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Alemania Alemania · Bielefeld
Críticas de jpsaenz
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Críticas 13
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
8
31 de agosto de 2017
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay tantas formas de acercarse a UTOPIA que no sé por dónde empezar. Esta es una serie inglesa que se emitió entre el 2013 y el 2014, cuenta con dos temporadas de seis episodios cada una, y fue ideada y producida por un tal Dennis Kelly.

La historia se centra en un grupo de personas que se conocen en un chat de internet, y quienes accidentalmente caen bajo la mira y la persecusión de „The Network“, una organización secreta, conspirativa y tremendamente poderosa en la búsqueda del legendario y misterioso manuscrito de una novela gráfica cuyo título le da nombre a la serie: UTOPIA.

Empecemos por el principio: lo primero que impresiona es la fotografía, o dicho más precisamente, la fotografía en general y el uso del color en particular. Toda la serie está dominada por los colores primarios y secundarios: rojo, verde, azul, amarillo y púrpura. Aquí el director de fotografía se reencontró con el círculo cromático y no lo perdió de vista ni por un solo maldito segundo. Y la saturación de estos colores está llevada a un nivel casi inaceptable… Al final no llega a ser inaceptable porque funciona; la mezcla de esta paleta de pocos colores básicos y su sobresaturación, increíblemente FUNCIONA. Creo que abusar así de la paleta de colores fue una apuesta muy arriesgada: este es un recurso fácil, podría cansar al espectador y agotarse en sí mismo demasiado rápido. Si no lo hace es porque el resto de los elementos de la composición visual armonizan con el uso del color y el abuso de photoshop, y porque la marca visual en conjunto, las texturas, el marco y los planos (DIOSSSSS LOS PLANOSSSS) no están ahí porque queden bonitos sino que por el contrario, SIEMPRE cumplen una función narrativa, que va más allá de la estética de cómic a la que refiere. Esto es LENGUAJE CINEMATOGRÁFICO con mayúsculas, señores.

La banda sonora está MUY y la altura de esta construcción cinematográfica. Todavía no hablé sobre la narrativa, pero esta es una serie que maneja la tensión emocional como pocas, y lo hace de manera magistral. Y la función principal de la banda sonora es, precisamemte, controlar la tensión generada en el espectador, dicho esto en el más amplio sentido de la palabra. Bien: el diseño sonoro de UTOPIA sobresale en el cumplimiento de esa función. Y digo „diseño sonoro“ y no simplemente „música“, porque no me refiero solo a la música o al tema principal, sino que hablo de la postproducción, de las texturas y hasta de los silencios. Este es un sonido decididamente Lyncheano. A diferencia de la estética visual, la estética sonora no cumple aquí una función narrativa, pero sirve a fines inmersivos y catapulta al espectador al centro del universo saturado, subterráneo, irreal, atemorizante y extraño de UTOPIA.

Comencé esbozando el plot de la serie, que así contado no parece ni demasiado original ni demasiado interesante. Pero la forma de la narrativa, el desarrollo de la historia y los giros argumentales que se nos presentan después de la primera mitad de la primera temporada SÍ son originales, interesantes e inteligentes. Al respecto quiero comentar dos cosas, sin spoilear demasiado; una, la postura filosófica de UTOPIA y dos, un elemento de su forma narrativa que la separa del resto del fastfood cinematográfico de nuestra época.

