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España España · Barcelona
Críticas de Joaxbol
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Críticas 17
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
6
30 de enero de 2021
6 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Voy a ir al grano y avisando desde ahora que toda la crítica contiene leves spoilers.

Para mí lo más interesante de la película es la comparación de David con un cadáver (deseado) -coqueteando con la idea de la necrofilia- y la búsqueda y obsesión de Alexis por la muerte que inevitablemente conecta con su idea de un amor completamente idealizado e impulsivo, siempre con la finalidad de alcanzar la inmortalidad y atemporalidad de ese momento romantizado y contrario a la 'velocidad' y tempus fugit de la que habla y desea David sin hacer partícipe a Alexis; más bien retroalimentándolo y evadiéndolo en la secuencia de baile, con el atrezzo de los cascos que le coloca; marginándolo y sumergiéndolo en esa citada romantización en la que baila con una canción y ritmo pausado, contraria a la canción frenética que David y el resto de chicxs están escuchando. No en vano la película transcurre en verano y en una década idealizada a base de nostalgia hasta la saciedad en el cine y la música. Los veranos como momentos donde no ocurre nada, donde no haces nada, donde el tiempo se para y das rienda suelta a ese 'travestismo' de un primer amor. La connotación que adquiere la muerte de David tiene mucho que ver con el deseo frustrado de esa atemporalidad no finita que buscaba Alexis en el amor. La muerte es finita y no se controla. Un ritual por el que casi todo adolescente está condenado y sentenciado a pasar. Al final Alexis, en ese pacto acordado con David, baila en su tumba liberándose a sí mismo como materialización de ese tempus fugit que David predicaba y que acabará adoptando Alexis en su próximo posible amor de verano.


Los contras son que no tiene ningún diálogo realmente contundente, ni la capacidad sumersiva y contemplativa de, por ejemplo y dadas sus comparaciones, Call me by your name. Además de unos personajes secundarios desdibujados y meramente contextuales. Es una película que se ha contado otras veces con un desarrollo más rico en detalles, amén de esas referencias a cintas previas del mismo Ozon, a Hitchcock y a Nicholas Ray.
Joaxbol
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7
12 de noviembre de 2013
36 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta crítica contiene spoilers conocidos y desmenuzados por todos a lo largo de estos treinta últimos años.

Cinco adolescentes van a pasar un fin de semana en una cabaña que posee el primo de uno de ellos. La rubia, el deportista, el tonto, el empollón y la virgen. ¿Original, verdad? Para colmo la cabaña está en un bosque, lejos de toda comunicación con el exterior. Además hay un sótano con un motón de cosas que parecen muy macabras pero que por la curiosidad acaban tocando... entre ellas escogen un libro que habla sobre una tortura que hubo allí -no faltan hogueras e hijos discapacitados-. Unas palabras en latín deberán pronunciarse en voz alta para liberar 'algo'. Es hora de que la virgen comience el ritual.

La casa tiene cámaras escondidas y echa un gas que atonta a los personajes (¿No entendéis ahora la trama disfuncional de "Sé lo que hicisteis el último verano"? Si es que con drogas...). Un ascensor conduce a una construcción subterránea en la que cientos de empleados están controlando lo que ocurre. Ya tenemos el giro. Encargados de liberar lo que los protagonistas -inocentes en el juego- escogen en el sótano: podían haber elegido cualquier otro objeto. Si fuera una caja de música a lo mejor habrían tenido que lidiar con la muñeca diabólica de "Expediente Warren" (y sus 1001 precuelas). De haber escogido una cinta transgresora podrían haber invocado a la niña de "The Ring", una pelota... ¿al payaso de "It"? una caja de música al hombre de cuchillas, a los tritones, a la anaconda, al monstruo del saco o al del Lago Ness. A cualquiera. Eligieron el libro y con ello su correspondiente historia de zombies lacerantes. He aquí un ritual de seguimiento que todos conocemos: antes de pasar al festín vienen los entremeses. La rubia y el deportista se encargan de crear ese entorno morboso que el público desea (tetitas blancas en plena luz de luna) para acto seguido (o interrumpido) ver sus cabezas en una motosierra.

