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España España · Madrid
Críticas de ordell
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Críticas 29
Críticas ordenadas por utilidad
9
17 de octubre de 2008
495 de 579 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como pasa con todas las grandes películas, mucha gente no comprende ni comprenderá "Camino". Y quizá tenga bastante que ver con el momento que vivimos, en el que está tan de moda "satanizar" todo lo que tiene que ver con la religión, en especial la católica. Por ello, todo lo que signifique tratar los temas religiosos desde una perspectiva laica, poniendo en tela de juicio su valor moral, es percibido por los sectores afines al catolicismo como un ataque directo a su fe. Nada más lejos de la intención de Fesser que criticar a la Iglesia de Benedicto XVI. Aquí el único que sale mal parado es el Opus Dei.

Y es que la susodicha organización tiene tela. Resulta que, por el hecho de nacer, todos somos culpables de un gran pecado, y la única manera de purgarlo y de acercarnos a Dios es mediante el dolor y el sacrificio. Pero sacrificio con mayúsculas, es decir, renunciar a todo lo que nos de el mínimo placer. Como cuando le recomiendan al personaje de Manuela Vellés que deje su costumbre de mirar escaparates para mostrar aún más su amor por Dios. Y es que, como bien se aprecia en esta película, esos extremismos religiosos que tanto hacen por "salvar" nuestro alma, al final acaban robándonosla. Coincidirán conmigo en que para estar orgulloso del sufrimiento y la inevitable muerte de una niña hay que tener una carencia considerable de alma.

Como ya digo, ni una solo referencia positiva o negativa hacia el catolicismo o la Iglesia, porque no es ese el tema que se trata aquí. La fe es entendida en la película de dos maneras: como única guía posible para lograr la felicidad, o como clavo ardiendo al que agarrarse ante la confusión que produce el simple hecho de vivir. Es inevitable que Fesser muestre su clara afinidad por la segunda opción, pero sigue respetando a quienes eligen la primera. Y de paso, y muy sabiamente, nos dice que la figura de Dios no es la única fe que nos puede hacer afrontar la vida con optimismo. La fe en el amor puede ser todavía más grande, más valiosa. Todo un canto por el amor terrenal, que estamos seguros de que existe, en detrimento del amor divino, que bien podría ser un cuento infantil.

Pero entre tanto dogma, un mensaje que escapa a toda confesión religiosa: el eterno triunfo de la vida sobre la muerte. La muerte es inevitable, y puede llegarnos en cualquier momento. Pero, como bien nos enseña la niña protagonista, ni siquiera ella puede robarnos la alegría de vivir. El ser humano siempre sentirá el impulso de adorar la vida, no la muerte, el sufrimiento y el sacrificio. Y está en nuestra mano el ganarle la partida a la muerte, sólo tenemos que vivir la vida.

Los actores, resumiendo, todos soberbios. Una película para quien vive para vivir y no para morir.
ordell
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5
22 de agosto de 2008
54 de 69 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que conste que yo soy de los que opinan que las adaptaciones de un libro a la gran pantalla jamás deben maniatarse al original. Sí la adaptación es un calco del libro, ¿que sentido tiene gastarse el dinero en hacerla, más que para acercarlo a quién no tiene ganas de leérselo? Por eso, no son los cambios (escasos, la verdad) que se producen durante la traslación del libro al cine lo que me llevan a darle una calificación tan baja al film de Kubrick.

Pero tampoco son motivos puramente cinematográficos, he de reconocerlo. Imagínense mi desazón cuando compruebo que Kubrick coge el que es mi libro favorito y lo convierte en una de sus obras más ramplonas. Como lo oyen. Ni pizca de la mala baba de "¿Teléfono Rojo? Volamos hacia Moscú", ni de la perfecta unión entre imágen y música de "La chaqueta metálica" ni de la logradísima atmósfera de "La naranja mecánica". Aquí la única muestra de verdadero talento vuelve a ser la composición de los planos, sirviendo como ejemplo el ordenadísimo desorden del decorado de la escena inicial.

