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España España · MÓSTOLES
Críticas de Lucman
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Críticas 23
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
10
21 de septiembre de 2014
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nos hallamos, sin duda, ante una obra maestra de B. Wilder. Se centra, en esta ocasión, en el mundo de Hollywood, y nos muestra el tejido oculto de la que ha sido llamada desde hace décadas: “La fábrica de los sueños”, y que raras veces nos ha sido revelado en toda su crudeza. Aquí, tenemos a Hollyvood convertido en un gigantesco Urano capaz de devorar a sus propios hijos.

Avant cámara, tres personajes que viven su propia tragedia desde situaciones muy diferentes. Un joven guionista sin éxito, una veterana actriz del cine mudo sumida en el olvido, y el mayordomo de ésta, unidos en una lujosa, decadente y semiolvidada mansión de un lugar llamado Sunset Bulevard. Wilder no ha podido elegir mejor escenario para recrear su dramática historia. SB, es la calle de la esperanza, la desolación, las ilusiones perdidas; del fracaso de muchos y el triunfo de pocos, esos que, también, acabarán sucumbiendo al poder de esa insaciable y demoledora máquina de fabricar quimeras.
Sin duda, el personaje más carismático es el de Norma Desmont –magníficamente interpretado por Gloria Swanson-, con la que, evidentemente, tenía cierto paralelismo en su trayectoria como actriz. A ella se une Joe Gillis ,-a quien da réplica un convincente William Holden-, ambicioso guionista a la caza de algún productor que quiera valorar sus no muy inspiradas historias, perdido en el maremagnun de un ambiente de jóvenes que, como él, finalmente irán quedando relegados al rincón del olvido. El tercero en discordia es el mayordomo: Max –cuyo rol de hombre distante, hierático y solemne, recrea espléndidamente Eric von Stroheim-.No ha dejado de sorprenderme, la valoración moral que Wilder hace de este último personaje, llevándole mucho más allá de una simple función de sirviente, y convirtiéndolo en el primer marido de la diva y el director que la lanzó al estrellato. Curiosamente su transformación en simple mayordomo –soportando todo tipo de humillaciones-, está motivado por el profundo amor que siente por ella. Sin duda, el único personaje que se muestra dotado de una generosidad sin límites, capaz de sacrificar su brillante futuro como director de cine en aras de la estrella a la que admira y ama..

No sé si el resultado final hubiese alcanzado la misma brillantez, si BW no hubiese contado con su guionista habitual: Charles Brackett –aunque también colaborase en esta ocasión D.M. Marshman-, pero, los diálogos poseen de una calidad de la que en pocas ocasiones los aficionados hemos podido disfrutar, y donde, ni una sola secuencia está desprovista de contenido, con una perfecta sincronía entre la imagen y la palabra. La agilidad de la cámara en planos, contraplanos y travelings es de obligada mención, integrándose todos ellos en una conjunción terminal convincente y espléndida.

Film emblemático, que nos muestra un trabajo al que podemos situar en la cumbre artística de un director que más adelante sería aclamado como “el rey de la comedia”, con películas inolvidables, imposibles de olvidar para ningún buen cinéfilo.
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Lucman
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6
17 de julio de 2014
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La isla de Ellis supuso para miles de inmigrantes europeos durante los años veinte, el valladar imposible de superar en su "sueño americano". También, para otros muchos significó la posibilidad de una nueva vida que se truncó al caer en el dominio de las mafias, que, en aquellos momentos, dominaban el "mercado de trabajo" neoyorquino.

He aquí el arranque de esta nueva película de James Gray, donde nos va mostrando a través de su protagonista (Marión Cotillard), la denodada lucha que sostiene con las autoridades aduaneras para sacar de la isla a su hermana enferma, junto a su propio drama, al tener que aceptar el vejatorio "trabajo" que un proxeneta oportunista (Joaquín Phoenix) le ofrece para su supervivencia.