Las cintas de terror actual suelen estar tremendamente desgastadas: grupos que se separan, que se meten a sótanos ajenos o que escuchan voces y sólo creen que han oído 'algo'. Todas estas cosas aparecen aquí de forma... ¿paródica? No. No estamos ante otra "Scream" con autoconciencia carca. Hay una moraleja inteligente por parte de este slasher con declaración de intenciones: los empleados/directores/productores manejan a su antojo la cabaña/película-condenada. Las víctimas sirven de sacrificio para unos dioses sedientos de sangre (literal y metafóricamente). ¿Y quiénes son esos dioses a los que se debe satisfacer? Nosotros. Hartos del mismo guión. Condenados y adormilados a la rutina de siempre: podrá ser un fantasma, un carnicero o una niña con ojos del demonio pero los entresijos, trucos y giros de tuerca nos los sabemos de memoria. Así que es tiempo de una revolución. De dejar de ser meros espectadores para convertirnos en los que realmente (de)mandan. Dignificando un género perdido y arrastrado por la reiteración (cada vez más absurda y aburrida). ¿Y cómo? Reinvirtiendo la fórmula. Es hora de un apocalipsis para un póstumo renacer. Todos esos monstruos enjaulados bajo tierra deberán salir: lloverá sangre culpable, aquellos que jugaban a ser Dios serán engullidos por sus propias creaciones y marionetas, embrutecidos por el tono ácido a lo H.P. Lovecraft...

No os confundáis y os vayáis con la idea de que esto un cruce entre "Scream" y el remake sanguináreo de "Posesión infernal". "Scream" iba más enfocada a la parodia en sí... "La cabaña en el bosque" da las riendas a la reinvención (y revolución del espectador) llevada al máximo exponente sin desmitifcar tropecientas referencias del género y sirviendo "Posesión infernal" (Sam Raimi) como base y modelo bucólico a seguir.

Dolor supervivo caro. Dolor sublimus caro. Dolor ignio animus.
Joaxbol
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6
26 de julio de 2013
16 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es porque Sylvester Stallone estuviera detrás del guión. Tampoco por arrebatarle el Gran Premio a la que hoy en día es una de las más grandes obras cinematográficas consideradas de todos los tiempos (“Taxi Driver”). Ni mucho menos por sus consiguientes secuelas para exprimir la gallina dorada y convertirse posteriormente en una saga con fines meramente recaudatorios. “Rocky” puede considerarse una cinta inferior por repetir una fórmula tan desgastada como el peso de los personajes de la misma. Su etiqueta de película-para-óscar se puede ver en la precisión de su técnica, con travellings superpuestos y un clímax final por todo lo alto con su público efervescente. Todo muy sensacionalista, diréis. Sin embargo, la moralina made in Hollywood no hace eco de visibilidad, y precisamente por esa vuelta de tuerca, “Rocky” puede alardear de ser uno de los mayores golpes en pleno ring que consigue meterle al “país de las oportunidades”.

En un mundo de don nadies, un pueblo descuidado en donde la influencia social prima por sobre todo, Rocky es un luchador. Y los luchadores, como dice Rocky, sólo quieren serlo porque son tontos. Un hombre que toda su vida ha querido triunfar pero por más ayuda que pedía, esta nunca llegó, hasta el punto de resignarse a ser ese don nadie rodeado de más don nadies. Fracasados, jóvenes influenciados o borrachos que no se pueden proteger del frío por sí mismos. Un círculoso vicioso condenado a repetirse una y otra vez, de generación a generación (como podemos ver en el entrenador de Rocky y la escena con este en la que no se discute cara a cara).

Tras esta introducción, tenemos una segunda vía. Nuestro protagonista conoce a Adrian, una mujer tímida y reprimida a causa de los fracasos de su propio hermano que desata en ella la ira de esos conflictos. Pero Rocky actuará como el punto de inflexión en Adrian, saliendo de su profundo agujero negro a partir del contacto físico. Él no lo sabe del todo aún, pero a partir de ahí ya había logrado su verdadero triunfo. Ella exterioriza sus emociones y el contacto carnal por su parte es constante. En él las tortugas son reemplazadas por un perro más imponente y alegre: una personificación de su evolución a mejor afianzando la seguridad y confianza en sí mismo y sus logros. Rocky ya no es ni será más un chiste sin gracia.

