a esa alma pequeña y enfurecida que se posa en la piel de la ballerina. Sabe que puede obtener logros de su joven discípula, quien será capaz de diferenciarse de sus compañeras. Es así que apela al tesón innato de aquélla para marcarle los compases de los días.
"El afuera" es una guirnalda pasajera, que bien se puede dejar echar por las incipientes curvas de un cuerpo frágil y fatigado, cual dédalo de madreselvas perfumadas y enredadoras. No obstante, hay que llegar a tiempo para brillar como Febo, y evitar que las constelaciones de la envidia enceguezcan palcos y plateas. Los aplausos -todos- deben ser para la esmerada artista.
La única verdad es microcósmica.
Las personas son fantasmas. Sus voces se diluyen en la incertidumbre de la ocurrencia fáctica.
El primer plano es onírico, porque la ballerina se imagina triunfante, aunque no necesita entrecerrar los ojos para pasar de la vigilia a la ensoñación.
Hay plumas duras, negras, y dolientes por todos lados; salen bruscas y ostentosas, como dardos, desde lo más profundo de una epidermis acostumbrada al yugo y a los desvelos por no perder su estilizada belleza y destreza. Esas plumas son la muestra de que el deseo descontrolado puede conducir a cualquier parte; tal vez, a allí mismo de donde se quiso salir.
Y cuando tanto gramaje negro se hace vaporoso y se entreteje y enrosca en alas que, de tan enormes se aprecian reales, la fascinación del público acompaña la locura de tan descomunal metamorfosis, y la ballerina se siente en la gloria.
Ha conquistado su anhelo. Ahora vuela con alas de cisne ... O, acaso, con tórridos alerones de águila depredadora, lejos de toda inicial candidez y timidez.
Parece que ya nadie puede detenerla, excepto aquellas coordenadas de la vida diaria que nuestra artista hubo osado desafiar.
Bíblico es el precio que se paga por transgresiones de este tipo: la caída empírica, el choque brutal con los límites del mundo cierto, o, como en este caso, el piso áspero del escenario al que siempre debe retornar el artista, aunque de sus venas no brote la misma sangre que brota de las venas de los demás trabajadores.
Como Babel, como Ícaro, la protagonista de nuestro filme termina desmoronándose, casi estampándose contra las tablas.
Ha dado un salto al vacío; a la nada misma a la que quedó arrasada su existencia, después de haberse entregado en cuerpo y alma a su pasión por el baile.
Probablemente, el humilde sostén de la colchoneta de goma espuma que aguardaba su llegada desde lo alto y que iba a contener su lanzamiento, formaba parte de un mundo corriente, vulgar, y mediocre al cual no quería pertenecer.
Me pregunto qué habría pasado si, en el horizonte de esta promesa de la danza clásica, hubiese aparecido el deseo de embellecer con su arte al público; de compartir con él su goce y frenesí. Ceo que, de haber sido así, la obra habría perdido todo interés psicologista y quedado huérfana de cualquier posibilidad de análisis, pues, indudablemente, es la soledad la madre de las más diversas anomalías mentales, las cuales además se nutren del desasosiego que provoca la incomprensión familiar y del entorno más cercano.