Sobre lo primero: estamos acostumbrados a que el cine, la tradición literaria y la ciencia ficción ubiquen a la especie humana en el centro del universo: desde la monumental Fundación de Isaac Asimov hasta la saga Star Trek o La Guerra de las Galaxias, son los hombres los que juegan un rol protagónico, los que marcan el rumbo de la Historia y los que determinan aquello que merece la pena ser contado. En este tipo de relatos y en sintonía con la tradición humanista, el valor de la vida humana suele ser un valor absoluto, y [LA LUCHA] (porque siempre hay una lucha) es siempre una [LUCHA ÉPICA] entre [EL BIEN] (con mayúsculas) y [EL MAL] (también con mayúsculas). En contraposición a esta narrativa antropocéntrica y saturada de moralina, UTOPIA se ubica en la tradición lovecraftiana de la "Indiferencia Cósmica" y plantea un universo inconmensurable, extraño, en donde la vida humana es extraña… e inconmensurablemente insignificante. Un universo en donde no existen ni el Mal Absoluto ni el Bien Absoluto y en donde hasta lo más atroz tiene una lógica relativa y propia que lo justifica, aunque solo sea en ese lugar del espacio y en ese instante del tiempo. La historia nos acompaña dentro de un territorio extraño y violento, pero en UTOPIA, la atrocidad de los crímenes de los que somos testigos no nos espanta tanto como aquello que desconocemos… pero que intuímos. Es en la tensión entre el espanto, la curiosidad y el reconocimiento de la propia insignificancia en donde radica la fuerza narrativa de UTOPIA.

En este marco (y sobre lo segundo) la serie es extremadamente violenta. Y no le teme a la explicitud, pero nunca hace de la violencia —como la gran mayoría del resto— un show. En mi opinión, aquí se manifiesta claramente el quibre entre UTOPIA y el resto del cine de consumo masivo: en la manera de presentar de la violencia. Esta serie sabe mostrar sangre, sí: hay una escena en donde, por ejemplo, se nos muestra un primer disparo en primerísimo plano para producir un shock y dejarnos sin habla, pero deja que un laaaargo resto ocurra fuera de plano, poque sabe que el horror más profundo es el que produce la imaginación del espectador.

Está clarísimo que UTOPIA me encantó y que la recomiendo sin muchos más miramientos. Sobre lo que no me gustó (porque sí hubieron cosas que no me gustaron) y sobre la segunda temporada (que aún no terminé de ver), quizás hable en alguna otra ocasión, pero hasta entónces, háganse un favor y vean esta serie cuanto antes.

Esta reseña es parte de una videoreseña que publiqué en https://www.youtube.com/watch?v=llpacuRUimo
jpsaenz
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7
11 de junio de 2014
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
"El libre albedrío” es una película extrañamente cruel con el espectador: cuenta la historia de Theo en primera persona, y provoca una fuerte identificación con el protagonista. Hasta ahí, el recurso tiene poco de cruel y nada de extraño; lo curioso del asunto radica en el hecho de que Theo es un violador que sufre un trastorno psicosexual a todas luces gravísimo. Lograr esa identificación con un personaje tan tabuizado (podríamos decir que Theo está muy cerca de ser la personificación del mal; y la película no escatima ni en violencia ni en crudeza para dejar eso bien claro), meter al espectador en la piel de una persona con uno de los pocos trastornos que la sociedad no perdona ni quiere comprender es, de lejos, lo más interesante de la película. Probablemente, también sea ese el motivo por el cual la mayoría de los espectadores la cataloguen sin tantas vueltas como “una porquería”. Buscar la indentificación y la comprensión (cosa que Glasner hace, sin dudas) es una de las decisiones cinematográficas más valientes que he visto nunca; por supuesto, la película es desagradable, explícita, violenta y perturbadora. Yo no pude volverla a ver, aunque creo que merece un segundo visionado.

http://www.jupixweb.de/2014/05/03/el-sexo-la-soledad-el-placer-la-angustia-y-la-muerte-y-el-sexo/
jpsaenz
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2
3 de mayo de 2014
10 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película es la única de Lars von Trier que representó para mí una decepción de proporciones. Quizás debido a que mis ansias eran demasiado grandes; las expectativas que puse en la última parte de la “Trilogía de la Depresión” (como el mismo Lars von Trier describe a la seguidilla de “Antichrist”, “Melancholia” y “Nymp()maniac”), alimentadas con teasers, avances, carteles, blogs y un sinfin de cookies que despertaban más y más mis ganas de que la maldita película se estrenara de una maldita vez, se vieron reducidas a un (¡cuidado, chistonto!) triste polvo cuando los casi 3GB aterrizaron en mi disco rígido.

