Salgo de ver Spiderman: lejos de casa y, al contrario que mis compañeros, a mí no me ha gustado nada. La anterior no me había entusiasmado, así que digamos que tampoco es que mis expectativas fueran muy altas. Prevalece, una vez más, el tono de comedia tipo serie de Disney Channel para adolescentes. Cada secuencia parece tener que rematarse con un chiste tontorrón. La película tiene momentos que de pura ñoñería le hacen a uno enrojecer de vergüenza. La acción tarda mucho en aparecer y cuando lo hace no deslumbra en absoluto. Por decir algo bueno, la película gana cuando interviene el personaje de Misterio, bien diseñado y correctamente interpretado por el excelente actor Jake Gyllenhaal. En cuanto a Peter Parker, para mí no se ha conseguido todavía dar en el clavo con este personaje, pero desde luego si me tuviera que quedar con alguno no sería con el de Tom Holland. Quizás porque el recuerdo de mi juventud es el del Parker universitario y periodista novato trabajando para el Daily Bugle de los cómics que leía. Por último, entiendo que se quiera dar un enfoque diferente a los personajes de la nueva saga, pero me cuesta hacerme a esta nueva tía May, tan moderna, tan sexi… Prefería la ancianita.

Película notable que no merece, a mi juicio, algunas de las críticas tan severas que he leído aquí, aun cuando no se encuentre entre mis preferidas del maestro inglés.

Toda la parte inicial me parece muy buena: me gusta cómo se van introduciendo progresivamente elementos perturbadores (en el autobús, en la habitación del hotel y en el restaurante) para culminar con la secuencia inolvidable del asesinato en el zoco.

A pesar del tono dramático general de la película, Hitchcock introduce, como hace habitualmente, algunos momentos cómicos para dar el contrapunto a las escenas de más tensión. Dos de ellos me han gustado especialmente: la secuencia en el restaurante (con un James Stewart soberbio), francamente divertida, y la que se desarrolla en la tienda de animales disecados, completamente surrealista.

La parte final rodada en el Royal Albert Hall de Londres es, no obstante, para mí, lo mejor de la película. El magistral montaje (con un ritmo vertiginoso), la música excepcional de Arthur Benjamin (que Bernard Herrmann quiso mantener porque le parecía insuperable), el hallazgo de suprimir los diálogos durante toda la secuencia (homenaje al cine mudo) y la interpretación de los actores (sobre todo la de Doris Day, que expresa muy bien la angustia del personaje) logran crear un máximo de suspense y mantener al espectador en vilo hasta el final.

La elección de Doris Day me parece acertadísima, ya que, además de cantar muy bien, encarna un tipo de mujer que casa perfectamente con el personaje (en este caso más convencional), lejos del prototipo de rubia fatal, sin las connotaciones sexuales que tienen otras protagonistas femeninas en el cine de Hitchcock.

En fin, una película, en la que sobresalen otras consideraciones al margen de la estricta lógica del argumento. En efecto, algunas situaciones no se sostienen si se analizan con rigor desde el punto de vista de la verosimilitud; aunque, como es sabido, Hitchcock se manifestó en varias ocasiones a este respecto diciendo que no era lo que más le importaba de sus películas.

En esta personalísima adaptación Guy Ritchie se aleja del relato artúrico legendario prescindiendo de muchos de sus elementos importantes y cogiendo lo que más le interesa para realizar un blockbuster de acción al estilo Marvel. Así, nos encontramos con un Rey Arturo, versión superhéroe musculado, con una Excalibur que podría ser una mezcla entre el anillo de Frodo y el martillo de Thor.
La película cuenta con un puñado de actores de renombre que están correctos en sus respectivos papeles, resultando el de Jude Law como villano un tanto sobreactuado por momentos.
Ritchie utiliza nuevamente una puesta en escena esquizofrénica, la cual forma ya parte de su estilo. Los continuos flashbacks y flashforwards confieren a la película un ritmo frenético que puede llegar a marear al espectador de gusto más clásico. La estética recuerda a la usada en otros formatos como videoclips o presentaciones de videojuegos, abusando el realizador de la cámara lenta y los primeros planos; esto no resulta siempre en beneficio de la secuencia de acción de turno: es cierto que este modo de rodar permite apreciar con detalle los golpes y acrobacias más espectaculares, pero, por otra parte, se pierde realismo. También aparecen aquí (marca de la casa) los personajes chusqueros y los diálogos impregnados de socarronería que nos recuerdan a anteriores trabajos suyos, y en los que se aprecia la influencia de Tarantino (con un pequeño homenaje a Reservoir Dogs incluido). En definitiva, la película da lo que promete y nos proporciona un buen rato de entretenimiento con unos efectos especiales a la altura y unos notables diseño de producción y vestuario al servicio de un mundo fantástico habitado por caballeros, magos y criaturas increíbles.

Decepcionante este trabajo de Robert Zemeckis, creador de algunas de las películas más originales y entretenidas de los últimos treinta años con títulos como ¿Quién engañó a Roger Rabbit?, Regreso al futuro o Forrest Gump.
La película parte, quizás, de una buena idea, pero pierde el rumbo al introducirse demasiado y de manera muy naif en el debate ciencia vs. religión.
El pésimo guion lastra el trabajo de los actores, entre los que apenas logra lucirse una voluntariosa Judie Foster.
Para olvidar el personaje de Matthew McConaughey, fallido contrapunto de la protagonista.
En resumidas cuentas, un film fácilmente olvidable que solo logrará amenizar el rato por momentos a aquellos espectadores que sean más condescendientes.

Una trama fascinante y adictiva desde el minuto uno; un ritmo arrollador, de los que no te dejan tomar aliento; unos personajes​ bien esculpidos y mejor interpretados por un estupendo elenco de actores, que los hacen suyos... Recuerdo haber devorado de forma compulsiva las dos primeras temporadas de Prison Break. Lamentablemente, el entusiasmo con el que recibí la tercera entrega dio paso enseguida a la decepción, primero, y al hastío, después: un guión completamente atascado y falto de ideas con una historia que entra en un bucle que martillea hasta resquebrajar la paciencia del espectador, amén de unos personajes que poco a poco van perdiendo interés. El aburrimiento pudo más que la curiosidad de lo que depararía la siguiente temporada, y así acabó para mí una experiencia que, con todo, recomiendo.