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Críticas de lavidadelreves
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Críticas 104
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
2
26 de julio de 2013
5 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hoy, tal y como está el mundo del cine, calificar una película como comedia ligera, es casi lo mismo que decir esta película es un paquete. Eso de comedia ligera es un eufemismo con el que decimos que la película es graciosilla, bastante estúpida y vacía de cabo a rabo. Pues bien, Llévame a la luna del director Pascal Chaumeil es eso, una comedia ligera de las de ahora. Con lazo rosa.
El guión de Laurent Zeitoun y Yoann Gromb está cerca del ridículo. El sistema narrativo intenta ser original y, en realidad, está más visto que el TBO. Intentan estos señores ser simpáticos y crueles al mismo tiempo, pero logran un desbarajuste insultante que se encuentra entre lo grotesco y lo humillante.
Por si era poco, el actor principal es Dany Boon. Quizás uno de los actores más histriónicos que anda suelto por los estudios de rodaje. Recuerda mucho a nuestro Fernando Estero y tiene la misma gracia con sus cosas. Es decir, ninguna. Le acompaña como protagonista Diane Kruger. No estoy seguro de que la comedia sea lo suyo.
Llévame a la luna es aburrida. No sabría decir si los personajes dicen una sola frase con sentido, con cierta profundidad. Aunque me extraña que sea así porque se les dibuja toscamente, sin buscar mínimamente su verdadera sicología.
Técnicamente, la película es muy simplona. La fotografía parece acartonada en algunas secuencias, los planos son muy corrientes y no se busca nada nuevo (hace bien el director porque para presentar esta castaña mejor no hacer esfuerzo alguno).
Y dicho esto, creo que lo mejor es no continuar. Es un gasto de tiempo y esfuerzo inútil.
inventodeldemonio.es/blog
lavidadelreves
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7
25 de julio de 2013
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Expediente Warren: The Conjuring es una película de terror armada sobre un guión clásico del género, unos efectos sonoros clásicos del género, una partitura clásica del género, un maquillaje y una peluquería clásicas del género. Todo es clásico. Incluso algunos movimientos de la cámara. Esto hace que sepamos, más o menos, qué es lo que va a suceder desde el principio hasta el final. Pero, a decir verdad, James Wan consigue entregar un trabajo muy meritorio. Porque, si bien es cierto que la película es muy previsible, lo que cuenta (ya sabido) lo cuenta muy bien. El ritmo y la tensión no dan respiro al espectador, hay algún plano secuencia con la cámara al hombro muy bien planificado, el resto de planos son diferentes y llamativos (sobre todo los picados y contrapicados) y el miedo, nervioso primero y potente más tarde, hace acto de presencia rápidamente.
Los guionistas, Chad Hayes y Carey Hayes, no escriben nada del otro mundo (expresión poco apropiada al hablar de esta película) aunque esa etiqueta de estar basada la trama en un hecho real ayuda mucho a limar defectos, a que no se les dé importancia. Lo que cuentan, por cierto, es una adaptación muy libre de los sucesos ocurridos en la casa de la familia Perron (Rhode Island).
De entre los cuatro personajes principales, destaca el que encarna Vera Farmiga. El personaje y ella. Lili Taylor, Patrick Wilson y Ron Livingston, están bien aunque no hacen nada que merezca la pena resaltar.
Al igual que en El Exorcista, Los Pájaros o Al final de la escalera (en Expediente Warren se las homenajea claramente) los niños tienen gran importancia. Este es un ingrediente que no falla cuando hablamos de demonios, espíritus o cosas parecidas. Los Perron son padres de cuatro jovencitas que se mueven por la pantalla para acrecentar la tensión. Con demonios pegados a la espalda, hablando con espíritus, volando y eso.
Además de una partitura muy efectiva, la fotografía también lo es. John R. Leonetti hace un excelente trabajo. Esto tiene especial importancia al crear un clima excelente para que el relato fluya sin complicaciones en el género de terror. No vale cualquier cosa.
Este relato es conocido. No el mismo aunque los hay muy parecidos. El matrimonio Perron (Lili Taylor y Ron Livingston) compra una casa. Se mudan y se encuentran con un enorme abanico de asuntos sobrenaturales, terroríficos y espeluznantes. Los guionistas se toman la molestia de justificar el porqué no salen pitando de allí y lo hacen de forma simple aunque convincente (en este sentido los guionistas son cuidadosos y huyen de las chapuzas). Acuden al matrimonio Warren (Ed Warren-Patrick Wilson; Lorraine Warren-Vera Farmiga), expertos en esos asuntos. Y lo demás ya lo saben ustedes.
