'Full House' es un clásico de la televisión coreana que mantiene el tipo con el paso del tiempo por distintas razones, como ser un referente en su temática, la forma en la que captura la esencia de su tiempo o por sus propios protagonistas.

No sé cuántos dramas habré visto ya con estas temáticas de enemies to lover, personajes que por azares del destino terminan conviviendo juntos o matrimonios arreglados por distintos motivos como punto de partida. El caso es que este drama los reúne todos en una coctelera y utiliza sus dinámicas estupendamente, por lo que es un modelo al que mirar y cuya influencia se observa a día de hoy en producciones actuales, como el jdrama 'Only Just Married'.

Otra de las cualidades del medio audiovisual es capsular el tiempo a través de una estética propia que refleja y caracteriza diversas etapas. En su formato cuadrado o su estética más telenovelesca aunque cuidada, en sus colores y su escenografía se muestra una Corea de principios de siglo que percibo con aprecio por lo distintiva que es respecto de producciones modernas. Algo similar percibí con '49 Days' que es otro kdrama bastante recomendable.

Y, finalmente, plasmar ese rostro juvenil de Song Hye-kyo y Rain es otra característica atemporal y única que anima la serie. La química de ambos y sus dinámicas son la esencia de la trama que lo empuja todo. Aunque no todo es perfecto, hay sesgos evidentemente machistas en su trama -bastante propios de un país que a día de hoy sigue siendo conservador- y también una extensión desmesurada que provoca que la trama se sienta repetitiva en su segunda mitad.

Sus virtudes son muy superiores a sus defectos, no es un drama redondo pero es un clásico esencial para cualquier persona que disfrute de la televisión coreana. En ese sentido, es un encantador hallazgo.

Fascinado con el laberinto de identidades que plantea 'A Man', una película que muta entre el drama familiar, un complejo thriller de investigación y su vertiente más filosófica sobre la identidad. Exige atención para seguir sus hilos e interrogativas pero recompensa con una notable experiencia y un soberbio final, de los mejores que he visto recientemente.

Hacía mucho tiempo que una película no me cautivaba tanto con su intriga y complejidad, a la par que logra deslumbrar con estupendos planos e incita a pensar en sus múltiples cuestiones más allá de su visionado. Es una película para reposar y volver a ella en un futuro.

Se redondea con un estupendo reparto repleto de caras conocidas. Grandísima ganadora de la Academia Japonesa, ¡no debe pasar desapercibida por su escasa distribución y su poca publicidad!

Es una de las mejores películas japonesas de los últimos años.

A diferencia de otras películas que retratan Hiroshima como 'Los niños de Hiroshima' de Kaneto Shindô o 'Lluvia negra' de Shôhei Imamura, donde la muerte y las terribles secuelas de la catástrofe nuclear ocupan el foco principal, en 'Hiroshima, la ciudad marcada' parece haber tanta vida que no hay espacio para rememorar la muerte y recordar el terrible y trágico pasado.

Al menos esta es la primera impresión que recibe el personaje de Jiro Tamiya, un periodista que acude a Hiroshima para hacer un reportaje sobre las secuelas de la bomba nuclear tras diecisiete años de la tragedia. No parece haber casi nadie dispuesto a mirar al pasado, las personas han aprendido a vivir con las secuelas y los jóvenes nacidos después del suceso tampoco se preocupan por el mismo.

Sin embargo, la aparición del personaje de Ayako Wakao rodeado de un velo misterioso irá poco a poco empujando la película a esas secuelas -invisibles- de las que nadie parece preocuparse pero que conviven con ellos de forma inevitable. He aquí la magistral escena del río y las piedras que aquellos que hayan visto sabrán reconocer. Es una película que sin hacer mucho ruido y con un enfoque más sutil habla devastadoramente de la tragedia soterrada entre vidas, esperanza, ilusión y resignación.

Otra notable colaboración entre Yoshimura y Wakao junto a 'Bamboo Doll of Echizen', enterrada en el tiempo y ocultada por su difícil accesibilidad. Por suerte, estamos en una época donde podemos disfrutar gracias a la era digital de algunos estrenos exclusivos que nos llegan sesenta años después de su lanzamiento original. Nunca es tarde si la dicha es buena.

'Haru' funciona como una cápsula del tiempo que recoge un momento muy concreto pero de gran influencia, la transición al mundo digital. Y lo hace con esa habitual esencia nostálgica que caracteriza buena parte de los melodramas asiáticos de los 90', unas características que hacen que muchos adoren este tipo de propuestas y por lo que nadie que se sienta identificado con esta afirmación debería dejar pasar esta pequeña joya.

Un chico que soñaba con ser deportista y una chica traumada por un suceso trágico comienza a intercambiar mensajes en un primitivo foro de cine. Al principio, ella se hace pasar por un hombre y la relación es una sencilla amistad pero después la situación cambia. La forma en la que esta amistad-romance se purifica por una vía donde ni el físico ni ninguna otra circunstancia incide en su comunicación es completamente sincera, y representa -quizás con algo de inocencia- una nueva forma de relacionarse que nació con Internet.

Entre mentiras y verdades, la película va desarrollando a sus personajes y la relación avanza entre continuos mensajes que se interponen con cada una de sus vidas. Tiene algunas escenas memorables y una fotografía que sabe captar muy bien su atmósfera. Si caes dentro de su embrujo, es una película muy especial. Yo he caído en él y por ello no puedo hacer más que recomendarla. A día de hoy, esta obra no tiene crítica previa ni nota en FA, ojalá dentro de un tiempo esta pequeña joya llegue a ser mucho más conocida, lo merece.

Por fin he podido ver 'A Balance' y he de decir que la espera ha merecido la pena. Sigue a una directora de documentales investigando un caso de bullying, en esa línea de -ficción al estilo documental- tan japonesa. A su ritmo, se prepara paso a paso para detonar en una gran recta final. Es muy destacable cómo aprovecha la trama principal, algo emborronada y confusa al principio por la falta de una introducción previa, para sacar a relucir algunos de los pozos más oscuros de la sociedad japonesa actual. Múltiples pinceladas sociales para extraer y pensar.

Cuando hablo de ese estilo de ficción-documental lo hago en la línea del cine de directores como Koreeda, Kawase o Hamaguchi; una vertiente japonesa que ha gozado de un gran momento en los últimos años y con muy buena recepción.

Este director no tiene muchas más obras pero por impronta no será, podría ser un nuevo talento japonés a explotar en los próximos años. Atentos al siguiente trabajo de Yujiro Harumoto que, como ya hemos visto con Hamaguchi, solo necesita posicionarse bien en un festival para ubicarse en el mapa internacional y mejorar exponencialmente su proyección de carrera.

Y, finalmente, mención especial para su protagonista Kumi Takiuchi, que reencarna notablemente a un personaje con mucho carácter y muy gris pero humano en los momentos críticos; y a Yumi Kawai que es, sin ningún tipo de duda, una de las mayores revelaciones recientes que ha tenido la industria japonesa. Que el descomunal talento que desprenden no pase desapercibido por la construcción orgánica de la obra.