Puestas las primeras cartas proseguimos al asalto final a golpe frío de la película hacia su propia nación con la presentación de Apolo. El boxeador por excelencia. Sus ideales quedan claros, "no hagas del boxeo una profesión". El resto son tonterías salidas de su boca para tener buena imagen. Con la bandera norteamericana como símbolo de su representación, será el objeto, deseo y concentración personal de Rocky: representativo del no privilegiado que con mucho sudor se esfuerza día a día para conseguir "ser alguien" en esa tierra de oportunidades. Tener éxito. Todo queda definido y más que instituido: Apolo es la Norteamérica que todos admiran mientras que el pueblo marginal, representado por Rocky, es el trabajador que se aferra a Apolo. Se les promete éxito pero en el fondo se burlan de sus capacidades mucho antes de conocerlas previamente: no importan esas cualidades porque al final es y siempre será para ellos un mero saco para ser golpeado y beneficiarse a su costa. Rocky sólo tuvo la suerte de luchar con Apolo porque el resto de su "clase privilegiada' se negó a luchar con él. Es consciente de ello y el contraste de sus golpes a cerdos ensangretados con Apolo no es mera coincidencia...

El final en el spoiler.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Joaxbol
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6
16 de abril de 2013
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Todo sobre Lily" es una cinta que tiene en sí justificación de ser por y para la actualidad juvenil que supone la sociedad de Japón (y Asia en general). Porque en tecnología son tan poderosos como la madre naturaleza pero socialmente hablamos de entornos fríos transformados en bucles sin salida para niños en plena transición hacia la madurez. "Castaway On The Moon" de Lee Hae-Joon hablaba de ese mundo asfixiante que aislaba a un hombre y a una hikikomori para vivir en sus respectivas islas: la esperanza se despojaba en la comprensión mutua y su consiguiente amistad. No faltaban recaídas y puestas de sol, pero el sello optimista de la película se palpaba desde el primer fotograma. En "Todo sobre Lily" la esperanza se encuentra en un universo intangible, un éter que les da 'razón de existencia' y en donde la puesta de sol sólo llega a asomarse en un verano fugaz.

A parte de algunas frases para el recuerdo del foro cibernético, lo más interesante de la película es el concepto 'etéreo' que quiere retratar sobre el contraste que hay en la vida. Planos que respiran cierto lirismo como el enfoque de la sombra de la niña, la escena de la cometa, el pez volador, el uso de la luz en un entorno más oscuro, un campo de cosecha dividido, los 'ruidos-que-no-son-ruidos' en la mente del protagonista... Todas estas escenas sirven para el principio de la misma cinta y para afianzar evolución en cada personaje degradado.

Todo el éter está concentrado en una diva del Pop ambiental (una Björk de menor calibre, dicho sea de paso): si el fanatismo tiene tanta relevancia en la juventud asiática no es por casualidad, no es por físico como en la sociedad norteamericana, ni es por moda... En la cinta, se busca en ella la 'espiritualidad' que ahogue sus gritos tal cuál una de las escenas finales del chico que llevaba cascos. En sus realidades no la encuentran, tienen padres faltos de responsabilidad, amistades condicionales y un entorno alrededor demasiado desalmado para comprenderlos. Aquí también inciden las escenas de chat dentro del universo virtual (y es que no por nada hay tanto hikikomori en Japón).

Todo esto conlleva a crearse un lugar de confort: el éter. Como un campo soleado de hierbas verdes, se respira paz. En la realidad, Yuichi es un mandado, cansado de intentar encajar; conoce los irremediables infortunios que acarrea esa vida: los problemas no existen: son. Es lo único que hay, pero "al igual que una luz fuerte genera una sombra oscura, lo mismo hace el éter" y en esa burbuja, nadie puede tocarlo. Nadie debe romper con el éter.* [Explicación spoiler]

