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Críticas de Juan Marey
Críticas 625
Críticas ordenadas por utilidad
8
28 de octubre de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
John Farrow filmó dos de las propuestas más inquietantes de cine negro con toques fantásticos rodadas en los años cuarenta, la estupenda “Mil ojos tiene la noche” (1948), en la que el mentalista Edward G. Robinson comprobaba con creciente horror que sus supercherías adivinatorias comenzaban a tener visos de realidad, y la película que hoy nos ocupa, “Alias Nick Beal”, una nueva aportación al subgénero de relatos diabólicos, que había proporcionado poco tiempo antes frutos tan magníficos como “El hombre que vendió su alma” (1941, William Dieterle), o tan simpáticos como “El diablo y yo” (1946, Archie Mayo), todo ello sin olvidar la apuesta en claro tono de comedia brindada por Ernst Lubitsch con “El diablo dijo no” (1943). No obstante, Farrow apuesta en “Alias Nick Beal” por un relato que se imbuye hasta la empuñadura en una atmósfera sombría y siniestra.

El estupendo guion de Jonathan Latimer nos cuenta, en un extenso flashback, la historia de Joseph Foster (Thomas Mitchell), un íntegro fiscal de distrito obsesionado con meter en chirona a un gánster llamado Hanson, cuando parece que no va a poder conseguirlo porque las pruebas incriminatorias han sido quemadas, Foster recibe una nota anónima de alguien que le propone citarse en el café “China Coast” si quiere atrapar a Hanson, cuando se encuentran, el misterioso personaje, que se hace llamar Nick Beal (Ray Milland), le ofrece, sorprendentemente, los documentos que en principio habían sido destruidos. Foster acepta, pero el trato al que llega con Beal no le saldrá gratis y tendrá consecuencias relacionadas con su carrera política.

Farrow traslada a la pantalla una historia en la que predominará por encima de todo la existencia de una atmósfera dominada por el desasosiego. Ayudado por una poderosa iluminación en blanco y negro de Lionel Lindon dominada por los oscuros, las sombras, contraluces y el uso de las nieblas exteriores, podremos disfrutar de un relato lleno de desasosiego, en el que se domina con acierto la mixtura de géneros. Farrow se distancia de su habitual y brillante querencia por los largos y complejos planos secuencias, utilizando con enorme habilidad la grúa, en esta ocasión apuesta por la constante sensación de asistir a un estado de duermevela, a una extraña narrativa embadurnada de vigilia nocturna, en la que asistimos a esos recovecos en los que se irá sumergiendo progresivamente ese intachable fiscal en su camino hasta convertirse en gobernador.

La película cuenta con un espléndido reparto completado por Audrey Totter, en el papel de la prostituta Donna, a quien Beal saca del arroyo para que lo ayude en su particular misión seduciendo a Foster; George Macready, como el reverendo amigo de Foster, personaje decisivo en el desenlace del film, y el gran Fred Clark, acaso desaprovechado en su rol de político relacionado hasta las trancas con la delincuencia. Pero, por encima de todos, incluso del siempre enorme Thomas Mitchell, el dueño absoluto de la película es Ray Milland, sin su interpretación, la cinta de Farrow, aunque tiene muchas otras virtudes, bajaría sin duda un par de peldaños, su “mefistofélica” y ominosa presencia y su amenazadora mirada resultan tan preponderantes en el film que, cuando no están presentes, el espectador está deseando, como pocas veces, que vuelvan a la pantalla.
Juan Marey
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9
16 de mayo de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El director de cine, guionista y actor Luis Alcoriza nació en Badajoz el 5 de septiembre de 1918, es miembro de una familia de actores que se exilió en el norte de África (Magreb) y posteriormente en Sudamérica, a causa de la guerra civil española, en 1940 llegó a México, donde vivió hasta su muerte. Amalio Alcoriza, su padre, tenía una importante compañía teatral (en la que también participaba su madre), la cual permaneció unida hasta llegar a México, pero no pudo subsistir por falta de financiamiento, por este motivo, Alcoriza se unió a la compañía de las hermanas Blanch, a quienes después recompensó con varios papeles en sus películas, en 1946 debutó como escritor en la cinta “El ahijado de la muerte” y en 1961 como director en “Los jóvenes”, trabajó con Luis Buñuel en el guion de "Los Olvidados", "El Ángel Exterminador", "La Ilusión viaja en Tranvía" y "El Gran Calavera", aunque le molestaba que lo consideraran su “discípulo”, pues alegaba que Buñuel nunca le dio clases.

