Cuando veía películas por cable, jugaba un juego con mi hermana que consistía en agrupar películas pro temas. Por ejemplo, Hombre muerto caminando de Sean Penn era, en el fondo, igual a otra película (no recuerdo el nombre) en que a Sharon Stone la condenaban a muerte. También había dramas en que una madre buscaba a su hijo perdido y suspensos de todo tipo.
Creo que esta película es una más del montón. Bastante predecible, sólo tiene cabida en el sopor interminable de la televisión por cable.

Si alguien me hubiese dicho: "no, mejor que no la veas", yo corro y la veo. La curiosidad por saber qué hizo el maestro en sus inicios, sobre todo antes de The killing, es muy fuerte, pero quedé bastante desilusionado.
Tanto me costó conseguirla que la compré, y sólo la he visto una vez. Ahí la tengo, por si algún curioso me la pide prestada.

En una entrevista, Boris Quercia señaló que hacía películas que a él le gustaría ver en el cine. Lejos de elucubrar acerca de su posible falta de exigencia fílmica, yo creo que lo que hace el actor y realizador chileno, que no tiene un pelo de huevón, es validar una forma de hacer cine algo subsidiaria y algo mediocre de las grandes industrias comerciales: Ya que no se puede luchar contra la máquina, mejor unírsele y hacer una más del montón.
Al igual que con su opera prima, Sexo con amor, Quercia toma un lugar común (esta vez, uno muy chileno) y lo transforma en un llamativo título para una comedia dramática, con varios desnudos, una trama medianamente cómica y fácil de digerir. No tengo nada contra el cine de entretención, ni contra quienes van al cine a divertirse, pero me parece que, si se trata SOLAMENTE de pasar un rato, no hay nada que hacer contra Hollywood.
Mi pregunta es ¿este tipo de cinta interesa a alguien más allá de las fronteras de Chile? Yo fui a verla por el puro morbo de saber con qué cagada nos saldría ahora este buen actor y mal director que la rompe con la taquilla en mi país. No me aburrí, pero tampoco me entretuve a rabiar. Más bien obtuve justo lo que esperaba.
Una cosa sí me molestó muchísimo, y fue la excesiva inclusión de publicidad. Quienes sean chilenos comprenderán a lo que me refiero: ¿No es demasiado intervenir en el guión e incluir esa anécdota de los patitos?

Tal vez parezca demasiado sencilla y básica para las retinas contemporáneas, pero creo que es precisamente la simpleza de este primer largometraje de Chaplin lo que lo hace maravilloso, y en mi opinión, mucho mejor que cualquier otra de sus obras.
Una historia ágil, entretenida, emotiva, que da lugar a los sueños, la fantasía, el drama y el humor, y encima la crítica social. En síntesis, todo lo que se puede pedir al buen cine.
Además, una actuación ingreíble de un pequeño Jackie Coogan, con pocos parangones en la historia del cine.

Siempre se agradece la incursión de una que otra película en el complejo mundo del metacine, ya sea desde el atribulado subconsciente del director (8 1/2 de Fellini), del guionista (el ladrón de orquídeas) o incluso del sonidista (Historia de Lisboa, de Won Wenders).
En este caso, la ilusión cinematográfica (ya trabajada en Cinema Paradiso) se centra en una cruel historia de mentiras e ignorancia: un hombre recorre los pueblos más pobres de Sicilia ofreciendo a sus habitantes la posibilidad deconvertirse en estrellas de Hollywood mediante un rudimentario casting, por el cual cobra una módica suma.
Más allá de la censura moral de lucrar a costa del candor de personas pobres, lo que rezuma este film es la ilusión cinematográfica, ese contraste entre la fantasía del celuloide y la cruda realidad (algo similar, aunque en otra dimensión, a lo que sucede en "Bailarina en la obscuridad").
Es un film muy a la italiana, donde no falta el humor, el sexo, el drama, la historia de amor, la tragedia.