La película, tenía los alicientes necesarios para ofrecernos una magnífica muestra de esa América contradictoria y engañosa que tantos seres humanos sacrificó en aras de una "tierra prometida" que nunca alcanzaron, aunque, -justo es decirlo-, también lo fue para aquellos que supieron poblar, como pioneros, unos nuevos horizontes pletóricos de tierras de promisión donde edificaron con éxito sus nuevas vidas.

"El sueño de Ellis" es un film de derrotados. De hombres y mujeres que, ante la incapacidad de mejorar su situación vital lejos de allí, se resignan a un nuevo fracaso existencial, en su nuevo ghetto, donde, inevitablemente, surgirá la relación entre el explotador y las victimas, sumisamente resignadas a una vida de humillaciones, lastradas por sus propias limitaciones y, condenadas a sufrir -mientras sean jóvenes, y mínimamente atractivas-, el parasitismo de crápulas barriobajeros que se mantiene a flote fuera del presidio gracias al contínuo soborno a que someten a la corrupta policía local.

Se va cerrando el círculo de esfuerzos fracasados de la protagonista, en sus intentos por arrancar de las fauces del internado a su famélica hermana, sin dejar de escuchar las falsas promesas de su "protector," mientras se somete a sus exigencias, y al de sus clientes, en el camuflado lupanar donde habita.

Este es el momento en que J. Gray tuvo a su disposición dos opciones. La primera: la minuciosa muestra de esa New York en su extracción más baja y corrupta de seres humanos sumidos en la irredenta miseria moral y física, abandonados de quienes poseyendo el poder político, nada hacen para salvaguardar unos derechos humanos que no dudan en exhiben con orgullo en las páginas de su constitución y en las promesas de libertad y riqueza que no cesan de proclamar con largueza.. Esto daría -sin duda-, un enfoque más visible y concreto de los hechos de ese "momento histórico" tan crucial en la historia americana.

Por el contrario, el director, prefiere inclinarse por la relación personal del buscavidas y su pupila, hasta el extremo de convertir a este, en un hombre enamorado capaz de ennoblecer su conducta hasta el sacrificio personal, lo que, a mi juicio, no deja de ser algo artificiosa tal transformación, optando, claramente, por el melodrama con aires de folletín. y solo creible gracias a la estupenda interpretación del siempre convincente Joaquin Phoenix, muy por encima de los otros protagonistas..

Con todo, la película mantiene el interés del espectador, especialmente en su última parte, pero, no deja de hacerme pensar como hubiese sido la misma historia contada por Scorsese.
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Lucman
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8
16 de mayo de 2014
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine de Holywood siempre ha tratado con rigor y honestidad el mundo del boxeo. En esta ocasión Mark Robson, contando con un magnífico guión de Carl Foreman, se permite ofrecernos un film con todos los ingredientes básicos del mundo pugilístico en los Estados Unidos de los años cuarenta. Fue, sin duda, la época dorada de este deporte, cuando era capaz de arrastrar masas como ningún otro. Resultaba evidente que, una actividad deportiva que movía tantos millones de dólares tenía que estar sometida a la gran mafia que dominaba el deporte profesional, e imponía sus leyes y su poder sobre cualquier hombre que quisiera alcanzar el cenit de la fama y alzarse con un título mundial. Tratar ese aspecto ha resultado algo imprescindible en cualquier película que abordase el tema con certo rigor. Pero, en "El idolo de barro", hay algo más: una historia de ambición personal, donde cualquier otro valor humano: amistad, amor, lealtad, nobleza... solo son un obstáculo para quien ansía su éxito personal sin importarle los sentimientos de quienes más le aprecian y valoran.Kirk Douglas encaja a la perfección en la personalidad del gran campeón Midge Kelly, aportando todos los ingredientes fundamentales para hacer convincente su historia, secundada -en todo momento-, por un elenco de magníficos actores de la talla de: Arthur Kennedy, Paul Stewart o Ruth Roman..