“Tiburoneros”, filmada en las costas de Tabasco y en la Ciudad de México, entre el 25 de abril y el 31 de mayo de 1962, es, sin duda alguna, su indiscutible obra maestra como realizador, una mezcla entre el documental y la narrativa de ficción y una suerte de fábula moral sobre la libertad individual, una visión emotiva y descarnada ajena a todo tipo de impurezas melodramáticas y de prejuicios moralistas. Julio Aldama da vida al protagonista solidario que consigue equilibrar una vida familiar con esposa e hijos en la capital y su pasión por el mar y la pesca, acompañado de una nativa ingenua y sensualmente salvaje, y a su vez, de un ayudante torpe pero bueno, Alfredo Varela "Varelita", y un niño parlanchín y sensible (David del Carpio), que rompe con los moldes de los típicos niños ñoños y santificados del cine de la época. Entre el documentalismo inicial y el drama que se impone, Luis Alcoriza detalla los hábitos, el trabajo, el primitivismo, las relaciones humanas, sus imágenes exponen la cotidianidad y la labor pesquera, la que permite, además de dinero, el respeto de una comunidad reducida, dentro de la que cada uno encuentra su posición según su valía y su trabajo, todos parecen más libres que en el mundo civilizado de donde procede Aurelio (Julio Aldama), en ese lugar, alejado de la capital y donde las disputas se arreglan sin otra intervención que la de los implicados, no hay más ley que la de los tiburoneros, el realizador se acerca a un universo de hombres duros y violentos sin sentimentalismos y complacencia, universo donde impera otra moral más libre y concreta.

Una de las mejores obras del cine mexicano, una película sensible, inteligente, una película trepidante con momentos de drama, humor y suspense que mantienen al espectador al borde de su asiento. Fue la ganadora del Mejor Cinedrama en el Festival de Mar del Plata, Argentina y el Premio de la Crítica Internacional por sus valores documentales y de convivencia humana en el Festival de Locarno, Suiza; ocupa el lugar 21 entre la lista de las 100 mejores películas mexicanas, realizada en 1994 por la revista Somos.
Juan Marey
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8
15 de marzo de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Carlo Ponti, reconocido productor italiano, tuvo una idea fantástica para disfrute de todos aquellos amantes del cine italiano, reunir en una proyección a los mejores y más prestigiosos autores del país. ¡Vaya menú!, aunque como un plato combinado, dividido en compartimentos separados: Mario Monicelli, Federico Fellini, Luchino Visconti y Vittorio de Sica, todo un lujo. Una sátira cuádruple con el naturalismo de la comedia no exenta de crítica social de Monicelli, el cine onírico y esperpéntico de Fellini, la grandilocuencia y esplendor aristocrático de Visconti y el neorrealismo más cómico de Vittorio de Sica, un delirio para degustar cuatro de los más míticos directores italianos.

Acto I: “RENZO Y LUCIANA”. Monicelli nos presenta una Italia que va hacia el desarrollo pero todavía con muchos escollos que superar, nos cuenta los esfuerzos y las dificultades de una joven pareja para prosperar, Renzo y Luciana. El director realiza una radiografía maravillosa de esa Italia de los sesenta donde descubrimos los espacios laborales, los transportes públicos, las casas familiares y los nuevos hogares en propiedad para los trabajadores, los lugares de ocio como la sala de cine (maravillosa la escena que transcurre allí… en un cine tan lleno que hasta hay público de pie para ver ¡una película de vampiros!), la piscina pública, la sala de baile… Mario Monicelli crea una pequeña historia realista y costumbrista con unos espacios que radiografían un momento histórico y se deja ayudar por el rostro recién descubierto para el cine de Marisa Solinas, muy bien secundada por el desconocido Germano Gilioli. Curiosamente fue el segmento más perjudicado, cuando se presentó en Cannes decidieron llevar una versión más corta con solo tres de las historias y eliminaron la de Monicelli, sus compañeros ante esta medida decidieron no acudir al festival para respaldar la película.

Acto II: “LAS TENTACIONES DEL DR. ANTONIO”. La más satírica, delirante, imaginativa y absurda es esta historia de Fellini, donde convierte a la escultural Anita Ekberg en una especie de “peligrosa” King Kong que quita el sueño y la cordura de Don Antonio (Peppino de Filippo), un vigilante de la moral italiana. Por supuesto no falta Nino Rota y momentos musicales mágicos, así como su galería de rostros inolvidables. Totalmente reconocible el universo especial de Fellini y la actriz sueca convertida en la máxima tentación rubia, una tentación exuberante que vencerá al puritanismo absurdo. Fue la primera vez que el director italiano se vio con el color… y lo aprovecha al máximo.

