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España España · Madrid
Críticas de Fendor
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Críticas 125
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
7
25 de febrero de 2018
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Se ve que la familia es como el alcohol. Causa y a la vez solución. Y como Mellow Mud: mientras más se envejece y pasa el tiempo, mejor y más agradable es el resultado y el sabor que dejan en nuestras barricas. Porque, como buen cine europeo destinado a festivales, Mellow Mud es claramente un drama, pero un drama interesante, que juega siempre a ser desesperanzado y esperanzador. El espectador se implica desde el principio en la trama, principalmente porque su protagonista tiene una meta clara, pero también porque la dirección tiene un enfoque ambivalente y de cuestionamiento existencial nada trascendental en su forma (a pesar de ser cine europeo en su definición más obvia, obviando el sexo… que aunque está, nunca se ve).

Ganadora de un Oso de cristal Generation 14Plus en la Berlinale 2016 (apartado dedicado al cine con protagonistas jóvenes), y con el protagonismo prácticamente total de la actriz Elina Vaska (nieta del compositor Peteris Vasks), Mellow Mud nos muestra un año en la vida de Raja y su hermano pequeño Robis. Sin padre y con la madre de ambos viviendo y trabajando en Inglaterra, los dos conviven con su abuela. Un día, esta última aparece muerta en casa (por causas naturales) y Raja se ve obligada a sobrevivir de todas las maneras posibles sin que nadie se percate de tal pérdida, pues esto les llevaría a un orfanato (al ser todavía menores). Mientras tanto, en paralelo, Raja busca la forma de llegar hasta su madre y descubrir qué es de su vida.

Una película que muestra poco, lo justo, pero de una naturaleza interna profunda. Lo ordinario que sucede tras algo fuera de lo normal. La naturalidad de la marginalidad, al menos como punto de referencia para la percepción del espectador. Un progreso invisible y a veces ingenuo, como si se percatara de su dramatismo. Quizás en esa mezcla radique su interés, en ese equilibrio bien buscado y encontrado. También en la gran actuación de sus protagonistas. Un retrato sutil de los detalles que nos marcan o nos forman el carácter, desde la soledad a la experiencia del primer amor o la amistad.

Aunque visualmente estamos ante una obra elegante y contemplativa (incluso al dar forma al fango), las imágenes destacan al unirlas al sonido, o a la falta de él, en muchos casos. Una especie de señal aclaratoria que indicara dudas que debemos plantearnos. La protagonista, muchas veces en situaciones desesperadas, toma caminos moralmente reprobables o incluso legalmente penados, pero siempre quedará esa duda en el espectador. Eso es mérito de Renars Vimba, realizador y guionista. El creador de un potente drama orientado a ciertas dosis de optimismo, con un personaje perseverante hasta el colapso, al menos hasta obtener lo que busca.

Dicen que cuando vives en el barro, no es que te contentes con salir de él, es que al salir ya eres feliz, porque estás fuera. Sólo con eso nos basta. Aunque claro, de esas muestras de felicidad sacan provecho los que tienen todo y siempre quieren más. Sean tus abuelos o tus padres.
Fendor
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6
25 de febrero de 2018
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Algunas películas parecen aspirar al culto (a ser de culto, me refiero). O al menos a tener una audiencia que las reivindique y estudie con el paso de los años. Muchas veces es la dirección, o la estructura y el montaje, que junto al guion esconden un subtexto que invita a realizar varias lecturas de una misma obra. La importancia de llegar a nunca ser indiferente al público, más que de gustar. A olvidarse del éxito presente para recordarse en el futuro, en muchas ocasiones.

Remainder, de Omer Fast, basa su argumento en el del libro del escritor Tom McCarthy (cuyo título original coincide con el del film, y que se conoce como Residuos en su traducción al español), y muestra a un personaje sin memoria que, a medida que la va recuperando, la intenta reconstruir del todo, utilizando para ello el dinero que ha recibido de una indemnización derivada del accidente que le ha dejado sin recuerdos y con otras secuelas físicas deprimentes.