Un estupendo ejemplo de cine negro que nos ofrece, con toda su crudeza e intensidad, la escalada sin límites de un hombre, nacido en un submundo sórdido y miserable, pero dispuesto a salir de él por encima de todo, y de todos.Una visión real y demoledora del triunfador que finalmente terminará pagando un precio demasiado alto por su desmedida ambición.

Robson plasma con precisión y eficacia las momentos más dramáticos de los combates de boxeo en todos sus aspectos, especialmente en el sobrecogedor match final, marcado por un realismo y una tensión difíciles de lograr, solo al alcance de un actor de la versatilidad y el talento de Kirk Douglas, a quien poco después tendríamos ocasión de ver en otro film magistral, aunque de temática diferente: "Cautivos del mal".

Película recomendable a todos los aficonados al boxeo, y para aquellos que sepan apreciar el drama personal de un hombre capaz de superarse asimismo hasta e límite de su voluntad y su vida.
Lucman
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9
25 de abril de 2014
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
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El film de Resnais, nos sumerge en una historia de amor contada en dos tiempos con un intervalo de catorce años. Su romántica incursión en el mundo de los sentimientos de su protagonista femenina, se nos ofrece a través de unas secuencias plenas de sensibilidad y lirismo. No es fácil relatar por medio de la cámara un texto tan literario como el que escribe Margarite Duras. Sin duda, se trata de un ejercicio de difícil equilibrio, donde es fácil entrar en el terreno del melodrama, o dar un paso en falso, dejándose llevar por una narración saturada de diálogos donde lo cinematográfico se convertiria en mero comparsa de la novela.El director francés, soslaya con acierto tal peligro y nos regala un trabajo sugerente y valioso, sabiendo alternar con eficacia los planos secuencia de los dos tiempos en que transcurre la obra, plasmados en unos diálogos cuajados de frases reiterativas pero llenas de sentido, con el contrapunto de la delicada expresividad de una impecable Emmanuelle Riva, y manteniendo nuestra atención a sus cambiantes estados emocionales. La "chica de Nevers" es una mujer sensible y afectiva, marcada por una pasión juvenil que le dejará una huella indeleble.

El personaje pierde, en muchos momentos, la noción del tiempo real, en fuerte contraste con su fugaz amante japones -que interpreta el austero y convincente Eliji Okada-,quién intentará mantenerla en las vivencias del presente, aún sabiendo que solo podrá ser algo efímero. Y es esa lucha de los dos amantes por alcanzar una plenitud imposible, y proyectada desde posiciones opuestas, lo que dará un intenso juego dramático entre la realidad del momento y el deseo por conservar aquello que nos llenó de gozo en un tiempo pasado de nuestra vida. Ella sufre el conflicto de querer identificar a su amor de una noche en Hiroshima, con el recuerdo juvenil del soldado alemán que fue su primer amor y que concluyó trágicamente.Se niega a asumir la realidad, aún conociendo la trampa de su autoengaño.Vive el delirio de su fantasía donde solo cuenta, por encima de todo: "aquello que sigue latiendo en la memoria de sus sentimientos".

Los largos trávelings filmados nos dan una clara imagen de dinámica espacio-temporal en la constante huida hacia adelante de Emmanuelle, siempre perseguida por ese amante que intenta, tan desesperada como inútilmente, retenerla a su lado.

Acertado juego de primeros planos de la pareja en los momentos de intimidad, donde la mezcla de luces y sombras, miradas y gestos, nos muestra la poética de un erotismo pleno de sutilezas.