Una escena inicial que ya comete el primer fallo, y es que nos resume toda la película. A los 5 minutos (de una película que dura dos horas y media), ya sabes que Quilty se las ha ingeniado para llevarse a Lolita y que Humbert le mata por ello. La fina insinuación con la que comenzaba el libro ("Pueden confiar en que la prosa de los asesinos sea siempre elegante"), que nos hacía temer un final mucho más tópico para acabar sorprendiéndonos, aquí se desvanece, y Kubrick nos da toda la historia ya masticada.

También resulta poco gratificante el excesivo protagonismo que recibe Quilty, y no sé yo por qué Nabokov, que muy inteligentemente lo hacía aparecer puntualmente en la novela, hace que el guión esté plagado de intervenciones de éste, a veces graciosas (por el innegable carisma de Peter Sellers), pero mayoritariamente cargantes. Además, la construcción de los personajes sale perdiendo respecto al libro, y si bien en el original a Humbert se le entendía perfectamente, aquí no termina de quedar claro porqué prefiere a una niñata respondona e ignorante antes que a todas las mujeres de su edad que se le insinúan.

Y es que el personaje de Lolita en esta película tiene pecado. El símbolo de los deseos más prohibidos del hombre reducido a la categoría de calientabraguetas de instituto. Y Sue Lyon, preciosa, vale, pero no acaba de convencer como actriz (y de hecho nunca triunfó). James Mason crea un personaje un tanto patético, quizá para dejar claro a dónde le lleva su pasión por Lolita, pero gracias a eso resulta un poco extraño ver el éxito que tiene con las mujeres. Shelley Winters, muchísimo mejor, dónde va a parar.

Con todo, es una versión mucho mejor que la de Adrian Lyne. Pero si quieren maravillarse de verdad con una historia sobre la pasión desmedida, el deseo prohibido, el azar, y muchos otros temas, ahí tienen el libro original. Pocas lecturas más fascinantes existen, en mi humilde opinión.
ordell
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8
10 de agosto de 2008
14 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
La ciencia-ficción de los 50 es un ejemplo de como, con poco dinero y mucho talento, se pueden crear obras imperecederas, de esas que, años después de su estreno, nos hacen pensar aquello de "el cine ya no es lo que era". Y si hubiese que rescatar una sola de las películas de aquella época y guardarla para las generaciones venideras, tengan por seguro que "La invasión de los ladrones de cuerpos" sería una opción a considerar.

Sé que es tópico, pero la ciencia-ficción está en decadencia. No en decadencia como el cine en general, no. Es que lo de la ciencia-ficción de hoy en día no tiene nombre. Lo que no son remakes insulsos (y ésta película ha conocido uno recientemente) son adaptaciones chuscas de libros, todo rodado con el mismo patrón de gastarse los cuartos en lucecitas y dejarle la historia a algún aficionado. Por eso resulta gratificante que esta película esté tan bien contada, con un desarrollo inteligente y que nunca pierde la emoción. A ello ayuda que sólo dura 80 minutos, lo cual indica que en aquella época se conocía la virtud de ser breve y no alargar las historias como si fueran chicles. Y además, la historia está dotada de un trasfondo ideológico que nos permite saber cuándo fue rodada sin necesidad de mirar su ficha.

¿Denuncia de la paranoia anticomunista? No se confundan, señores. Lo que es esta película es una crítica feroz al comunismo, y creo yo que muy bien argumentada. La lucha del protagonista por preservar su libertad y su libre albedrío, en contraposición con unos invasores que pretenden privar al ser humano de su capacidad de tomar decisiones (y las preocupaciones que ello conlleva) refleja la batalla entre el mundo libre y democrático y el totalitario sistema comunista. Por tanto, no sólo no denuncia la paranoia sino que la justifica en cierto modo. Y aquí puede estar el error, pero con 50 años de perspectiva es mucho más fácil decir estas cosas.