¿Cuál es el camino al culto? ¿Un argumento original y sorprendente, un discurso filosófico incomprensible para la mayoría, salvo para las mentes más preclaras? Tal vez baste con eso, con la originalidad… o la rareza bien desarrollada. Si perturba nuestras mentes, las de los espectadores; si inquieta hasta tras verla, durante días y semanas; si transforma los significantes previos de nuestro inconsciente. En definitiva, si nos llega tanto que nos cambia o al menos nos amplía el horizonte de las pajas mentales.

Desconozco las intenciones de Omer Fast como recreador de la novela en imágenes, ni por qué se contradice con el ritmo de su cinta, tan opuesto al ritmo de su apellido, pero no cabe duda de que Remainder acaba por recordar a otros cultos, aunque en el camino sí intenta crearse uno propio, jugando constantemente con la memoria del espectador, al mismo tiempo que el protagonista (Tom Sturridge) repara en la suya, buscando las similitudes entre lo pasado y el presente.

Quizá le falten mimbres para tal nivel de admiración colectiva, o tal vez se olvide de formular preguntas y de dar respuestas, dejando al espectador sin un futuro para él. Quién sabe. Lo que sí está claro es lo siguiente: la audiencia con pasado (cinéfilo) no será conquistada por el argumento ni por su final, y como mucho apreciará la dirección y la composición y planificación de algunos planos y secuencias, sobre todo dentro de su lento arranque. En cambio, la audiencia que carezca de memoria, o de un trasfondo lleno de otras obras de culto mayores y con algo más de enjundia, puede que sí quede sorprendida tras el visionado.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Fendor
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8
25 de febrero de 2018
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
El nuevo trabajo de Don Hertzfeldt es —como ya lo fueron en su día cada nueva parte del tríptico denominado finalmente como It’s Such a Beautiful Day o trilogía de Bill— un cortometraje que continúa las andanzas comenzadas por Emily Prime hace 2 años en World of Tomorrow y que está disponible para todo el mundo en la web Vimeo, con el título de World of Tomorrow. Episode Two: The Burden of Other People’s Thoughts, manteniendo en la nomenclatura alguna que otra referencia a la ciencia ficción.

Porque World of Tomorrow (o Mundo del mañana) —cuyo conjunto, sumando las dos partes, ahora llega a los 38 minutos de duración— es una película de animación que mezcla ciencia ficción y fantasía y a ello suma las características y cada vez más conocidas dosis de humor de Don Hertzfeldt —para su bien y el de sus seguidores, que anteriormente tuvieron que contribuir en un crowdfunding para poder poseer algo del material creado por él (en versión original)—. Una especie de post-humor que se recreaba en la incomodidad y en los detalles, en sus inicios, y que no deja de ser, en realidad, el sentido del humor y la forma de ver la vida de una persona en concreto. No una persona cualquiera, claro, porque ha sido capaz de desarrollar su trabajo libre de las ataduras de grandes estudios y siempre acompañado de la libertad creativa máxima que puede conseguir un cineasta, posiblemente (o eso hacen creer los visionados de sus obras anteriores).

World of Tomorrow. Episode Two: The Burden of Other People’s Thoughts, como continuación de World of Tomorrow, carece de la sorpresa inicial de la primera respecto al argumento, pero continúa indagando en la articulación de la memoria y los recuerdos, y sobre todo en su importancia y en la capacidad que tiene en nuestro crecimiento personal y humano. La idea de que retener tanto o tan poco, y que lo llamemos experiencia, no sólo nos define, sino que nos convierte, desde un punto de vista existencial, en algo único, sin serlo, e igualmente perecedero (para lo alegre y lo triste, que con el tiempo tienden a converger en un mismo y extraño sentimiento). Lo que nos diferencia de algunos seres vivos, por ejemplo, unido a la razón, y de cuya mezcla, a menudo, surgen la mayoría de cuestiones psiquiátricas (memoria + lógica aparente).