Comenzando por el título, que anunciando otra película podría haber sido brillante; pero siendo el producto final tan pretencioso, sólo logra remarcar lo misógino del concepto de la ninfomanía (y soy muy cuidadoso al no afirmar que ésta sea una película misógina) y continuando por un sinfín de recursos gastados y faltos de ingenio, esta película se me antoja más como la mala copia del boceto de una idea de Lars von Trier que como la conclusión de un proyecto de más de seis años.

El libro se puede resumir con una simpleza casi imperdonable: “Una mujer que tiene muchos compañeros sexuales —en búsqueda de un placer que es incapaz de sentir—, le cuenta la cronología de su adicción por el sexo a un desconocido (intelectual, cincuentón, asexual y virgen)”. ¿Están pensando en todos los lugares comunes que están implícitos en esa pequeña línea argumental? Están pensando bien.

La mediocridad de la cinta continúa con el abuso de ciertos recursos que (a mí: un neófito que no entiende nada de nada y mucho menos algo de cine) me dieron vergüenza ajena, como por ejemplo, el intercalado (forzado, forzadísimo) del relato de promiscuidad de la protagonista con comentarios e imágenes… de pesca (sí: la película hace una parábola grosera de las conquistas sexuales de la protagonista con… ¡la pesca! ¡Así de berreta es!) o el uso de música de Rammstein como basura efectista, digo: “contraste entre la parsimonía formal del relato y la violencia de su contenido”. Que por otra parte no es tal, dejémosnos de joder, al fin y al cabo lo que vemos son algunos penes flácidos, otros erectos, agunas vulvas y gente gimiendo y poniendo caras al penetrar a —o ser penetrada por— otra gente. ¡Porelamordedios! Más escandalizante es el éxito de Ricardo Arjona, y yo no veo a nadie poniendo el grito en el cielo cada vez que el tipo saca un disco.

¿Y por qué dos partes? Las dos partes existen única y exclusivamente porque Lars no se tomó el tiempo de editar mejor: las casi cuatro horas durante las que se extienden —interminables— las dos aburridísimas mitades de este bodrio insufrible podrían haber sido reducidas a dos, sin que el filme perdiera absolutamente nada, ni en lo argumental ni en lo estético. Esto no es el señor de los anillos.

El personaje de Seligman, el intelectual asexuado y cincuentón que hace las veces de interlocutor de Joe, aparece totalmente forzado y pretencioso, con intervenciones permentes para academizar el relato, trazando paralelos con la historia universal de la humanidad con comentarios del tipo “¡Claro! Cuando Dante llegó a las puertas del infierno leyó un cartel que rezaba “Oh vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza”, por eso no es raro que te sintieras desesperanzada después del sexo…”. Las sandeces sinsentido de ese calibre son, sin duda, lo más molesto de la película; cada tres minutos tiene uno que controlarse para no apagar el televisor al verse insultado de semejante forma.

El director danés, en definitiva, esta vez eligió insultar a su público de forma grosera durante casi cuatro horas en lugar de hacer una película. No por mostrar escenas de sexo explícito (que de transgresoras tienen poco menos que nada; de hecho, en cualquiera de las otras películas de esta lista hay más sexo que aquí, siendo esta la más explícita de todas), sino por creer que con un refrito de lo que sabe que “su” público le comprará de buena gana y sin mayores cuestionamientos puede suplantar la elaboración de una idea original (“original” en el sentido de interesante, no le estoy pidiendo que reinvente la rueda); por repetir viejas recetas pero vestirlas de una especie de superioridad intelectual que debe ser explicada permanente y pretenciosamente, ¡no vaya a darse el caso de que algún espectador se quede sin entender la grandeza de sus ideas y lo profundo de su acervo cultural!