Tras estos aportes que sustentan bastante bien la cinta y junto a un continuo ritmo marcado, llegan los defectos: peca de definir lo etéreo con imágenes 'videocliperas' que derivan en lo artificial, con falta de consistencia ante planos caóticos que no conllevan a nada. Las fotografías de Zhang Yimou o Wong Kar-Wai por ejemplo, no recurren a la pretensión porque lo plasmado habla por sí sólo: primero el contenido, luego la forma, es una norma que no se debe olvidar. Es decir, hay algo de paja estética que me parece innecesaria, y a parte de esa interesantísima fuente abstracta vital que se nos quiere mostrar, parte de un conjunto de tópicos explorados (y explotados) con esa misma visión desesperanzadora sobre una sociedad condenada a y por adolescentes 'rotos' en el abandono de la niñez a la adolescencia.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Joaxbol
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8
11 de abril de 2013
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una bandera norteamericana se iza conforme vemos entrar alumnos a su instituto. Bienvenidos a la sociedad juvenil de los años 50.

En un planetario, un pobre chico parece prevenir su futuro cuando su profesor está dando una lección: “La inmensidad del universo. Durante mucho tiempo, antes del fin de nuestra tierra, la gente mirará al cielo y verá una estrella cada vez más brillante. A medida que esa estrella se nos vaya acercando, el clima cambiará… Desapareceremos en el espacio destruidos tal y como empezamos, con un estallido de gases y fuego. En la inmensidad del universo, nuestro mundo no será echado de menos. Los problemas de la humanidad son cosas triviales e ingenuas y el hombre a solas consigo mismo, es un minúsculo episodio que carece de importancia”.

En una carrera de coches, junto a un acantilado, dos chicos enfrentados dialogan. Uno de ellos desea su salvación personal y abstraerse de peligros que lo martiricen más. El otro hace lo que hace porque… “algo tenemos que hacer”. Al borde del acantilado, uno deberá saber cuándo parar o la caída será irremediable aunque no lo deseara.

Tres jóvenes juegan al hogar en una mansión abandonada: un papá fuerte, una mamá querida y un niño ¿protegido? La piscina será la habitación de los futuros hijos que tengan: son juguetones y molestos, ¿hablarles… para qué? En su habitación sumergida no los verán (ni escucharán) crecer con sus mayores conflictos; tragándoselos para no ahogarse, de ellos vivirán. Dentro de 10 años se reirán, no eran los únicos así que no son especiales.

Una pareja choca con la luz etérea en su cueva. Ella le hace ver que no es ni será la gallina que su padre es porque sólo aquellos que se limitan a crecer con sus conflictos lo son, y tarde o temprano acaban en un precipicio. Decir y enfrentarse a la verdad en un mundo cimentado en mentiras, hipocresía y represiones es la máxima expresión del honor y la dignidad. Ella se compenetra: Toda la vida ha estado esperando a que una persona la quisiera y ahora es ella quien quiere.

Un chico con vaqueros azules, camiseta blanca y chaqueta roja nos precede nuevamente la bandera norteamericana. Su hijo, de nombre Platón, se ha perdido en el mismo planetario que prevenía su silencio, pero él lo encontrará para decirle que no lo ha abandonado mientras le quita el arma que tomó como único portador de seguridad. El frío vuelve a uno loco así que su padre figurativo le ofrecerá su chaqueta color sangre para quedársela… definitivamente.

El fin de Nicholas Ray era concienciar, de aquella manera, a la sociedad colectiva de su nación en los años 50. La película tiene muchos descuidos superficiales que la afectan pero no la condenan -ni mucho menos- como algunos detractores mencionaron. El sentido de temporalidad, sucediendo todo en tan sólo un día, no hace más que reforzar la tragedia fatal de una generación desesperada por abstraerse de su soledad.

¿Somos rebeldes sin causa? ¿Es cuestionable afirmar hoy en día, 60 años más tarde, que seguimos viviendo con esta doble moral? ¿Es acaso un conflicto generacional en el que nuestros padres tienen parte de la responsabilidad y por ende, los padres de nuestros padres y sus antecesores? ¿Cuál es la respuesta a estos conflictos individuales que a priori, sólo son un minúsculo episodio en el universo pero un constante capítulo en nuestro mundo?
Joaxbol
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