Hace unos días no me acordaba con claridad del argumento de Toy Story 1, tampoco sabía si había visto la segunda entrega o si simplemente mezclaba argumentos en mi cabeza. Hace unos días era una película más que había visto cuando era pequeña.

Un lunes vi la historia en la que un vaquero sufría por perder a su gran amigo Andy a manos de un loco hombre espacial, un martes vi como un vaquero elegía entre sus compañeros de juegos o “pasar a la historia” y, por fin, un miércoles vi... la culminación perfecta de algo que ha hecho feliz a muchas generaciones de niños y de exigentes adultos.

¿Qué tiene de especial? Quizá la magia que todos los juguetes guardan en su interior, quizá la personificación de seres tan simples o quizá “eso” que se apodera de cada persona que la ve y le hace recordar, a cada uno a su modo, aquel tiempo en el que las huchas eran malvadas naves espaciales y los muelles eran impenetrables campos de fuerza.

Una película que lo tiene todo y que consigue dejarte pegado a la butaca, mirando la pantalla, con los ojos llenos de lágrimas y sin saber qué decir.

Cada día cuando me voy a dormir retiro mis juguetes de la cama y los siento cuidadosamente en el suelo, imaginando que cuando yo me duerma, saltarán de sus puestos para hacer de la vida un juego en el que yo espero ser su Andy.

Echaré de menos el “Colegas” que suena en la intro de la primera temporada y que tanto odiaba.
Echaré de menos todo lo que no me gustaba, antes oia las risas de fondo, ahora soy una de ellas.
Echaré de menos cantar esa canción en cada capítulo y dar palmas ya sabéis en qué parte.
Echaré de menos a Marcell.
Echaré de menos el Central Perk (y a Gunther)
Echaré de menos el “¡Oh Dios mio!” que nunca te esperas.
Echaré de menos la sensación de, bah, es una serie larga, aún queda mucho para que se acabe.
Echaré de menos estos diez años de sus vidas.

Echaré de menos los anillos de Phoebe, los gestos de Ross, las risas de Mónica que dejan ver a Courteney, la inmensa sonrisa de Joey, la risa irónica de Rachel y el mecanismo de defensa de Chandler.

Pero, sobre todo, echaré de menos... Friends.