En resumen, esta película es la bazofia de un director que, como el Dios de los Simpsons, ya es “muy viejo y muy rico para hacer esto”, si por “esto” entendemos embarcarse en el trabajo que da hacer buen cine. Una pena.

http://www.jupixweb.com.ar/2014/05/03/el-sexo-la-soledad-el-placer-la-angustia-y-la-muerte-y-el-sexo/
jpsaenz
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8
28 de abril de 2014
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace muchos años, decir “Europa” no era pensar en dos mitades; una occidental, capitalista y frívola; y otra oriental y empobrecida pero poseedora de algo así como una “dignidad cultural” (cosa que a su hermana mayor, dicho sea de paso, acaso ya no le importe cultivar). En aquel enonces, Europa todavía era en cierto sentido una, y como tal, el centro de un mundo que —aunque estaba a punto de disgregarse en dos mundos antagónicos, y ya hundido en el protoestado de aquella división—, todavía ofrecía lugar para algo irremediablemente olvidado en el mundo que le sobrevino: el estilo y el buen gusto. No en su versión actual, snob, demostrativa y torpe de nuevo rico, sino más bien en su versión aristocrática, silenciosa y hedonista de viejo rico, para quién el valor de las cosas no necesariamente reside en su costo. (1)

Entre las dos Europas, la Europa Victoriana y la Europa Eurocapitalista, el siglo XX se incrusta con violencia, como una cuña enterrada a golpes de martillo. Y con él, la revolución, el fascismo, la persecusión, la muerte y el renacimiento. Pero esa es otra historia. La historia que nos cuenta Wes Anderson en su última película, “Grand Budapest Hotel”, transcurre exactamente en el punto de inflexión entre la antigua Europa y la violenta irrupción del siglo XX. O mejor dicho: es ese punto de inflexión.

El Hotel que le da nombre a la película está en una ciudad imaginada de un país de fantasía en aquel continente que ya no existe, ubicado más o menos entre la costa atlántica francesa y el límite oriental polaco. La ciudad no es ninguna y por eso, es todas; el hotel es el último de los hoteles de la Europa victoriana y por eso, es todos; y los protagonistas: Monsieur Gustave (conserje en jefe) y su protegido, Zero Moustafa (cadete), son todos los hombres: aquellos que están a punto de morir con la Europa antigua, y aquellos que están a punto de morir para transformarla.

Al igual que todos, absolutamente todos los aspectos de esta cinta, los personajes están asombrosamente cuidados, con el nivel de prolijidad y detallismo (también podríamos decir “obsesión enfermiza”) al que Anderson nos tiene acostumbrados: Princesas rusas, gitanos perseguidos, jóvenes mujeres trágicamente asesinadas por la tuberculosis, delicados señores franceses, abogados ingleses amantes de la ley, soldados nazis ocupando países enteros —podría continuar la enumeración largamente—, todos ellos representan la condensación, son el símbolo de un tipo específico que, contra todo pronóstico, resulta sumamente vital (en el sentido de “vivo” y “natural”) Para ejemplificar esto, a propósito de los nazis (y también a propósito de la obsesión por los detalles): uno de los gags más imperceptibles, sublimes y delicados del filme se nos ofrece cuando el tren en donde viajan los héroes de nuestra historia es detenido por un grupo de soldados vestidos con uniformes que recuerdan fuertemente a la vestimenta de la armada del Kaiser, se nos informa que se ha desatado “la gran guerra” y Monsieur Gustave, luego de consumar un acto de valiente gallardía al defender a su protegido de un intento de abuso por parte de uno de los oficiales, los insulta con la palabra “fascista“. Los soldados del Kaiser, diez años antes del surgimiento del fascismo, ya eran fascistas (y, claro, siempre fueron alemanes).

Hacia el final de la película (de la que no voy a contar más detalles del argumento aquí pues espero que la vean), la escena se repite, pero cuando los fascistas ya se llamaban fascistas, al principio de la segunda Gran Guerra y dando comienzo al final de una época que estaba terminando para siempre. Y el relato sucede naturalmente, con humor y con belleza, pero sin rencor ni premura; Anderson se toma mucho tiempo para despedirse con cariño de una época grandilocuente y a la vez bestial; de un lugar en donde las princesas desayunaban deliciosos pastelillos que eran horneados por mujeres que apenas si conocían el gusto del azúcar (pero que ponían en su trabajo el mismo esfuerzo y el mismo amor por el detalle del que Anderson hace gala); y para despedirse de hombres de principios éticos y estéticos que tuvieron que matar y morir para dar lugar a un mundo menos rígido, más permisivo y en muchos sentidos más justo, y acaso más intrascendente, que el mundo en que vivimos hoy.