Eso omitiendo en los 22 minutos de metraje la capacidad para tratar todo ese proceso vital (y más allá) desde una óptica que relaja el tono y hace desatar alguna carcajada y varias sonrisas. Gracias, una vez más, a la sobrina del autor, que de nuevo pone voz a Emily Prime, y a Julia Pott, la ilustradora que da voz al resto de Emily’s adultas (réplicas de la versión original, y de quien recuperan sus recuerdos). Del mismo modo que ocurría en la primera parte, World of Tomorrow. Episode Two: The Burden of Other People’s Thoughts está construida sobre una base de diálogos improvisados con su sobrina y una exploración del medio digital para la animación (World of Tomorrow fue el primer trabajo de animación de Don Hertzfeldt realizado por completo por ordenador), creando así un universo único, especial y memorable, una vez más (y con este ya son unos cuantos en su haber).
Fendor
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Un mundo sin sol
Documental
Francia1964
7.2
62
Documental
6
19 de septiembre de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuaderno de bitácora, 19 de septiembre de 2017. Reseña de Un mundo sin sol (1964), de Jacques-Yves Cousteau. Alternativa para Jacques (2016), de Jerôme Salle.

01:00 P.M. Anotaciones previas:

Nuestro amigo Jacques Cousteau falleció hace 20 años, en el verano de 1997, hace dos tercios de mi vida, pero me acuerdo perfectamente de él como de otros nombres del documental de entonces… como si, después de todo, les hubiera prestado atención y me marcaran. ¿Qué queda de él y su legado hoy? Cuando era niño (yo), la estantería del salón estaba repleta de cintas de vídeo VHS, en su mayoría de la(s) serie(s) de David Attenborough, aunque también de algunas menos cintas del Mundo submarino (1966) de Cousteau. El resto del espacio estaba ocupado por la enciclopedia de medicina, el diccionario enciclopédico Larousse y algún que otro álbum de fotos familiar. ¿Qué queda de todo aquello? Ahora es digital.

¿Qué queda de una persona que obtuvo tanto espacio en las estanterías de la gente de los 90 con un trabajo realizado décadas antes?

02:39 P.M. Preámbulo:

Después del gran éxito y de la atención mediática que le supuso y generó El mundo del silencio (1956), Cousteau prescinde de la colaboración de Louis Malle y dirige en solitario —como ya hizo en el 43— Un mundo sin sol, la secuela espiritual de su primer largometraje, y la que le abrió las puertas del documental para televisión definitivamente, de donde ya no se movería en los siguientes 10 años de su carrera, todos ellos de una factura impresionante incluso vistos hoy.

02:46 P.M. Documental:

Si el lector de hoy ha tenido a bien leer la reseña de El mundo del silencio disponible en esta página, se habrá dado cuenta de un detalle: lo locos que estaban todos los tripulantes del Calypso y allegados. Si bien su tarea de divulgación era bien clara y no daba lugar a dudas, tanto como su interés y aprecio de la mar y su naturaleza, lo que sorprendía, a nuestros ojos actuales, era la falta de aprecio o respeto por la vida animal, a pesar de ser en sí misma una de las primeras reivindicaciones ecologistas realizadas en el cine.

He ahí la principal diferencia que se atisba en Un mundo sin sol, que no es solo un documental sobre el mundo submarino, sino un acercamiento más serio y más técnico a la vida de los que investigan ese mundo y del mundo que investigan, cámara en mano y omitiendo (la mayor parte de) las conversaciones preparadas como parte del empeño por mostrar el día a día de ese barco, del batiscafo, de la jaula y de la propia profundidad del mar.

Una vez dispuestos, con toda la información necesaria, por fin podremos descender, cual nave espacial hacia el espacio, entre comunicaciones nave a nave, con extraterrestres tan curiosos como los propios oceonautas. Un Gran Hermano donde tienes que tener bien puesta la cabeza para soportar lo que conlleva imaginar estar casi en la nada, vivir en gravedad flotando, y en soledad (de camaradas); en pura monotonía, salvo cuando tienes que nadar. Reflejos terrestres de una existencia marina, poco más, para estudiar el comportamiento animal y para descubrir nuevas especies, si hace falta. He ahí, al final, donde este documental se gana el interés, en esas imágenes magnéticas, casi vacías, a pesar de su belleza y rareza.

Como tal, resulta tan interesante como El mundo del silencio, una extensión complementaria que, de ver, te puede llevar a enloquecer y a enardecer por esa vida, la que llevaba toda esa tripulación, con toda esa presión (en sentido literal, más que figurado). A mí me sigue dando tanto miedo como la primera vez, sabiendo de la fragilidad de la pureza del aire bajo el mar, sin necesidad de valorar hasta qué punto algunas situaciones son reales o ficticias/preparadas, precursoras de documentales posteriores que también han estudiado el comportamiento animal. ¿Cómo puede relajar tanto algo tan asfixiante? Y al mismo tiempo.