Hay momentos de gran tensión y el desenlace no es una idiotez como ya ha ocurrido en otras películas. Expediente Warren: The Conjuring es una buena película de terror que roza los tópicos aunque James Wan logra no caer en ellos sin la astucia suficiente como para que el espectador crea estar viendo algo alejado de esos territorios.
Una excelente opción para los que quieran pasar un mal rato. Nadie saldrá defraudado del cine. Es más, muchos dormirán con los pies bajo las sábanas por si las moscas.
inventodeldemonio.es/blog
lavidadelreves
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9
24 de julio de 2013
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hannah Arendt fue una de las pensadoras más importantes del siglo XX. Su obra es sólida y de una profundidad difícil de igualar.
En los tiempos que corren; entre televisión basura, pensamiento de baratillo e inútil, cine descaradamente comercial o literatura escrita por cualquier presentador de programas dedicados a los cotilleos más absurdos e infames; es extraño comprobar que alguien arriesgue su dinero y sus esfuerzos en realizar o producir una película que trata de trazar un mapa del pensamiento de alguien como Hannah Arendt.
La película es extraordinaria e interesa desde la primera escena en la que alguien es subido a un camión a la fuerza. El holocausto judío, la polémica generada por la pensadora al escribir sin complejos sobre el peor crimen cometido contra la humanidad a raíz de su asistencia al juicio contra el Teniente Coronel de las SS Eichmann, la personalidad de una mujer inigualable, su relación con los judíos y gentiles en Nueva York alejados del escenario del juicio y del dolor en su máxima expresión; son los ingredientes que nos llevan a comprender una actitud ante la vida, una comprensión de la realidad atractiva, profunda y rotunda.
Hannah Arendt es presentada como una mujer cariñosa en su vida privada, lejos de los complejos que machacaban a la mujer de su época, vital y entusiasta al defender sus ideas, capaz de moverse hasta el lugar más incómodo para observar el universo aunque necesitada, al mismo tiempo, de su espacio vital para poder reflexionar, para poder seguir adelante. Interpreta el papel una espléndida Barbara Sukowa que es responsable, en gran medida, de un producto de categoría puesto que carga con el peso de todo lo que se ve en la pantalla. Acompaña a Sukowa, entre otros, Janet McTeer que logra un papel estupendo y fundamental aunque corto. Esta vez el tiempo de aparición no supone un recorte en la importancia de la luz que aporta sobre el principal este personaje secundario. Divertidísima y solvente.
La directora Margarethe von Trotta hace un trabajo minucioso tras la cámara y, además, firma el guión junto a Pam Katz. Aquí radica el problema de la película. Problema por ser un reto. Se acumulan ideas, pensamientos en forma de diálogo o monólogo que el espectador debe recibir como si fuera un torrente y que no permite despistes. Mucha información y no precisamente sobre cualquier asunto sin importancia. Es de calidad y profundidad maravillosas.
La película se centra en el juicio contra Eichmann, nazi alemán responsable, en buena medida, de la muerte de cientos de miles de personas. Pero Arendt lo ve desde un lugar muy concreto. Eichmann como burócrata, los líderes judíos durante la guerra como colaboradores obligados que perjudicaron el futuro de sus iguales al no saber encontrar su sitio, la poética del horror, un juicio convertido en estudio del momento histórico y de la condición humana. No niega Arendt su simpatía por la pena de muerte en este caso concreto por considerar atroz lo sucedido aunque no ve al monstruo que otros imaginan o pintan en el acusado. Aparece en su texto lo que ella llama la banalidad del mal.
En un momento concreto de la película, la pensadora se queja de algo que puede resumir la película entera: nadie ha criticado el error en su exposición; ella sabe que existe y nadie se fija en ello y sí en asuntos tangenciales y más superficiales. Son pocos los que entienden, son pocos los que pueden estar a su lado sin problemas.
Técnicamente, la película no presenta problema alguno. Destaca la fotografía de Caroline Champetier. El montaje es muy inteligente y mezcla imágenes reales con las propias de la ficción consiguiendo un equilibrio perfecto. Por supuesto, hay que ver la película en versión original. El acento de la protagonista, los matices cuando habla en su idioma, las entonaciones; todo hace de la película algo grande.
