De todas las series o películas que plantean un futuro distópico, esta es probablemente la que más me ha impactado, porque es la que más se parece a la realidad.

En un futuro próximo (tan próximo que en realidad es presente), la mayoría de las mujeres del mundo se han vuelto estériles por culpa de la contaminación. Los Estados Unidos se han convertido en la República de Gilead, una dictadura totalitaria, fascista, fundamentalista y teocrática. Las pocas mujeres fértiles que quedan se han convertido en esclavas sexuales al servicio de las familias que gobiernan esa dictadura, con el objetivo de darles hijos. Para ello, son sistemáticamente violadas en sus días fértiles por los comandantes (los dirigentes de la república) con la colaboración de sus esposas.

Uno de los aciertos de la serie es narrar la historia en dos lineas temporales. En el principal, Dedred (Elisabeth Moss) es la esclava sexual de la familia Waterford, condenada a ser violada ritualmente por el Fred Waterford (Joseph Fiennes) con la complacencia de su esposa Serena Joy (Yvonne Strahovsky). En los flashbacks, vemos la vida anterior de Dedred, cuando era una mujer felizmente casada que tenía una hija, pero sobre todo vemos la evolución del pais abierto y tolerante de antes a la actual sociedad heteropatriarcal y teocrática. Una evolución paulatina y constante, que no difiere mucho de lo que podemos ver en países que ahora mismo están dejándose llevar por opciones políticas de corte xenófobo y populista. De ahí mi opinión de que esta distopía me parece más real (y por lo tanto, más aterradora) que otras que haya visto antes. Nada de ciudades mastodónticas e infrahumanas; todo lo contrario, la acción transcurre en una ciudad bonita, casi idílica, en la que cualquiera de nosotros le gustaría vivir.