03:12 P.M. Legado:

La mayoría de biografías realizadas sobre personajes relevantes de la Historia contemporánea suelen centrarse en su vida personal, a pesar de ser reconocidos mundialmente por su trabajo. La vigencia de Cousteau, a nivel de estudios o fundaciones, parece seguir viva, aunque en nuestros televisores poco quede ya de él (la mayoría de su trabajo, en cualquier caso, se puede encontrar en internet). Sin embargo, la vía que él abrió, profesional y espiritualmente, ha servido para que otros siguieran su camino, descubriendo, estudiando y protegiendo la vida animal y sus entornos. O eso esperamos.

Da la sensación de que, durante su época, la que correspondió con la etapa más prolífica de su carrera, no existiera nadie más que Jacques Cousteau dentro del mar. Han pasado muchos años y con ellos han mejorado la tecnología y las mentalidades (en teoría), pero las ideas y los guiones parecen mantener el mismo estilo y argumentos, ayudando a dormir siestas a millones de personas (y quién sabe si creando sueños en ellas).

03:29 P.M. Comida.
Fendor
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6
21 de octubre de 2016
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
A veces uno ya no sabe cómo debe ver películas, o abordarlas, si con el chip de lo políticamente correcto o en modo aceptación, y no ver en los actos un mensaje encubierto de las cosas (o verlo como algo especial y por tanto excluyente, que también puede ser). A un chico le gusta otro y por ese motivo le empieza a hostiar en clase; el otro entiende bien de qué va su compañero y también decide liarse a palos con él. Y así es como surge el amor, rompiendo tópicos y alguna que otra crisma. Serán cosas que se hacen cuando tienes 17 años, peleas que no son palizas, juegos de niños y otras soluciones verbales de menos de un minuto para problemas algo más reales (ajenos a esta cinta francesa).

El cine francés tiene un gran mérito: puede estar una hora y media sin contarte nada relevante y alargando lo que tú ya sabes que debe acabar pasando, para que en la última media hora se salve todo el metraje de algún modo extraño e impreciso —casi se diría que injustificado y caprichoso— y te haga levantarte de tu asiento con una sensación de haber visto una película más o menos aceptable y hasta haber sentido todo lo que te pedía que sintieras. Sensaciones, lamentablemente, que no duran demasiado tras el abandono de la sala, y cuya lección de vida es inexistente.

El otro día escuché, o leí, a un experto en Internet (¿?) diciendo que a los usuarios de Internet no les gusta que divagues con tus contenidos, que lo que ellos quieren es leer algo muy concreto sobre un tema y después volver a su WhatsApp a divagar con sus amigos con las fotos de unos penes negros. Me pregunto si todo eso se podría trasladar al cine (y en general al resto de la vida), y de repente descubrir que todas las conversaciones que uno tiene no te las escucha nadie, porque en realidad están pesando que eres un pesado que no dice lo que tiene que decir en un minuto y ya, a callar después… en el fondo porque a pocas personas les gusta el silencio al estar con los demás, y acaban por sacar temas muy obvios y también muy cortos (que de tal simpleza no dan para divagar con nadie).

André Téchiné tiene más de 70 años y puede que todas estas preocupaciones le importaran un carajo, tanto ahora como antes. Es probable, pero al dirigir Cuando tienes 17 años ha hecho justo eso, una película de adolescentes (quién sabe si también para ellos) que divaga haciéndonos creer que está desarrollando una atmósfera perfecta para el desenlace, pero lo único que hace es empequeñecer su obra en todos los retazos en los que no vemos a Sandrine Kiberlain, cuyo personaje carece de importancia respecto a la trama, pero cuya actriz la hace más grande (la trama), y por eso el hecho de que al final ella cobre importancia (e intensidad) salva lo que hasta entonces era una sucesión de ruptura de tópicos —en muchos casos ya rotos— sobre la adolescencia y la homosexualidad, sujetos a un romance que nunca acaba de arrancar, tan sólo a divagar por la pantalla hasta que un golpe de (mala) suerte nos lo soluciona todo (excepto a Kiberlain).
Fendor
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