Acto III: “EL TRABAJO”. Tal vez el mejor segmento, con una Romy Schneider que ofrece todo un recital interpretativo junto a Tomas Milian. Él es un conde de la aristocracia italiana, tiene títulos y palacio pero ni un duro, ella es hija de un importante empresario alemán, tiene dinero, en su matrimonio se mezcla la conveniencia, la atracción física y también… pues algo parecido al amor. Con la elegancia habitual de Visconti se presenta la historia más subversiva: escándalo, prostitución, matrimonio en crisis y esposa que decide cobrarse con creces los devaneos de su marido, es lo que utiliza Visconti para acercarnos, una vez más, a las inmensas y frías mansiones de la aristocracia y dejar plasmada su decadencia.

Acto IV: “LA RIFA”. Y llega la última, la más popular y representativa de la comedia italiana. Vittorio de Sica se sirve de una Sofia Loren en su máximo esplendor, una Sofia Loren exageradamente voluptuosa y hermosa (era inevitable que estuviese ella, estando Carlo Ponti por ahí). Ella es una napolitana, ignorante y analfabeta pero con mucho carácter y sueños de prosperidad, es una mujer de armas tomar que va de feria en feria, trabaja con un matrimonio de feriantes en una caravana con juegos de tiro, pero el plato fuerte es la rifa, entre los hombres de los pueblos que visitan la feria, se reparten unas papeletas y se organiza una rifa, el que gana se acuesta con la Loren y claro, estos pierden la cabeza y los papeles. De Sica se mueve en el terreno de la comedia italiana costumbrista con una galería de personajes, sobre todo los hombres que pierden la cordura, que no tiene desperdicio.

Totalmente recomendable, sin duda, ninguna de estas cuatro historias es la mejor creación de sus directores, pero tiene la habilidad de tener el sello personal de cada uno de ellos y con momentos absolutamente inolvidables.
Juan Marey
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7
5 de marzo de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
“White Tiger” es la postrera película rodada por Browning para la Universal y también la última con Priscilla Dean, poco después de rodar “White Tiger” la Dean abandonó el estudio donde había cosechado sus mayores éxitos, desde entonces su carrera empezó a languidecer y, un par de años después la encontramos en comedias de dos rollos de Hal Roach. Browning, después de abandonar la Metro en 1918, se unió a la Universal, allí conoció a dos personas que serían muy importantes en el resto de su carrera, Irving Thalberg y Lon Chaney, “el hombre de las mil caras”, el primero, un joven y sagaz productor, quedó impresionado por el trabajo de Browning, así, Thalberg le concedió un presupuesto alto para la época para la realización de “La virgen de Estambul” (The Virgin of Stamboul, 1921), que obtuvo un gran éxito, sin embargo, Browning llevaba una vida que ponía en peligro su carrera, era aficionado al ocultismo, a las sesiones de espiritismo y a la magia negra, frecuentaba las fiestas más salvajes y mantenía una escandalosa relación con la menor Anna May Wong, actriz de origen asiático a la que había dirigido en “Drifting”, (1923). El fallecimiento de su padre, la separación de su mujer Alice Wilson y otros factores sumieron a Browning en una crisis de dependencia del alcohol, lo que provocó que los productores de la Universal lo consideraran un alcohólico sin remedio y su nombre fue desechado de diversos proyectos entre 1923 y 1924, Browning se convirtió así en el retrato perfecto del artista controvertido, insobornable, enigmático, autodestructivo y marginal. Por suerte, Alice volvió con Browning cuando éste prometió rehabilitarse y fue ella quien convenció a Irving Thalberg para que le concediera una oportunidad para reintegrarse en el mundo del cine, Thalberg, que había dejado la Universal y era ahora uno de los ejecutivos de la MGM, lo contrató para dirigir la magnífica “El trío fantástico” (The Unholy Three, 1925), afortunadamente, esta película de trama rocambolesca protagonizada por dos buenos amigos suyos, Lon Chaney y Harry Earles, fue un auténtico éxito y devolvió inmediatamente a Browning su condición de mito del cine.

Bueno, después de este largo preámbulo, volvamos a la película, tenemos la historia de dos hermanos cuyo padre (Alfred Allen) es traicionado por un hampón llamado Hawkes (Wallace Beery), que lo entrega a la policía y muere durante el consiguiente tiroteo. El niño, se escapa por un lado, en la creencia que su hermana también falleció en el tiroteo. La niña se marcha con el traidor, que le dice que su hermano ha muerto y la cría como su propia hija. Pasan 15 años y ambos se convierten en jóvenes veinteañeros que se dedican a lo que saben hacer: él (Raymond Griffith), a operar un autómata conocido como "el jugador de ajedrez", ella (Priscilla Dean), a utilizar sus virtudes manuales para hacerse con las carteras y billeteras de los visitantes a una feria de atracciones londinense. Sin saber que son hermanos, el Kid y Sylvia se convierten en buenos amigos, y cuando Hawkes, que ahora se hace pasar por el "Conde Donelli", ofrece al muchacho ir con el autómata a Estados Unidos, los tres viajan con el objeto de desvalijar casas de ricachones.