Es posible que Hannah Arendt sea una de las tres o cuatro mejores películas que puedan verse este año. Si van al cine no lo hagan con los prejucios en el bolsillo. Cuando lo profundo de las ideas se presenta con habilidad, con buen gusto, es apasionante entender. Mucho mas gratificante que cualquier historieta vacía que haga sonreír o llorar con trampas y vacíos.
inventodeldemonio.es/blog
lavidadelreves
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8
23 de julio de 2013
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si en la primera de las películas de esta serie firmada por Richard Linklater comprobábamos cómo el azar y la ilusión pueden hacer estallar el mundo de dos personas; si en la segunda nos enseñaban lo cierto de lo inevitable cuando alguien escucha una canción; con el tercer trabajo todo queda envuelto en rutina, en una realidad terca que funciona como una trituradora de personas, pero en la que la esencia de la pareja prevalece porque no puede ser de otra forma, en la que el paso del tiempo enseña a vivir el momento sabiendo que el pasado nunca vuelve y el futuro no significa nada sin el recuerdo. La vida es como es. La gracia está en encontrar las herramientas para que la maquinaria no deje de funcionar.
Jesse y Celine viven juntos sus problemas, su día a día escondiéndolos. Y parece que han olvidado recordar. Veranean en Grecia, tierra de mitos y tragedia. Son padres de unas gemelas que apenas les dejan espacio o un minuto para disfrutar de sus vidas. Después de una comida con sus anfitriones son invitados a pasar la tarde y la noche en un hotel. Ese es todo el argumento. Ya está. Lo que sucede es que Linklater, utilizando planos fijos eternos como ya hizo anteriormente, nos permite disfrutar de unos diálogos estupendos. Unos mejores que otros, pero de un nivel general notable. La relación de Jesse y Celine podría ser la de cualquier pareja viviendo circunstancias parecidas, una relación llena de esas cosas que pueden parecer nimias y son lo fundamental.
El escenario vuelve a ser protagonista. Pero, esta vez, aparecen personajes que inciden directamente en lo que sucede. Son la muestra de las interferencias inevitables en la vida de las personas. Y el tiempo. Su paso, su pérdida, lo que queda de él. Por eso Grecia. Allí todo perdura. Allí vemos ruinas, edificios antiguos que siguen estando. Todo queda, todo puede conservarse aun siendo un trabajo duro, penoso e inacabable.
Ethan Hawke y Julie Delpy están estupendos. Nunca lograrán trabajos tan convincentes, tan auténticos. Interpretan sin problema alguno. Desde luego, los años se dejan notar aunque (los que conocen las tres películas lo saben) seguirán siendo una pareja de adolescentes que se conocieron en un tren. Richard Linklater los dirige de maravilla.
Buena fotografía que aprovecha el brillo del sol y el contraste con las sombras para presentar unos escenarios de lujo. Dependiendo de lo que sienten los personajes el contraste es mayor.
Y, como ya es habitual, un puñado de diálogos en los que se trata el sexo, el recuerdo, la literatura, lo incierto del futuro y la pérdida de la vida entre los adultos cuando se deben entregar a otros. Se hace un uso más que convincente de la ironía, del discurso inteligente, de la ambigüedad del carácter de los personajes. Todo hace que Jesse y Celine crezcan como no lo habían hecho antes. La potencia del desarrollo de ambos es arrolladora.
De nuevo, el espectador corre el riesgo de quedar pegado en el asiento. No pensando en los personajes, no. Quedamos abandonados a nuestra suerte para pensar en nuestras cosas; en el mundo que, al fin y al cabo, es lo que nos cuentan.
Una delicia poder disfrutar de Jesse y Celine, de sus cosas, de las nuestras. No dejen de ir al cine les encantará.
inventodeldemonio.es/blog
lavidadelreves
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4
17 de julio de 2013
15 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
El que quiere contar algo tiene la obligación, al menos, de hacerlo bien. Una mala historia bien contada podría llegar a colar. Una magnífica historia mal narrada se convierte en una lacra que te acompaña para siempre.
Martin Scorsese hace un cine de alto nivel en muchos aspectos. La puesta en escena de sus películas es notable, suele trabajar con una iluminación perfecta, la dirección de actores es siempre sobresaliente y se rodea de profesionales que hacen su trabajo con solvencia. Pero debe ser que cuando le entregan el guión para leer no se entera de algunas cosas, o se deja aconsejar mal, o no le importa gran cosa el asunto. Y le ha pasado, en más de una ocasión que su película se ha quedado a medio camino por esta razón.
