Ir al cine se ha convertido en un plan que hay que pensárselo seriamente.
¿¿¿3 horas de mi vida sentado en una butaca??? 3 horas es casi la mitad de una jornada laboral. Y sin descanso. Y si contamos con la casi media hora de anuncios antes de la película. Cuando va a empezar, ya tengo la sensación de que llevo un buen rato en la sala. Y pagar por ver taaantos anuncios tampoco se entiende.
El público español ya de por sí es bastante poco cívico con sus móviles y relojitos iluminándose cada poco, con sus bolsas crujientes atormentándonos los oídos, masticando y engullendo como auténticos cerdos de piara...Pues si a eso le añades 3 horas de metraje, se multiplica hasta extremos insoportables lo molestos que pueden ser. La gente no paraba de entrar y salir para ir al baño. Y distrae, vaya si distrae. Algunos encima entran y salen correteando. Otros móvil en ristre para iluminar el pasillo.
A mi lado tuve un chico que era una joya del saber estar. De primeras, al sentarse, noté que su olor corporal no era el mejor. Ir a sitios públicos implica un mínimo de higiene, digo yo. Para empeorar las cosas no paró de comer y de beber en las tres horas. Latas haciendo chasquido, bolsas de plástico ruidosas a más no poder, masticaciones repugnantes... Sin contar que no paraba de moverse. Atrapado estaba pues fui con un grupo de amigos de mi pareja y no podía cambiarme de sitio sin provocar incomodidad. A diferencia de otros, a mí no me gusta molestar.
En estas condiciones no es fácil concentrarse y menos aún si la película es tan solemne, tan repetitiva y tan superficial. Personajes de cuento infantil sin ninguna profundidad. Argumento mínimo. Actores con muy poco que hacer. Es una peli mala bajo la apariencia de ser algo estético y caro.
Lo único que se salva es la fotografía, pero un videoclip de tres horas es una tortura para la mente.
Lo pasé peor que en el trabajo. Estaba deseando irme. Mis amigos tampoco estaban nada entusiasmados. De hecho ridiculizamos bastantes tonterías de la película. Un cine solemne para mentes infantiles que buscan sentirse pedantes. El cine que no es cine, que es un producto para borregos.

Si lo que pretenden es aterrorizarnos presentándonos a estos adolescentes con retraso mental, entonces, es de 10. Todos son antipáticos, odiosos y se ponen a hacer el idiota arriesgando su salud para sentir emociones fuertes. Dan ganas de darles dos tortas bien dadas a ver si espabilan.
¿Por qué tienen que ser descerebrados y odiosos los personajes? Ni idea. Hay la obligada dosis de inclusión con negros, lesbianas, transgéneros y demás, pero ¿para qué?, si todos son retratados como detestables. Mejor que no los hubieran incluido. Para quedar como unos idiotas...
La madre no pinta nada. Solo es insufrible. El guionista no tiene ni idea de contar algo con interés ni de crear personajes creíbles que representen algo y ni mucho menos con los que identificarse o empatizar para poder sufrir por ellos o con ellos.
Solo siento incomodidad por ver en pantalla unos personajes subnormales interpretados por actores que deben tener un coeficiente intelectual similar al de sus personajes porque para haber aceptado encarnsrlos, madre mía...
En fin, se me acaban los sinónimos para referirme a lo cenutrios que son estos adolescentes. Gracias a dios los de verdad no son así. Tengo alumnos y tengo amigos con hijos de esa edad y la mayoría son inteligentes y con un potencial maravilloso. Por eso no entiendo esta película. Es un insulto para el adolescente y más aún para el espectador.
A la media hora dejé de verla.

El cine debe contar historias.
Esta "película" es un conjunto de postales y fotografías que poco cuentan, por no decir nada de nada.
Cine es movimiento y esto es más estático que un puesto en la administración.
El que haya creado esto se ha confundido de medio de expresión. Debería haber hecho una exposición de fotografías en un centro cultural.
Mejora un poco cuando hay dialogos o voz en off porque por fin parece que pasa algo.
En fin, una película inofensiva y un poco cargante con tanta "textura" y tanto paripé fotográfico.
Los actores están dirigidos en modo mustio.
Es bonito verlos juntos en silencio, durmiendo, cariñosos, y no de manera sexual como suele ocurrir en las películas gais, pero el exceso de languidez te hace pensar "Vaya muermo de pareja!"...y de película.

Era muy arriesgado retomar una de las telecomedias más exitosas de la televisión. Habría sido un error intentar replicar la dinámica que se creó entre los personajes de la serie de los años 90 y este es el acierto de la nueva serie: busca su propio espacio y su propia personalidad, pero sin olvidar el carácter de Frasier y el tipo de humor que tanto nos hizo reír. Los nuevos personajes están interpretados por actores divertidísimos. Sobre todo el personaje de Alan y el personaje de Olivia. Kelsey Grammer sigue siendo el actor cómico genial que todos recordamos y los diálogos consiguen ese ingenio y acidez que esperábamos.
Los jóvenes fichajes prometen, en especial el actor que interpreta al hijo de Niles, con una expresividad inocentina y encantadora difícil de encontrar hoy en día.
Ojalá tenga tantas temporadas como la serie original, teniendo en cuenta que en la actualidad es la única telecomedia que existe y es un formato muy necesario en este mundo que cada vez se toma más en serio a sí mismo.

Una maravilla de película. Sencilla, directa y muy efectiva en su narración. Podía haber resultado una película pretenciosa o que intentase ser trascendental, pero el director se aparta a un lado para dar completo protagonismo a la historia y a sus personajes. El personaje principal interpretado por O' Connor retrata perfectamente la mezcla de rudeza y ternura que nos emociona. El tema de la homosexualidad está tratado sin traumas ni tormentos. Podría haber sido una historia de amor cualquiera sin que la orientación sexual tuviera ninguna importancia. El final