Una película que nos hace recordar tiempos mejores y que resulta, no sólo un pasatiempo inmejorable, sino toda una alegoría sobre una de las épocas más importantes de la historia reciente. Es que lo de la ciencia-ficción antigua era no dar puntada sin hilo, y no como ahora.
ordell
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4
13 de febrero de 2008
65 de 121 usuarios han encontrado esta crítica útil
El equipo de "House" debe formar parte de Greenpeace. Sólo así se explica su obsesión por utilizar el mismo guión para todos los cápítulos de la serie, porque deben querer ahorrar papel para salvar el Amazonas o algo así. Pero es que ya empieza a pasarle como a la carne que lleva demasiado tiempo en la nevera, que huele. Y es que lo que en principio era una serie original e interesante se ha vuelto un plastazo que repite el mismo esquema una y otra vez: Alguien enferma de repente; le llevan al hospital; parece que es una cosa, pero no; prueban con otra cosa, pero tampoco; al final prueban con tantas cosas que no parece haber solución para la enfermedad, y resulta que en el último momento, cuando parece que no hay salvación, a House se le enciende la bombilla y salva al paciente. Y así capítulo a capítulo durante 4 temporadas. Yo a eso lo llamo timo.

Vale que Hugh Laurie es un pedazo de actor y que borda el papel. De hecho, no entiendo como no trabaja en cine más a menudo. pero ni él salva la serie del aburrimiento, ni el personaje de la inverosimilitud. Porque seamos sinceros, a nadie le gustaría tener un médico así. Pero claro, como no nos pasa a nosotros, es un tío gracioso y carismático. De verdad que no entiendo tanta admiración y supuesto carisma.

Más valdría que, aprovechando la huelga, hubiesen buscado guionistas nuevos, a ver si esos se ganaban el sueldo.
ordell
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3
18 de agosto de 2008
46 de 84 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tengo que empezar diciendo que, de no ser por mi infinita paciencia con las películas, yo jamás hubiese llegado al final de esto. De todos los elementos que me causan estupefacción en esta película, si sólo pudiera elegir uno, sería que Susan Sarandon haya podido remontar su carrera y conseguir que la tomen por una actriz seria aún habiendo protgonizado este despropósito. Y es que verlo es una experiencia traumática, se lo aseguro.

Empecemos por lo más sangrante, los números musicales. Apestan. Las coreografías son tan malas que hasta consiguen afear una BSO bastante resultona. Y eso cuando son coreografías y no personajes ahí plantados cantando, que de eso también hay y yo supongo que es para que podamos echar una cabezadita y reponer fuerzas. Y cuando se intercalan las coreografías de la mansión con imágenes del criminólogo haciendo la misma coreografía, la cosa ya raya el espanto.

Además, los números musicales no están insertados en la trama, no. Es la trama la que está insertada en los números musicales. Parece que el único objetivo de la película es lucir la BSO, y para ello se inventan una historia de travestismo alienígena-Frankensteiniano (que no tiene ningún sentido, por cierto), y entre canción y canción meten un poco de diálogo para rellenar y llegar a los 90 minutos. A veces da la sensación de que las canciones están ahí porque sí, ya que en la mayoría de los casos ni hacen avanzar la trama, ni hacen despertar al espectador de su sueño.

Luego está Jim Sharman, que maneja la cámara así como si acabara de salir de la escuela de cine y esto fuera su trabajo de fin de carrera. Tengan por seguro que, si yo fuera profesor de dirección cinematográfica y un alumno me entregara algo como ésto, no sólo le suspendería, sino que iría por todas las productoras del país repartiendo circulares con su foto y la frase "no dejen entrar a este hombre". Su éxito radica, sin duda, en su estilo visual, que puede gustar a ciertos tipos de personas, aunque no sea nada del otro mundo.

Y para finalizar está el guión. O, más bien, esos cuatro folios (seguramente a doble espacio) que los actores recitaban entre canción y canción. La historia, como ya he dicho, no tiene sentido, y los personajes tampoco tienen definición más allá de estar locos o ser unos reprimidos sexuales. Aquí lo único que tiene definición son los músculos de Peter Hinwood. Y sí, ya sé que es una apología de la diversión sin preocupaciones, pero aquí el guionista tenía que haberse esforzado y preocuparse por crear una historia con un poco de dignidad, y no limitarse a crear espacios donde encajen las canciones. ¡Qué se supone que es cine! Es como si yo escribo un libro y, mientras espero a que me venga la inspiración, relleno unas cuantas páginas repitiendo "Joróbate Flanders" una y otra vez.

En fin, otra muestra de lo barata que está en el cine la calificación "de culto". Menos mal que la canción del principio no cumple su amenanza y no es una doble sesión.
ordell
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