Imagine que le encargan (sí a usted, a usted) narrar la historia de un loco y que ese loco está loco de remate. Ha de tomar la decisión de elegir la voz narrativa, el punto de vista (es la misma cosa). Decide que un compañero de hospital (otro loco de remate) será el encargado de soportar la exposición narrativa desde su punto de vista. Su novela o película se acaba de convertir en un disparate. Locos hablando de locos no parece la fórmula narrativa más creíble salvo que quieras juntar cosas graciosas o algo así. La credibilidad de la narración se evaporaría si esta fuese la decisión final. Pero, tranquilo, usted es persona de recursos. Se da cuenta del error. Da marcha atrás. Ahora elige a un psiquiatra para hacer de narrador. Voilà. Ahora sí. El espectador o el lector dará una credibilidad muy elevada. Y usted comprobará que con este narrador se pueden hacer muchas más cosas. Incluso ser gracioso y divertido.
Sin voz no hay nada. Con una voz equivocada tenemos un producto final que se aleja de lo buscado. Eso siempre es así. Un desastre absoluto, vaya.
En Casino de Martin Scorsese asistimos a un milagro inquietante. ¡Un muerto es capaz de hablar! Pero, además, lo hace como si no pasara nada, como si tal cosa. Uno de los narradores está enterrado en el desierto (sin móvil ni nada, no crean), pero él va contando lo que hace falta para que el relato parezca más coherente. Milagroso. Esto que les digo se descubre al final de la película. Y el que se fija en estas cosas (deberíamos ser todos) se siente estafado. Como, además, el guión está lleno de frases vacías que no llevan a ninguna parte y todo se intenta arreglar a base de tacos, de fuegos de artificio llegados desde lo espectacular de algunas imágenes, de escenas violentísimas y poco más; el cabreo del espectador es absolutamente monumental. Pero lo peor de todo es que el asunto es gratuito. Desde la subjetividad hubiera sido posible contar lo mismo y el resultado de la película mucho mejor (sin modificar la esencia de lo que se quería decir). Seguro. Martin Scorsese utiliza hasta cuatro puntos de vista diferentes de forma explícita. Mezclados como le da la gana e imponiendo la subjetividad de la cámara cuando la cosa comienza a tambalearse peligrosamente. No falla: guión flojito + batiburrillo de voces = desastre narrativo que se lleva por delante lo bueno que tenga el conjunto. Pero (aunque a usted le parezca mentira aún quedan peores noticias) con todo esto lo personajes no avanzan ni un milímetro. Lo hacen por otras razones. Igual que la acción se mueve de forma histérica entre tiros y cabezas rotas. En definitiva, lo que podría haber sido una buena película aparece convertida en casi tres horas de cierto sopor, salpicado de cosas horribles que te hacen remover en el sillón y poco más.
Con esto debería ser suficiente. Pero creo que es justo señalar los aspectos positivos de la cinta que la convierten en una cosa pasable. Robert De Niro está bien. Sharon Stone está bien. Joe Pesci está más que bien (sin llegar al nivel que alcanzó en Uno de los nuestros). El vestuario es impecable. El montaje es, francamente, bueno. El casting espléndido (parece que todos los que podrían haber sido mafiosos se hicieron actores). La banda sonora es una maravilla (si algo destaca en la película es eso, cómo se colocan los temas elegidos para acompañar la acción).
En fin, una película sobre la mafia italiana en Estados Unidos, sobre los problemas del mestizaje dentro de esa organización; sobre el poder, el dinero, la traición y la lealtad; vehículos que nos llevan al asunto central que Scorsese nos quiere mostrar: la ambición. Una película violenta hasta el exceso y que no deja opciones a que la imaginación del espectador trabaje y se involucre. Es lo malo de lo explícito. Una película que se queda por el camino por la ambición de la propuesta en su conjunto sin considerar lo fundamental como eje motor (qué paradoja hablar de la ambición y que sea tu propia lacra).
¿Le gusta el cine de Scorsese? Pues le echa un vistazo y asunto arreglado. ¿Le interesa saber cosas sobre los bajos fondos? Pues se mete tres horas de mafia y listo. ¿Tiene poco tiempo para ver cine? Pues ya tendrá tiempo de ver Casino.
inventodeldemonio.es/blog
lavidadelreves
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