Y todo esto, en el marco de una historia por momentos desopilante, dibujada con pinceladas de colores hermosísimos, extremadamente prolija en la forma, casi podríamos decir light. No se me ocurre un homenaje mejor para recordar al mundo del que provenimos.

Notas:
(1) intentar diferenciar lo más prolijamente los elementos de cualquier juicio es un ejercicio siempre aconsejable, por lo que voy a permitirme afirmar aquí que aquel era un elemento fabuloso y añorable de la aristocracia; sin que esto empañe el resto de mi desprecio por la aristocracia en general...

http://www.jupixweb.com.ar/2014/04/25/la-gran-europa-nosotros-todos-y-wes-anderson-claro/
jpsaenz
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8
20 de octubre de 2009
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película fue una de las equivocaciones más grandes en las que he incurrido. No por haberla visto, sino más bien por no haberla visto durante tantos años. Y aunque no existan disculpas válidas para los prejuicios, voy a intentar una: la estética de marketing que eligieron los productores para promocionar la película, comenzando por el título [...] hasta el último avance [...] estuvieron, sin excepción, dirijidos a un público con quien no comparto ninguna de mis inclinaciones cinematográficas. Entiendo las razones comerciales del porqué haya sido así, y repito que ello no disculpa mi ignorancia, no solo sobre la calidad de la película, sino también sobre la controversia que desató el libro que le dió origen [...]

Hasta aquí es bastante evidente lo impresionado que estoy. Puede que sea la sorpresa; nunca una película decepcionó positivamente mis espectativas de la forma en la que lo hizo “American Psycho”, comencé a verla con desgano, en uno de esos raros momentos en los que usamos al cine para dormir o porque no tenemos drogas a mano, o sea: para no pensar. Tuve que salir rápidamente de mi sopor; con los títulos de apertura comenzó mi sorpresa. La secuencia inicial es delicadísima, y aunque en ese momento no tuve la lucidez para admitirlo, un segundo visionado me hizo reconocer paralelismos con otra introducción genial: la de “The Royal Tenenbaums”, (para mí uno de los mejores “openings” en la historia del cine) [...]

Y en seguida, la introducción de Patrick Bateman, pulcra, impecable, un monólogo interior brillante, una cámara plástica y dócil y la introducción de un tema de John Cale, que bien podría haber sido Philipp Glass y que, a excepción de un tema de David Bowie en los títulos de cierre, es el único contraste con una banda sonora de contenido francamente insoportable, que bien podría ser una recopilación de “Greatest Hits of the 80’s”, pero que tiene una carga semántica tan importante para la historia que se torna imprescindible y precisa. Justamente es en el análisis de la banda sonora en donde se encuentra un indicio de la prolijidad con la que trabajó Mary Harron, enmarcando una larga lista de intrascendencias musicales con dos temas bastante más “arísticos” e “intelectuales”, adjetivos que utiliza el mismo Patrick Bateman (el protagonista de nuestra historia), casi al pasar, para describir a los “Genesis” de la primera época, antes que la marca de Phill Collins se hiciera más notable dentro del grupo y éste se volviera “más comercial”… y más accesible al propio Bateman, quien durante toda la película hace alarde de sus conocimientos musicales, confundiendo sistemáticamente “consumo de cultura pop” con “erudición cultural”.

Cuando pasada la introducción pero aún en los primeros 20 minutos de la película llegamos a la escena de las tarjetas de presentación y la película se torna decidida e irremediablemente surrealista...

Texto completo en http://www.clubdelsilencio.com.ar/2009/10/20/tengo-que-devolver-unos-videos-2000
jpsaenz
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