Ya no hay muchas dudas de que entre las carreras jóvenes que están despegando en años recientes en la cinematografía norteamericana, la de Shyamalan es una de las que se debe de seguir más de cerca. Poseedor de un estilo personal, elegante y muy eficaz, la obra del cineasta hindú se ha caracterizado hasta hoy por seguir varios patrones comunes y a la vez abordar metáforas y temas diversos en cada nuevo proyecto.

Ahora, el tema que aquí nos ocupa, es su ultima cinta estrenada: La Aldea, que en opinión de un servidor constituye su logro más memorable desde Sexto Sentido.
Es La Aldea un filme bellísimo y plagado de matices, que de igual forma acaricia con su lírica estética que crea una ligera pero constante tensión que de un momento a otro pasa a convertirse de bestias escondidas en un bosque a un camino de los miedos más primarios del hombre.

La pregunta que poco a poco plantea el guión es por demás interesante: ¿Es el dolor parte de todo ciclo natural? ¿Es posible una vida sin él? Las respuestas son, respectivamente si y no. Pero la segunda premisa es aun mas efectiva: El amor como método de anteponerse a este dolor. Y en medio de todo esto, el concepto de “inocencia moral” como único escudo contra el mal que flota en el ambiente. Toda esta premisa es desarrollada a ritmo pausado pero constante, que fluye, que late en cada escena y forma parte de una máquina cuyas tuercas se comienzan a apretar apenas comienza la película, y no paran hasta que no pueden más.

También hay que mencionar y aplaudir a su reparto, en especial a un impresionante Adrien Brody que deja con la boca abierta, seguido de Phoenix y Dallas Howard, cuya química sostiene por si sola la brillante historia de amor que da sentido al relato. Este trío por si solo vale el gasto de ver la película, aun siendo tan solo una pequeña parte de las maravillas que destila ésta, una de las mejores cintas de los últimos años.

Mención aparte a su banda sonora de la que me he enamorado desde que la escuché en el cine, no recuerdo otra en varios años que me haya seducido de esa forma.
En definitiva, La Aldea es una decidida recomendación para todo aquel que guste del cine en forma, del cine real e inteligente, al que de verdad pueda llamarse séptimo arte.

Pocas películas contagian tanta alegría de vivir la vida y la juventud como Grease, espléndido y divertidísimo musical que se puede visionar 1 ó 1000 veces sin que pierda su magia.

Un jovencisimo (y delgado) John Travolta y una PRECIOSA Olivia Newton John encabezan un reparto de química inigualable y actuaciones inolvidables.

No será una obra maestra, no tendrá gran profundidad psicológica ni tendrá una estética hermosa y clasicista pero definitivamente es la prueba de que de vez en cuando, se puede prescindir de todo esto para crear una gran gran película.

La idea era buena y con el trío actoral que tiene, podría haber sido una gran película. Pero su directora Mimi Leder ha decidido irse por el camino del sentimentalismo fácil y los recursos más gastados para hacer llorar al espectador rematando con uno de los finales más absurdos y sin sentido de la historia reciente.

Su reparto, dicho sea de paso, nunca estuvo más desaprovechado, sobre todo Kevin Spacey que se atrevió a rodar esto después de alcanzar la cima con su soberbia interpretación en American Beauty.

Lenta, Previsible, Chantajista, falsamente emocional y repleta de clichés. Esto es lo que pasa cuando un proyecto interesante cae en manos equivocadas.

Un bellisimo y atípico experimento de lenguaje y estética que podría ser la obra maestra de su autor.

Cine que muestra antes que contar. Elephant se despoja de todo el artificio para hilvanar una tela suave pero dolorosa basada en el silencio, la soledad, el movimiento lento y el naturalismo practicamente total.

Su arrebatadora estética tiene tan pocos precedentes como las películas del Dogma95, y sorprende curiosamente por sus sencillez, casi se podría decir que en cuanto no quiere parecer cine (al menos como lo apuntan los snob) se revela más cinematográfica.

Si acaso se le puede echar en cara algo a este filme es el estereotipo moralizador que le carga a los jovenes homicidas que peca de lugares comunes: Echar culpas de forma un tanto superficial a los juegos de video, la ausencia de padres y una relación homosexual que no venía al caso, así como el personaje del joven negro de playera amarilla que solo camina por los pasillos para ser asesinado, cuya presencia nunca me queda del todo clara pero me resulta un tanto inquietante.

Por lo demás Van Sant ha anotado un 10 con un filme de belleza cruel que marca un punto y aparte frente al artificial esteticismo de la acción hollywoodense.

Sin ser un trabajo mayor de Spielberg es una cinta muy aceptable que se deja ver con gozo y la mayoría del tiempo con una sonrisa en la boca si bien algunos minutos sobran y se podrían haber intercambiado por otros que definieran más a los personajes, que de vez en cuando tropiezan en el estereotipo.

La fotografía es un trabajo decente al igual que el diseño de producción del filme. Sin estar en los puntos mas altos de sus carreras, tanto los protagonistas como los secundarios (Walken, Sheen, Garner) ofrecen actuaciones simpáticas y agradables.

Si, se deja ver muy bien. Pero podría haberse visto aun mejor, tal vez en manos de otro cineasta.