Alain Resnais conecta la hecatombe de Hiroshima con el trágico amor de la protagonista en una extraña y acertada simbiosis donde se evidencia la maestria de uno de los hombres clave de aquel movimiento cinéfilo que se llamó: "la Nouvelle Vague". A mi juicio, tal vez su mejor película.
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Lucman
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7
20 de abril de 2014
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La mayor parte de los films de la "Nouvelle Vague" se carazterizaron por su sencillez expositiva, una interpretación espontánea y natural, y la huida de planteamientos demasiado elaborados, evitando así cargas simbólicas que que obligasen al espectador a rumiar cada una de sus planos, en un intento de asimilar los contenidos del film.
Aquí, A. Resnais decide inclinarse por el camino más eleborado y dificil, obligándonos a una minuciosa prospección de cada secuencia, drenando cada fotograma a la búsqueda del camino escondido que nos lleve a la comprensión del desenlace final. Largo viacrucis que no todos estarán dispuestos a seguir con agrado.

La película arranca con los delirios nocturnos de un anciano escritor ebrio y casi al borde del artículo mortis.Allí aparecen los personajes más allegados a su vida, enfrentados entre sí a través de situaciones límite, donde cada uno aporta una visión egocéntrica de su mundo privado, en los que el rencor mutuo y la venganza son el eje supremo de sus motivaciones. En su delirio, el viejo Clive (John Gieguld), sostiene un pulso contínuo con su hijo mayor, Claud (Dirk Bogarde), enfrentando su sentido de la libertad personal -siempre en pos de satisfacer su eterna búsqueda del placer-, a la rígida moral puritana de un hombre de leyes defensor a ultranza de los valores sociales establecidos. Kevin "el bastardo" (David Warner), es el hijo menor, un sujeto desarraigado, abúlico, solo preocupado por la astronáutica, vivenciando una imaginaria relación amorosa con la esposa de Claud; Sonia (Ellen Burstein), burguesa aburrida y eternamente insatisfecha, pero sometida a los imperativos de una vida fácil y sin privaciones. Culmina el retablo de personajes: Elena (Elaine Stritch), amante del viejo escritor, e imposible amante del abogado, físicamente muy deteriorada por un cancer terminal,

La puesta en escena sucede en PROVIDENCE, una ciudad imaginaria, sumergida en el caos de la ley marcial de un estado de guerra, un apocalipsis donde las fuerzas militares detienen y conducen a las gradas de un estadio a cientos de ciudadanos en plena noche. En ella van apareciendo, en progresión aleatoria, secuencias desoladoras de extremada crueldad -la transformación de los ancianos en hombres lobo, como último latido de rebelión, es sofocada por los fusiles de la milicia-. El fin de la vida de Clive debe sellarse con la destrucción absoluta de todo cuanto ha formado parte de su mundo, aunque el almuerzo campestre de las últimas escenas de paso a una pretendida expiación moral, pre-mortem, del escritor ante la fatalidad inexorable.

Alain Resnais no ha podido estar más inspirado a la hora de elegir a sus interpretes principales, en especial John Gieguld y Dirk Bogarde, que dotan a sus personajes de una intensidad y realismo difíciles de igualar. Más discretos, pero dando la medida adecuada en sus roles: David Werner, Ellen Burstein, y Elaine Stritch.

Acertada elección de la música, con un Miklos Rotzsa impactante y solemne. Fotografía realizada con filtro rojo, y mantenida durante casi todo el metraje salvo en la escena de la playa, lo que acentua sobremanera el dramatismo del film.

.A mi juicio, el director, sobrecarga de onirismo estético un argumento no necesitado de tanto artificio, pero como creador tiene todo el derecho a presentarnos una obra sui géneris, engarzada en clave surrrealista -esos años aún no eran demasiado tardíos para ello-. La obra tiene escenas resueltas con imaginación y brillantez -la de la playa con fotografía en blanco y plano de fondo con fuerte oleaje-, contrastadas con otras de gran dureza -la disección del cuerpo de un anciano-. Una película donde el ser humano se comporta con crueldad extrema y se proyecta hacia un nihilismo desolador. No siempre Resnais fue así.
Lucman
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