Es una historia bastante sombría y, a veces, exagerada, pero realmente interesante. A pesar de que no es, ni con mucho, ninguna de las grandes obras maestras que realizó Browning, seguro que hará las delicias de los fanáticos del director, además tenemos varios de los elementos habituales del cine de Browning: una estafa, el clima de feria de atracciones, la necesidad de los artistas de recurrir a la simulación para obtener ingresos que le permitan vivir, el ingenio para confeccionar invenciones que atraigan la atención de las personas que tienen ocio y también dinero aprisionado en sus bolsillos, el aislamiento en cabañas o apartamentos, las vueltas de la vida que reencuentra a hermanos luego de décadas... Por cierto, el título de esta película (una referencia artificial al instinto criminal) es tan arbitrario que sospecho que alguien en la oficina principal de la Universal le ordenó a Tod Browning que hiciera una película llamada “Tigre blanco” pero no le importó su contenido real.
Juan Marey
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9
11 de febrero de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El legado de John Ford es inconmensurable, a nadie se le escapa que el cine actual no existiría de esta manera si él no hubiera cogido una cámara en 1917 siguiendo los pasos de su hermano Francis (al que luego contrató como actor en múltiples cintas). En 1948 Ford rueda “Tres padrinos”, una obra que no era desconocida para el gran público: en 1913, Peter B. Kyne publicó la novelilla original en el Saturday Evening Post sobre un grupo de forajidos que acababan teniendo que cuidar de un bebé, solo tres meses después de su publicación, D.W. Griffith ya hizo la primera adaptación, una película de 17 minutos titulada “The sheriff's baby”, En 1916 volvió a rodarse con el título original, y en 1919 un primerizo John Ford hizo un remake de aquella película bajo el título de “Marked man”, Ford confió para el papel principal en Harry Carey, que repitió el mismo que ya hiciera en la versión de 1916.

Ford crea aquí lo que se podría denominar como "western sentimental", en una película que el genial director dedicó al antes mencionado Harry Carey, su mentor y amigo personal fallecido un año antes de la producción de "Tres padrinos", la película incluye la siguiente dedicatoria: "Dedicada a Harry Carey, una brillante estrella en el cielo de los primeros años del western", y es el hijo de Harry Carey, Harry Carey Jr. quien encarna el personaje de uno de los tres padrinos a los que alude el título. Fue la primera película que John Ford rodó en color, rodada en “Monumental Valley” y con fotografía del excelente operador Winton C. Hoch quien hizo un trabajo admirable fotografiando el desierto de una manera que pocos films han conseguido. La cinta reincide en uno de los temas favoritos de Ford, las relaciones humanas en un grupo variopinto durante una situación extrema, además, lanza interesantes notas sobre la necesidad de formar una familia, la resistencia del ser humano y el espíritu de sacrificio, loando la necesidad de creer, de tener fe, de saber sacrificarse por un bien mayor.

Ford narra a modo de cuento y con muchos detalles humorísticos la aventura de los tres protagonistas que corre en paralelo a algunos relatos evangélicos relacionados con la Navidad: un niño, una mujer, tres hombres, una estrella que los guía, un asno y su pollino… Los tres forajidos se convertirán en padrinos de un niño recién nacido (Robert William Pedro), al que tendrán que alimentar y dar de beber a lo largo de todo tipo de peripecias, entre ellas grandes tormentas de arena, tormentas magníficamente resueltas desde un punto de vista técnico. Se les acabará el agua, se quedarán sin caballos, no tendrán comida, se irán despojando de cuanto llevan encima… En esa constante huida pasarán no pocas penalidades, pero esa huida se convertirá en un viaje de redención donde se harán patentes valores como la amistad, el compañerismo y el amor al prójimo, delatando la bondad que habita en el corazón de estos nobles bandidos. Es bien sabida la capacidad de emocionar con sus imágenes que tenia el gran Ford, este film atesora algunos de esos momentos capaces de poner un nudo en la garganta y humedecer los ojos al mas pintado... o por lo menos a mi, y es que Ford era mucho Ford amigos.

Un western muy atípico con unos diálogos memorables, un cuento de navidad, sin balas, cargado de humor, emotividad y ternura que hace más grande, si cabe, el cine de John Ford.
Juan Marey
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