He de admitir que el producto de Antena 3 no se me antojaba prometedor, una niña mona + historia de venganzas familiares + una horrible cabecera de apertura digna de cualquier culebrón venezolano, podría haber dado al traste con cualquier aspiración de visionado por mi parte, pero esta vez la paciencia dio sus frutos y se descubrió ante mi una excelente adaptación libre de El Conde de Montecristo. Unos mas que correctos Jordi Rebellon (Francisco José), Tito Valverde (Enrique), Lydia Bosch (Luisa) y Victoria Abril (Fernanda) aportan veteranía al proyecto. Megan Montaner (María Fuentes/Mercedes Dantes), Eloy Azorín (Pablo), un sorprendente Miguel Ángel Muñoz (Bruno), Daniel Grao (Juan) y Antonio Hortelano (Curro), entre otros, nos dan muy buenos registros en la trama, lo que la hacen más creíble y amena. Pero ahora bien, la sorpresa del proyecto la da una inmensa Verónica Sánchez en el papel de Amparo Duque, un personaje que roba sin tapujos, sobre todo en la segunda temporada, el protagonismo a María Fuentes, la heroína, haciendo la historia de Amparo mas interesante al espectador. Una historia de perdedores, en el que también sobresale Luisa (Lydia Bosch), la madre adoptiva de María Fuentes, que pese a su aura de mujer católica de bien (de cara a la galería) oculta que su verdadero problema es la mas absoluta soledad de alguien que no sabe amar y desconoce el sentirse amado.

Narrada en distintos planos temporales, relata la historia de María Fuentes, una abogada que descubre que fue adoptada en circunstancias ilegales por su actual e influyente familia (Los Vergel) metidos en asuntos chungos hasta el cogote. Su tío, Enrique, decide deshacerse de ella cuando ésta le amenaza con hacer públicos los chanchullos familiares, acabando en una cutre cárcel en China, donde tramara su venganza.

Tras ver varios capítulos, esta serie me deja con la intriga de si despegara o no, como en el caso de Agentes de S.H.I.E.L.D o Falling Skyes, donde los primeros episodios fueron más bien de trama demasiado evidente, sin sorpresas, para posteriormente dar cabida a unas temporadas soberbias y entretenidas, con guiones mas currados. The Flash me huele a MTV, a Disney Channel, a serie demasiado juvenil, a que se han ahorrado una década en los principales personajes para adaptar y orientar el argumento a un público diferente a los fans del comic.
Desde luego, comparándola con la serie de los 90 esto es cine de autor, pero le falta dar un giro, el tipo de sorpresa que te deja con ganas de mas.
El éxodo de guionistas de cine a la televisión en E.E.U.U. dejó un listón altísimo en la calidad de las series, dejando desde mediados de los 90 a nuestros días autenticas obras de arte. Es por eso por lo que el nivel de exigencia en los televidentes es mayor, y también su poder, ya que ellos (nosotros) decidimos hacia donde va nuestro pulgar en relación a una novedad en la parrilla. Sorpréndeme Flash…corre, que yo te espero.