No es tarea sencilla -para nadie, siquiera para el que vive dentro de la mayor levedad que su ser le permite- persuadirse de la gran verdad que encierran los versos del poeta Juan Fernando Velasco: “que el amor es simple, y a las cosas simples las devora el tiempo”.-
Claudia Andrea Contigli
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8
12 de junio de 2012
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
En su debut como actriz en la pantalla grande, Martha González encarna el rol de una arquetípica joven ("Nené") que se consume en el fuego de una pasión reprimida y prohibida. Iniciada sexualmente en forma abrupta e inmersa en los prejuicios morales de la Argentina de los años 40s, llevará hasta el final de su existencia el peso de una identidad rasgada entre lo que anhela y lo que la sociedad le impone. A su objeto de deseo, ese ser "fresco" capaz de sacudirle la inmanencia de sus días y de hacerle olvidar la opacidad de su destino -convincente rol hecho a la medida del Alfredo Alcón de los años 70s-, se le contrapone la figura de un marido gris, pero fiel y estable, quien, a diferencia de aquél, le dará a nuestra heroína la tranquilidad y seguridad de un hogar convencional. En realidad, Nené -hilo conductor de otras historias de la película, narradas en paralelo y de manera confluente, con personajes que, por sus conductas y pensamientos son caja de resonancia de la pareja protagónica-, es una mujer que, al no poder o no querer rebelarse contra el orden instituído, padece "intamuros" la intensidad de sus anclados sentimientos. En tal sentido, su "pathos" es etimológicamente auténtico, a la vez que parece desafiar toda moraleja transmitida durante siglos por la pluma de Sófocles. En efecto: no es ninguna desmesura -ni ninguna imprudencia- lo que le acarreará infelicidad a la muchacha, sino, antes bien, su falta de arrojo (en esto se diferencia del rol interpretado por Natalie Wood en "Splendor in The Grass", un filme de similar temática que retrató brutalmente los puritanos atavismos de los comienzos de los sesentas en los EE.UU.). Un cine evocativo, contado en primera persona, que perdura, e invita a la reflexión.-
Claudia Andrea Contigli
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10
25 de abril de 2012
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Del autor de "Derecho de Familia", esta película cuenta la errática -pero incansable- búsqueda de la identidad de un muchacho universitario, rodeado de identidades ajenas, pertenecientes a la colectividad judía. En medio de seres arquetípicos, cohesionados, a la vez abiertos a otras etnias, simpáticos, entrañables, y con el alma suave como trino de gorrriones formando guirnaldas de júbilos y dolores, sólidamente interpretados por actores con raíces judías, el actor-fetiche de Burman (Daniel Hendler) atravesará, sin proponérselo, un sinfín de historias entrelazadas, en los negocios de una galería del bario de Once. No podrá ocultar perplejidades, asombros, ni mundanos goces mínimos (léase: travesuras). Descubrir sus orígenes será la meta. Claro que a veces cuesta toparse de repente con la verdad, si ésta se postra desfachatada ante nuestras narices. Pero al final, este héroe de la cotidianeidad y de la simpleza, aprenderá que, en los abrazos múltiples de sus muy vitales seres queridos (los que siempre estuvieron y los que aparecerán) está ese único abrazo, largo, infinito, de cuna caliente, que se necesita para no morir.- Un filme con una estética circular, que va agrupando escenas con nombre de capítulos. Vale la pena verlo (o volverlo a ver).-
Claudia Andrea Contigli
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9
3 de enero de 2012
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un perfecto ejemplar de psicópata, resulta ser el personaje encarnado por Robert Mitchum en "LA NOCHE DEL CAZADOR" -filme norteamericano de 1955 que, al igual que su par de la pantalla grande "LA MALA SEMILLA" ("The Bad Seed") estrenada en 1956, se erige en digno representante del afiebrado interés por el psicoanálisis freudiano que supo invadir la industria del cine de aquellos tiempos-.
El cazador de la obra es un predicador de alta consideración social, que se muestra puro y carente de pecados, como si fuese un ejemplo a seguir; pero en realidad es cruel, malvado, capaz de denostar la autoestima de su "par / complementaria", y de atormentarla con culpas. De hecho se casará con ella -que es viuda- sólo para conseguir el botín que, el difunto esposo de ésta -un convicto a quien el cazador había conocido en prisión-, le había dejado en custodia, con el último aliento antes de morir, a uno de sus pequeños hijos, de los cuales el "predicador" se convertirá en su padrastro.
El "hunter" es, básicamente, un atemorizante perseguidor de estos niños, quienes vivirán peligros extremos para huir de semejante sujeto, intolerante a la frustración. Sin embargo, ellos habrán de demostrar que sabrán ponerlo en "jaque" con la misma valentía de un adulto.
Conmueven las escenas en las que, el mayor de los hijastros del predicador, en permanente estado de alerta, consigue guiar de manera responsable a su pequeña hermana, protegiéndola y salvándola, como un verdadero héroe de pantalones cortos emulando la faltante figura paterna.
La banda sonora del filme acompaña adecuadamente el gran suspenso de este filme -atemporal por su vigente temática-, devenido en “clásico de clásicos”.-
Claudia Andrea Contigli
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